REFLEXIONES SOBRE LA CENSURA
La verdad es que mi historia con Ese Tocho pasó hace ya tiempo y aunque en su momento me quemó mucho, ahora ya he olvidado muchos detalles, pero intentaré ir al grano.
La cosa es que a mí de vez en cuando me encargaban cosas para el diario GARA, cuentos por capítulos, etc. También tenía una columna semanal, en la que siempre había escrito con total libertad (cuentos, también, o textos creativos, nada de opinión, aunque eso sí, cuentos de lo más burros, bastante gamberros, a veces yo mismo me sorprendía de que me publicaran esas cosas, y para ser honesto sabía que en ningún otro periódico se atreverían). En alguna ocasión también “toqué” algunas cosas “sagradas” para ellos (patrias, banderas…) y tampoco pasó nada.
A los poco días de que todo esto pasara me llegó un email en el que me comunicaban que habían decidido suprimir mi colaboración semanal, con la que llevaba cinco años. Fue una represalia, claro, automáticamente yo me pasaba al otro bando (cosa bastante improbable porque yo no pertenecía ni pertenezco a ningún bando ni banda por escribir en ese periódico), y más aún dejaron de dar información sobre libros que fui publicando, premios y otras actividades en las que yo estaba implicado (posteriormente ha aparecido una entrevista a cuenta de otro libro, pero del último, Ajuste de cuentos, después de pedirme que se lo enviara, no tengo noticias –hoy mismo les he escrito diciendo que si no van a sacar nada me devuelvan el libro-). Todo esto por supuesto no digo yo que fuera cosa de toda la gente de GARA, seguramente lo decidieron dos o tres personas o comisarios políticos.
Eso, por una parte, por otra, en mi relación con los medios de comunicación yo he detectado otro tipo de censura de la que nunca se habla, pero que me parece terrible. Por una parte, la imagen es hoy una dictadura, los textos están sometidos a ella, y si para que una foto o el diseño de una página cuadre hay que meter la tijera, se mete, a menudo sin criterio, sin tener en cuenta la opinión del autor, da igual por donde. “Total, la gente no lee”, te pueden llegar a decir, lo cual es el colmo, poner menos textos y más fotos es perfecto para estimular la lectura… Tampoco vale cualquier foto. Cuando volví del basurero de Payatas, en Manila, nos recorrimos varios semanales para intentar colocar los reportajes que junto con un fotógrafo hice allá. Muchos los rechazaron porque ese tipo de fotos a la gente no les gustaba verlas al desayunar un domingo. Y a la vez te pedían fotos más morbosas, con niños (es importante que sean niños) esnifando pegamento, etc. Los textos, por supuesto, eran demasiado largos y demasiado duros.
El periodismo hoy en día es una pura farsa (lo se porque ahora mismo yo trabajo como periodista o algo parecido), está totalmente desconectado de la calle (nuestra principal fuente es en la mayoría de los casos internet) y desde luego los redactores no escribimos con libertad, sabemos perfectamente que no hay que morder la mano que nos da de comer.
