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Entrevista Laura Freixas

Feb 12, 2019   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments
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Foto: Iñigo Uriz

Mis diarios son la expresión de alguien que se busca, que va formando su identidad”
Laura Freixas

La escritora catalana estuvo hace unos días en Iruña presentando Todos llevan máscara. Diario 1995-96, en donde se reflejan sus primeros pasos como escritora, describe sus experiencias sobre su, en aquella época, reciente maternidad y reflexiona sobre el propio género diarístico y sobre uno de los temas recurrentes de su obra: literatura y mujer.

Patxi Irurzun. Iruñea. Gara

Todos llevan máscara, que Freixas presentó en la librería Katakrak, es la segunda entrega de una serie de diarios que la editorial Errata Naturae irá publicando cada tres años y que inició en 2015 con Una vida subterránea. Diario 1991-1994.

Hoy Laura Freixas es una autora reconocida, con una trayectoria larga y fecunda a sus espaldas (libros de relatos como Cuentos a los cuarenta, novelas como Entre amigas o Los otros son más felices, colaboraciones en prensa o ensayos como Literatura y mujeres), pero en el año en que se fecha Todos llevan máscara nos encontramos con una Laura que trataba de abrirse paso en Madrid como escritora, que se enfrentaba a las dudas y temores que le suscitaba la escritura de sus primeras novelas y que acababa de ser madre.

Todo ello, además de reflexiones sobre el propio género del diario o las apariciones de personajes del mundo literario (Jorge Herralde, Soledad Puértolas, Belén Gopegui , Andrés Trapiello …), constituyen los mimbres con los que se trenza este diario que Freixas escribió en su día sin demasiada confianza en que llegara a ver la luz:

Mi interés por el diario y por la literatura autobiográfica se debe a que estudié en el Liceo francés, viví en Francia e Inglaterra, países donde hay mucho interés y presencia de estos géneros, y de donde me viene la idea de que un diario es una obra literaria. Por eso, cuando escribía el diario — y a cualquier persona que se dedica a la literatura creo que le pasa también— yo en realidad sí pensaba que se podía publicar alguna vez; pero en aquella época estaba escribiendo mis primeras novelas y como no conseguía editor a la vez también me parecía bastante inverosímil”, comenta la autora catalana, afincada en Madrid desde hace años. “Por otra parte, siempre he pensado que para publicar un diario hay que dejar pasar bastante tiempo, porque cuando sabes que lo que estás escribiendo aparecerá al cabo de un año o dos, te contienes, no te sueltas tanto. Todo eso creo que hace que se note que mi diario lo estaba escribiendo para mí, y que me servía un poco de interlocutor y desahogo”.

Ciertamente, parece extraño que un diario tarde en publicarse casi 25 años en estos tiempos de inmediatez, sobreexposición mediática o “extimidad”, un concepto del que habló Freixas en la presentación, una especie de intimidad impostada, de cara a la galería. “A mí el diario me gusta precisamente por lo contrario, porque consiste en dejar madurar las cosas y darse cuenta de cómo se van construyendo, y van cambiando. Otra cosa que me gusta del diario es que no tiene un sentido, una dirección clara. Por ejemplo, aunque con el mismo material escribas una autobiografía o una novela, lo haces a posteriori, ya sabiendo cómo terminó todo, seleccionas el material sabiendo que quieres llegar a ese punto. Con el diario vas improvisando, puedes reflejar la incertidumbre, la duda, mientras que en una novela, por ejemplo, si aparecen estas es para resolverlas. En estos diarios, de hecho, no he cambiado cosas que ahora no me gustan. Por ejemplo, en el primer diario me doy cuenta de que yo, siendo feminista como soy y como lo he sido siempre, era a la vez bastante misógina, y una cosa que yo quiero que se vea es cómo he ido cambiando (por ejemplo, para referirme a mí misma de un modo impersonal decía “uno piensa o uno dice” en lugar de “una piensa o una dice”, porque así fue como nos lo enseñaron). Ahora me doy cuenta de que ya no escribo así, pero he querido mantenerlo, para que el diario sea la expresión de alguien que se busca, que va formando su identidad”.

El diario, pues, y su autora misma, como obra en construcción. Freixas reflexiona constantemente en Todos llevan máscara sobre el propio género, acaso porque en aquellos días estaba preparando para Revista de Occidente un monográfico sobre el mismo que se convirtió en una referencia.

