«‘Teatro de Agitación’ es una enmienda a la totalidad a la Transición»
Víctor Iriarte lleva a cabo en «Teatro de agitación» un ejercicio de memoria histórica al recuperar varias de las obras de teatro más significativas de Patxi Larrainzar, algunas de ellas inéditas hasta hoy, de la mano de Txalaparta, la que fuera casa editorial del desaparecido escritor navarro.
Inéditas, pero no desconocidas. Al contrario, en su día, a finales de los setenta, las obras del añorado Patxi Larrainzar pusieron a reventar los teatros navarros (y en alguna ocasión de manera literal, pues el local del grupo que representó la mayoría de ellas, El Lebrel Blanco, sufrió un atentado con bomba por parte de la ultraderecha). Tal vez porque, como señala Jon Jimenez, editor de la editorial Txalaparta, esas obras «son de algún modo la Transición y el régimen del 78 contados y confrontados a través del teatro».
Larrainzar, cura rojo y díscolo en su parroquia de la Rotxapea, narrador y articulista zumbón, fue un rara avis en el por entonces páramo teatral de Nafarroa y un adelantado a su tiempo con su teatro de agitación, popular, político y didáctico. En sus obras satirizó al Opus Dei, abordó de manera crítica la historia de Nafarroa o removió los posos en esta comunidad del carlismo. Algunas de ellas, como “Utrinque roditor”, provocaron encendidos debates parlamentarios, pues por primera vez daba la palabra en un escenario a un miembro de ETA; otras, como “Ensayo general para la conquista del cotarro”, ni siquiera llegaron a estrenarse, porque la mano negra de ese cotarro lo impidió. “Teatro de agitación” no solo recopila seis de las obras más significativas de Larrainzar, sino que, además, la magnífica edición de Victor Iriarte, periodista, crítico literario y autor dramático (fue Premio Nacional de Teatro Calderón de la Barca en 2007) incluye un documentado prólogo que es un estudio referencial sobre el teatro en Nafarroa, abanderado por El Lebrel Blanco, durante aquellos años; o recupera para las obras que antologa los repartos de quienes la representaron, partituras musicales que las acompañaban, algunos textos originales confrontándolos con los que fueron puestos en escena… Un impresionante trabajo, en suma, que recoge el testigo de José Mari Esparza, el editor de Txalaparta, editorial en la que se publicaron las obras –quizás más conocidas– narrativas y periodísticas de Larrainzar, y que no habría sido posible sin la colaboración del hermano gemelo de Patxi, Frumencio Larrainzar.
¿De dónde surge su interés por Patxi Larrainzar y el impulso de recuperar su obra?
Desde niño. De chaval, para mí Patxi era un mito. No pude ver los primeros montajes de El Lebrel Blanco, mi familia no era teatrera, pero sí de adolescente. Me recuerdo preguntando por librerías de Pamplona si tenían publicado el teatro de Patxi Larrainzar.
En 2016, con motivo del 25 aniversario de su muerte, el Teatro Gayarre me encargó un espectáculo teatral en el que yo en escena contaba su vida y obra, y un grupo de actores representaba fragmentos escogidos de sus obras. Hubo un llenazo total, muchas risas, aplausos entusiastas y emoción a flor de piel. Allí mismo quedó claro que su teatro debía ser editado y Txalaparta, su sello de siempre, me encargó el proyecto.
En el prólogo comenta que Patxi Larrainzar es, por una parte, un escritor que brota como una flor en el desierto en Nafarroa, donde había una larga sequía en el ámbito del teatro; y por otra que también en el Estado español resulta una figura excepcional, pues escribe un teatro sin antecedentes, atrevido, singular… ¿Cómo definiría su teatro?
Patxi Larrainzar es un rara avis del teatro vasco, donde no ha habido autores señeros. De ahí que le encargaran también textos grupos como Geroa de Durango o Denok de Vitoria en la década de 1980. Y su teatro político, de denuncia y reflexión, tampoco se cultivaba en los primeros años de la Transición, que fueron complicados para el teatro. Las nuevas tendencias habían expulsado a mucho público, el teatro “de texto” se volvió de repente viejo, el interés se centró en recuperar a figuras silenciadas poco o nada representadas, tipo Lorca o Valle, y muchos autores censurados por la dictadura tampoco engancharon en democracia, porque no hablaban del aquí y el ahora. En cambio, ahora mismo, ese teatro-documento o teatro-periodístico es una tendencia en auge en el país, ahí están las obras críticas sobre la monarquía, la manada o la corrupción que está llenando teatros, y resulta que Patxi fue pionero. De ahí la pertinencia de reeditar su Teatro de Agitación, que seguramente hace dos décadas hubiera pasado inadvertido. El libro ha llegado en el momento justo.
Algunos de los temas que se abordan en estas obras están todavía de plena actualidad. ¿Fue Patxi un adelantado a su época? ¿Y cómo resiste su obra el paso del tiempo?
Es divertido comprobar cómo el debate sobre si Navarra es Euskadi sigue idéntico, con el mismo argumentario, que cuando en 1978 Patxi estrenó “Navarra sola o con leche”. Parece que no nos hemos movido un milímetro. Y temas que apunta en obras como “La conquista del cotarro”, como los movimientos religiosos ultraintegristas en torno al poder, están en los medios de comunicación. A Bolsonaro le hicieron campaña en Brasil los evangélicos, conviene recordarlo, y la iglesia católica parece detrás del golpe de Estado reciente en Bolivia. “Utrimque roditur” dramatiza una heterodoxa historia de Navarra y ahí está el debate sobre la memoria histórica, que pone de los nervios a la derecha antes, cuando ponía bombas en el teatro de El Lebrel Blanco, y ahora. Así que respondiendo a tu pregunta creo que sí, que Patxi fue un adelantado y que la lectura de sus textos dramáticos nos dan claves para una visión crítica del mundo.