Pero volviendo al terreno puramente creativo, hay otra censura, otra dictadura todavía peor, que es la de la mediocridad. Pululan por hay correctores, o editores de textos que, aparte de corregir errores ortográficos o sintácticos se dedican a mutilar textos, a asignar títulos, entradillas, sumarios, que tú no habrías formado ni harto de porros. Muchas veces, más de lo mismo, necesitan más espacio para que entre la foto de marras, o la publicidad, y cortan frases o palabras que para ellos no aportan nada pero sobre las que tú has hecho pivotar todo el texto. Hay una falta absoluta de sensibilidad (normalmente esos cambios se hacen sin consensuarlos con el autor, que se los encuentra horrorizado cuando su texto ya ha sido publicado), una mediocridad, una incapacidad para detectar qué es lo que la gente quiere, espera, que es lo que les puede hacer reír, pensar… Se supone que todo ello, la intuición, ya viene implícita en la tarea del escritor. Es además bastante frustrante que uno de mil vueltas a una frase, que valore, sopese, qué orden, que adjetivo, que expresión es la más adecuada, para que luego llegue un mindundi y se la cargue sin ningún miramiento en una decisión que no lleva más de unos segundos. Yo, por ejemplo, siempre intento que mis textos fluyan, de alguna manera, que un párrafo lleve a otro, etc, y suprimir una frase, una palabra, una coma, supone cargárselos por entero. La censura que ejercen este tipo de funcionarios de las letras es de las peores que hay, porque nadie habla de ella, y porque se da con más frecuencia de lo que parece. Y, sobre todo, porque esos funcionarios creen que están haciendo bien su trabajo. Es una falta de respeto total al creador, al lector. Y en cierto modo es también lógica, una consecuencia más de esta sociedad cada vez mas desintelectualizada, más deshumanizada, robotizada, apresurada…
Después de todos estos episodios, aún tuve otro más con el diario ADN, en el cual “confiaron” en mí ofreciéndome una columna cada tres o cuatro semanas. En la última de ellas, que nunca llegó a publicarse yo hablé de mi libro La polla más grande del mundo, en un tono cómico, diciendo lo poco acertado que había estado al ponerle ese título: mi madre nunca podría ir a Gómez, la librería moña de Pamplona y preguntarle al librero si tenía la polla más grande del mundo… En ese tono. También hice alguna mínima alusión a la familia real española y al Diario de Navarra, que no hizo ninguna reseña de mi libro, y que curiosamente, pertenece (o pertenecía) al mismo grupo informativo que ADN (al menos en Navarra), pero no, ese no fue el problema, me dijo la directora, no, no, por dios, nosotros estamos a favor de la libertad de expresión, la columna (que tampoco era para tanto, la podéis leer aquí) me la retiraban por usarla para autopromocionarme (de lo cual se deduce que si el libro no hubiera sido mío podría haber escrito tranquilamente polla, o algún retruécano del tipo ‘los borbones a los tiburones’ o ‘Diablo de Navarra’)… Lo más gracioso de todo (aparte de que me enteré de que la columna no se publicaba el día anterior y que otra vez, como sus colegas de GARA, no me la pagaban –bueno, eso no es muy gracioso-) es que la directora argumentó las razones de la censura tomándolos de un blog en el que yo mismo, con un seudónimo, ironizaba al respecto:
Acabo de leer en el blog de Hank Over / Resaca que te han «censurado» una columna en el diario ADN. Joder, pues muy bien hecho. ¿Qué esperabas? ¿Te parece bonito hacerte publicidad a ti mismo y la basura de tu libro en un espacio que amablemente te ceden? (…) Mira que podrías subirte a esa columna y otear a tu alrededor, con la de cosas interesantes y jodidas y sorprendentes, incluso alguna hasta bonita, que hay en este mundo, y tú vas y te dedicas a mirarte las pelusas de tu ombligo, a hablarnos de ellas, como si a alguien nos importara?
Bah, de todos modos, seguro que estás encantado con la jugada, ahora tú también eres un escritor maldito, qué suerte, igual así hasta consigues vender alguna «polla» más ¿verdad?
La periodista casi repitió letra por letra mis propias palabras. Demencial. Por lo demás, ni siquiera supo despedirme con un poco de elegancia, me amenazó (“arrieros somos”, soltó), dijo que estaba muy ocupada para perder el tiempo conmigo… Y lo más triste de todo fue que ni siquiera podía disimular que ella solo era una correveidile, una mandada, una pobrecilla, alguien que al contrario que yo, que era un desagradecido nunca mordería la mano que le daba de comer… Por cierto, que el recado intuyo yo, porque no lo puedo asegurar , vino de alguien que después pasó a dirigir un periódico orientado hacia un Público muy progre y muy de izquierdas, lo que son las cosas.
Hay, además, otro episodios menores y muy desalentadores, como una publicación de estudiantes de periodismo que me pidieron un cuento para un suplemento sobre el periodismo del mañana, o algo así, y donde yo puse “teta” ellos corrigieron “seno” (¡yo nunca habría escrito eso!). El periodismo del mañana, qué risa.