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BEETHOVEN, EL MÚSICO SORDO, ERIK, EL ERIZO CALVO Y LA NIÑA MÁS LISTA DEL MUNDO

Abr 15, 2009   //   by admin   //   Blog  //  3 Comments

Estoy asustado: el próximo día 23 de abril en el colegio Atargi de Villava, me han invitado a leer unos fragmentos de mi libro «Beethoven, el músico sordo» ante niños de entre 6 y 12 años. Aunque ese libro está dirigido a niños de esa edad, aproximadamente, yo nunca me he enfrentado a un público tan importante, a lo cual se suma mi reconocida incapacidad para leer sin aturullarme. Creo, de todos modos, que más que leer intentaré contarles la historia de Beethoven, y acompañarla con algunos pasajes del libro. Igual me animo también y pruebo con un cuento infantil inédito, que se titula Erik, el erizo calvo. Y que dios nos coja confesados.

La otra invitación es de la ONG Alboan, para participar con un relato en un libro colectivo en la La gran lectura, una campaña mundial por la educación y alfabetización. Yo he escrito un cuento titulado La niña más lista del mundo, sobre una pequeña que conocí en el basurero de Payatas, en Manila. En realidad es una traducción de un cuento, que escribí originalmente en euskera (hay que ver, ¡hubo un tiempo en el que era capaz de escribir en euskera!) y he sudado de lo lindo para que en castellano quedara hilvanado. Se ve que es cierto eso de que cada lengua tiene su ritmo, su música. ¡Ah, los traductores -los buenos-, que grandes personas!

Os dejo con la sinopsis y el primer capítulo de «Beethoven, el músico sordo»:

A partir de 9 años

ISBN: 978-84-96751-41-5

Encuadernación: Rústica, con solapas.

128 páginas

8,50€

Capítulo 1

El día que murió Beethoven, el 26 de marzo de 1826, nos dieron fiesta en el cole.
-Vaya, y yo que creía que solo era un chiflado- recuerdo que pensé.
Pero claro, entonces yo todavía no había empezado a investigar en su vida y en su obra, hasta convertirme en todo un experto, y para mí solo era aquel pobre loco al que algunos de mis compañeros perseguían y hacían burla, cuando nos lo encontrábamos paseando por las calles de Viena*.
Beethoven solía caminar sin rumbo fijo, moviendo sus brazos como si dirigiera una orquesta de músicos invisibles y tararaeando unas melodías muy extrañas. Tacha tachán. A veces se paraba de golpe y porrazo, sacaba un cuaderno de un bolsillo de su abrigo, y hacía unos garabatos muy extraños. Otras veces, si se encontraba con algún conocido, se metía la mano en el otro bolsillo y le entregaba otro cuaderno distinto, en el que quienes hablaban con él escribían lo que querían decirle. Porque Beethoven estaba sordo como una tapia.
Yo lo descubrí que un día que entró en nuestra tienda de sombreros.
-¡QUIERO ESA CHISTERA!-dijo. Y hablaba muy, pero que muy alto, y también se enfadó cuando papá le dijo el precio y él no le entendió.
Beethoven eligió un sombrero de copa alta, aterciopelado, morado, muy elegante, aunque algo llamativo. Debió de gustarle mucho, porque la llevaba siempre en sus paseos por la ciudad, y con el paso del tiempo acabó por perder el color y convertirse en una especie de chapiñón gigante y algo pocho que había crecido en su cabeza, que ya de por sí era grande y redonda.
La verdad era que Beethoven parecía un vagabundo, porque además tenía el pelo largo y blanco y a veces se dejaba crecer una barba como un matorral. Con aquellas pintas, resultaba muy difícil imaginarse que era un hombre importante, y todavía mucho menos un gran músico.
-¿Un músico sordo? Imposible- pensaba yo.
Pero lo cierto es que todo el mundo en su funeral repetía cosas como:
«Hemos perdido un gran artista», «Pasarán siglos hasta que vuelva a nacer un compositor como él», o «¡Era el mejor!», (y esto último era lo que más me llamaba la atención, porque también lo decían algunos de mis compañeros de clase, aquellos que solían pitorrearse de Beethoven).
Supongo que, como a mí, les impresionó su funeral, el más importante que se recordaba en Viena, al que acudieron miles de personas: actores, nobles, banqueros, que se daban codazos, se empujaban para llevar durante un rato el ataud, pero también, tenderos, lavanderas, maestros (al mío lo distinguí entre el gentío y me pareció que lloraba como un niño pequeño)… Todos querían despedir al músico, y arrojaban una flor a su paso, o se quitaban el sombrero en señal de respeto.
Imaginaros cuánta gente había que la comitiva, encabezada por un gran coche de caballos, tardó casi dos horas en recorrer… ¡trescientos metros!, la distancia que separaba la Iglesia de la Trinidad de la casa de Beethoven; o «la casa del español moreno», como la llamaban algunos, porque Beethoven, por su aspecto, pequeño, robusto, con el pelo y los ojos negros, y la piel oscura, más que alemán, parecía un gitano andaluz.
Yo no pude entrar a la iglesia, pero desde fuera oí por primera vez en mi vida la música de Beetohven, que una pequeña orquesta interpretó para darle el último adiós.
Y fue en ese mismo momento cuando decicí que tenía que saber todo sobre aquel hombre tan misterioso y tan genial, capaz de imaginar, incluso siendo sordo, una música tan hermosa como aquella, que me puso los pelos de punta.
-Hablaré con todas las personas que lo han conocido- me propuse, y esa noche mi papá, al que le conté mi idea, y al que le pareció estupenda, me dijo:
-Mañana mismo, Otto, mi pequeño investigador, te presentaré a alguien que conoció a Beethoven cuando solo era un niño.

