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FUNCIÓN NOCTURNA

Oct 17, 2012   //   by admin   //   Blog  //  No Comments


Una de mis últimas colaboraciones en mi sección ‘Mi papa me mima» de la revista ‘Guía del niño’, donde cuento mis peripecias  como pluriempleado: padre de dos criaturas, amo de casa  y escritor.
FUNCIÓN NOCTURNA
-Hacéis una gran pareja… Tragicómica, eso sí —suele decir Malen, mi mujer, las noches que mi hija M decide que hay función nocturna.
Y se troncha de la risa, aunque a mí no me hace ninguna gracia, porque soy el que aporta la parte trágica en la representación.
Yo soy el “dormidor” oficial de M. Tenemos todo un rito –preparar el bibe juntos — que normalmente suele funcionar: yo caliento la leche, M echa el colacao, a M se le cae la mitad del colacao por la encimera, yo limpio la encimera, etc. Después, la llevo a caballito a su cuarto, ella se toma el bibe mientras yo le leo algo y, normalmente en la segunda o tercera página, colorín colorado, este cuento se ha acabado: M está roncando como una osita.
Pero a  veces las cosas se tuercen, hay algún pequeño detalle que falla —por ejemplo, el personaje del cuento dice o no dice algo de la misma forma que lo dijo la última vez que lo leímos, “ayer”, o sea hace tres o cuatro meses…— y la osita dormilona se desvela como una lagartija, que empieza a dar vueltas en la cama, o que no para de dar coletazos con su lengua de trapo, a hablar, a llorar, a jugar con sus muñecos, a veces a hacer todo eso a la vez … Total, que al cabo de media, una hora, M decide que el ritual del bibe ha fallado y hay que ir a dormir a otro sitio.
Y es entonces cuando empieza la función: M se levanta de la cama, se dirige hacia el cuarto de estar, sonriente y con una expresión –según cuenta Malen, mi mujer, que nos ve, divertida,  llegar— triunfal en el rostro, como si dijera “Mira qué mayor soy, todavía estoy despierta, no hay ritual ni papá dormidor que pueda conmigo”, y yo detrás, con el ceño convertido en una grapa, echando señales de humo por las orejas en las que se puede leer “Hala, a tomar viento mi ratito para escribir, o leer, o ver la tele”…
—Es que teníais que veros, estáis muy graciosos —intenta consolarme Malen (que mientras tanto ha tenido tiempo de acostar a nuestro otro hijo H, recoger la mesa, poner el lavavajillas…), riéndose y cogiendo en brazos a nuestra pequeña teatrera.  
—Graciosísimos —contesto yo, tumbándome en el sofá, junto a ellas dos.
Y espero, en fin, a que caiga el telón, refunfuñando un poquito más, muy en mi papel.  
Patxi Irurzun

LA PIEL NUEVA

Oct 16, 2011   //   by admin   //   Blog  //  No Comments


Aquí va una de las colaboraciones que desde hace unos años escribo mensualmente para la revista Guía del niño, y en la que «exploto» laboralmente a mis hijos, contando sus aventuras. Yo me lo paso muy bien, ellos no sé si dentro de unos años me lo perdonarán. Algún día me gustaría recopilarlas y publicarlas, si alguien se anima.

LA PIEL NUEVA

M es tan blancucha que para el próximo invierno le hemos comprado un anorak fosforito. Para que no se nos pierda los días de nieve. Aunque, pensándolo bien, igual no hace falta, y le vale solo con las ronchas esas rojas que le salen en la piel, que también se ven desde lejos. Sobre todo cuando se rasca. Se rasca mucho M, y entonces las pupas empeoran, y la llevamos al médico, y el médico nos receta una crema nueva, y la crema al principio parece que funciona, pero después la dermatitis vuelve a brotar, más furiosa, burlona, a M le salen una especie de lenguas rojas en los codos, las rodillas, los mofletes, y la crema acaba en la “caja de las cremas para la piel”, que está llena y todas son fabulosas, pero solo durante una semana y media, después M sigue rascándose, y le salen más pupas, rojas y brillantes, y a M le pica, y llora, buaaaaa, y parece un camión de bomberos, y se la ve y se la oye desde lejos, así que igual devolvemos el anorak.

