• Subcribe to Our RSS Feed
Browsing "Blog"

ENTREVISTA A CABEZAFUEGO

Abr 19, 2020   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments

“Conducir despacio me ha enseñado a conducirme despacio en la vida”
Íñigo Garcés (Cabezafuego), músico

De Atarrabia a Ereván, la capital armenia, a cuarenta kilómetros por hora de media, conduciendo por carreteras secundarias de Eslovenia, Hungría, Georgia…, en una vieja furgoneta cargada con micrófonos, latas de fabada de un euro y Pachuco, su inquieto perro, el músico Íñigo Garcés, Cabezafuego, realizó el pasado verano un viaje y una residencia artística, que se traducirán en futuros y —conociendo su trayectoria— seguro que personalísimos proyectos musicales.

Patxi Irurzun / Gara 18/04/2020

Lo mejor de los viajes suele ser a menudo contarlos. Y en el caso de Cabezafuego (integrante y pilar en muchos casos de grupos como Mermaid, Bizardunak, Atom Rhumba, entre otros muchos, y autor en solitario de dos recomendabilísimos trabajos: Somos Droga y Camina conmigo) cuenta el suyo dos veces: en el blog en el que dejó constancia de su viaje —un viaje, como deben de ser todos los viajes iniciáticos, salpicado de peripecias; un viaje que le ha cambiado la vida—; y en la música que compondrá tomando como base esta experiencia y los “10146 ruidos”, así se llama su proyecto, que fue grabando en el recorrido.

Esta última —crear un banco de sonidos— era la premisa con la que consiguió la residencia artística que le llevó hasta Armenia. “Me enteré de la convocatoria de una residencia artística en Armenia, promovida por el Centro de Arte Contemporáneo de Uharte. Fue verlo y saltar algún resorte que me dijo: proponles tu majarada. Era una estancia de un mes, pero les camelé para ir por mi cuenta en coche, a la aventura, con tiempo indefinido, hasta llegar allí. El dinero destinado a los aviones, me lo gastaba en gasolina, yo me buscaba la vida para aparecer por allí a tiempo… Salí con dos meses de antelación”, nos cuenta el músico navarro.

A cuarenta por hora

Antes de partir, Íñigo Garcés cerró todos los trabajos pendientes que tenía en su taller de serigrafía de Atarrabia y probó parte de su equipo de grabación dándose un paseo en bici con un casco con  cámara y micrófono acoplados, en plenos sanfermines. Y, superada la prueba, comenzó el viaje. De una vorágine a otra; o quizás no tanto, porque pronto optó, o las circunstancias técnicas le obligaron a optar por tomárselo con calma y conducir despacio: “Tengo una furgoneta muy vieja, y si la pongo a cien parece que se va a abrir la tierra y tragarme”, explica. “Así que desde el primer día, dejé de apretar… Al principio a ochenta, luego a sesenta… Calculo que la media general fue de unos cuarenta kilómetros por hora. Teníais que verme subiendo los Alpes por ejemplo, a diez por hora… Total, que enseguida vi las ventajas, como el ahorro bestial de combustible, o lo más importante: escuchaba la carretera. Pensad que estaba allí para grabar ruidos, así que iba atento a cualquier cosa, más que sonidos, que no oía nada por el estruendo del motor, eran sensaciones, curiosidades que me hacían parar e investigar. A ciento veinte por una autovía, te lo pierdes todo”.

Conducir despacio y conducirse despacio

El ritmo que Cabezafuego se impuso lo ha aplicado también a su vida, a su manera de tomarse y afrontar las cosas. Le preguntamos si el viaje le ha cambiado y la respuesta es contundente: “Me ha cambiado muchísimo. Llegué a casa en octubre, y sigo sin tener ningún acceso de ira, frustración, tristeza… y antes los tenía a paladas. Te van pasando situaciones en la que que como estás solo, has de tener la mente fría y la calma suficiente para arreglarlas. Aquí igual tenía un contratiempo en el taller y me encerraba a cal y canto durante días sin ver a nadie, algo muy destructivo, y siempre por memeces, la verdad, está claro que somos nuestros peores enemigos. Lo que he tratado es de trasladar todo ese aprendizaje a mi vida cotidiana, y lo he conseguido. He hecho cambios muy importantes, la gente cercana sabe cuáles son y han visto el progreso en mí. No quiero sonar a zumbado que ha visto la luz, pero en las charlas que estoy dando, trato de explicarlo y la gente parece que lo entiende. El conducir despacio también ha sido una técnica aprehendida para conducirme despacio en la vida”. 