RESACA / HANK OVER EN EL FANZINE DIGITAL CREATURA

Abr 15, 2009   //   by admin   //   Blog  //  No Comments

El libro homenaje a Bukowski, que coordiné junto con Vicente Muñoz sigue cosechando reseñas, un año y dos ediciones después de su publicación. Esta es la última, en el fanzine digital Creatura:

Que el panorama literario joven español está más parado que la venta de coches de este último mes de febrero es algo que no permite ninguna duda. La crisis económica azota principalmente a la venta y producción de bienes de consumo masivo. La crisis en el panorama artístico lleva instalada en nuestro país desde hace no sólo meses, sino años y décadas. El problema radica, muy en especial, en el panorama literario joven español. Somos miles, de ello estoy seguro, que reventamos hojas y hojas con todo tipo de historias, con ganas de sacar a la luz alguno de nuestros trabajos que consideramos mínimamente decentes. Pero nada de nada, el stablishment que tiene el poder editorial pasa de nuestra cara como quién pasa de los testigos de Jehová que vienen a comerte la olla cuando estás haciendo una agradable siesta con el perro acomodado entre los pies y la manta del chino encima. No todo son malas noticias, afortunadamente. Resaca. Hank Over, que tiene el sugerente subtítulo “Homenaje a Charles Bukowski”, es una compilación de relatos y poemas inspirados en uno de los personajes literarios más reconocidos del último siglo, a tenor de su peculiar y subversivo modo de vivir y escribir. Sin ir más lejos, un buen amigo mío, gran conocedor de los escritores malditos, opina que Bukowski fue el primer punk de la historia.En este libro, editado con una solapa de tacto agradable y un dibujo de un tía joven en pleno bajón alcohólico en la portada, encontramos relatos con personajes decadentes, bastante jodidos y marginales que evitan, por una razón u otra, la vida del común de los mortales. Ya en el prólogo, se habla de la fascinación que causó el descubrimiento de escritores como Bukowski en la adolescencia, mil veces más interesantes que todos los tochos infumables que se imponen en las escuelas. Fruto de ésta fascinación, nace el homenaje “Resacas”, que lo traducen al inglés como Hank Over, de Hank Chinaski, el alter ego de Bukowski en todas sus novelas.Altamente recomendable para salir del pautado amino Vila-Matas, Azúa y otros autores “profesionales”que desplazan el reconocimiento de escritores como Fernández Mallo, Fernández Porta y Patxi Irurzun, punta de lanza de una nueva generación heterodoxa que concibe la literatura como mucho más que vivir deputa madre gracias a las ventas de las cincuentonas cachondas que leen al marido que quisieran tener pero no han tenido.

