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ABRIENDO ‘CARNE CRUDA’ & EN UN DIBUJO DE KALVELLLIDO

May 18, 2012   //   by admin   //   Blog  //  No Comments

Hoy estoy que lo flipo. Javier Gallego ‘Crudo’ ha abierto su impresicindible programa de radio, Carne Cruda, contando la conversación que mi hijo y yo mantuvimos el otro día y que relato un par de post más abajo.
La cosa ha sido así: ayer, tras oír fielmente su programa se me saltó alguna lagrimilla, después de que él hiciera una estupenda crónica de una encerrona policial que sufrió en una cacerolada, en Madrid. Crudo consigue siempre emocionarme, o sublevarme, o hacerme reír, y eso es impagable, pero yo quise agradecérselo al menos, y le envié un email para ello, en el que le contaba esa conversación con mi hijo en otra mani.

Abajo está el podcast en el que tengo el felicérrimo placer de abrir el programa (bueno, mi hijo). No hay más que pinchar la flecha y salimos durante un minuto y medio. Y para rematar la jugada, cuando estoy colgando ya este post. me encuentro con que mi gran amigo Kalvellido ha ilustrado la charla con uno de sus magníficos dibujos. Da gusto tener amigos así. Me hacen feliz y estoy muy orgulloso de ellos.

                   
                                                                                                               

                   

               

DIOS SIGUE SIN REZAR

May 14, 2012   //   by admin   //   Blog  //  No Comments

Reboto este post del blot Tentativa (s) en el que se menciona mi dietario Dios nunca reza y se reproduce un párrafo del mismo, sobre el que el autor hace algunas interesantes reflexiones:

 ELECCIONES

Hace algunos días discutíamos con dos amigos sobre la imágenes de los perfiles en las redes sociales, sobre la elección de las imágenes con que nos identificamos en las redes, más bien. La superficialidad, las exageraciones, las poses, el divismo: el autobombo. Si algunas de esas imágenes representan algo en particular, tal vez algún aspecto de nuestras personalidades o si quizás formaron parte de algún momento importante de nuestras vidas.
Una conversación distendida, entretenida, con la profundidad y la seriedad de cualquier charla de café. En un momento determinado nos reímos de uno de ellos -de las imágenes que suele usar en sus perfiles-. Nos preguntamos por qué algunas veces elegimos esos símbolos grotescos para que nos representen. Si es que realmente nos identificamos con ellos, nos parecen ocurrentes o si por lo menos nos gustan. No obtuvimos ninguna respuesta satisfactoria a esos cuestionamientos y dejamos el tema concluyendo que la elección de la imagen era banal. Quien escoge un símbolo ridículo es porque se pasa la consigna por el forro y se ríe de todo eso -se dijo-.
Como suele pasar siempre la respuesta más adecuada a un interrogante cualquiera nos llega cuando menos lo esperamos. Hoy, releyendo un libro de Patxi Irurzun que me gusta mucho, encontré un párrafo que me susurró una respuesta posible:
Y he recordado también la última vez que escuché esa canción -tal vez esa ha sido la fisura que ésta ha encontrado para herirme -, fue en una proyección de diapositivas que nos hizo en el trabajo Iñaki Otxoa de Olza, el montañero que falleció hace unos meses en el Himalaya. Le invitó un compañero, amigo íntimo del alpinista, un compañero que lo único que pretendía era que mi jefe se rascara el bolsillo para la siguiente expedición de Iñaki (por supuesto, mi jefe no lo hizo, aunque luego, cuando él murió, se sumó al coro de plañideras y escribimos en la revista un artículo muy emotivo, mencionando los proyectos que el montañero tenía en mente -un artículo que ni siquiera escribió su amigo, mi compañero, porque lo acababan de despedir-).
El caso es que Iñaki nos habló de sus sueños, de lo que significaba para él la montaña, de los compañeros que había visto caer desde el techo del mundo, de las veces que él había estado a punto de hacerlo y cómo se había levantado. Yo le escuché con cierta desconfianza, nunca me ha atraído el frío, la nieve, el sufrimiento como superación, desafiar a la muerte por placer, cuando hay tanta gente que tiene que pelear por no perder la vida cada día.
«¿Qué significan esos aros que llevas en las orejas, cada uno es un ochomil?» fue lo único que se me ocurrió preguntarle. Iñaki dijo: «No en realidad no significan nada, simplemente me gusta llevarlos, sirven para definirme, para que determinadas personas vean que no tengo nada que ver con ellas», contestó. Para definirse, posicionarse, enfrentarse, ponerse en guardia frente a los enemigos… Esas eran sus armas. *
Pequeña conclusión y paráfrasis: Hasta que no lo necesité, el párrafo había sido casi invisible. De algún modo todos los que hacen bien su trabajo son invisibles. En una cultura que nos exige vivir en los medios y en las redes, la invisibilidad es un don. Algo de ese espíritu vive en los escritores que me gustan -los que elijo-, esos que no salen a buscarte desde monstruosos aparatos editoriales sino que se los encuentra, finalmente, cuando son necesarios.