Jon Jiménez comentaba en la presentación que este libro y estas obras de Patxi Larrainzar son de algún modo la Transición y el régimen del 78 contados y confrontados a través del teatro. ¿Está de acuerdo?
Totalmente de acuerdo. Diría más: “Teatro de agitación” es una enmienda a la totalidad desde el teatro a la imagen edulcorada que nos han vendido de la Transición, con la que Patxi Larrainzar fue muy crítico, aunque reconozca que quizá no pudo haber otro camino que el que se siguió. “Pampilonia Circus” es una pieza cabaretera y en sus 24 esketches deja en evidencia, con gran sentido del humor, todo lo malo de aquel momento: violencia en la calle, apaños políticos, corrupción, transfugismo, manipulación de los medios de comunicación, movilización de la iglesia ante cualquier legislación laicista, pauperización de las clases medias… Y muchos de esos temas que se atrevió a tratar hoy se han agravado notablemente.
El libro es también la historia de El Lebrel Blanco y del teatro navarro durante aquellos años (76-84). ¿Hay un pequeño ejercicio de memoria histórica en todo esto?
Hay mucho. Si quieres explicar el teatro de Patxi tienes que hablar del contexto político y social del momento, pero también del panorama teatral navarro en el que estrenó sus piezas y por tanto de El Lebrel Blanco y otros grupos. Y en teatro la memoria es especialmente frágil, porque es un arte efímero. He podido comprobar durante la elaboración del libro que muchos de los protagonistas han fallecido y otros recuerdan muy vagamente las cosas en el mejor de los casos, porque la mayor parte de las veces las han olvidado por completo o la tergiversan. El actor tiende a pensar que lo mejor de Patxi fue aquello que protagonizó. Hay contadas grabaciones de vídeo, programas de mano desaparecidos… así que decidí contar el máximo posible en el prólogo que contextualiza las seis obras.
Para acabar, ¿cómo ha sido el proceso de gestación de la obra?
El proceso ha sido complejo. José Mari Esparza tuvo 25 años todos los materiales del escritor y publicó sus novelas, su dietario y afortunadas selecciones de sus artículos periodísticos, que son sin duda lo mejor que salió de la pluma de Patxi. Pero me confesó que de teatro no sabía nada y no se vio con fuerzas para abordar una edición de sus obras, a pesar de que lo anunció en varias ocasiones.
Fue gracias al espectáculo del teatro Gayarre cuando lo vio claro. A partir de ahí ha habido un proceso largo y fructífero de discusiones, porque los dos somos cabezones, sobre qué merecía la pena editarse de todo el teatro que escribió. El quería su “teatro completo” pero yo creo que no todo tiene el mismo valor, porque como dramaturgo Patxi Larrainzar es limitado. Nunca llegó a dominar del todo la escritura dramática y muchas de sus piezas son enojosamente discursivas. Finalmente optamos por un libro con las seis obras que le encargó El Lebrel Blanco, que son las más populares y recordadas y creo que las mejores.
El libro ha quedado por eso muy compacto. En paralelo, la familia ha donado el archivo que conserva de Patxi a la Biblioteca General de Navarra con todos sus mecanoscritos, así que si alguien tiene curiosidad ahí puede encontrar el resto.
“Este libro me ha servido para atreverme a hacer lo que me dé la gana”
Uxue Juárez, escritora
Con casi ciervos la escritora iruindarra Uxue Juárez indaga a través de la literatura y la fotografía —y de la suma de ambas— en una nueva escritura que se aleje de lo normativizado y que se acerque para ello al lenguaje animal
Publicado por la editorial greylock, casi ciervos es un libro experimental, un libro que merodea, que husmea en las diferentes posibilidades del lenguaje y reflexiona sobre él; es también un libro objeto, editado con delicadeza; y un cuaderno de observación, en el que Uxue Juárez (autora de los poemarios Cosas que crujen, Así, Berlín, En el principio era la nieve y Bajo la lengua bichos) intenta anotar las bases para una escritura que huya de la domesticación
Este libro, según comentó en la presentación, surge de una crisis personal
Aunque no me gusta hablar de escritura terapéutica, sí, es cierto que el libro surge en un momento en el que yo estaba haciéndome preguntas, y también que todos los libros que he escrito parten de crisis personales (¡vaya, he tenido muchas crisis!), pero, claro, tú en ese momento no entiendes lo que está pasando y como la herramienta que utilizas, o el entorno en el que tú te mueves es el lenguaje o la literatura, y el lenguaje que hasta entonces has utilizado no te sirve, comienzas a buscar, a preguntarte hasta donde puedes ir, o qué otras maneras de expresarte pueden ayudarte…
¿Y es ahí donde entra esa búsqueda de ese lenguaje animal?
Era un momento en el que estaba con ansiedad — algo que nunca me había sucedido— y yo veía esta como un animal, merodeando por aquí y por allá. Era algo que no controlaba y eso me hacía pensar en una escritura animal. Estaba además leyendo Mirar, de Berger, suelo, además, ir mucho al campo… Fue a partir de todo eso con lo que empecé.
