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Archive from septiembre, 2022

DECÁLOGO PARA ESCRIBIR UNA NOVELA CARCELARIA

Sep 28, 2022   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments

Patxi Irurzun

1-No te sacrifiques demasiado.
Del mismo modo que para escribir una novela negra o policial no es necesario —ni recomendable— matar a nadie, para escribir un libro carcelario la experiencia ayuda, pero no hasta el punto de hacer ninguna barbaridad que acabe con nosotros entre rejas.

2-Tu protagonista será siempre inocente,
aunque no por eso tiene que ser un angelito.
A lo largo del libro tu protagonista puede encabezar un motín, pelearse violentamente con otros reclusos, secuestrar al alcaide…, pero el delito por el cual sufre condena siempre lo habrá cometido otra persona, lo cual justifica sobradamente todos los delitos que tu protagonista lleve a cabo dentro de la cárcel.

3-No emplees nunca la palabra alcaide,
a no ser que la acción de tu novela transcurra en Alcatraz o San Quintín.
Si, por el contrario, el escenario es la cárcel de Alcalá Meco o la de Santa Lucía es más apropiado decir director del centro penitenciario.
Un alcaide entre nosotros es más bien un primer eidil.

4-Tampoco uses la escena de la ducha y la pastilla de jabón
Está muy vista, ya no hace gracia y además hace ya tiempo que en las duchas de las cárceles se usan dispensadores de gel.

5- No uses dispensadores de gel
No, al menos, si son dispensadores de gel hidroalcohólico. Estos fueron retirados de algunas prisiones después de que unas reclusas de una cárcel de Valencia utilizaran su contenido para prepararse cubatas mezclándolo con Coca-cola.

6-Que el rancho sepa a muerto
El día del ingreso, cuando conduzcan a tu protagonista a su celda, desde las de los otros reclusos asomarán brazos que intentan agarrarlo y se oirán voces cavernosas que digan «¡Menudo bomboncito ha entrado hoy! Después, en el comedor, le servirán la comida con un cazo al que se pegará como si fuera engrudo, a pesar de lo cual un mafioso le robará el rancho. El abuso se repetirá todos los días hasta que tu protagonista le rompa la bandeja en la cabeza al mafioso, demostrando quién es el nuevo gallo del corral. Como consecuencia de ello tu protagonista pasará quince días en una celda de castigo.

7- Que tu protagonista salga siempre de la celda de castigo un día soleado.
Es imprescindible que a tu personaje lo saquen del agujero un día de mucho sol, para que la luz se clave en sus ojos como un cuchillo. Después de todo tampoco sufrirá durante mucho tiempo porque inmediatamente volverá a reincidir en la conducta por la cual fue castigado y a ser de nuevo encerrado en la oscura celda de castigo. Tu protagonista es indomable.

8-Búscale una mascota a tu protagonista
Durante su encierro, ya sea en la celda de castigo, ya en la galería, siempre resulta emocionante que tu protagonista domestique algún animal: un ratón, una cucaracha, un pájaro que se posa en el alfeizar de la ventana enrejada y es una hermosa metáfora de la libertad…

9- Mata a la mascota de tu protagonista
Bueno, no lo hagas tú, que se ocupe un preso con una cicatriz muy fea en la cara o algún funcionario de prisiones mezquino. Cuando el pajarito, el ratón o la cucaracha muera estrangulado entre sus manos tu protagonista tendrá un acceso de ira y arremeterá contra el matón, lo cual lo llevará una vez más al agujero o celda de castigo.
Y otra vez sin unas tristes gafas de sol.

10-Por último, incluye sí o sí una fuga en la trama
Hay múltiples recursos que puedes usar, pero, ¡cuidado!, el de la lima escondida dentro de un bocata está ya algo desfasado. El túnel, por el contrario, siempre es una garantía. La fuga puede resultar un éxito o fracasar, pero en todo caso tu protagonista siempre quedará en libertad al final de la novela, envejecido y medio ciego, pero triunfante. En caso de que la fuga fracase, saldrá de la prisión con una bolsa de cuadros a la espalda y al otro lado del muro habrá esperándole un o una antigua amante, con quien iniciará una nueva vida. Tu protagonista, por supuesto, contará su experiencia en una novela carcelaria que será todo un éxito.

DELIBASIC

Sep 19, 2022   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments

Publicado en «Rubio de bote», magazine ON (diarios Grupo Noticias), 17/09/22

En septiembre, al empezar el año, en el mundo del tiempo al revés hacemos nuestras macabras apuestas sobre qué famosos resucitarán en los próximos doce meses. Es sencillo acertar, porque en el ambiente hay indicios y pistas que ayudan a intuir, a menudo con un nudo en el estómago, quién regresará desde el otro lado del reloj de arena. Por ejemplo, nadie lo menta en nuestras apuestas, por no envenenarse la saliva con su nombre, pero desde hace años es evidente que no falta mucho para que a Francisco Franco le desconecten los cables y poco a poco su salud mejore y un día se levante de la cama y se vista de generalísimo y vuelva a firmar penas de muerte con el brazo incorrupto de Santa Teresa de Jesús y sea aclamado de nuevo por un millón de personas en la Plaza de Oriente —aunque en ella solo quepan apretadas doscientas mil— y así, milagro a milagro, muerto a muerto, vaya retrocediendo en el tiempo hasta la época en que solo era un insignificante cabo culón y con voz de pito, pero con un camino empedrado por miles de cadáveres a sus espaldas.