El diario es el único espacio en el que se puede sin más ni más, sin andamiaje alguno (ni teórico ni argumental ni nada de nada), cogiendo al toro por los cuernos y a la realidad por las solapas, meditar sobre la vida”, escribe en un momento dado.

Y así, además de las dificultades que encuentra con la escritura de sus dos primeras novelas (dificultades técnicas, para encontrar editar, sensación de fracaso de antemano por que la obra no llegará a estar a la altura de lo que pretende…), en las páginas de Todos llevan máscara nos encontramos con otras vivencias más intimas de la autora, como la relación con su marido o su maternidad, que atraviesa todas las páginas del diario como un cordón umbilical y que, paradójicamente, dadas las diferentes características del género del diario frente a la novela (ausencia de estructura o de otras exigencias narrativas, rimo, extensión…) hacen que este diario pueda ser leído como una novela, con situaciones y una psicología de la autora perfectamente definidos y verosímiles, pues toman su materia prima de la vida misma.

La maternidad para mí como para cualquiera fue una experiencia muy importante en mi vida”, dice Freixas. “Me hizo cambiar ideas sobre muchas cosas, y haber escrito sobre ello también me llevó a publicar este diario, pues yo como escritora soy una autora que también reflexiona sobre mi escritura, entre otras cosas porque hay dos aspectos de la misma que para mí han sido problemáticos: uno es el hecho de ser mujer y hacer una literatura que lo muestra; como eso está muy desvalorizado he tenido que armarme contra eso. Y el otro, que la autobiografía, los diarios, son un género muy desprestigiado. He tenido que reflexionar sobre las dos cosas y en esa reflexión me he dado cuenta de que la experiencia de las mujeres está muy poco reflejada y valorada en la cultura, lo cual me convenció de la idea de publicar un libro en el que la experiencia de la maternidad estaba muy presente. Y también porque me di cuenta de que apenas hay diarios de escritoras entre nosotros, tenemos los de Gil de Biedma, Pla, Max Aub, pero de escritoras a Rosa Chacel y poco más. A Rosa Chacel, por cierto, debe mucho mi diario, porque es una diarista muy introspectiva, muy dura consigo misma, con una lucidez corrosiva y mucha personalidad, algo que me interesa mucho ”.

Preguntamos a Laura, puesto que menciona algunos de estos nombres propios, sobre ellos y sobre otros que aparecen en clave en su obra (esa especie de papel couché de la literatura que a veces despierta el lado más oscuro o cotilla del lector de diarios). “A ese respecto se suscita el debate de hasta qué punto el autor tiene derecho a escribir ciertas cosas sobre otras personas, hay quien piensa que tiene todos los derechos, yo no lo creo, pero tampoco creo que no tenga ninguno”, dice. En Todos llevan Máscara Freixas ha optado en algunos casos -en los que salen peor parados- por cambiar el nombre y detalles reveladores, en otros ha pedido permiso a amistades para contar ciertos pasajes… “Pero el verdadero problema son las personas más próximas, que no las puedes disimular, padres, marido, hijos…”, dice Freixas.

Todo esto (y mucho más, las sesiones con su psicoanalista; las discusiones con su padre, que encarna una idea establecida socialmente según la cual el mérito o el reconocimiento profesional y social está ligado a lo económico y al sentido práctico, frente a los cuales la literatura no tiene ningún mérito ni ningún valor…) se refleja en las páginas de este diario que a pesar del momento de incertidumbre y temor en que fue escrito dejan cierto poso feliz, pues se corresponden con la época en que la autora toma la decisión de ser lo que siempre quiso ser: escritora.

 

TRES CÓMICS

Feb 9, 2019   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments
Publicado en magazine ON (diarios Grupo Noticias) 09/02/19

 

 Resultado de imagen de atado y bien atado comicAtado y bien atado. La transición golpe a golpe. (1968-1981)
De aquellos polvos estos lodos. En una de las primeras viñetas de este cómic, en el que Rubén Uceda gira el retrovisor hacia los ángulos muertos de los años que sucedieron al fin de la dictadura franquista, nos encontramos con Juan Carlos I, el rey emérito, jurando muy campechanamente lealtad a los principios del Movimiento Nacional. Una imagen que suelen hurtar palanganeros y porteadores reales metidos a periodistas en los libros y reportajes con los que ensalzan la transición como un proceso modélico y a los reyes, a Juan Carlos I y Felipe después, como pendones de la democracia (no hay desde luego nada tan democrático como una monarquía hereditaria).