¿Y en qué ha quedado lo que pretendía y lo que ha conseguido?
¡En nada! Aunque ya sabía que eso era algo que iba a pasar. Pero, sin inventar nada, hay cosas (la puntuación, no usar las mayúsculas, imprimir un ritmo al texto que intente imitar la velocidad de los animales) con las que he intentado romper la manera en que te han enseñado el lenguaje en la escuela.
¿Es un libro, en ese sentido, experimental?
Sí, el experimento es ese, intentar convertir el libro en un animal o en la manera de hablar de un animal, aunque se quede solo en eso, en un intento; y también está el hecho de sumar a los textos fotografías, algo de lo que yo no tenía ni idea, y con lo que también quería experimentar.
En las citas iniciales del libro hay una cita que habla precisamente de la manera en que ha abordado el tema de la fotografía…
A la profesora de fotografía que tuve yo le preguntaba cómo hacía ella para definir la intención con la que hacía las fotos, y ella me decía eso que se cita: “Tú intenta coger y usar la cámara como cuando coges el boli, con la misma actitud. Y, entonces, dispara”. Igual parece un poco de flipadas, pero lo cierto es que ha funcionado.
¿Cómo fue después encajar esas fotos con los textos?
Estuve yendo a diferentes talleres de fotografía porque no sabía cómo bien cómo hacerlo, hubo además entonces como un boom del fotolibro… Y al final di con una fotógrafa, Ixone Sádaba, que trabaja mucho temas sociales, y que me dijo que es interesante saber, cuando enfocas, qué dejas fuera del marco, girarse y fotografiar también eso… Por otra parte, la propia editora, Susana Romanos, me ayudó bastante, fue ella, por ejemplo, quien vio que esas fotos debían ir en blanco y negro, y también he tenido el apoyo de más personas, como la escritora Izaskun Gracia o Imanol Aizpuru.
En la presentación Regina Salcedo señaló que aunque el libro hay bastante crudeza esta a veces se rebaja con el humor u otras con el empleo de un lenguaje infantil…
Sí, eso tiene que ver en parte con como soy yo, pero también, en el caso del lenguaje infantil, con la idea de nuevo de volver a un lenguaje menos normativizado.
¿Cree que el libro le ha servido para abrir algún camino, o para definir en adelante su manera de enfrentarse a la literatura?
Sí, todavía no sé cómo hacerlo, pero tiene que ver con esto que he comentado, con el intento de buscar ese lenguaje. Y para lo que desde luego sí me ha servido el libro es para atreverme a hacer lo que me dé la gana. Siempre tienes dudas cuando empiezas algo, ahora me ronda en la cabeza, por ejemplo, la idea de escribir a la vez en euskara y castellano, sé que voy a tener problemas, pero esto al menos me sirve para establecer una base, y para decirme que si es lo que quiero hacer ¿por qué no?
“No hay nadie ahora que venga detrás de nosotros dando patadas en el culo”
Kutxi Romero, cantante de Marea
Tras girar por Europa, telonear a Bon Jovi y ofrecer casi sesenta conciertos por todo el estado, los navarros Marea, el último de los grandes grupos de rock urbano, cierran la gira de presentación de su último trabajo, El Azogue, con actuaciones este sábado 14 en Iruñea (Navarra Arena, 22:30) y el próximo sábado 28 de diciembre en Barakaldo (BEC, 21:00)
Con Marea se obró el milagro del rocanrol. Los últimos serán los primeros. Han sido el último gran grupo de rocanrol, recogiendo el testigo de bandas como Los Suaves, Barricada o Extremoduro. Y ahora son los primeros, casi los únicos capaces de llenar pabellones en giras como la que están a punto de cerrar y que les ha llevado por todo el estado y algunas ciudades de Europa; y son, desde luego, uno de los contados grupos de rock capaz de colarse en las listas de los más vendidos, como han hecho, una vez más, con su último trabajo, El azogue. De hecho, de las paredes del Kutxitril, la bajera en la que nos espera el cantante y letrista de la banda, Kutxi Romero, cuelgan varios discos de oro e incluso alguno de platino. Por otra parte, en el cuarto de baño —dónde si no— está enmarcada la portada de un periódico en la que Kutxi apareció en una ocasión sentado en la taza del váter. No habrá muchas personas en el mundo —probablemente no habrá ninguna— que puedan contar una hazaña como esa. Como no habrá tampoco muchos músicos que cuenten por cientos sus colaboraciones en discos ajenos —de momento Kutxi se acerca a las doscientas cincuenta— o que vivan sobre una plaza que lleve una placa con el nombre de su grupo.
Desde la Plaza Marea al mundo
Kutxi Romero nos recibe en la Plaza Marea de Berriozar apenas dos días después de que el grupo haya regresado de una gira por varias ciudades europeas y a punto de afrontar los últimos conciertos de presentación de El Azogue, en Iruñea hoy mismo y el 28 de diciembre en Bilbo, con parada en Madrid el día 21.