El copiloto Pachuco

El viaje, a pesar de todo esto, no fue una balsa de aceite. En el blog en el que escribió el cuaderno de bitácora del mismo (www.cabezafuego.com/blog/) nos encontraremos con mordidas en puestos fronterizos, caminos embarrados, carreteras con baches como agujeros negros, rastros de sangre sobre el asfalto o con un extraño tipo con el pelo rojo  —el propio Cabezafuego— aporreando con una llave inglesa enormes torres de metal, después de atravesar campos de ortigas con un perro loco:  “Pachuco ha sido mi compañero, bastante cabrón al principio, pero también el viaje sirvió para mejorar nuestra relación. Es un perrazo grande que se vuelve loco con los gatos y con cualquier bicho en el monte, y me lió varias de traca… Pero a la vez es muy bueno y dócil, todo el mundo lo adoraba y me abría puertas cuando el idioma no servía (ojo, que nunca lo utilicé para eso). Podía estar horas y horas dentro de la furgoneta sin quejarse, pero también condicionó mucho el viaje, por otros aspectos… pero en general, fue increíble. La naturaleza que exploré con él por esos países, no la hubiera catado sólo”.

Fuera miedos

Las aventuras a las que tuvo que enfrentarse Cabezafuego, por otra parte, le ayudaron a desprenderse de sus miedos y a entablar sin recelo y con una sonrisa por delante relaciones en las que, especialmente en la propia Armenia, apreció la generosidad y afabilidad de la gente (en Ereván, por ejemplo se movilizó todo un destacamento de policías y bomberos para recuperar las llaves que se había dejado dentro de la furgoneta). “Los primeros días iba un poco acojonado, que si esto que si lo otro… Yo hace años que no veo las noticias de medios generalistas, me imagino lo que tiene que ser un viaje así para alguien que pasa del método Ludovico de los mass media al viaje y ya directamente me cago encima. Pero pronto te haces a ello, ves que todo el mundo está hecho de buena pasta, o al menos no de mala. No tuve ningún percance con nadie, crucé todo tipo de escenarios, y me di cuenta que incluso si te viene un húngaro en mitad de la nada, gritando con cara de pocos amigos, tú le sacas tu mejor sonrisa y ya te entenderás con él. Una vez superado el miedo inicial, ya puedes hasta dormir en medio de una ciudad con las puertas abiertas de par en par, porque realmente el que das miedo eres tú, un extranjero que apareces allí no se sabe de dónde, con poca pinta de turista… 

¿Y ahora qué?

¿En qué se traducirá todo esto, todo este caudal de experiencias, sonidos, aprendizaje vital?, preguntamos a Cabezafuego: “Para empezar, en tener mi propio banco de sonidos para samplear en futuras grabaciones. Si habéis escuchado mi último disco, Somos Droga, está repleto de ruidos, y ahora puedo hacerlo con los míos, con toda la riqueza que ello conlleva. Yo que tengo muy mala memoria, es oír un sonido, y retrotraerme al momento exacto en el que lo grabé, dónde, cómo, cuándo… Maravilloso. Por supuesto estoy haciendo piezas sonoras con ellos, eso es parte del proyecto que me becaron”.

Algunas de esas piezas, o de los sonidos que Cabezafuego grabó durante el viaje, se pueden escuchar en las presentaciones que está haciendo —o que estaba haciendo antes del confinamiento— de  “10146 ruidos” : “Están siendo fantásticas, para mí al menos”, nos cuenta. “Los conciertos estaban plagados de discursos más o menos largos, lo cual muchas veces lastraba el tempo del “chou”, pero ahora ya me suelto a muerte, y la gente se lo pasa pipa, creo. Cuento experiencias, pensamientos, pongo sonidos, canciones, hago participar al público jugando con los ruidos… Estoy planeando ya un viaje largo por el estado, siguiendo con la búsqueda de sonidos, pero también dando charlas. Todo será muy improvisado, quiero que amistades, fans, o quien quiera, pueda organizar algo rápido y sin estridencias en un par de días, porque les avisaré con poca antelación, el viaje me llevará sin rumbo, sin tiempo… Seré un juglar que vivirá de la empatía con la gente”.