No, por supuesto, en nuestra cuadrilla, por salud mental, preferimos vaticinar que este año será Elvis quien regrese. Estará gordo como una nutria, o como Axl Rose, pero merecerá la pena verlo descender desde los salones de boda de Las Vegas hasta convertirse de nuevo, guapo y con las caderas en llamas, en el rey del rock. Claro que esa tal vez no es una apuesta segura, porque Elvis en realidad no puede resucitar, Elvis está vivo, lo dice un buen amigo.

«¡Entonces Mirza Delibasic!», lanza su apuesta otro.

 Y de repente a todos nos viene a la cabeza la imagen del escolta yugoslavo moribundo, dibujando en el aire volutas de humo con la misma elegancia que antes daba asistencias, o pisando la nieve mientras huye al anochecer del cerco de Sarajevo junto con otros locos del baloncesto para jugar su último partido, mientras la guerra silba una canción de muerte sobre sus cabezas… Será duro ver los ojos tristes y enfermos del Delibasic de los últimos días, pero para nosotros esos días serán también los primeros, y en poco tiempo lo tendremos otra vez sobre la pista, convertido de nuevo en el jugador más elegante que haya pisado jamás una cancha, todo ello en una época en la que los deportistas fumaban y no había raya de tres ni francotiradores,  cuando el baloncesto era tan romántico que servía para poner nombres a los grupos indies (Tachenko no está mal, pero Delibasic habría sido mucho mejor).

De mismo modo —continuamos la ronda de apuestas— alguien nombra a Janis Joplin, y  la sangre bombea de vuelta en la jeringuilla un escupitajo de heroína pura, y Janis despierta y regresa al escenario para hacer el amor con todos los que están abajo; u otro se acuerda de Alfonsina Storni, y la poeta camina hacia atrás sobre sus pasos, borrando las huellas suicidas de sus pies en la playa; o hay también quien apuesta por Isadora Duncan, y el glamuroso e interminable fular de esta flota de nuevo en el aire, antes de enredarse en la rueda de su coche deportivo y estrangular a la bailarina…

Cualquier cosa con tal de coger aliento, de buscar una ráfaga de belleza en ese aire rancio e irrespirable al que los cachorros verdes ladran con espuma en la boca sus consignas y sus himnos mientras agitan sus banderas y jalean a Benjamin Button, orgullosos de este mundo miserable, de esta estafa de vida en la que nacer, incluso resucitar, es una sentencia de muerte.

DEMONIOS DE VERANO

Sep 5, 2022   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments
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Publicado en «Rubio de bote», colaboración quincenal para magazine ON (diarios Grupo Noticias) 03/09/22

Siempre que planificamos las vacaciones familiares reservamos dos o tres días para ir a un parque de atracciones o acuático, no vaya a ser que los niños se nos mueran de aburrimiento o de hipotermia en los museos o nos maten de vergüenza a nosotros preguntando en voz alta, delante del Cristo de Velázquez, quién es ese tipo en calzoncillos.

Los niños, la verdad, ya no son tan niños y al mayor ya no conseguimos llevarlo con nosotros ni a punta de pistola, prefiere quedarse en casa haciendo perolas de pasta y fregando la víspera de nuestra vuelta las manchas de kalimotxo del suelo. Lo cual quiere decir que a la pequeña, que antes solía montarse en las atracciones con su hermano, hay que acompañarla cada vez que quiere subir a una montaña rusa terrorífica, una caída libre desde la estratosfera o un tobogán de agua rompehuesos.

En realidad sospecho que la verdadera atracción para ella es vernos a nosotros tragando saliva durante las dos o tres horas de espera que preceden a cada lanzamiento por uno de esos artefactos o escuchar nuestros alaridos de pánico una vez que ya no hay vuelta atrás y comienzan los loopings y los descensos en picado. Hace años, en los parques de atracciones, recuerdo que yo no gritaba, no sé por qué. Supongo que porque me daba vergüenza. Ahora que ya no me puedo contener me doy cuenta de todo lo que me estaba perdiendo. Gritar descendiendo una montaña rusa te saca los demonios de dentro, aunque sea solo durante unos segundos.

La pena es que conforme uno se hace mayor soporta peor el traqueteo. Lo he podido comprobar este verano en un parque en el que sorprendentemente el tiempo de espera resultaba razonable. La contrapartida era que cuando uno —un cincuentón como yo, quiero decir— se ha subido ya a cuatro o cinco atracciones, tu cuerpo, que es sabio, dice basta, te hace saber que ya has llegado al límite y no soportará más vaivenes en el cerebro ni más mecanismos de retención aplastándote las costillas o la barriga.

Todo ello no llega un día de repente, no obstante, sino que vas percibiendo señales. El año pasado, en un aquapark, había dos socorristas dentro de la piscina esperando mi salida de uno de esos tubos retorcidos e interminables —dos socorristas que una vez que comprobaron que yo emergía con todos mis huesos en su sitio volvieron a sus sillas, mientras el resto de personas seguían zambulléndose sin que esos socorristas mostraran especial preocupación—. O cuando uno mira a su alrededor en las colas cada vez le cuesta más encontrar a alguien con las nieves del tiempo plateando sus sienes.

“Este es el último año que vengo”, me digo siempre en esas ocasiones. Y después, alzo la vista, veo pasar sobre mi cabeza las vagonetas, revoloteando enloquecidas, y escucho los gritos de los demás, mientras imagino las preocupaciones de las que se liberan con cada uno de esos gritos. En la primera fila hay una chica que va a repetir curso, pienso, por ejemplo. A su lado, un chaval cuyos padres acaban de separarse. Una mujer que sospecha que va perder el trabajo expulsa su rabia con un grito afilado como un cuchillo. Un hombre de mi edad piensa en la muerte mientras se precipita por el raíl. Todos sus temores salen del pecho y se disuelven en el aire, entre vapores de adrenalina. Todos los demonios mueren en el cielo del verano.

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