“Los conciertos por Europa han estado muy bien”, nos cuenta Kutxi. “Estar en Berlín o Bruselas al final ha sido pura anécdota, en realidad hemos estado en Huelva, en Toledo o en Barcelona, porque el público que venía a vernos era en 99% gente de aquí, el otro 1% ciento era algún belga despistado o que estaba de pedo con sus amigos españoles. A los guiris les importa bien poco todo lo que no hagan ellos. Y aunque nosotros tampoco tenemos ningún interés especial en actuar por Europa, estuvo guay, porque esa gente que viene a vernos, gente superpreparada que acaba trabajando de camareros, barrenderos, lo agradece mucho… Es como si estoy yo en Malasia y veo un cartel “Amaral”, que a mí Amaral me da lo mismo, pero voy, a ver si de una vez alguien me dice algo y lo entiendo. O como hace años cuando iba Juanito Valderrama a Alemania”.
No es la primera vez que Marea gira por Europa, ya tocaron anteriormente en Londres y también lo han hecho en Argentina, Uruguay, Chile… Y en esta gira por el estado, además, también han tenido la oportunidad de telonear a Bon Jovi.
“Fue algo casual, porque nosotros estábamos de paso por Madrid. Y a Bon Jovi en realidad no le hacía ninguna falta que tocáramos porque tenían vendidas cincuenta mil entradas desde hacía un año. Me imagino que alguien le contaría que teníamos un cantante muy gracioso. A Bon Jovi ni lo vimos, llegó en un coche, se subió al escenario y se fue, pero el guitarrista del grupo, Phil X, que es un tipo muy majo (bueno, él y todo el equipo, nos trataron como marqueses, las cosas como son), me preguntó si iba a ver su concierto, y yo le dije que no podía, porque era gitano y a los gitanos en los recintos solo nos dejan estar cuando vamos a cantar. El pobre se entristeció mucho, espero que alguien luego le explicara que era una broma. Por lo demás, el concierto fue muy bien, al final la gente acabó cantando nuestras canciones, que tampoco es muy difícil, a nada que sepas un poco entrar a tiempo y cantar aquello de Mareeeea”, bromea Kutxi.
Y mientras cuenta estas y otras anécdotas sobre apropiaciones culturales e historias entre bambalinas, salpica su siempre brillante conversación con algunos de los neologismos con que se ha manejado en inglés por Europa, como whitfather (compadre).
El relevo generacional
Han pasado ya más de veinte años desde que Marea saltara al ring (el símil no es gratuito, en el video de En las encías, uno de los temas de El azogue, la banda ha contado con la colaboración estelar de Poli Díaz, el Potro de Vallecas). Y todavía, y a su pesar, los de Berriozar, que cada vez que vuelven al combate, como los boxeadores viejos y perros, alardean de ser la mejor banda de rocanrol de los últimos doscientos años, sienten que tras ellos no hay un relevo.
“Somos la banda de rock más joven que hay ahora mismo funcionando, no hay nadie que venga detrás dando patadas en el culo, como pasó con nosotros en los 90. A mí me encantaría, yo tengo el testigo en la mano, me encantaría pasarles el relevo a siete u ocho bandas, lo mismo que nosotros recogimos el de Extremoduro, Barricada, Platero y tú, y con su mismo espíritu, que no era tanto el de triunfar, llenar pabellones, conseguir discos de oro, como el de hacer buenas canciones”.
En El azogue, desde luego, ese espíritu está bien presente, las canciones, que el grupo ha grabado en estudio tocando todos a la vez, son Marea pura y tienen el sello, la voz inconfundible de Kutxi Romero en las letras, quien una vez más vuelve a homenajear en algunos de los temas, como Jindama o Pájaros viejos a sus referentes: Rosendo, Miguel Hérnandez, Lorca, El Cabrero, Robe Iniesta…
El concierto de este sábado en el Navarra Arena o el del próximo 28 de diciembre en el BEC serán las últimas oportunidades de escucharlas en directo en mucho tiempo. Despúes, Kutxi Romero y los suyos echarán la persiana, y con Marea nunca se sabe hasta cuándo.
Un intruso en la literatura que siempre es bienvenido
Las letras de Kutxi Romero tienen una voz propia e inconfundible, de muchos quilates literarios, a pesar de lo cual él siempre, por pura modestia y buena educación, repite que como escritor, e incluso como músico, se siente un intruso:
“Sí, bueno, cuando digo que soy un intruso me refiero a que no estoy pensando veinticuatro horas en la música o la literatura, ni tampoco tengo una disciplina, no soy como esos que se sientan a las cuatro de la tarde todos los días a la escribir. ¡Qué suerte, oye, siempre tienen ganas! A las tres no, pero a las cuatro tienen unas ganas de escribir locas. Y les salen unas cosas…. No sé, yo cuando tengo ganas de ir al baño, voy, no estoy todos los días allí a las cuatro ni me paso horas sentado en la taza a ver si me vienen las ganas. Es del género idiota. Yo cuando tengo algo en la cabeza, voy, me siento y lo echo. Sí, siempre me he sentido un extraño dentro de los círculos literarios y he procurado mantenerme alejado de ellos; de los musicales, no tanto, porque todo mi entorno se dedica a eso, y si me aparto de ahí me apartaría de toda la humanidad”.
Las ganas, por cierto, parece que están apretando para que, tras el persianazo de Marea, Kutxi vuelva a escribir. Ha publicado varios y meritorios libros de poemas y desde hace años tiene en el cajón una novela que quienes hemos leído algunos de sus capítulos, sabemos que es pura dinamita:
“Parece que se va acercando un año literario, porque siempre cuando acabo la gira me lío en otros de esos grupos o proyectos paralelos, pero ahora la gente que me suele acompañar, Juanito y Pete, sacan discos a principios de año… Aunque vete a saber, lo mismo conozco a un gaitero y una que toca el pandero y hago algo con ellos. Pero no, parece más bien que los astros se están conjurando para que no haga nada musical, que tampoco tengo ahora mismo muchas ganas: han sido sesenta conciertos en muy poco tiempo… Así que es probable que recupere la novela, a la que le tengo que dar un buen meneo” confiesa Kutxi.