Desde luego, si nos toca una cerca —cuando todo esto acabe— nosotros no nos la perderemos. Y estaremos, por supuesto, atentos a los que depare toda esta peripecia creativa y vital de un artista que, haciendo justicia a su alias, Cabezafuego, es, como pocos, un volcán de ingenio y originalidad.

MALASOMBRAS

Abr 11, 2020   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments

Publicado en Rubio de bote, colaboración para suplemento ON de diarios de Grupo Noticias (8/4/2020)

Lo más socorrido y lo que te pide el cuerpo es pensar que son unos enormes pedazos de mierdas a los que habría que torturar hasta la muerte, por ejemplo haciéndoles escuchar audiolibros de Alfonso Ussía en bucle, pero yo intento buscarle una explicación lógica a su comportamiento. Y no se la encuentro. Me estoy refiriendo a esos subhumanos que, mientras sanitarios, mujeres de la limpieza, cajeras… se están dejando la vida por salvar la de otras personas, se dedican a fabricar bulos, a fabricarlos con toda su (mala) intención, colocando el membrete oficial de algún ministerio en un documento en el que advierten de que tal o cual ciudad va ser sitiada por el ejército (bueno, esto al final ha sido más o menos así), o haciendo pasar en una foto al Niño Polla, el conocido actor porno, por un joven investigador que ha muerto víctima del coronavirus y el 8M… 

Mientras cientos de personas mueren de verdad cada día y sus familiares ni siquiera pueden despedirlas ni enterrarlas, o mientras hay cuidadores que deciden encerrarse a pasar esta cuarentena en el epicentro del epicentro de la pandemia, las residencias de ancianos, hay gentuza que se dedica, por ejemplo, a hackear los sistemas informáticos de los hospitales, o a enviar emails en los que intentan secuestrar el número de cuenta bancaria de las personas que son despedidas y enviadas al paro durante esta crisis, o a intentar que los sin papeles víctimas del virus paguen los gastos de sus ingresos hospitalarios… ¿Por qué lo hacen? En algunos casos esa explicación al hijoputismo que trato de buscar tiene su lógica, por muy perversa que sea: en el último de ellos (el de los sin papeles), se trata simplemente de quienes proponen la medida son unos putos nazis; y en el de los intentos de estafa a los desempleados, el objetivo es enriquecerse, aunque sea a costa de los más débiles. Pero ¿qué lleva a alguien a intentar derribar las redes informáticas de un hospital, justo cuando estos se encuentran al límite de sus posibilidades, con sus trabajadores extenuados y los pacientes cayendo como moscas? ¿O qué tipo de tara mental hace que alguien lance una fake new a esas arenas movedizas que son estos días las redes sociales, sabiendo que habrá cientos de miles de personas que se dejarán tragar por el pánico o el aburrimiento y darán pábulo a sus patrañas? No lo entiendo, trato de meterme en la cabeza de esas personas y analizar todas las grietas como abismos de su mente por la que se despeñan sus ideas y no le encuentro explicación. ¿Actúan, quizás, por compensación, para mantener el equilibrio, una sofisticada ingeniería moral que permite que la balanza se incline al lado del bien? Es decir, ¿propagan los bulos para poner a prueba nuestro sentido crítico, para afilarlo, para que nos adiestremos en diferenciar la información real de la falsa en situaciones límite? (de hecho, quiero pensar que durante esta crisis estamos aprendiendo a marchas forzadas a cribar las patrañas, a distinguir las fuentes seguras y a contrastar las noticias). ¿Tiene, en fin, que haber alguien que haga el trabajo sucio, que se sacrifique y se dedique a pintar las sombras para que la luz resplandezca con más fuerza? Sí, puede que se trate de eso, y que toda esa gente, en el fondo, sean bellísimas personas que se comportan de ese modo por nuestro bien y que salen todos los días a las ocho de la tarde a los balcones a tocar la bubuzela.    �*�* |�

EL AMOR EN LOS TIEMPOS DEL COVID-19

Abr 8, 2020   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments

Ilustración Pedro Osés (para el cuento CUANDO TODO ESTO ACABE)

Ilustración Pedro Osés (para el cuento CUANDO TODO ESTO ACABE)

Relato publicado en el fanzine El Mono (número 80)

A la primera pareja que vino a follar al súper durante el confinamiento la encontré en la sección de embutidos, tirando con sus empujones todo el salchichón ibérico al suelo. Me dieron pena y un poco de envidia, con las mascarillas quitadas, comiéndose los morros como desesperados, tan inconscientes, creyendo que el amor vencería a la muerte.

