• Subcribe to Our RSS Feed
Browsing "Blog"

«Beethoven, el músico sordo» en la ESO

Nov 23, 2009   //   by admin   //   Blog  //  10 Comments

«Hola, ni nombre es Celia y soy profesora de música en un instituto de Castilla la Mancha y el curso pasado descubrí­ este libro (Beethoven, el músico sordo), me resultó tan atractiva su lectura que ahora lo he puesto como libro de lectura obligatoria para mis alumnos de 1ºy 2º de ESO. La verdad es que siempre acaban su lectura encantados. ¡Enhorabuena!»

No sé si debería, si puedo añadir mucho más a esto. Por cosas así, es por lo que uno encuentra fuerzas para seguir adelante. Habrá a quien decir eso le suene a tópico, allá ellos, que se queden con sus mafias, con sus chanchullos, se escribe para esto, y se escribe por amor al arte, no a la subvención o la palmadita del poderoso en la espalda, a la foto en el periódico, a la tajada de un pastel, mientras a ti te estrellan la tuya en la cara (flipado, me quedo estos días, que ando armando un proyecto, una antología y algunas estrellitas, cuando les invitas a participar las primera palabras que te espetan son «quiero mi parte»)…

A mí, desde luego, esto, el mensaje de esta profesora, y que los chavales se queden encantados (a pesar de ser una lectura «obligatoria») me satisface mucho más que, por ejemplo, una reseña paniaguada en un suplemento (que por otra parte no ha habido, nunca las hay, lo que, a mi entender, le da más valor a que hayan dado con mi libro), o que el adelanto de 600 euros que recibí por «Beethoven» y que probablemente sea el único dinero que me reporte.

Muchas gracias, Celia, pues, por tu mensaje. De todo corazón.

DIOS NUNCA REZA

Nov 22, 2009   //   by admin   //   Blog  //  1 Comment

Este otro libro, Dios nunca reza, tendrá que esperar un poco a ser publicado si no quiero complicarme la vida. Es un diario que escribí el año pasado, durante una mudanza y el embarazo (de mi mujer) de mi hija Malen. Pero ahí va el arranque y de vez en cuando subiré algún que otro fragmento.
Martes, 17 de junio de 2008

Suelo cruzarme con él algunas mañanas, al llevar a mi hijo a la ikastola. Es un hombre de unos cincuenta años -aunque quizás solo tenga 35- con el cabello cubierto de ceniza y el rostro renegrido, quemado por las llamas de algún infierno del que ha conseguido huir a mordiscos, dejándose varios dientes en la refriega. Anda encorvado, con el lomo doblado por -imagino- cientos de noches durmiendo en portales, cajeros, parques, por todo el alcohol trasegado como un veneno, por el peso de demasiados errores y golpes en su vida. Pero también lleva agarrados, cada uno de una de sus manos, al colegio a sus dos hijos, y estos son, sin duda, los dos ángeles que le han traído de regreso.
A su lado, parece un hombre redimido, un padre responsable y cariñoso. Pero, a la vez, todavía sigue pareciendo un vagabundo. Tal vez, por la expresión atormentada de su rostro o por su mirada, esos ojos desde cuyo fondo amarillo parece emerger un cadáver descomponiéndose lentamente.No sé por qué he decidido empezar este diario escribiendo sobre él. Supongo que de lo que se trata es simplemente del traje que lleva, ese traje que le viene grande y dentro del que aparenta sentirse extraño e incómodo. Igual que yo. La hipoteca que voy a firmar, la mudanza, mi trabajo que aborrezco, la compra en el centro comercial (y la cena del niño en el Burger King), los libros que se amontonan sin leer, los discos que ya no escucho, los seis meses que llevo sin hacer el amor con mi mujer embarazada… Ese es el traje que yo llevo puesto desde hace algún tiempo y con el que también me veo a mí mismo ridículo y derrotado. No sé si es lo que llaman la crisis de los 40. Espero que no. Yo todavía solo tengo -dentro de unos días voy a cumplir- 39.