Publicado en Rubio de bote, colaboración quincenal para magazine ON (diarios Grupo Noticias)/ 14-12-19.
¡Oh, dulce Navidad!, miles de bombillas de colores se ven desde el cielo, pero la tierra es un infierno para quienes no pueden pagar la luz ni la calefacción. El extranjero Papá Noel y sus renos en peligro de extinción se desangran enredados en una concertina. Si no es para proclamar la república, el discurso del rey nos la suda. Mientras el pelele habla y los súbditos lo escuchan, nosotros brindamos en la cocina por la república y por nosotros mismos con cerveza de lata marca blanca, ¡oh, sí, dulce Navidad!
¡Oh, dulce Navidad!, los niños de san Ildefonso no son buena compañía para pasar la resaca de la cena de empresa. En el amigo invisible te ha tocado tu peor enemigo. Los periódicos ya no publican inocentadas el 28 de diciembre porque nadie sabe distinguirlas de las fake news. Ya nadie compra, en realidad, periódicos. La gente se gasta el dinero en lotería y sigue haciendo cola durante horas en Doña Manolita, aunque ahora tengan cita previa. Así, al menos mientras esperan, piensan qué harán con los millones que no van a ganar. El gordo ha caído una vez más en un barrio obrero, dice el telediario, pero yo creo que los que descorchan champán son cada año los mismos. El calvo de la lotería se ha puesto pelo en Turquía, ¡oh, sí, dulce Navidad!
¡Oh, dulce Navidad!, el primer año sin alguien las uvas son amargas. No es un belén viviente esa gente acurrucada entre mantas a las puertas de una iglesia. En la misa de gallo a alguien le repite el cordero. Y a Baltasar, escondido en los bajos de un camión, se le derrama todo el incienso mientras cruza sin papeles la frontera. Vox presenta una moción para defender los derechos de los blancos pintados de negro en las cabalgatas. Los padres abren los paraguas al revés cuando pasan las carrozas. Gaspar tira los caramelos a dar a quienes llevan lazos amarillos. Melchor toca los muslos de los niños mientras estos le piden sus regalos al oído, ¡oh, sí, dulce Navidad!
¡Oh, dulce Navidad!, en el corazón de un empachado suenan los cuartos antes de tiempo. Un pensionista cena sopa de sobre la última noche del último año de su vida. Hay una chica con traje de gala esperando muerta de frío a sus amigas que la han plantado para ir a otro cotillón. A un chico de quince años lo acuchillan en una pelea la primera Nochevieja que pasa fuera de casa. Los langostinos en la cárcel saben a amoniaco, ¡oh, sí, dulce Navidad!
¡Oh, dulce Navidad!, desde septiembre ya es Navidad en El Corte Inglés. Un dependiente le ha pegado un bofetón con toda la mano abierta a su encargado después de oír mil veces cada día los mismos villancicos. Las gitanas perfuman con colonias de muestra las hojas de romero de plástico con las que leen el futuro en las manos de los guiris. En la planta de juguetes una madre soltera explica a su hijo que a Olentzero ya no le cabe en el saco la consola que no puede pagar. Los ojos de los niños siguen brillando cuando ven pasar a un muñeco de madera. Hay un futuro notario de siete años que cuenta a sus compañeros de clase que los reyes son los padres. Mari Domingui hoy también se va de txikitos, aunque esta noche toque trabajar, ¡oh, sí, dulce Navidad!
¡Oh, dulce Navidad!, las resacas son cada vez peores. Los pastorcitos y las caseras ya no llevan abarcas sino botas de goretex. Con las sobras de las comilonas haremos croquetas y congelaremos tápers. Algún año recibiremos al año nuevo en Canarias. Que las próximas Navidades sigamos todos bien. Que en 2020 se cumplan todos tus sueños menos uno para que puedas seguir soñando. En las ventanas del centro de menores no brilla un árbol de Navidad, sino la estela de un cóctel molotov. La estrella de Belén en lo alto son en realidad las luces de un helicóptero de la guardia civil, ¡oh, dulce navidad, sí!
“Preferimos las mentiras para vivir con tranquilidad”
Kutxi Romero, cantante y letrista de Marea. Lector voraz; poeta, y de los buenos, aunque lo niegue tres mil veces; enemigo de las entrevistas; lengua afilada y certera; inteligencia siempre al sprint. Al frente de su grupo, el último de los grandes grupos de rock urbano, enfila la recta final de una gira que ha reventado pabellones y que se arrima en sus últimos bolos a casa.