Atado y bien atado, publicado por la editorial Akal, disecciona los episodios más oscuros de ese período que algunos conocen como la transición y otros como la transacción, y así a lo largo de sus páginas se repasan desde los sanfermines del 78 o la matanza del 3 de marzo en Gasteiz, pasando por las huelgas obreras, los asesinatos de los abogados de Atocha, el golpe del 23 F —en el que vemos reaparecer y muy al corriente de todo al rey emérito— o casos de tortura y violencia policial y parapolicial, hasta las comunas, Marinaleda, los primeros festivales contraculturales…

En otra de las viñetas de este esclarecedor cómic vemos al actual jefe de Estado y de las Fuerzas Armadas, Felipe VI,  llamando abuelito a Franco

 

Resultado de imagen de ESCLAVOS DEL TRABAJO

Esclavos del trabajo.
Si la transición no fue tan modélica como algunos demócratas de toda la vida pretenden (pongamos por caso a Alfonso Guerra, que recientemente ha defendido la eficacia de las dictaduras), tampoco resultan serlo algunos países considerados paraísos del bienestar social, como Suecia, donde transcurre Esclavos del trabajo, de la polaca Daria Bogdanska, publicado por Astiberri.

Bogdanska viaja hasta Malmö para hacer un curso de cómic y mientras permanece en esta ciudad sueca tiene que ganarse la vida con diferentes trabajos, como camarera en restaurantes indios o haciendo conteos de bicicletas en la calle, siempre en condiciones precarias, sin contrato, sin papeles…, al tiempo que va conociendo las circunstancias similares en que viven otros compañeros suyos. Trata de denunciarlo, primero afiliándose a un sindicato, y después con este su primer y prometedor cómic, que nos muestra la cara oculta del paraíso.

 

 

Los enciclopedistas

Los enciclopedistas.
También publicado por Astiberri Los enciclopedistas, de José A. Pérez Ledo y Alex Orbe, nos sitúa en la Francia ilustrada y prerrevolucionaria, donde asistimos a un combate entre las fuerzas de la razón y la luz (libertad, igualdad, fraternidad) y las de la caverna y la superstición. Una lucha contada de una manera magistral a través de un thriller en el que se investigan una serie de asesinatos de enciclopedistas a manos de una siniestra organización, los Cruzados, aferrada al antiguo régimen. Un cómic, pues, de rabiosa actualidad, ya que ilustra (nunca mejor dicho) no solo aquella época sino también esta en que vivimos y que es, igualmente, un cambio de paradigma, donde la incertidumbre provoca el auge de movimientos reaccionarios y la vuelta al galope de jinetes mesiánicos y bárbaros y barbados que pisotean con sus cascos conquistas sociales, como los derechos de las mujeres o de los inmigrantes.

Tres cómics, en definitiva, que iluminan las zonas oscuras, los lodazales de nuestras sociedades modélicas y complacientes, esos paraísos que para funcionar necesitan que existan quienes soporten auténticos infiernos.

PURO VICIO

Ene 28, 2019   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments

 

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Publicado en Rubio de bote, sección quincenal del magazine ON (diarios de Grupo Noticias, 26/01/19)

 

Lo mío es ya vicio. Hoy, cuando he bajado a tirar la basura, he visto una lista de la compra en mitad de un paso de cebra y después de someter a las bolsas a un proceso de liposucción para que me cupiesen (¡qué extraña forma verbal!) por el agujero del contenedor amarillo, he desandado mis pasos para volver a por el papelito; eso y que cuando he pasado al lado de este me he cruzado con otros peatones y me ha dado lacha pararme a recogerlo.

Suelo hacerlo a menudo. No puedo evitarlo, voy caminando y recojo papelitos, sobre todo si están escritos a mano o doblados en varias partes, como frágiles cofres del tesoro a los que la lluvia deshace en pasta de papel. Lo más habitual suelen ser listas de la compra. En la de hoy había anotadas cinco o seis cosas (la que más me ha llamado la atención ha sido “Bollo para desayunar”) en la parte trasera de un folio con el membrete de una oficina de empleo. También había unos ejercicios de inglés.

