• Subcribe to Our RSS Feed

EL OSO PERJUDICADO

Feb 7, 2022   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments

Publicado en «Rubio de bote», colaboración quincenal en magazine ON (diarios Grupo Noticias) 05/02/22

Siempre he sentido una extraña mezcla de fascinación e inquietud por las mascotas de equipos deportivos o parques temáticos, por los muñecos de los ventrílocuos, por los reyes magos de las cabalgatas y sus barbas de pega o sus rostros pintados, por los Papá Noel que se tambalean o acarician a los niños, por los romanos de las procesiones con gafas o reloj… Creo que nunca he llegado a aceptar el acuerdo de verosimilitud, el pacto ficcional que se establece ante ellos ni he podido apartar de mi cabeza la idea de que bajo el disfraz se esconde una persona, sobre la que quiero saber todo, a la que necesito desenmascarar.

Me pasó hace unos días con el oso perjudicado de la cabalgata de Cádiz, ya saben, aquel muñeco gigante al que debió de quebrársele algún hueso en el esqueleto de plástico que sostenía su cabeza y caminaba bamboleando esta. Me imaginaba al pobre humano que la portaba sudando a chorros bajo el traje, mientras convertía en carne de meme cada uno de sus desesperados intentos por arreglar el desaguisado, y en un dipsómano resbalando y haciendo eses sobre un mar de hielo con vodka al simpático oso polar que debía representar. 

Supongo que no soy el único al que le sucede. Por eso nos apasionan las peleas entre spidermanes gordos en la Puerta del Sol, o no podemos dejar de preguntarnos si bajo el disfraz del Chucky que se acerca a pedirnos una moneda no se esconde un auténtico asesino en serie. Por eso también existen los furries, personas a las que les gusta caracterizarse de animales e incluso, a alguno de ellos, practicar sexo disfrazados de peluche gigante (“Hay agujeros estratégicamente diseñados para ello”, explica uno de estos furries en Fursonas, un documental sobre esta subcultura). Y  por eso hay quien, por el contrario, siente fobia al ver títeres, mascotas, muñecos de ventrílocuo…

La automatonofobia es, de hecho, el pánico o el terror a los maniquís, las marionetas… Un pánico irracional, hasta tal punto que llega a alimentar inverosímiles historias como la del ventrílocuo Charlie McCarthy, quien, decían, usaba el cadáver de un niño para dar vida a su diabólico muñeco, de nombre Edgar Bergen (para dar vida y para quitarla, porque el muñeco remataría esta leyenda urbana asesinando brutalmente a su creador en un camerino; lo cierto es que los dos protagonistas existieron, sí, pero con los nombres cambiados, en realidad Edgar Bergen era el ventrílocuo y Charlie McCarthy el muñeco, y, por supuesto, ninguno de los dos era un criminal). 

Una patraña, en fin, que me lleva hasta el culmen de todo este carnaval, que son esos políticos del PP que han pretendido hacerse pasar por ganaderos sin despeinarse la gomina ni despojarse del  burberry en las ruedas de prensa que han ofrecido in situ, a cuenta de toda la polémica sobre las macrogranjas. En ese caso no hay pacto ficcional que valga. Ni siquiera se han molestado en ponerse el disfraz. La desfachatez, el complejo de superioridad, el insulto a la inteligencia de los espectadores es tal que prescinden de toda verosimilitud, creen que estos, la plebe, los votantes, han llegado ya a un estado de alelamiento tal que tragarán con cualquier cosa, como admitir que para caminar sobre el fiemo lo mejor son los mocasines.

Por suerte, en una de esas versiones cayetanas de El traje nuevo del emperador, mientras el desafortunado Carlos Iturgaiz comparecía en rueda de prensa en un establo y repetía cual Monchito el argumentario de su partido, a sus espaldas un semental montaba a una vaca que ríe, como si hasta las bestias quisieran señalar con ello lo ridículo, lo burdo de todo el paripé. 

ga('create', 'UA-55942951-1', 'auto'); ga('send', 'pageview');