Patxi Irurzun / Fotos: Unai Beroiz/ Publicado en suplemento ON (Deia, Diario de Navarra, Gu¡iouzkoa y Alava)
La cita con Kutxi Romero está puesta en la Plaza Marea. No es ninguna fanfarronada. Es allí, en ese rincón de Berriozar dedicado a sus hijos predilectos, donde se encuentra el Kutxitril, la bajera, la guarida en la que este bandolero del rocanrol le roba versos y rasgueos de guitarra a un aire que en realidad es puro humo de tabaco rubio. Si las paredes del Kutxitril hablaran la Audiencia Nacional colapsaba. Por este pequeño museo del rock urbano (en esas paredes están colgados varios discos de oro o los originales de algunas portadas del grupo) han conspirado hasta el amanecer príncipes y maletillas del rocanrol y la literatura. Muchos de ellos se han quedado en la bajera para siempre, en fotografías en las que aparece Kutxi junto a Rosendo, Fito, El Drogas… Kutxi es solo un chaval que los mira con los ojos brillantitos, en las más viejas. En las más recientes, aparece junto a ellos compartiendo escenario de igual a igual. A pesar de ello, y de que Kutxi escribe como los ángeles —de cuero—, el cantante de Marea repite una y otra vez que él solo es un intruso. Pero lo hace solo por humildad y respeto a los maestros. Y porque es una persona educada, como a él le gusta la gente. Sin ir más lejos, Marea acaba de volver de su gira europea, y antes reventaron pabellones por toda España, telonearon a Bon Jovi o volvieron a encabezar la lista de discos más vendidos con su último trabajo: El Azogue. Hoy mismo estarán tocando en casa, en el Navarra Arena de Iruña y el próximo día 28 en Bilbao, antes de volver a echar la persiana, no se sabe —con los Marea nunca se sabe— hasta cuándo.
¿Se imaginaban en Marea, cuando empezaron hace ya más de veinte años, que acabarían llenando pabellones, haciendo giras por Europa, América, o teloneando a Bon Jovi?
Eso no se lo imagina nadie. Todas las bandas grandes, o populares, tienen algo en común, y es que el triunfo ha sido una consecuencia, no una finalidad. Cuando nosotros empezábamos nadie pensaba más allá de tocar en bares y ver si conseguía cien mil pesetas para poder grabar una maqueta, esa era la finalidad, era el arte por el arte, crear por crear, parecen tópicos, pero es la puñetera verdad, y eso significaba que tú ibas al local y no te autocensurabas, no pensabas si lo que hacía ibas a gustar o no, si la canción era larga o corta, cómo iba a ser el vídeo… Mi generación quizás fue la última con esta mentalidad. Ahora la mentalidad es otra: “Vamos a hacer una canción y a colgarla en internet a ver si funciona; o “Vamos a hacer un videoclip de puta madre”; o “Llevo un mes tocando y ya me voy a poner un caché guapo, porque soy un musicazo”. Yo creo que las nuevas generaciones ven todo como un medio para llegar a eso. Pero para nosotros crear, hacer canciones y tocarlas con tus amigos en el local, era el fin. Y en esas seguimos. Nosotros, y Evaristo, Fito, El Drogas… Todo lo demás, es solo una consecuencia.
¿La portada de El Azogue es un pequeño homenaje a esos orígenes y esa manera de trabajar?
Sí, es muy gráfica, un pico, una pala, varias herramientas de obra hacienda una especie de pira, de tal modo que si quitas una se cae todo. Nosotros siempre hemos defendido que si uno de los cinco Marea no quiere o no puede tocar, esto se ha acabado, porque no somos ni una ETT ni un equipo de fútbol. Si a una mesa le falta una pata, sigue siendo una mesa, pero cojea.
Cuando empezaron, de hecho, ustedes tenían ese tipo de trabajos, trabajos de pico y pala…
Sí, y hasta el 2002 o así, que ya habíamos pegado el pelotazo, seguimos en ellos, porque no salían las cuentas. Pero en realidad nosotros no nos fuimos de los curros, los curros se fueron de nosotros, porque cada vez íbamos menos días. Éramos peones de la construcción, limpiadores de marquesinas… Yo creo que si mañana mismo llamamos a nuestros curros anteriores nos cogerían otra vez, porque no me parece que el sistema de funcionamiento de una carretilla o de una paleta haya cambiado mucho.
El primer disco de Marea se grabó gracias al dinero que usted ganó en un concurso de cantautores…
Sí, sí, los encuentros de artistas jóvenes del Gobierno de Navarra. Y fui a eso, a ganarlo. Vi un cartel por la calle, leí que daban doscientas cincuentamil pesetas y se lo dije a Kolibrí, el guitarrista de Marea: “Voy, lo gano y con ese dinero grabamos el primer disco”. Y así fue. Pero lo mejor de todo es que nadie puso en duda que aquello no iba a pasar. El disco nos costó trescientas mil pesetas, Carmen (la compañera de Kutxi) nos dejó las cincuenta mil restantes, que todavía dice que se las debemos, yo creo que no, pero de todos modos a ver dónde encuentro yo ahora cincuenta billetes de mil.
Aquí, en el Kutxitril, hay muchas fotos de aquella época, y de otras posteriores también, usted con muchos de sus maestros, los artistas a los que admira, Rosendo, El Drogas, El Cabrero, Robe… ¿Se siente un alumno aventajado?
No, qué va, yo lo que me he sentido siempre ha sido un intruso en todo lo que he hecho. Para empezar en la literatura. Yo no soy poeta, poeta será David González, que es un escritor que se dedica en cuerpo y alma y las veinticuatro horas del día a eso, a pensar en la poesía. Yo si me pongo a pintar esta pared y alguien me pregunta: “¿Es usted pintor?”, le digo “Para, para, yo no soy pintor, soy el que pinta, que no es lo mismo”. Yo no me he dedicado plenamente nunca a la literatura ni a la música ni a nada. Músico es El Drogas, que ha sacrificado toda su vida a su carrera, y hay que ser muy valiente para eso, porque en la balanza todo se inclina hacia ese lado y todo lo demás, supongo, se descompensa y se resiente. Para mí eso es un músico de verdad. Y yo por eso salgo con tanta tranquilidad a todos los sitios a los que voy, nunca he tenido nervios, porque es como si esos sitios no fuesen los míos y no tengo que demostrar nada. Y así llevo ya, a lo tonto, 28 años.
