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VACACIONES

Sep 20, 2021   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments

Publicado en Rubio de bote, colaboración quincenal para magazine ON (Diarios Grupo Noticias) 18/09/21

Irse de vacaciones da mucho trabajo. Como se suele decir, se necesitan unas vacaciones para recuperarse de las vacaciones. Al final  uno se pasa sus días de descanso pateando, haciendo deporte, conduciendo, sacándose fotos, comiendo como un vikingo, achicharrándose, sudando la gota en la barbacoa o bajo la sombrilla, discutiendo con la familia, poniéndose crema para el sol, o crema para cuando se te ha olvidado ponerte crema para el sol, limpiándose de arena las orejas, el ombligo, las partes pudendas… Iba a decir que para mí las vacaciones ideales serían aquellas en las pudiera pasarme los días enteros sin salir de casa, aligerando la pila de libros para leer, viendo series y películas raras, en calzoncillos, sin ducharme durante días… pero la última vez que pedí ese deseo el gracioso del genio de la lámpara nos trajo una pandemia.

Así que mejor me callo.

De hecho, este verano que ya acaba he hecho todo lo contrario: he pasado unos días en Torrevieja, Alicante. Cada vez que compraba el pan o el periódico el tendero, a la hora de cobrar, me decía: “Por veinticinco pesetas”. Bueno, es un chiste, un chiste para boomers. En realidad, Torrevieja, Alicante, no está poblada por exconcursantes del “Un, dos, tres”, yo diría más bien que todos los miembros de las fuerzas de seguridad del estado pasan sus vacaciones allí, a juzgar por el número de pulseritas beneméritas, mascarillas de la policía nacional o banderas de la legión ondeando en las urbanizaciones, como si estas fueran cuarteles de verano.  Y además ya no quedan tiendas donde comprar el periódico, las han cambiado todas por cadenas de comida rápida, casas de apuestas, inmobiliarias con letreros en ruso…

Siento, de todos modos, una inexplicable para mí, que soy de naturaleza misántropa y asocial, atracción por lugares como Torrevieja, Salou, Benidorm, Lloret de Mar… No sé muy bien por qué. Igual es porque allí no me siento ridículo en pantalón corto. Yo al final me rendí, hace dos veranos. Hasta entonces me había negado a dejar mis pantorrillas al aire (entre otras cosas porque soy de fisonomía tirillas y piernas caponatas; y también porque estos últimos años me estoy quedando calvo de los tobillos), pero tengo que reconocer que es cómodo y fresquito, todo lo cual no quita para que cada vez que me pongo los pantalones cortos me sienta Caillou. Excepto en Lloret de Mar, Benidorm, Salou, Torrevieja… donde todo el mundo lleva gorra y hace lo que le viene en gana, y me parece muy bien. Creo que eso es lo que me atrae de esos lugares. Me siento un espectador, fascinado por esa especie de zoológico humano, del cual a la vez yo también formo parte, como si me desdoblara, como si me perdonara a mí mismo y me otorgara el derecho a relajarme, a caminar por la calle en bermudas, a montarme en el trenecito turístico, a dejar la barriguita al aire en la playa…

La playa, por cierto, me da un asco terrible. No entiendo en qué momento de la historia decidimos que un lugar tan hostil como ese —el viento, la sal, el sol, los que juegan a tenis… — era el mejor para pasar los veranos. Si lo piensas bien, resultaría mucho más lógico tumbarse en un glaciar. Y, total, en lo que a logística se refiere, tendrías que llevar una cantidad parecida de pertrechos, incluso alguno menos, porque no te haría falta la nevera.

Las vacaciones, en definitiva, son para desconectar, pero a menudo no dan más que problemas. Claro que el problema, el principal problema de todo esto es que ya les gustaría a las otras tres cuartas partes de la humanidad  tener y tener derecho a tener ese tipo de problemas…    

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