¿HEMOS GANADO LA PROTESTA, AITA?

May 13, 2012   //   by admin   //   Blog  //  4 Comments
A la sombra se pueden tirar pedos. Sí, ya, parece la frase de una niña de tres años, lo parece porque lo es, me la dijo el otro día mi hija, en esa especie de literatura automática y oral que practican los niños:»Sabes, aita, a la sombra se pueden tirar pedos». Yo al principio no lo entendí muy bien, pero dándole vueltas he llegado a la conclusión de que eso es lo que está pasando, a la sombra, en la oscuridad más impune, han estado algunos soltando todos sus gases tóxicos, atufándonos y ahogándonos al resto, que no sabíamos de donde venía el pufo pero lo sospechábamos (o sí lo sabíamos, pero por educación, o por ingenuidad, esperando que los autores reconocieran sus «fetidocherías» no decíamos nada).

Aquí cualquiera puede pederse y levantar por el aire hasta su cartera fajos de billetes, o pintarse como una campeona del juego limpio cuando huele a mierda que tira patrás (el sábado pasado en una revista de esas de mujeres de los sábados en las que descubro cuál no es mi lado femenino, salía la ¡presidenta, presidenta! de Navarra diciendo con todo su morro que se había bajado el sueldo un 40%, y callándose por supuesto toda la bufa -que es un widfor de esos silenciosos que se tiran a ver si nadie se entera- de las dietas ocultas de la CAN, a las que renunció solo porque alguien , un periódico, sí se enteró y todos supimos entonces que aquello olía muy mal.  Después, de repente, la señora se convierte en paladina de la austeridad, lo proclama a los cuatro vientos, y lo malo es que algunos se lo creen y otros le creen porque les conviene y todos se olvidan de aquello de que el primero lo siente debajo lo tiene).

Pero es solo un ejemplo más.  Políticos, banqueros, jueces… Son toos unos pedorros, y si los señalas te conviertes en un perroflauta, o parece que te has quedado anclado en los 80 entonando estribillos de Eskorbuto o de La Polla Records. Hasta eso han conseguido, que uno se sienta un simple*, o le de vergüenza salir a la calle a gritar algunas cosas, de puro obvias que son… ¿Hemos ganado la protesta, aita?, me preguntaba ayer mi hijo mayor, después de la mani. «Todavía no, hijo», le contesté yo, porque qué iba a decirle, cómo contestarle que todavía queda mucho por hacer y aún parece que no somos suficientes o igual todavía no sabemos si el camino es el adecuado, cómo hacerle ver sin que tu cara delate que no te lo crees ni tú que todavía falta un buen trecho hasta que los responsables de todo este chandrío paguen en lugar de cobrar  por lo que han hecho y sus pedos se los tiren, de verdad, a la sombra.

*De hecho, hay un «¿Hemos ganado la protesta, aita?, segunda parte», pero tengo que ponerlo aquí, en una nota al pie porque   me da no sé qué exponerlo, no parece de verdad, me pregunto si sonará ñoño, o si conviene esta candidez, este jipismo, pero juro por mi hijo, que es quien lo dijo, que es cierto:

-Entonces ¿hemos ganado la protesta o no, aita?
-No, todavía, no. Pero cada vez hay más gente protestando por todo el mundo.
-Entonces ¿el mundo será ahora del color de las personas?