Sin embargo, algunos de esos maestros sí le tienen a usted como un referente, El Drogas, por ejemplo, que repite siempre que de usted aprende mucho…
Hombre, yo sí he sido algo ha sido un buen seguidor de grupos. Y un buen lector. Y eso me ha servido para las letras de mis canciones. Con quince años yo ya era un lector indiscriminado. Entonces estaba muy enganchado a Miguel Delibes. Me leí Las ratas tres veces seguidas. Pero de repente llegó Bukowski y me dije: “¿Pero esto se puede decir?”. Y luego Henry Miller, Burroughs, la generación beat… Cuando conocí a Enrique sus lecturas eran muy dispersas, y, sí, le comencé a pasar cosas, libros, igual por eso lo dice.
En sus letras — por ejemplo en este disco en Jindama o Pájaros viejos— hay siempre alusiones y homenajes a sus músicos y escritores referenciales, Rosendo, Robe Iniesta, Lorca, Miguel Hernández…
Sí, y siempre son los mismos. La gente que contaba la verdad y era verdad lo que hacía. La verdad es muy interesante, porque ¡se ve tan poco! Preferimos las mentiras para vivir con tranquilidad.
Una de esas canciones, Pájaros viejos, ha dicho usted que en realidad es una canción sobre la muerte
Sí, porque no quiero que se vaya la gente que me ha hecho ser lo que soy, no quiero que se derrumbe mi raigambre. La muerte es inevitable, llegará y no seremos más que pellejo. A mí me gustaría ser católico, o creer en alguna religión que crea en la reencarnación o en la transmigración de las almas. Sin embargo, los católicos, que tienen después una vida eterna, son los que más temen a la muerte. ¡Pero si deberían estar deseando que llegue! A algunos si quieren los mato yo, y les hago un favor. Qué paradoja, a mí que creo que cuando la hinques sanseacabó la feria, no me da miedo la muerte… Sí, me gustaría ser católico, y creer en esa otra vidorra, bueno, no, porque igual entonces estaría muerto hace ya quince o veinte años.
¿Y a qué le tiene usted jindama, es decir, miedo?
Yo solo me tengo miedo a mí mismo. Pero el miedo, en el fondo, está bien, el miedo te hace estar alerta, es una buena defensa.
Volviendo a sus letras, en alguna ocasión ha dicho que en Marea, musicalmente hablando no han inventado nada, pero lo que es incuestionable es que su manera de escribir tiene el poso de esas lecturas, pero también mucho peso propio.
Sí, bueno, sí que siento que he creado una manera quizás más poética de contar, pero que es consecuencia de la mezcla de esas grandes bandas, sobre todo cuando aparece Roberto Iniesta (Extremoduro), que para mí, y para todos, en realidad, es la pieza clave en esto, es él quien empieza a contar las cosas como nunca se habían contado. Y eso más la tristeza de Los Suaves, más la bravura de Barricada, más lo críptico de Rosendo…
Pero, insisto, usted tiene una voz literaria propia y muy potente, que además en El Azogue suena especialmente afinada e inspirada.
Bueno, igual sí tengo una voz propia, pero me parezco mucho a mi padre y a mi madre.
Por ejemplo, podría elegir cualquier verso al azar, pero en este en particular usted escribe “al fondo de mi alma hay un pozo pero la soga no alcanza”. Y a mí eso me ha hecho pensar en la introspección, en algo que suele decir David González, el poeta que ha mencionado antes: “Yo escribo para limpiarme”.
Para mí escribir no es un refugio, solo escribo para saber lo que pienso, no tengo una opinión clara sobre nada hasta que no lo escribo, y a veces me da mucho miedo lo que pienso. Es mi manera de hacerme justicia, como decía otro gran poeta, Karmelo Iribarren. Cuando leo lo que he escrito pienso que está bien que lo haya escrito, porque si no, si en vez de un boli tuviera una pistola, estaría en el talego.
De hecho, en una entrevista anterior usted me decía que ahora incuso podríamos acabar en el talego también por eso, por lo que pensamos, no por lo que hacemos.
Sí, y ya está pasando. Lo que no sabemos es si prescribe el pensamiento, es decir si yo hoy te digo en esta entrevista que pienso que me encantaría ver mañana un linchamiento público de Casado, Rivera, Sánchez y Abascal, y va un juez y me llama a declarar y le digo: “No, no, pero eso era ayer, hoy ya no”, ¿eso prescribe?
Centrándonos en algo más anecdótico del disco, para el video de En las encías, contaron con la colaboración de Poli Díaz, El Potro de Vallecas. ¿Cómo fue la experiencia?