Ajuste de cuentos y Atrapados en el paraíso en La Opinión de Zamora (II)

Abr 13, 2009   //   by admin   //   Blog  //  No Comments
Basurero de Payatas (Manila) Foto de Paul-Antoine Pichard
EL HUMOR DE LOS PERDEDORES (José Ángel Barrueco)
Publica estos días Patxi Irurzun un libro donde se reúnen relatos que estaban dispersos por revistas y periódicos, algunos de ellos galardonados con premio. Su título es “Ajuste de cuentos” (Eclipsados) e incorpora prólogo y epílogo de dos grandes de la música: Kutxi Romero (de Marea) y El Drogas (de Barricada). Estructurados por temas, Patxi recoge aquí historias de amor, de currantes, de actitudes punkis, etcétera. Suele haber en ellas una voluntad de rebeldía, un gesto de provocación hacia las empresas que explotan al trabajador y hacia lo establecido. La herramienta de Patxi es el humor, el humor de los perdedores que se toman las cosas con cierta filosofía.Creo que uno de los cuentos que mejor representan su mundo es “Tonta nostalgia”. Y aviso: voy a contar el final. En dicha historia, el narrador viene un poco beodo y exaltado de un concierto de La Banda Trapera del Río. El espíritu punk ha renacido en él gracias a las canciones. Está solo y se siente con ganas de hacer trastadas, de prepararla parda, de encabezar alguna revolución. Va en coche y se acerca a una gasolinera. Delante hay un anciano con aspecto de ricachón, en un Mercedes. El narrador se cuela y se coloca antes en el surtidor y, por la ventanilla, le grita: “¡En esta vida hay que tener reflejos, viejo!”, con lo que el otro se larga y el protagonista ha cumplido su gesto salvaje. Luego baja del coche y, mientras el empleado le llena el depósito, observa que el tío del Mercedes vuelve: “Venía de culo y a toda hostia”. Y el Mercedes se empotra contra su coche, destrozándole la carrocería. El viejo baja del vehículo y, muy tranquilo, se acerca a él y le entrega dos tarjetas donde constan su dirección y la de su abogado. Después se monta en el Mercedes y, antes de alejarse, grita por la ventanilla: “¡En esta vida, amigo, lo que hay que tener es dinero!” El relato termina con estas palabras en las que, con deportividad y humor, el protagonista acepta su sino y su torpeza: “Y comprendí que, desgraciadamente, el capullo tenía razón. Mierda de vida”. En “Nocturnidad, alevosía y descampado”, el autor cumple el sueño de muchos: se encuentra de noche con el tipo que le despidió de la fábrica y le parte la cara. Pero mi favorito es un cuento de amor, como le dije al propio Patxi tras leer el libro: “Parpadeos (Un viaje en autobús)”, donde el protagonista rememora algunos recuerdos dulces y otros amargos mientras viaja en ese transporte público. Es un relato de tono triste en el que podemos vernos reconocidos en ciertos momentos de nuestras vidas. Trece cuentos, en fin, explosivos. El humor ni siquiera falta en el currículum del autor; tras dar noticia de sus publicaciones, concluye con esta frase: “Es más feo que el copón pero tiene novia y dos hijos, los tres guapísimos”.Tras la lectura de “Ajuste de cuentos” rebusqué en mis últimas adquisiciones. Tenía por ahí un antiguo libro de Patxi y era el momento de leerlo: “Atrapados en el paraíso”. Tiene su historia: con el dinero que obtuvo al ganar una edición del Premio de Relatos de Viaje de “El País”, en vez de gastarse en un viaje de placer el millón de pesetas que le entregaban al ganador, optó por irse junto a un fotógrafo al vertedero de Payatas (en Manila) y a Papúa Nueva Guinea. De vuelta, tras pisar el paraíso, pero también el infierno, escribió este libro, que obtuvo el Premio a la Creación Literaria. Son páginas llenas de sabrosas historias: terroríficos viajes en camión o en avioneta, infectos cuartos de baño, puestos de comida donde se reúnen todas las moscas del basurero, bares regentados por enanos, cacerías de cocodrilo o niños que sobreviven de lo que recogen del vertedero. Quiere reeditarlo y ojalá lo consiga.