A la pobre M, lo de la piel, pálida y birriosa, le viene de familia. Por ejemplo, mi madre, la superabuela, se llama Blanquita y la madre de mi madre era Nieves. Luego está lo de Malen, mi mujer, que es tan transparente que una vez la llevaron a la Facultad de Medicina para explicar en vivo el aparato circulatorio. Y H, que también tuvo una dermatitis atópica galopante, y que luego de repente un día desapareció, ese es el consuelo que nos queda.

Mientras tanto, hay que ver retorcerse a la niña, cada vez que –ahora que ya no lleva pañales- le ponemos una braguita. Es como si las etiquetas estuvieran hechas con ortigas. O cuando sale de la ducha, que parece la novia de Drácula, con sus corronchos rojos como chupetones por todo el cuerpo.

—Eso es que aún la piel tiene que curtírsele— nos intentamos dar ánimos nosotros.

Y pensándolo bien, una piel nueva, casi sin estrenar, es todo un chollo, es una piel a la que aún le quedan por recibir muchas caricias, y gotas de lluvia, y sol, y brisa de las montañas y de las montañas rusas…

¡Ah, quién fuera otra vez niño! Con dermatitis atópica y todo.

CHUPETES

Mar 15, 2011   //   by admin   //   Blog  //  2 Comments


Esta es mi colaboración de este mes para » Guía del niño» en la sección «Mi papá me mima» (y ya van sesenta):

CHUPETES

Esta tarde voy a pasarme por la oficina de patentes y marcas para registrar mi chupete con busca. Lo llamaré ¡Mi chupetemmmm!, así, con muchas emes, por mi hija M y por esos ¡ummmmm! de satisfacción y alivio que exhala ella cuando aparece uno de los chupetes que extravía un día sí y otro también. Para M no tener un chupete a mano es una tragedia, todo su mundo se derrumba, se llena de peligros, de noches en blanco… Y sin embargo no es muy cuidadosa con ellos, que se diga, los olvida en los lugares más insospechados: dentro de zapatos, ejerciendo de marcapáginas… Una vez incluso encontramos uno dentro de la jaula del periquito –supongo que M lo vio algo tristón—.

Me paso la vida tirado por el suelo, o poniendo la casa patas arriba –sí, aún es posible ponerla más patas arriba— para buscar los dichosos chupetes. Durante algún tiempo albergué la idea de patentar otro invento. El chupete de emergencia, con su vitrina y todo, y su martillito para romperla en caso de urgencia. Pero no, eso no iba a resultar, con los chupetes de M hay emergencias todos los días. Hasta hace poco pensaba que existía una extraña ley o cúmulo de casualidades que hacía que cuando perdía uno de sus chupetes, en el rastreo apareciera inmediatamente otro que ya dábamos por desaparecido. Hasta que llegó aquella noche terrible, la noche de los chupetes rotos, en la que todos desaparecieron o se rajaron a la vez y tratamos de aplacar la ansiedad de M con la tetina de un biberón que, llena de rabia, también destrozó a bocados.

Creo que fue entonces cuando se me iluminó la bombilla y pensé en los chupetes con busca. ¡Eureka! Eso era, un invento revolucionario: un chupete con una alarma o busca que se activara mediante un mando a distancia. La contribución definitiva a un mundo sin llanto, de niños felices, con un chupete en cada mano y otro en la boca, chup, chup, incluso de dos o tres chupetes a la vez dentro de la boca, si así lo desean. Sí, ya lo veía, bip, bip, todos los chupetes perdidos del mundo entonando el himno de la alegría, en las gárgolas de la Sagrada Familia, desde los jardines al pie de la Torre Eiffel, debajo de las norias de todo el mundo… Y mi nombre en todas las enciclopedias. “Bendito seas, Patxi”, me adorarían todos los padres y madres del mundo…

En fin, todavía hoy, mientras espero para ir mañana a la oficina de patentes, sigo con ese tipo de fantasías. Los chupetes es lo que tienen, que consuelan una barbaridad. Los chupetes hacen soñar. Los chupetes llenan el mundo de babas que huelen a felicidad. ¡Vivan los chupetes!