Me lo hubiera comido a besos

EL BANCO / EL MONSTRUO

May 11, 2012   //   by admin   //   Blog  //  No Comments


Miércoles 18 de junio de 2008
Creo que todavía hay algo que me irrita más que que los bancos me roben mi dinero. Que me roben mi tiempo.  Como si éste no valiera nada. Es igual que cuando iba a sacarme la tarjeta del paro, te volvían loco con los papeleos, recorrías la ciudad en busca de certificados, justificantes, recibos. Tú eras un desempleado, un desocupado y eso quería decir que tenías todo el tiempo del mundo para dedicarte a hacer colas,  para acostumbrarte a que te trataran como a un fardo de carne.
En los bancos sigues siendo ese fardo de carne, pero encima te hacen picadillo.
Esta mañana mi mujer y yo hemos estado cancelando las cuentas vivienda, ordenando transferencias para pagar al constructor… En realidad ya estuvimos haciéndolo hace dos días, pero alguna de las operaciones nos puede perjudicar en la próxima declaración de hacienda. Eso hoy, hace dos días no había ningún problema, fue lo que dijo la chica que nos atendió. Pero ayer por la noche llamó el director  (supongo que habría revisado los movimientos al ver que nos llevamos la hipoteca a otra entidad) y esta mañana hemos tenido que volver  a pasar por la oficina, antes de ir a trabajar (por supuesto, hemos llegado tarde). Nos ha atendido otra empleada que no sabía nada del tema y que en lugar de ponerse a solucionar el problema se ha dedicado a defender a sus compañeros. «Las operaciones efectuadas ya no tienen vuelta atrás», ha dicho, da igual que su compañera no nos hubiera explicado sus consecuencias. Me he acordado de  Las uvas de la ira, de Steinbeck: «Lo sentimos. No somos nosotros, es el monstruo. El banco no es un hombre. Fíjate que todos los hombres del banco detestan lo que el banco hace, pero aún así el banco lo hace. El banco es algo más que hombres, créeme. Es el monstruo. Los hombres lo crearon, pero no lo pueden controlar«.
Al oír a la chica, Malen ha roto a llorar de pura rabia. Con el embarazo sus sentimientos son como burbujas que emergen y explotan sin control. Yo, al verla así, he tenido ganas de volcar la mesa, dar gritos, abofetear a esa empleada, pero no podía, seguramente ella también odia al monstruo, pero su obligación es alimentarlo con nuestro dinero; el monstruo no puede parar de crecer, porque si dejamos de hacerlo tal vez nos devore a todos…
Aunque lo peor de todo no ha sido eso, lo peor de todo es que después he tenido que ir a la oficina. Trabajo en una agencia de comunicación (suena bien pero solo soy un mileurista). Escribo anuncios, cartas, discursos para el director de… el mismo banco que me roba mi dinero y mi tiempo. Me dedico a maquillar al monstruo, a disimular el hedor de sus tripas digiriendo carne humana, trato de taparlo con palabras como obra social, solidaridad, compromiso… Sí, mi trabajo apesta, más que cuando trabajaba como barrendero, entonces recogía basura, ahora la esparzo envuelta en papel de regalo (ecológico). Pero prefiero eso a volver a vacíar papeleras,  a la fábrica o  la cola del INEM…»Y después de todo, yo no tengo la culpa, la culpa es del monstruo», intento justificarme. Pero no me lo creo ni yo.
De «Dios nunca reza». Patxi Irurzun. Alberdania, 2011.