BUSCO EDITOR (Y UN PAR DE NOTICIAS)

Nov 22, 2009   //   by admin   //   Blog  //  2 Comments

Ahora, desde hace unos días, me siento como uno de esos comerciales a puerta fría. Tengo una novela que quiero publicar y, toc, toc, ando intentando convencer a alguna editorial (escribiendoles emails, o enviando copias del libro -como piden algunos, a veces creo que como maniobra disuasoria-) . Otros, me cierran la puerta en las narices, con más o menos buenos modos (y yo no tengo esa habilidad para meter el pie); hay quienes miran por la mirilla y al verme se retiran de puntillas, como si no hubiera nadie; algunos dicen vuelva usted otro día, quién sabe… Es un tarea desagradable, deprimente… Antes, solía guardar las notas de rechazo de las editoriales, para pasarselas por el morro el día que alguno de mis libros se convirtiera en un éxito. Ya no, pero eso no quiere decir que haya perdido la esperanza. Mi novela, amigo editor, puede convertirse en un fenómeno, si usted se arriesga un poco (es algo bruta y bastante guarra).

Por lo demás, para postularme con un poco más de garra, o de gancho, un par de noticias más o menos buenas: Octavio Gómez Milian incluye Ajuste de cuentos entre los diez mejores libros editados en Aragón en 2009 (por autores no aragoneses, eso sí); y mi microrrelato «El escenario del crimen » fue seleccionado entre los 150 finalistas entre los más de 3500 que se presentaron al concurso de microrrelatos del «Museo de la palabra«, el certamen mejor pagado en España (por palabra). Los 7.000 euracos se los llevó otro cuento, eso sí, pero el mío aparecerá, o eso dicen las bases en el libro que se editará con los 150 que pasaron la criba.

Enfin, uno se anima el día como puede.

UNA HABITACIÓN SIN VISTAS

Nov 15, 2009   //   by admin   //   Blog  //  3 Comments

Tengo una colaboración mensual llamada Mi papá me mima, desde hace más de tres años, en una revista de bebés, Guía del niño, y en ella voy narrando las cosillas de mis hijos, H y M. Son cosas como esta:

UNA HABITACIÓN SIN VISTAS

—Si alguna vez tengo un hijo, su cuarto nunca será como este—me decía hace muuuuuchos años, cuando todavía era un crápula que observaba con preocupación cómo a todos mis amigos les daba por reproducirse y, en lugar de invitarme los domingos a sus casas para curarnos la resaca con cerveza y discos de rocanrol, ponían videos de “primeras veces”: el primer eructito del niño, su primera papilla, el primer cambio de pañal de papá… A ellos todo aquello les parecía muy emotivo, pero no era lo más apropiado para el estómago de un trasnochador, así que siempre llegaba un momento en el que muy educadamente yo decía: —Voy a cambiar de agua al canario—, y salía al pasillo, donde a menudo acababa confundiendo la puerta del baño con la del cuarto de los horrores, uy, perdón, quiero decir con la habitación del niño.
—¿Estará dormido o es que no se atreve a abrir los ojos?— me preguntaba entonces alarmado, acercándome a la cuna, porque no me explicaba cómo la pobre criatura podía conciliar el sueño con todos aquellos peluches mirándole fijamente desde las estanterías — que más bien parecían las gradas del fondo sur de un estadio de fútbol—.
Yo, al menos, cuando volvía a casa tenía pesadillas en las que veía al monstruo de las galletas comiéndose a bocados mis discos preferidos. Y era entonces, al despertar, cuando me juraba muy digno que no, que si alguna vez tenía un hijo, su habitación sería de estilo minimalista, y que juguetes los justos, “porque luego los niños se vuelven caprichosos y no saben valorar lo que cuestan las cosas”.
¡Qué inocente era! Pensaba que los domingos iban a ser siempre ese día de la semana en que podías dormir hasta las tres del mediodía. Pero después llegó mi hijo H, y así supe que del mismo modo que los niños no distinguen los días de labor de los de fiesta, los padres de los niños no pintan demasiado en sus habitaciones, y estas se van convirtiendo casi sin que uno se de cuenta en pequeños almacenes, en los que se amontonan todos los juguetes con los que tíos, abuelos y amigos dejan constancia material de lo mucho que quieren a tu niño y de lo poco que saben los metros cuadrados que tiene tu piso. Malen y yo, de todos modos, tenemos suerte, le hemos enseñado a H a aparcar en batería sus correpasillos, bicis, minimotos, etc, y así justo delante de la ventana, queda un hueco en el que hemos podido apilar unas cajas en las que guardamos la mayoría de los trastos. Aunque también ayuda mucho que en realidad con lo que a H le gusta jugar es con un palito que el otro día cogió en el parque —bueno, él dice que es una varita mágica— y con el que consigue que todos los juguetes del mundo quepan en su cuarto.