A partir de una lista de la compra uno puede imaginar la vida de la persona que la ha escrito, armar el esqueleto de una novela. En la de hoy, nuestro protagonista es un hombre soltero y solitario (lo he deducido por el uso de ese singular, bollo, si hubiera tenido familia, niños, habría escrito bollos), está en paro, pero intenta progresar, formarse, quizás sopesa la posibilidad de probar suerte en otro país, o quizás se ha enamorado de una compañera del curso de inglés…

Otras veces encuentro apuntes, exámenes, notas que se dejan esas parejas que solo se ven por la noche y pegan sus “te quiero” fríos y desangelados en el panel de un frigorífico…

Y luego están los libros, los libros usados, que esconden entre sus páginas calendarios amarilleados por el paso del tiempo, billetes de avión o autobús para viajes que hace años que finalizaron, a veces incluso alguna carta o una foto descolorida, novelas, en fin, dentro de otras novelas.

Hace tiempo, en una librería de segunda mano, empecé a hojear libros y casi sin darme cuenta cinco o seis se me pegaron a las manos, precisamente porque encontré en su interior algunas hojitas olvidadas por sus antiguos dueños. Como no tenía dinero en ese momento, pedí a la dependienta que me los reservara y salí a un cajero. Cuando volví, ella los tenía ya dentro de una bolsa, así que pagué y me fui a casa, aguantándome las ganas de leer esas notas, como quien reserva el mejor bocado de un plato para el final. Un bocado que se me atragantó, pues una vez en casa cuando abrí la bolsa de los libros… ¡las hojitas habían desaparecido! Supongo que a la dependienta, convertida en una agencia de protección de datos unipersonal y doméstica, le había parecido mejor, más discreto así, y supongo que tenía razón.

Otro día, compré una novela con una dedicatoria en la que alguien juraba amor eterno a la persona a la que se la regalaba. Solo habían pasado seis meses desde la fecha de esa dedicatoria hasta el día que el libro cayó en mis manos.

Y uno de mis tesoros más preciados es el reconocimiento  médico que eximía de realizar el servicio militar a alguien y que hallé entre las páginas de un ejemplar de Sin novedad en el frente. Cada vez que lo veo me imagino a algunos de aquellos jóvenes que hace años se hacían los locos ante los tribunales médicos militares, o se fumaban tres paquetes de Habanos antes de entrar en la consulta, y fantaseo con la idea de que el antiguo propietario de esa novela, un clásico antimilitarista, había sido uno de esos protoinsumisos.  Y, entonces, pienso algo románticamente, que a veces la literatura sí puede cambiar el mundo, o al menos cambiar las vidas de algunas personas, influir en sus decisiones. Pero tampoco me hagan mucho caso: lo mío con la lectura solo es vicio. Puro vicio.

 

 

 

ENTREVISTA A EDUARDO RODRIGÁLVAREZ

Ene 23, 2019   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments

“El Bilbao de Cuando vengan los míos tenía el encanto de la mugre”
Eduardo Rodrigálvarez, escritor

El periodista bilbaíno Eduardo Rodrigálvarez se estrena en el género de la novela, con una historia policiaca que ubica en el Bilbao de los años 60 y en el que la trama –el descabellado plan de unos chiquiteros para asesinar a Franco— se salpica con pasajes de acertado tono literario y poético y otros más humorísticos.

Patxi Irurzun. Gara 22/01/19

Cuando vengan los míos, publicada por Txertoa, es la primera obra literaria de un autor que, no obstante lleva años fajándose en el periodismo y dejando su impronta en cada una de las crónicas que ha escrito para medios como El País, Deia o El Periódico de Catalunya,  o en algunos de los libros en los que ha dejado constancia de otra de sus grandes pasiones, el Athletic (Historias de San Mamés, Un soviético en la Catedral, 100 jugadores del Athletic: de Willian a Willians…). La novela nos traslada al Bilbao de la década de los 60, trazando una atinada ambientación que consigue evocar aquella época gris, incluso sus olores (a carajillo, sacristía y Varón Dandy) y un Bilbao con la ría como mugrienta espina dorsal en el que transcurren las vidas tragicómicas de los personajes (los chiquiteros anarquistas o el poli bueno y virgen, perdido y desorientado en medio de la brutalidad de las comisarías franquistas), todo ello manteniendo siempre la tensión de una buena novela de género negro.

Cuando vengan los míos  es su primera novela, después de toda una vida escribiendo para prensa.  ¿Qué es lo que le decidió a hacerlo? ¿Era una historia que siempre había llevado consigo en la cabeza?

