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ENTREVISTA A ABEL APARICIO

Sep 1, 2020   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments

“Las mujeres fueron los pilares con los que se mantuvieron las cuencas mineras”

Abel Aparicio, escritor


Publicado en Gara 01/09/20

En “¿Dónde está nuestro pan?” el escritor Abel Aparicio recopila tres novelas cortas con nexos comunes como la represión franquista y la resistencia obrera en las comarcas rurales de León o la importancia de las mujeres en esas luchas. El tercero de los relatos traza hilos que llegan hasta la actualidad y unen Euskal Herria con las cuencas mineras leonesas.

Las tres novelas que componen el libro tienen algo más en común: todas ellas son historias reales. En una de ellas, la que da título al volumen, de hecho y por novelescos que resulten, se incluyen pasajes de una causa judicial abierta contra un grupo de mujeres que, en 1941, inician una protesta demandando el pan que les ha sido arrebatado. La segunda de las novelas, Tren 485,  no resulta menos increíble, pues narra el asalta y robo de un tren de un grupo de republicanos huidos, una vez acabada la guerra. Una historia que en otros lugares habría inspirado películas y que entre nosotros ha sido silenciada. La línea, por último, cuenta una historia en la que tiene gran presencia la emigración leonesa a Euskal Herria y en la que se incluyen guiños a grupos como Barricada, Gatillazo o Los Chicos del Maíz. Todo ello contado en un acertado tono sobrio para esta primera incursión del poeta llionés en la narrativa de la mano de Marciano Sonoro Ediciones.

Las tres historias que cuenta en ¿Dónde está nuestro pan?  están basadas en hechos reales. ¿Cómo llega a conocerlos y qué es los que le interesa de ellos?

En la provincia de León hay varias cuencas mineras, una de ellas es la del río Tremor, en la comarca del Bierzo. Recorriéndola con la bicicleta me di cuenta de que era el lugar propicio para ambientar una novela. El paso siguiente fue conocer a la gente de sus pueblos, protagonistas en primera persona de lo que allí ocurrió. Para finalizar, le solicité información a un amigo historiador, Alejandro Rodríguez, y a la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica. En poco tiempo recopilé tanta información que decidí estructurarla en tres relatos.

Son también todas ellas historias que transcurren en León, una tierra muy castigada por el franquismo y que también se convierte en un cruce de caminos, en el que confluyen las historias de otros represaliados de otras partes del Estado…

La represión en el País Leonés fue atroz. Pese a no ser frente de guerra —salvo la zona norte de la provincia de león—, el número de fusilados en Salamanca fue de unas mil personas, dos mil en Zamora y más de tres mil en León. Sobre los represaliados, algunos de los ferroviarios que se mantuvieron fieles a la República fueron enviados, como castigo, a Torre, pueblo en el que transcurre el primer relato.

Yendo por partes, la primera de esas historias habla de una revuelta ligada como tantas otras a lo largo de la historia y de las revoluciones al pan, aunque en este caso se trata de una revolución casi doméstica, y de una pequeña gran victoria. ¿Qué importancia le da a esto último?

Imagínate un grupo de treinta y nueve mujeres dirigiéndose en 1941 al ayuntamiento de cualquier pueblo reclamando el pan que les correspondía, la imagen es muy potente. Hace falta mucho valor para hacer eso en aquella época. Las implicadas, en su mayoría y tal como refleja la causa judicial, eran parejas de los ferroviarios desplazados, pero también había gente del pueblo. Esa unión simboliza muchas cosas, pero fundamentalmente la conciencia de clase.

En esta primera novela, se resalta el papel de la lucha de las mujeres durante el franquismo, a menudo silenciada, y sobre todo en los ambientes rurales…

Las mujeres fueron los pilares con los que se mantuvieron las cuencas mineras. Trabajaban en la mina, en el campo y en casa. Escribiendo estos relatos pensé muchas veces en Dolores Ibárruri, ella mamó todo esto. Gallarta no tuvo que ser muy diferente a la cuenca del Tremor.

El segundo de los relatos cuenta un asalto a un tren que en otros países habría inspirado películas, pero que para nosotros es muy desconocido. ¿Por qué cree que es así?

El asalto al tren 485 fue llevado a cabo por un grupo de huidos en octubre de 1939, medio año después de acabada la Guerra Civil. El botín, 127.451´27 pesetas. Si esa noticia se propaga, podría sentar un precedente muy peligroso para el régimen, de ahí su ocultación. Sobre la película o serie aún estamos a tiempo. Si hay algún director en la sala…

Y llegamos a la tercera historia, en la que entrelaza pasado y presente. ¿Hay un deseo de subrayar que el legado de quienes protagonizan sus historias sigue vigente? 

No me cabe duda. Todo tiene un porqué y, la educación que recibieron las hijas e hijos  de las personas represaliadas, hoy puede verse en las nietas y nietos. Nada es casual. Hay descendientes de mineros represaliados que hoy votan a partidos de extrema derecha. El miedo provoca posicionarse en las antípodas ideológicas de las personas que sufrieron aquella represión. También, claro, hay ejemplos de continuar la tradición familiar. La transmisión transgeneracional de los traumas de la Guerra Civil y la represión franquista debe analizarse más a fondo. Un centro de Iruña estudió  este fenómeno, pero en el Estado español este tipo de trabajos brillan por su ausencia.

En este último relato, además, habla también de emigración, en concreto de la que muchos leoneses hicieron a ciudades como Bilbao…

No conozco el número de personas que desde León emigraron a Euskadi, pero la cifra es altísima. Sin ir más lejos, mi vecino de San Román de la Vega, mi pueblo natal, se fue a Bilbao. Por otra parte, el conocido como tren de la Robla —que trasportaba el carbón de León a los altos hornos de Bizkaia— fue otro nexo de unión.

Para acabar, como curiosidad, hay en esta parte varias alusiones a grupos como Barricada, Gatillazo… ¿Es un pequeño homenaje?

Todos tenemos nuestro grupo, el mío es Barricada. Sobre Gatillazo, poco que añadir, sus letras parecen escritas actualmente. Echo en falta música combativa en la actualidad, por eso también nombro a Los Chikos del Maíz. Barricada dejó escrito “Déjame que en estas líneas escritas regrese a los maestros que dieron su vida y su sangre por dar al pueblo conocimiento. Evaristo esta otra: “En una cuneta entre calaveras agujereadas nació la democracia”.

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