Al Spiderman de la Avenida Carlos III el traje de hombre-araña, que se ha comprado en los chinos, le tira de la sisa, se le mete por la raja del culo, le marca varias lorzas en la barriga… Es ridículo y hasta da un poco de grima, pero, a la vez, esos son sus superpoderes.
-Mira a ese gordo- se ríen los adolescentes, y le escupen o le insultan y entonces él los persigue torpemente y simula lanzarles una tela de araña extendiendo sus dedos como pollas fláccidas (los pequeños cabrones se quedan entonces flipados, desconcertados, porque al final ese friki se ha quedado con ellos, los ha neutralizado) y al ver la escena, la gente que pasa se descojona viva y le llena la gorra y así es como Spiderman puede seguir pagando la hipoteca y el coche y haciendo planes para irse en Semana Santa a Port Aventura con su mujer y sus hijos, que no tienen ni idea de que hace ya varios meses lo despidieron de la Caja.
Spiderman, de hecho, sigue levantándose cada mañana, y poniéndose el traje gris, el abrigo azul y la corbata roja –como la que llevaba EG el Día de la Presentación de Resultados- y cogiendo la misma línea de autobús hasta el centro, pero ahora, en lugar de dirigirse hacia su oficina, entra en los baños de una cafetería que hay enfrente, sale vestido de hombre araña y se coloca en la puerta del edificio central de la Caja de Ahorros -la nave nodriza-.
Nadie lo ha reconocido nunca. Quizás, tan solo, su hijo, aquella tarde que la familia pasó por delante y el niño se detuvo y le miró con cara de melón, pero solo fue un momento, enseguida su madre gritó “¡Deja de mirar a ese pobre hombre!” y lo arrastró hasta un Zara que había unos metros más adelante y después, por la noche, el niño estrenó pijama, con un dibujo de Superman.
-¿Pero a ti el que te gustaba no era el hombre araña?- preguntó Spiderman entonces, algo mosqueado.
-Ya no- contestó el niño, y también se negó a darle un beso de buenas noches “porque te rasca la barba, papá”, dijo.
Desde entonces Spiderman sospecha que el niño lo ha desenmascarado y que se avergüenza de él, pero se consuela pensando que algún día lo comprenderá todo y estará orgulloso de su padre, será por fin su superhéroe, o si no que, al menos, sentirá el mismo vértigo que él siente ahora, cuando mira dentro de sí mismo y ve emergiendo desde lo más profundo, como una bola de fuego o un vómito, las ganas de mandar todo a tomar por culo y entrar cualquier día a la Caja con una garrafa de gasolina o una bomba, y que se jodan los alienígenas.
Los mierdas de sus excompañeros de trabajo, por cierto, tampoco lo han reconocido nunca. A Spiderman le da mucho asco verlos entrar y salir de la nave nodriza, porque ninguno de ellos movió un dedo cuando lo botaron, y porque ahora cuando pasan junto a él también lo esquivan, evitan el contacto, como si fuera un leproso –o un pobre, un parado, que es peor-y pudiera contagiarles la mala suerte. Pero a la vez, ahora que puede mirarlos desde fuera, que ha dejado de estar abducido, le alivia no ser uno de ellos, haberse desprogramado, dejar de escribir todo en mayúsculas, Obra Social, Banca Cívica, EG -así se refieren al Director General, por sus iniciales -, de hablar su jerga, proactivo, ok, implementar, “malditos marcianos”, piensa, y vuelve a sentir el vértigo, porque sabe que tarde o temprano lo hará, tiene que hacerlo, entrará a la nave nodriza y hará una escabechina, quizás sus excompañeros se libren, después de todo son prescindibles, piezas de la maquinaria que no importan a nadie, sí, quizás vaya directo al despacho de algún director adjunto, o del propio EG, la abeja reina, o quizás irrumpa en algún Consejo General, y agarre por el cuello a la alcaldesa o al presidente de la Comunidad, o a alguno de los traidores de los sindicatos, y se suba con él a la azotea, hay que hacerlo pronto, porque cada vez son más las naves nodrizas, cerca de la Avenida Carlos III hay otras tres, el edificio de Hacienda y El Corte Inglés y las oficinas del Diario, sí, Spiderman sabe que solo entonces los enemigos comprenderán que no va ser tan fácil, que un hombre puede ser muy peligroso cuando lo tratan como a una mierda o como a un loco, cuando hacen que sus propios hijos se avergüencen de él, sí, Spiderman lo sabe, el mundo libre lo necesita, y también sabe que el día que se cargue a uno de esos hijosdeputa, esa será la señal para la Revuelta, para que los hombres y mujeres de la Resistencia, por fin, dejen de ser células dormidas y se levanten contra la invasión de los putos alienígenas.