REIVINDICACIÓN DE RAMONCÍN (O «EL CAPACICO DE LAS HOSTIAS»)

Nov 15, 2009   //   by admin   //   Blog  //  5 Comments

Eso sí que no. Una cosa es que Ramoncín se haya convertido en el muñeco del pimpampúm para el 90% de la población, y otra que eso de derecho a la gente a mentir e inventarse cuanto le venga gana. Será que el odio colectivo ciega a la peña, pero te pones a leer los comentarios sobre las noticias en las que se menciona al que fuera el rey del pollo frito, y parece que este no ha llenado, por ejemplo, nunca el pabellón Anaitasuna -en Pamplona- con una multitud a sus pies coreando su nombre -Ramontxo, Ramontxo, y el otro agitando una ikurriña- ni que nadie ha cantado nunca a grito pelado nunca sus «Litros de alcohol, corren por mis venas, mujer»… Aquí hay un episodio de amnesia colectiva, o de mala fe, o de ignorancia supina, pero Ramoncín es un pedazo importante de la historia del rocanrol en castellano, y que lo niegue cualquiera que haya escuchado «Muerte en Putney Bridge«, o «Como un susurro» o «Ángel de Cuero» o «El Chuli«, así podemos seguir y no parar…
Después está (y para mí eso, al lado de cualquiera de sus discos, al menos hasta el Ramoncinco, tiene muchísima menos importancia), la imagen pública que él se haya forjado, o le haya forjado el imaginario popular, que se esté más o menos de acuerdo con algunos usos y abusos de la SGAE (colarse en bodas, por ejemplo), asociación por la que él ha dado la cara (o más bien, da la impresión de que lo han puesto al frente para que se la partan, que es lo que creo que ha hecho siempre, por otra parte, Ramoncín: cuando se la pintaba, en los albores del punk patrio, o cuando se operó una nariz que era un icono, o cuando fue jurado de un programa –OT– contra el que había firmado un manifiesto).
Yo he sentido siempre debilidad por Ramoncín, lo reconozco, por su música, en primer término, pero también por ser o dar la impresión de ser un hombre-hecho- a-sí mismo, un chaval de barrio que se merienda el mundo, sin complejos, hasta con chulería, porque puede, porque sabe hacerlo, por su pico de oro, por todo lo que ha tenido que ver y oír, jugando al billar, por ejemplo en La Bodeguilla, o en los camerinos de Crónicas marcianas… Ramoncín es, ahora que lo pienso, un pedazo no solo de la historia del rocanrol en España sino de la Historia reciente, sin apellidos (la democracia, la Transición, todo ese cuento). Me encantaría escribir una biografía sobre él. Me fascina. Y estoy seguro de que hay muchos más que piensan algo parecido, que le guardan la fidelidad que se debe a aquellos que han compuesto parte de la Banda Sonora de tu vida, pero callan como perros porque es lo que hay: Ramoncín es hoy el muñeco del vudú colectivo, el capacico de las hostias, y ponerse de su parte te convierte a ti también de algún modo en lo mismo.
Por lo demás -esto sería muy largo de contar, y entraríamos en muchas contradicciones: ¿quién no se ha descargado alguna vez un disco? Yo creo que hasta Ramoncín-, yo decía, estoy a favor de la cultura libre, por supuesto. Y de la vivienda libre, y de la alimentación libre, y ya puestos me gustaría ver a tanta gente como la que descarga/mos discos pegando patadas en las puertas de viviendas desocupadas, o llenando los carros en El Corte Inglés y pasando por las cajas sin pagar y, sobre todo, reventando los bancos y llevándose el dinero a espuertas.
Pero como eso no va a pasar, me conformo con que alguno de esos que escriben en los foros o en los comentarios de los periódicos digitales cosas como «Pero este Ramoncín, ¿de donde ha salido?», se baje «Barriobajero«, o «Corta» o «Arañando la ciudad«, y que después diga lo que tenga que decir, con conocimiento de causa (y un poco de buen rocanrol en el cuerpo).
Páginas:«1...253254255256257258259...283»
ga('create', 'UA-55942951-1', 'auto'); ga('send', 'pageview');