Me gusta esta foto. Somos Vicente Muñoz y yo, creo que en la fiesta por la segunda edición de la antología bukowskiana que publicamos juntos, Resaca/Hank over. Se nos ve satisfechos, hermanados, quizás un poco exhaustos, pero enormemente felices. Vicente y yo nos conocemos desde hace miles de años, hemos intercambiado cartas primero, libros, fanzines, proyectos, después emails, compartimos este blog… Nos hemos visto algunas veces, no demasiadas, no al menos todas las que nos gustaría, pero siempre hemos sabido el uno del otro. Hemos hecho casi todo el camino juntos y seguimos en él. Aunque a veces nos perdamos de vista, siempre sabemos que el otro continúa adelante. El camino suele transcurrir soterrado, subterráneo, a veces por elección propia pero otras, muchas, quizás demasiadas también porque no nos han dejado sacar la cabeza, salir a respirar,a gritar que el aire nos pertenece a todos. Este fin de semana, sin embargo, Vicente y yo y nuestros libros, hemos aparecidos juntos, reseñados en XL Semanal, un mass media, uno de esos lugares en los que no hay sitio para nosotros, una de las fiestas a las que nunca nos invitan. Todo, probablemente, quedará ahí, y nosotros tengamos que seguir caminando por los márgenes, sin desfallecer y de frente. Pero verme ahí, junto a él, me ha gustado también, me ha recordado esa foto, me ha parecido también que tenía algo de esa hermandad y de esa satisfacción por el trabajo realizado, y ha reafirmado la admiración y la amistad tan profundas que siento por Vicente, a quién tanto debo y de quien tanto he aprendido (el tesón, la lucha, la curiosidad, la inquietud…), a quien tanto deben tantos, que se merece mucho más, aunque sea difícil tener más que lo que él tiene. Un abrazo fuerte, mi amigo, seguimos juntos on the road
Mi amigo y compañero y gran escritor y agitador cultural Vicente Muñoz, con quien edité la antología de homenaje a Bukowski RESACA / HANK OVER, vuelve a sacar junto con otros activistas como Xen Rabanal o Silvia D. Chica, un nuevo número de Vinalia Trippers, el fanzine por excelencia del underground literario o eso. La cosa promete, visto el anterior número, el del regreso, o la portada que se ha cascado otro grande, Mik Baro. En esta ocasión el número es un especial Trippers from the Crypt, y yo colaboro con un cuento que se titula El censo del miedo y que colgaré dentro de unos días íntegro, porque para Vinalia tuve que mutilarlo un poco.
http://vinaliaplan9espacio.blogspot.com/
Vicente Muñoz Alvarez, el agitador sideral y capitán de tripulaciones tronadas, que le seguirían sin vacilar hasta los confines del espacio exterior y más allá, me ha publicado en el blog intergaláctico de Vinalia Trippers este cuento incluido en La polla más grande del mundo
2045 Resistencia versus Ciborgs
Yo intuía que había algo raro en aquel tipo y creo que aquel tipo intuía que yo intuía que había algo raro en él. Quizás por mi forma de caminar, clavando los talones con fuerza para alimentar con la energía imprimida en cada paso mi wearable, el liliputiense ordenador alojado en la varilla de mis gafas ahumadas de ozonosol. Además, los datos que me iban llegando a través de La Red se reproducían en la pantalla de la lente izquierda, que era precisa y jodidamente el lado por el que caminaba “Woodstock II @27025”, así me había dicho que se llamaba.
-Yo soy Igor Iribertegui- le contesté, y ya entonces comencé a sospechar que quizás mi contacto era un topo, que me habían tendido una trampa.
Le di mi nombre con mi apellido porque si era un cyborg conseguiría despistarle. Hacía ya tanto tiempo que era obligatorio utilizar el email como nombre que casi todos habían olvidado quienes éramos. Sólo éramos ese número, tras la arroba, que nos identificaba de inmediato en las bases de datos, pues correspondía con nuestra fecha de nacimiento, y el nombre que antecedía a la arroba, y que sólo podía utilizarse por un recién nacido cada día. Ya ni siquiera éramos libres para llamarnos como quisiéramos. Por otra parte los cyborgs pensaban que quienes renunciábamos a ese número éramos ingenuos idealistas, que renunciábamos también a las ventajas de la ciencia. Así que, si mi contacto era un topo quizás le costara imaginar que a través de mi wearable estaba enviando mensajes criptográficos a todos las células de resistentes alertándoles de mis sospechas, al tiempo que intentaba recabar información sobre el tal Woostock II @27025.
—A mi puedes llamarme Woodstock, a secas— intentó confundirme él también, y me explicó que sus padres le habían llamado de esa manera, en memoria del segundo festival de música celebrado en aquel lugar el siglo pasado. Éste en su momento se contrapuso, por su violencia y su claro mercantilismo, al primero, al que acudieron jipis de todo el mundo, pero a la larga las consecuencias de lo sucedido en el segundo fueron mucho más revolucionarias, porque si bien los jóvenes se habían despreciado previamente a si mismos pasando por caja y asumiendo su rol de mercancías y meros espectadores finalmente reaccionaron, se liberaron quemando a los mercaderes. Fue el cambio, la revolución más rápida de toda la historia y aunque se presentó como actos de vandalismo ya entonces comenzó a arder el viejo mundo. Años más tarde la contrarrevolución volvería a triunfar, esta vez con mucha más fuerza, controlando absolutamente nuestras vidas, pero esa es otra historia. Esta historia, contra la que luchamos en la Resistencia.
Continuaba enviando datos, pero no me llegaba respuesta. Ahora estaba casi convencido de que había caído. Cada vez que uno de aquellos monos-policía clonados se cruzaba con nosotros notaba en las pantallas las interferencias de su radar. Si su rastreador de palabras como topo, trampa, conseguía finalmente entrar en mi ordenador se activaría el chip incrustado en la zona cerebral que activaba su agresividad animal y se abalanzarían sobre mí mordiendo, arañando, saltando…
Pensé que debería canalizar mis esfuerzos y la información recibida para escapar, pero entonces llegó la respuesta.
—Woodstock II @27025, DGS (Dirección General de Seguridad), agente nº ****, leí en la minipantalla, pero enseguida me di cuenta de que en realidad estaba leyendo aquello en la lente derecha de las gafas de ozonosol.
El cyborg se había colocado ante mí y me mostraba su chapa. Intenté revolverme pero sus músculos anabolizados me redujeron sin dificultad. Fue en ese momento, en el forcejeo, cuando descubrí la disquetera en la parte posterior de su cráneo. Había cometido un error de principante: aquello debería haber sido lo primero en qué fijarme.
Lo que sucedió a continuación fue el proceso habitual: tras pasar por la DGS, ser juzgado “online”, con un abogado de oficio virtual, me internaron en el centro de reeducación desde el que emito este mensaje. Hasta el momento he conseguido ocultar la microestación de radio insertada bajo un empaste, pero se acerca el momento de la operación en la que se me implantarán los electrodos en el cortex cerebral y su propia estación de radio entre el cráneo y el cuero cabelludo y entonces descubrirán las interferencias. Me despido de todos vosotros con, quizás, mis últimas lágrimas, y os animo a continuar la lucha. Destruid el poder cyborg, y si en la pelea os cruzais con Igor@20728, no dudéis en aniquilarlo.