DON PADRE PERFECTO

Ene 28, 2011   //   by admin   //   Blog  //  2 Comments

Ahí va una de mis últimas colaboraciones en Guía del niño:

DON PADRE PERFECTO

Es que no lo aguanto. Intento ser educado, pero cada vez que abre la boca todos mis buenos propósitos se hunden al fondo de la piscina en que su hijo y el mío aprenden a nadar. “Don Padre Perfecto” me saca de mis casillas, me hace sentirme “Don El Peor Padre del Mundo”. Una y otra vez. Vale, es solo media hora a la semana. Pero a mí se me hace eterna, insufrible… Primero, esa sensación de cebolla humana puesta en la sartén y aderezada con cloro, mientras me voy despojando en el vestuario del anorak, el jersey gordo…; después, las chanclas, que hemos vuelto a olvidarnos en casa, para regocijo de todos esos moluscos y hongos que ya veo trepar a través de las pantorrillas de H; y para rematar, M que no para quieta (por cierto, ¿dónde se ha metido M?)…

Pero sobre todo es él, Don Padre Perfecto, mirando por encima del hombro a H, que mientras se cambia ha convertido su polo en una camisa de fuerza, de la que yo me apresuro a liberarle.

—Es mejor no ayudarles, si no, no aprenden nunca— dice Don Padre Perfecto. Y luego se dirige a su “Hijo Autosuficiente”: —Muy bien Alejandro, ahora dobla los pantalones, eso es, por la raya, bravo, ya eres todo un hombrecito…

Alejandrito ya ha cambiado él solo y ha hecho tres largos mientras nosotros todavía nos peleamos con el gorro de piscina de H y yo pienso, como cada semana, que hay que comprarle otro, este de “Hotel Deloix (Benidorm)”, da un poco el cante, ojalá Don Padre Perfecto no lo vea, pero sí, reconoce a mi H, cuando se cruza con él, a pesar de las gafas de bucear quizás demasiado ajustadas que han convertido su cara en una morcilla de Burgos. Don Padre Perfecto chasquea la lengua cuando descubre también los pies descalzos de H, que además lleva las uñas de color rojo.

—Se empeñó. Le vio un día pintándoselas a su madre y…— me excuso (¡¿pero por qué tengo que excusarme?!)

Por si eso fuera poco, luego oigo llorar a una niña de una manera muy parecida a como lo hace M, y alguien abre la puerta de una taquilla y mi hija aparece convertida en un Gusiluz, con el abrigo todavía puesto…

—Con el calor que hace aquí dentro— me reprocha Don Padre Perfecto…

Y yo estoy a punto de estrangularlo, cuando entra al vestuario “Don Señor Muy Enfadado Que Acaba De Salir del Gimnasio De Hacer Pesas” y grita: “¿De quién es un monovolumen aparcado en doble fila?!”, y Don Padre Perfecto se encoge y contesta, muy bajito, “Mío, mío”, y yo entonces no lo puedo evitar, digo: “Al otro lado de la calle hay un montón de huecos libres”, y me siento malo, y a la vez me siento bien. Muy bien.

FANS DE PATXI IRURZUN

Abr 21, 2010   //   by admin   //   Blog  //  1 Comment

Me ha salido un grupo de fans en Guía del niño, la revista en la que cuento mis peripecias como padre de familia (la sección se llama Mi papa me mima; por cierto, mi amigo Kalvellido me dijo un día que debía de ser Mi papa me pipa).

Disfruto mucho escribiendo esa página de humor y nunca me falta qué contar. Algún día espero recopilar todas las colaboraciones mensuales (voy por las 50) o escribir una novela con los diferentes personajes: mis hijos H y M, la superabuela, mi amigo Juantxo el jipi, Malen (que en realidad es mi mujer Anabel y me armo unos líos terribles, porque mi hija -M- se llama Malen… ¿veis? Ya me estoy liando).

Bueno, ahí arriba va un pantallazo con los comentarios de los fans, que me hacen mucha ilusión (pinchando se amplía, creo). Por lo demás, para que no se enfaden, que conste que ya tenía anteriormente un club más o menos oficial de fans, formado por Gotzon & Zipo.

Ah, y ahora que lo pienso -y que ando un poco resfriado- ¿la sección no debería ser Pi papá pe pipa?

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