Cuando les llamé la atención, me dijeron que no podían vivir el uno sin el otro y que llevaban dos semanas sin verse y que ya no aguantaban más y que el súper era el único lugar en que podían encontrarse sin levantar sospechas.

Los hice pasar al almacén, no sé muy bien por qué. Luego ya comprendí que se trataba simplemente de que yo era un cerdo.

Así comenzó todo.

Al principio eran solo ellos. Venían casi cada día. Entonces yo, después de acompañarles a su nidito de amor, salía del súper, rodeaba el edificio, entraba, sin hacer ruido por la puerta trasera del almacén y, escondido tras algún palé, comenzaba a pelármela.

Después, llegaron los demás. No sé cómo se enteraron. Supongo que la primera pareja de follarines lo comentó con sus amigos. Y que estos empezaron a rebotarlo en sus putos instagrams y sus putos grupos de wasap. Eso me asustó un poco. Pero eran todos tan jóvenes y tan hermosos…

Mis compañeros del súper sospecharon algo, claro. Tanta gente joven pululando por allí no era normal. Aunque como yo soy el encargado no decían nada.

Después,  la situación se desmandó. El súper parecía a todas horas una rave. Y a mí el ciruelo se me puso en carne viva. Aquello tenía que terminar.

La gota que colmó el vaso fue  el día que vi a un chico, tras quitarse el preservativo, arrojarlo sobre una caja de escarolas. No me pude contener y salí desde detrás del palet.

—¡Oye, tío, esto ya me parece que es pasarse!

—¿Pero qué dices, primo? ¿Y tú que estabas haciendo ahí, eh? ¡Te la estabas meneando! —contraatacó él, señalando mi bragueta abierta—.  ¡Te vas a putocagar, te voy a denunciar!

Y lo hizo. Llevo ya tres días detenido. Aquí no se está tan mal. No tengo que ir a trabajar. Y por las noches, cuando apagan la luz, me acuerdo de todos esos chicos y chicas. Resistiré. Después de todo, todo el mundo está encerrado, de un modo u otro, estos días.

CUANDO TODO ESTO ACABE

Abr 8, 2020   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments

 

capítulo 7

Ese es el título del cuento que sobre el confinamiento he publicado entre el 29 de marzo y el 5 de abril en Diario de Noticias de Navarra, ilustrado por Pedro Osés.

En este enlace lo podéis descargar.

http://patxiirurzun.com/portfolio/cuando-todo-esto-acabe/

Y en unos días estará en todas las plataformas para descargar en formato digital también libremente de la mano de la editorial Harper Collins.

ENTREVISTA A INMA ROIZ

Mar 27, 2020   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments

Aixaportada

“Somos seres migrantes y eso es algo que no vamos a poder frenar”

Inma Roiz, escritora

 

En El viaje de Aixa Inma Roiz narra el gran viaje que hacen en el mundo helado y hostil del Paleolítico la niña Aixa y el cazador Moy desde los Pirineos hasta Urdaibai. Un viaje que es una historia de supervivencia y aprendizaje, el viaje de la propia vida, y que ha ilustrado con maestría el artista bilbaíno Rober Garay, la otra pata de esta novela.

Patxi Irurzun /Gara

Fue de hecho el propio Rober Garay quien propuso a Inma Roiz escribir esta novela ilustrada, editada magníficamente por la editorial bilbaína El Gallo de oro. El viaje de Aixa es el tercer trabajo de Roiz, tras el éxito de Manuela y Oro verde, novelas ambas en las que la escritora okondarra también contaba historias de migraciones, un tema que le interesa particularmente y en el que es experta, y que, afirma, permanece a lo largo de los siglos como una constante en la historia de la humanidad.