Fueron tantos años madurando la novela antes de escribir una sola línea que corría el riesgo de agotar la idea sin ponerla en práctica. Además necesitaba medirme, saber hasta donde era capaz de llegar. El periodismo y la literatura tienen muchos lugares comunes, pero parten de presupuestos distintos y a mí el periodismo no me dejaba tiempo para dedicarlo a la novela. Pero jamás abandoné la idea ni cambié de tema. Cuando vengan los míos se tituló así desde el principio, algunos personajes sí los modifiqué, pero la novela no varió demasiado. Desde que surgió el primer chispazo nunca se movió de mi cabeza y lógicamente iba dando saltos con leves modificaciones, pero seguía sin escribir. Me daba vértigo empezar y tener que dejarlo. Tenía claro que la novela no admite parones. La novela te tiene que atrapar a ti para que luego, si es posible, atrape al lector.

La novela se ubica en una época y un lugar muy concretos. ¿Tuvo claro siempre que Bilbao iba a ser uno de los protagonistas de la historia?

Sí, sin duda ninguna, pero no por un ejemplo de bilbainismo sino porque en la época que quería que se desarrollase la novela necesitaba que fuera Bilbao, el Bilbao gris de los sesenta, el franquismo puro y duro y las huelgas obreras. Y además era un Bilbao ya conocido por mí, aunque tuviera solo seis años, y además me iba a costar menos el trabajo de campo para reubicar las actuales calles o locales a los de aquella época. La verdad es que aquel Bilbao era una foto en blanco y negro de la vida cotidiana, ahora es una postal de cien colores, más útil, más sana, más viva, menos santurrona. Pero aquel Bilbao tenía el encanto de la mugre.

Aunque se trata de una novela de género se aprecia en ella una clara voluntad de estilo, hay aciertos literarios, pasajes más poéticos, otros más humorísticos… Da la impresión de que usted se ha sentido cómodo escribiéndola y la ha llevado a su terreno…

Nunca he creído en los géneros cerrados y monolíticos, novela negra, de misterio, ciencia-ficción… Hay que afincarse en uno de esos lugares pero sin renunciar al estilo, en mi opinión. En lo que yo escribo, ya sean crónicas o novela, jamás voy a renunciar al sentido del humor ni a la poesía, espero conseguir que sea en su justa medida. No es una mala mezcla. Y en Cuando vengan los míos se puede combinar la novela negra más fuerte, los muertos más inesperados con, por ejemplo,  una referencia poética. Los géneros no deben tener estilo, o mejor dicho, un solo estilo. Por eso cada uno juega las cartas, nunca mejor dicho, como mejor sabe. Cuando vengan los míos tiene un punto de partida y un final previstos antes de comenzar a escribir. Todo lo demás, a veces lo sugieren los personajes que son los auténticos enredadores de la trama. A veces yo les ayudo en sus enredos para que no se despendolen demasiado.

Sí, porque el plan del asesinato de Franco a manos de unos chiquiteros, parece inicialmente algo chusco, pero no tardamos en ver que debajo de él hay mucho más, que usted quería descubrirnos la tragedia o tragicomedia de sus vidas en aquella época gris.

Al final, el posible asesinato de Franco a manos de estos chiquiteros comunistas o anarquistas, con el desencanto a flor de piel, doblemente derrotados en la guerra y en la paz, esconde mucho más que un juego, un juego de alto precio. Hay tragicomedia en sus vidas, aunque lo sepan demasiado tarde.

¿Que nos puede contar del personaje de Vela, ese policía inocente y honesto, virgen en medio de toda la miseria física y moral de la época?

Anselmo Vela fue el personaje fue el que más me costó construir. Hacerlo honesto, inocente, virgen, amante de la poesía que lee a escondidas o convertirlo en un policía más del franquismo como sus compañeros de la comisaría, a guantazos por los calabozos con los puños como único argumento en los interrogatorios. Me decidí por el primer retrato porque aportaba sorpresa, y porque seguramente, no lo sé, hubo en aquella época algunos policías que desde su afección al Régimen tenían comportamientos distintos. Pocos, eso sí. Quién sabe si ninguno…

¿Y recuperará al personaje, se animará con nuevas novelas?

Sin duda que intentaré escribir nuevas novelas. Lo único que he hecho en mi vida ha sido escribir, así que no puedo dejarlo. Una vez que supere la travesía del desierto en la que te deja sumido el último trabajo, saldré de la sequía y volveré a enfrentarme con el folio en blanco. Ya hay un par de ideas flotando en mi cabeza y, si, en una de ellas contaría con Anselmo Vela, aunque un Anselmo que vuelve sorprendernos.