En el diario La Opinión, de Zamora. (I)

Abr 11, 2009   //   by admin   //   Blog  //  No Comments

Me contaba una persona algunas anécdotas tras su reciente viaje a Egipto. Hubo una que me llamó mucho la atención. En El Cairo, los chavales que persiguen a los turistas para pedirles dinero o venderles algo le llamaban «Antonio Banderas». Quiere esto decir que, primero, identifican con rapidez a los españoles. Y, segundo, que no se puede ser más famoso de lo que es Antonio Banderas. Algunos colegas, cuando me relatan historias de sus viajes a Túnez o a Marruecos, dicen que la gente siempre se sabe el nombre de algunos futbolistas españoles. No es raro que los críos hambrientos canten al turista y al viajero una de esas canciones bochornosas que simbolizan la cara más kitsch de nuestro país. Los chiquillos que rodean al viajero en El Cairo y lo abrasan pidiendo algo (no necesariamente dinero: se conforman incluso con un puñado de bolígrafos), utilizan el nombre del actor español para identificar a la persona con el país y con un famoso. Es como si yo voy andando por mi barrio y veo a un chino y le digo: «Hola, Bruce Lee». Quizá se ofenda, pero lo entenderá. Aunque no debería ofenderse, sino sentirse halagado porque Bruce Lee ha sido héroe de varias generaciones. De la mía, por ejemplo. Yo quería ser Bruce Lee.Unos días después, leyendo un libro de Patxi Irurzun, encontré un pasaje en el que él y un fotógrafo visitan un pueblecito de pescadores de Filipinas y, allí, un muchacho con síndrome de Down les pregunta si conocen a Antonio Banderas. «Es un actor español», aclara el muchacho. Y no se refiere a si saben quién es, se refiere a si lo conocen personalmente. Creo que esa es la auténtica fama. Que ya no se puede ser más famoso de lo que es Antonio Banderas. Cuando conocen tu imagen y repiten tu nombre en los poblados de gente pobre, en lugares remotos donde los muchachos no tienen dónde caerse muertos pero han vivido lo suficiente para verse las películas más exitosas del cine occidental. Porque Banderas, aunque en los últimos tiempos ha encadenado demasiadas películas malas o flojas, fue durante una temporada el centro de atención de la prensa rosa y además es una de las imágenes del cine de Pedro Almodóvar. Pero creo que su fama en tierras remotas obedece a su personaje de Alejandro Murrieta, El Zorro, en dos películas auspiciadas por Steven Spielberg, tal vez el único director de cine cuyo rostro reconocen incluso los indigentes. Todo esto me recuerda un poco a la película «Slumdog Millionaire». Una secuencia simboliza lo que estoy contando. Aquella en la que el protagonista, de niño, encerrado en una letrina pública mientras el actor más célebre de la India llega de visita a su zona, es capaz de evadirse por el agujero de un sencillo retrete y chapotear entre la mierda y los meados para conocer a su estrella favorita y pedirle un autógrafo. Los muchachos que aparecen en el filme son pobres y están hambrientos y se buscan la vida en las calles y no tienen dónde caerse muertos, pero conocen y reconocen a la cara más popular de su cine.Tanto en el libro de Patxi Irurzun como en la citada película o en las anécdotas que me contaron sobre El Cairo, se observa que los pobres aprenden rápido las palabras más socorridas y necesarias en inglés o en castellano para comunicarse con viajeros y turistas. No hay mejores maestros que el hambre y la necesidad. Agudizan el ingenio y uno aprende idiomas sin recurrir a clases particulares ni a profesores de colegio, como hacemos en España, donde tardamos mucho más en manejar un idioma de lo que lo hacen, por ejemplo, los inmigrantes que veo por mi barrio. Estos se aprenden tacos, expresiones y cierta jerga en cuanto llevan cuatro días en el país.

Jose Angel Barrueco

100.000 salidos

Abr 10, 2009   //   by admin   //   Blog  //  No Comments

El blog LA POLLA MÁS GRANDE DEL MUNDO, en el que se narran por capítulos las andanzas de la estrella del cine porno Dick Grande, ha alcanzado en una fecha señalada y de recogimiento como ésta, viernes santo, la cifra de 100.000 visitantes, desde que la abriera en noviembre de 2007. ¿100.000 pajilleros, 100.000 despistados o 100.000 lectores de esos que leen con una sola mano?. Sea lo que sea, gracias a todos.
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