Supongo que escribir una historia como esta, situada en el paleolítico, habrá sido complicado. ¿Cómo se ha documentado, qué referencias ha usado?

Lo  cierto es que ha sido una aventura adentrarme en esta historia, porque además de los estudios científicos sobre el paleolítico y arqueólogos con los que he podido entrevistarme y que han revisado el texto, también he visitado cuevas, visto pinturas rupestres y he conocido gente que dedica su tiempo libre a la elaboración de fuego al estilo prehistórico o armas de aquel tiempo. Tanto es así que he podido lanzar yo también un venablo con su propulsor elaborado de forma artesanal y primitiva. Rober Garay ha tenido mucho que ver, porque me ha abierto un mundo que desconocía. Él, espeleólogo y un gran entusiasta del Paleolítico, me ha dado herramientas muy valiosas para ambientar la novela y situarla en aquel tiempo.

El libro, de nuevo, como en sus trabajos anteriores, tiene que ver con un tema que le interesa mucho, como las migraciones, en este caso casi echando la vista atrás a las primeras de las que podemos tener constancia.

Es cierto que las migraciones aparecen en todas mis novelas, y es que forman parte de la vida de los seres humanos. En este sentido, lo que viene a decirnos El viaje de Aixa es que somos seres migrantes, nos hemos movido de un territorio a otro desde el principio de los tiempos y eso es algo que no vamos a poder frenar.

¿El recurso del viaje o la migración tiene que ver también con el deseo de mostrar una evolución en los personajes, con su viaje interior?

El viaje físico que realizan los personajes es paralelo a su viaje interior, sobre todo en el caso de Aixa, que va creciendo y adquiriendo conocimiento mientras se van trasladando en busca de tierras más templadas. Es el viaje de la vida, por así decirlo.

¿El personaje de Aixa, en ese sentido, se puede afirmar que representa el futuro o la esperanza, la supervivencia?

Ella simboliza la perpetuación del clan, arrastra con ella toda la sabiduría de sus ancestros, y es la esperanza de que sus congéneres no se pierdan para siempre en el olvido de los tiempos. Al mismo tiempo representa el futuro de la especie.

¿Y qué nos puedes contar sobre Moy,su acompañante, el cazador?

Moy es un personaje con mucha fuerza física, es el gran cazador de la tribu, imprescindible para la supervivencia en un mundo en el que el hombre se encuentra en mitad de la cadena trófica, es depredador y depredado. La situación de alerta es permanente. Él ve en Aixa, la niña, el futuro a proteger y preservar, y le transmite todos sus conocimientos, convirtiéndola a ella también en una gran cazadora, pero sobre todo en una superviviente. Entre los dos forman un núcleo muy potente.

Ha trabajado conjuntamente con Rober Garay, el resultado es espectacular, ¿cómo se han organizado?

Rober Garay, además de ser un buen dibujante, es un apasionado de la prehistoria y posee un gran conocimiento sobre aquella época. Con él he podido visitar cuevas de difícil acceso donde recrearme, hemos recorrido los centros de interpretación de arte rupestre de la cornisa cantábrica, y nos hemos reunido con científicos y otra gente que conoce detalles de aquella forma de vida.

Hemos hablado antes de que el libro remite a tus trabajos anteriores, no solo temáticamente, también en la creación de atmósferas (el frío, la naturaleza…). ¿Es un sello de la casa o algo que le imponen las propias historias?

Es cierto que el frío y la naturaleza están muy presentes en todas mis novelas, pero creo que han sido las propias historias que he contado las que me han llevado por ahí, aunque me reconozco muy ligada a la tierra y a la naturaleza, y eso, sin duda, se refleja en mi escritura.

¿Continuará por ese camino en nuevos trabajos?

Estoy tratando de escribir una historia más contemporánea, que tenga que ver con nuestro día a día, y probablemente sea también más urbana. Aunque todavía me quedan bastantes cosas por decidir. Habrá que esperar un poco para hablar de un nuevo libro.

 

 

 

 

 

 

 

 

Páginas:«1...54555657585960...286»
ga('create', 'UA-55942951-1', 'auto'); ga('send', 'pageview');