 

DOBLES

Dic 30, 2018   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments

 

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Publicado en Rubio de bote, colaboración para magazine ON de diarios de grupo Noticias (29/12/2018)

 

 

Hace dos semanas escribía aquí un artículo de remedios caseros contra los días infecciosos en el que proponía, entre otras sandeces, autoenviarse correos electrónicos en los que al recibirnos nos convertíamos en personas que nos gustaría ser o nos hacían gracia (“A la atención del Señor Lobo”, “A la atención del del medio de Los Chichos”…). Se titulaba Suplantación de identidad.  Pues bien, el mismo día en que ese sesudo artículo fue publicado alguien me enviaba un whatsapp con la foto del catálogo de una conocida cadena de bricolaje en la que aparecía yo repantigado en un sofá, junto a una chimenea —que era lo que anunciaban—, leyendo plácidamente; o al menos eso es lo que le pareció a esa persona e incluso a mí mismo a primera vista. Después, ya me fui fijando en algunos detalles (la ropa que el doble llevaba, sus manos, el doble de gordas que las mías, su pelo, todavía sin platear por las luces del tiempo) y me di cuenta de que yo no era yo. Sin embargo, la situación me preocupó y decidí espantar aquel fantasma colgando la foto en Facebook, para que las personas que me conocen también lo hicieran, publicando comentarios del tipo “Tú eres mucho más guapo que ese”.

Uno de esos comentarios me hizo ver que yo no podía ser el de la foto puesto que estaba cometiendo lo que para mí habría supuesto un sacrilegio, que me había pasado desapercibido como consecuencia de mi presbicia (a lo cual se sumaba, por cierto, que el modelo tampoco llevaba gafas): el libro que estaba leyendo aquel tipo ¡estaba en blanco! (claro que aún podría haber sido peor y tratarse de un libro de, no sé, Alfonso Ussía). Era uno de esos libros de atrezzo que usan en ese tipo de grandes tiendas, quizás como una anticipación del futuro de la literatura: de aquí a unos años los escritores solo tendremos que escribir títulos de novelas para lomos de libros de pega.  Cuando eso suceda yo, parafraseando al poeta José María Fonollosa, tendré  ya preparadas las respuestas para las entrevistas y diré, por ejemplo, que mi última obra, una autobiografía,  he tardado toda una vida en escribirla y que se titula Pachorra.

Pero no nos despistemos. El caso es que tengo un doble, o incluso un triple, ya que hace algún tiempo también me advirtieron de mi sorprendente parecido con un periodista de Radio Nacional que presenta un programa en el que, además, hablan a menudo de libros.juan-carlos-morales

El tema del doble, el sosias o el doppelgänger ha sido recurrente en la literatura, lo han abordado Borges, Cortázar, Saramago, Stevenson.., a los cuales cito en realidad para darle un poco de enjundia a este artículo repleto nuevamente de sandeces, si bien es cierto que, si uno lo piensa, resulta algo inquietante. Tanto como otro de los comentarios que recibí, que me decía que ese supuesto doble mío en realidad sí era yo,  pero no lo sabía todavía. Piénsenlo. ¿Se imaginan que en algún lugar del mundo, quizás en su misma ciudad, hay una persona clavadita a ustedes haciendo cosas de las que tal vez no tienen constancia, pero que las personas que les conocen les atribuyen? En ese caso, para esas personas sus doble en realidad serían ustedes. Y así, yo me convertiría — de hecho lo fui para la persona que me envió el whatsapp y para mí mismo durante unos segundos— , en el modelo del catálogo.

No me puedo quejar, de todos modos, puesto que mis dobles parece que ser que tienen gustos y hábitos bastante relacionados con los míos. Me pregunto también por eso si la apariencia física determina la propensión a ciertas actividades o incluso a ciertos caracteres. Me gustaría pensar que sí, puesto que de lo contrario en alguna parte del mundo habrá alguien que podría ser yo que se gana la vida como antidisturbios, al que le apasiona el reguetón o al que no le resultan repelentes y peligrosos personajes como Albert Rivera o Pablo Casado.  Resulta aterrador, no me lo negarán.  Por lo demás, los de la tienda de bricolaje todavía no me han pagado la sesión fotográfica.

 

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