IMAGINAD, DESOBEDECED

May 7, 2012   //   by admin   //   Blog  //  1 Comment


Lo que yo quería era escribir un cuento de ciencia ficción, con ministerios patrocinados que ya no se llamarían Ministerio de Sanidad, sino Ministerio McDonalds, por ejemplo, pero en la tercera línea ya me di cuenta de que eso no tenía nada de futurista; eso podía decretarse cualquier viernes terrible de estos. Así que empecé a imaginar qué más podíamos hacer. Indignarse estaba bien, pero no era suficiente (o quizás no se había tomado al pie de la letra la definición de la RAE: Indignación: Enojo, ira, enfado vehemente contra una persona o contra sus actos). Y seguí pensando. Seguí imaginando. Mientras lo hacía, en la radio, el ministro BBVA (al que antes llamábamos de Economía y Hacienda), decía en el congreso —aunque más bien parecía que estaba en una taberna—: “Pero ustedes qué quieren,  reinventar el sistema financiero”, y lo peor no era el tono despectivo, burlón, desafiante, casi gansteril en que hablaba, sino que lo hacía como si aquello fuera irrebatible, y de hecho lo fue para aquel a quien se dirigía, alguien que, supongo, para lo que en el fondo estaba allí o a lo que aspiraba era a sentarse un día en el sillón del Ministerio Repsol, CASA o alguno parecido…De lo contrario podía haber replicado:
—Claro, eso es precisamente lo que pretendemos: reinventar, imaginar. A eso es a lo que deberíamos ponernos ahora. Ya nos hemos quejado todo lo que hemos podido —o quizás no, solo lo que nos han dejado—, pero no es lo único que vamos a hacer, también tenemos alternativas, o igual no las tenemos todavía, pero al menos sabemos que las hay, que puede haberlas, que debe haberlas. Nos imaginamos que hay alternativas, y eso es lo vamos a empezar a hacer: imaginarlas, ponernos a pensar en ellas.
Suena vago, claro. Además,  en realidad yo, en particular, no tengo ni idea de cómo se puede reinventar el sistema financiero, económico, las relaciones sociales y laborales… Nos hemos indignado, más o menos, pero esa indignación no puede ser indiscriminada, ni vaga (“ellos”, “el sistema”, “el capitalismo”…) y también debe incluirnos a nosotros mismos. Deberíamos indignarnos por habernos indignado, únicamente, porque detrás del grito no haya siempre palabras, argumentos, propuestas. O por dejar estas en manos de otros. El sistema financiero se puede reinventar, claro que sí,  de igual modo que se puede reinventar el sistema político, la democracia, la partidocracia… Hay también una responsabilidad que no puede ser eludida en quienes dieron el voto a los partidos que nos están desgobernando. Lo están haciendo porque unos cuantos millones de personas se lo han pedido, o al menos se lo han consentido.
Es su responsabilidad, y es también la de quienes no los hemos elegido ni nunca hemos confiado en ellos: seguir imaginando, reinventado. 
Todo eso, por supuesto, no quiere decir, como al parecer se pretende, que mientras tanto seamos nosotros quienes tengamos que cargar con todo el peso, que caiga sobre nuestras espaldas toda la responsabilidad y las consecuencias de esto que llaman crisis y que en realidad es un expolio. La indignación, pues, debe  seguir, entre tanto (mientras imaginamos un mundo mejor), y ajustarse a su valor etimológico, dando un paso al frente, por vías vehememente imaginativas como la desobedencia:  los médicos navarros que anteponen la deontología a los decretos leyes y que han dicho que atenderán a sin papeles; el impago en peajes y metros con precios abusivos… La desobediencia es también una manera de reinventar, de imaginar, y puestos a imaginar, yo me imagino por ejemplo manifestaciones en las que, ya que pretenden que no podamos encadenarnos con los brazos rodeemos nuestros hombros, o incluso hagamos la conga (porque tampoco podemos sucumbir al miedo o la tristeza). Y la insumisión fiscal, el plante al repago sanitario, la okupación de sillas con taxímetro para acompañantes de enfermos…
Lo que yo quería era, en definitiva, escribir un cuento de ciencia ficción, y al final parece que me ha salido un panfleto, dirán algunos, pero me parece, creo que eso es lo que toca, lo que hay que hacer, antes de que sea tarde, antes de que la realidad supere la ficción y solo sean personas con derechos aquellos que tengan la tarjeta de El Corte Inglés.
Patxi Irurzun
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