Surrealista. El guión para ese vídeo ya estaba hecho, era algo muy gráfico, algo que representara el resurgir, volver al ring, a la batalla después de tantos años, y solo faltaba el actor. Y entonces pensé que solo podía ser él, Poli Díaz, la resiliencia hecha persona. Contactar con él fue complejo, porque para llegar hasta su casa, en Madrid, hay que pasar ocho vías, un descampado con lavadoras, un campo con cereal, unas chabolas, al final un camino a la izquierda… Alguien nos dijo que solía parar por un bar y dejamos allí un teléfono. Y a la semana y pico llamó. La conversación fue surrealista, él me hablaba de lechugas, de no sé qué pieza de motor de un coche, pero al final, no sé cómo, nos entendimos. Luego, a la hora de grabar el vídeo, fue todo muy fácil, hacía un frío terrible y él estaba en calzones, le echábamos cubos de agua para que pareciera sudor, y Poli ni se inmutaba, porque para todo lo que ha vivido eso era una menudencia. Nos dio también muchas instrucciones sobre boxeo, y salió un vídeo espectacular. A raíz de eso empezó a aparecer otra vez en los medios y ahora mismo parece ser que van a hacer una serie, que ya era hora, porque si Poli fuera americano tendría ya tres películas. Él, por lo demás, está bien, está limpio, corre todos los días, se cuida físicamente…
Marea siempre ha funcionado de un modo que no suele ser habitual, ustedes sacan disco, hacen gira, y solo se vuelven a juntar cuando los cinco tienen ganas…
Las ganas generan todo, la inspiración, el duende. Si a mí ahora mismo me viene una frase genial pero no tengo ganas de levantarme a escribirla, se pierde. A mí no me va a pasar lo que a Picasso. Si la inspiración te tiene que pillar trabajando a mí no me va a encontrar. Hay que tener ganas, y en el caso de Marea tenemos que tener ganas los cinco a la vez, lo cual es difícil, pero a la vez esa conjunción es una maravilla, cinco cohetes encendidos a la vez generan mucha potencia. La mesa tiene que estar firme, si está coja no vale. Igual tienen que pasar tres, cinco o diez años, claro. Con nosotros nunca se sabe. Pero creo que funcionar así es muy necesario. Hay gente que dice que eso podemos hacerlo nosotros que tenemos pelas. Pero cuando no teníamos pelas también lo hacíamos. No vivimos en el cuerno de África y nos podíamos buscar la vida. A otros grupos les decimos que hagan lo mismo, que tengan grupos paralelos. Nosotros, de hecho, así nos damos cuenta cuando nos juntamos de lo bien que estamos con Marea. Es como cuando Maki Navaja mandaba al Popeye y al Moromierda un día al año a trabajar a la obra, para que vieran lo bien que vivían el resto del tiempo.
Marea, ciertamente, es un grupo muy popular, llenan pabellones, tienen discos de oro y platino… ¿Cómo lleva usted la fama?
Yo la llevo bien porque a mí solo me conoce la gente del rocanrol. Y ya me cuido yo mucho de no ser una cara popular. Mi vecina igual no ha escuchado a Fito en la vida, pero si lo ve por la calle sabe quién es. Sabe que es alguien de la tele. Fito no puede ir a ningún sitio, ni a correr. Yo si voy a un concierto de Los Suaves, sí, me van a venir quinientos a hacer fotos, pero si voy a ver a El barrio, que le gusta a Carmen, solo soy otro tonto más con sombrero entre cuatro mil; o si voy al cine, me reconocerá el rockero que haya en el cine, nadie más.
Berriozar, su pueblo, en ese sentido le ha ayudado mucho a mantener los pies en el suelo…
Ser de pueblo te permite ser el hijo de la Inés. Todavía hoy hay gente que me pregunta a qué me dedico, aparte del grupo. Mucha gente no sabe que yo como de esto. “Sí, sí, tiene un grupo, pero de qué vive, si no yo no he visto al gandul trabajar en veinte años”, dicen. Mi abuelo también lo decía, que yo no podía ser muy buen artista porque no me había visto en la tele. Lo que no saben es que de la tele me llaman mucho pero yo no voy. Entre otras cosas porque hoy en la tele no hay entrevistados, hay entrevistadores, que quieren ser solo ellos los que brillen. Y yo el papanatas lo hago en mi casa. A mí para que me vengan a ver cobro. Aparte de que la tele engorda.
La que es una estrella, o la famosa de la familia es su madre, ahora que la menciona.
Bueno, ahora está retirada, pero creo que va a volver. Canta en un coro rociero, misas cantadas, bautizos… Y sí, en la gira anterior ella hacía más bolos que Marea, sesenta o setenta al año.
Para acabar, ¿se sigue viendo usted de mayor tocando en Benidorm?
Sí, me veo como María Jesús y su acordeón, o Arévalo, contando chistes de tartamudos, en algún bar de un lugar con costa, buena temperatura, que me vendrá bien para los huesos, y alguien que viene y me dice, “Tócame El perro verde, que me enamoré con ella de mi mujer hace noventa años”. Y no me parece mal, envejecer sin dignidad me parece maravilloso. Y en cuanto a los Marea no sé qué va a pasar. Nuestro guitarrista César, que es bastante reservado pero que cuando habla le hacemos mucho caso, porque dice cosas con mucho juicio, suele contar que a partir de los cincuenta y particularmente en el rocanrol no se hace otra cosa que el ridículo (salvo honrosas excepciones). En fin, no sé, de momento han sido veintidós años con Marea y se han pasado en veintidós minutos. Y para lo gandul que soy, me parece que ya he hecho cosas. Y, además, no he tenido que volver a coger la paleta, de hecho hace dos o tres años la tiré, porque si no siempre había algún colega que me pedía que le alicatara el baño.
PATXI IRURZUN
Patxi Irurzun, David González y Kutxi Romero hacia 2002