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EL DÍA DEL LIBRO IRACUNDO

Abr 19, 2009   //   by admin   //   Blog  //  1 Comment

Ayer, en las vallas del aparcamiento que están excavando el Hospital de Navarra, vi desde la villavesa a un señor arrancar airado, casi iracundo, unos carteles, no sé qué anunciaban (mañana tengo que volver a pasar por ahí, a ver si aguanta alguno y lo averiguo), y me dio un poco de miedo que todavía subsistan mentalidades inquisitoriales como esa, pero también me pregunté si yo sería capaz de ponerme en su lugar (esta es una buena pregunta casi siempre), si por ejemplo, el cartel en cuestión convocara a una concentración neonazi, o reivindicara la capital cultural europea de este páramo en el que, en lo tocante a cultura, han convertido algunos –los mismos que impulsan esa capitalidad- Pamplona. Creo que no. La prueba del algodón ya la pasé hace algún tiempo, cuando una persona que me acompañaba, en la Casa del Libro de Madrid, comenzó a desgarrar las páginas de un libro de Alfonso Ussía y a dejarlo luego en su pila, bien surtida por lo demás, mientras justificaba su acción de guerrilla literaria con el siguiente argumento “de todos los libros se aprende algo menos de los de Alfonso Ussía”. Yo, de hecho he utilizado esa frase, que me parece graciosa, en alguna ocasión (creo que en las bases del concurso literario Hijos de Satanás), eso es una cosa, pero de ahí a quemar libros en la plaza del pueblo (con el agravante de que quien azuza el fuego es luego de los primericos que se ponen tras la pancarta de LIBERTAD DE EXPRESIÓN, cuando toca), hay un trecho.
Todo esto lo cuento a propósito de la ira, de cómo esta explota cuando uno menos se lo espera y arranca los carteles que uno fija por dentro de sí mismo, en la valla que protege sus convicciones. Y es que esta semana mi hijo ha tenido una neumonía (por eso venía del hospital) y hacerle tomar la medicina ha sido una auténtica odisea, se negaba en banda, una y otra vez, ahí no había pedagogía ni Supernanny que valiera, y he perdido los nervios varias veces, creo que bordeando el código penal, ese por el que condena a una madre a una orden de alejamiento de su hijo por haberlo abofeteado después de que él le tocara repetidamente los cojones (y eso que –ella- no tiene). Pero es que, en el caso de mi hijo, o se tomaba la los sobres de medicina o los neumococos lo reducían al espíritu de la golosina. Así que a los niños (¡angelicos!, dirán algunos, pero el demonio, aunque caído, también es un ángel) estos días les tengo bastante tirria. Y lo peor de todo es que este jueves, el día 23, tengo que ir a un colegio a hacer unas lecturas. Me dan ganas de arrancar todos esos carteles que anuncian el Día del libro.

Imagen tomada de janaquevedo.wordpress.com

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