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VICENTE & PATXI

Abr 16, 2013   //   by admin   //   Blog  //  1 Comment


Me gusta esta foto. Somos Vicente Muñoz y yo, creo que en la fiesta por la segunda edición de la antología bukowskiana que publicamos juntos, Resaca/Hank over. Se nos ve satisfechos, hermanados, quizás un poco exhaustos, pero enormemente felices. Vicente y yo nos conocemos desde hace miles de años, hemos intercambiado cartas primero, libros, fanzines, proyectos, después emails, compartimos este blog… Nos hemos visto algunas veces, no demasiadas, no al menos todas las que nos gustaría, pero siempre hemos sabido el uno del otro. Hemos hecho casi todo el camino juntos y seguimos en él. Aunque a veces nos perdamos de vista, siempre sabemos que el otro continúa adelante. El camino suele transcurrir soterrado, subterráneo, a veces por elección propia pero otras, muchas, quizás demasiadas también porque no nos han dejado sacar la cabeza, salir a respirar,a gritar que el aire nos pertenece a todos. Este fin de semana, sin embargo, Vicente y yo y nuestros libros, hemos aparecidos juntos, reseñados en XL Semanal, un mass media, uno de esos lugares en los que no hay sitio para nosotros, una de las fiestas a las que nunca nos invitan. Todo, probablemente, quedará ahí, y nosotros tengamos que seguir caminando por los márgenes, sin desfallecer y de frente. Pero verme ahí, junto a él, me ha gustado también, me ha recordado esa foto, me ha parecido también que tenía algo de esa hermandad y de esa satisfacción por el trabajo realizado, y ha reafirmado la admiración y la amistad tan profundas que siento por Vicente, a quién tanto debo y de quien tanto he aprendido (el tesón, la lucha, la curiosidad, la inquietud…), a quien tanto deben tantos, que se merece mucho más, aunque sea difícil tener más que lo que él tiene. Un abrazo fuerte, mi amigo, seguimos juntos on the road

MÁS DE UN MILLÓN DE PERSONAS CON PELUCA (Salimos en XL Semanal)

Abr 12, 2013   //   by admin   //   Blog  //  2 Comments



Este fin de semana salimos reseñados en el XL Semanal, que según la OJD es de largo el semanal con más tirada (más de un millón de ejemplares, oiga). Un lujo asiático, que se acrecenta sin duda alguna por la compañía (junto a ‘La tristeza de las tiendas de pelucas’ también aparece el maravilloso poemario ‘Animales perdidos’ de mi gran amigo y compañero on the road desde tiempos inmemoriales, Vicente Muñoz Alvarez, y por la firma del reseñista, el gran David Benedicte, nuestro caballo de troya fuera del subsuelo. ¿Qué más se puede pedir? (Bueno, quizás que al menos una de cada mil de ese millón de personas se compraran el libro, y así me hacía el mes).

ENCIERRO TXIKI

Abr 11, 2013   //   by admin   //   Blog  //  No Comments

Mi última colaboración para blogsanfermin.com

ENCIERRO TXIKI
Patxi Irurzun
Le metió un viaje… Desencajonaban las cabricas, como las llamaban algunos, de un camión aparcado de culo al final de la Estafeta, pero esos a los que les parecían tan inofensivas las vacas del encierro-txikitenían que haber estado allí, cuando una de ellas salió dando brincos, como un misil norcoreano y se llevó a Natxo por delante, lo tiró al suelo y le partió la clavícula en varios cachos. Cabricas tu puta madre.  Yo solía aprovechar para visitarle en el hospital cuando por las mañanas iba a ver a mi madre, a la que habían operado de un desprendimiento de retina. Mi madre, que tenía un parche en el ojo que daba a la puerta, decía que sabía cuando llegaba yo por el olor a cuadra que me precedía. Eran algunos de aquellos sanfermines fundacionales, en los que por primera vez íbamos sueltos, y la ropa olía a petardos, champán de doscientas pelas la botella, humo de fortunas sueltos, hierbín y acera, zapatillas y calzoncillos de adolescente priápico…
El marido de la compañera de habitación de mi madre tenía el olfato aún más fino: a Arcadio, que así se llamaba, lo oía saludarme cuando todavía yo estaba por  la Avenida Bayona, y aún creo yo que le oirían también en Artajona, de donde era natural.
—¿Qué tal las vacas hoy, muete, se ha descacharrao algún otro? —gritaba, y se reía, los dos se reían, también mi  madre, les hacía mucha gracia eso del encierro txiki.

Los padres de entonces eran unos inconscientes, nos dejaban entrar a correr solos y sin poner demasiadas pegas, hasta un poco orgullosos.  A todo el mundo le parecía tan normal todo aquello, bah, total son cabricas, bah, así van haciendo cantera, cuando la realidad era que había allá unos terneracos de sesenta kilos de peso abriéndose paso a cabezazos entre una multitud de críos cagados de miedo, un sálvese sin pueda sin primero los niños, en fin, varias clavículas y fémures rotos en plena época de estirones (Natxo, de hecho, no creció mucho más, no sé si tuvo que ver algo el viaje que le metió aquel bicho o las  mierdas que empezamos a beber por aquella época: kiwi con vodka, patxarán con naranja, bulumbas… ).
Hoy algo así sería impensable. Todos los niños y niñas llevarían sus cascos reglamentarios, la mayoría de ellos correrían de la mano de sus progenitores y la mitad de estos harían cola después del encierro en vez de para comer churros de la Mañueta para poner una demanda al ayuntamiento. Que me parece todo dabuten, porque aquello era una burrada, muy castica, pero una burrada, claro que ahora los niños también juegan en la nintendo a masacrar gente o tienen que ver pasar vestidos con chistera o traje de roncalesa a delincuentes y tampoco pasa nada.
Eran otros tiempos (gesto melancólico y patéticamente viejuno al leerlo) y yo todavía tardaría muchos años en saber que priápico quería decir que te pasabas la vida empalmado.

YO SOY JEAN LAFITTE

Abr 6, 2013   //   by admin   //   Blog  //  No Comments


Javiero Etxeberria me pidió que escribiera algo sobre la canción Jean Lafitte, cuya letra escribí para el grupo Vendetta, y esto es lo que salió:

Yo soy Jean Lafitte

por Patxi Irurzun


La historia, ya se sabe, está escrita siempre por lo vencedores. A los demás nos quedan los cuentos, las leyendas, la poesía… Y las canciones. La historia de Jean Lafitte, un pirata, un libertario, alguien que nunca fue vencido ni sometido, no tiene, pues, dueño, y por eso algunos afirman que nació en Baiona, donde nacían, entre montañas azules y mares verdes, los corsarios, y otros que lo hizo en Haití, o en Nueva Orleans, junto a la casa del sol naciente, allá donde se hizo pirata. En nuestra canción Jean Lafitte es sin lugar a dudas un pirata vasco, porque los vascos, como diría Marc Legasse, nacen donde quieren, allá donde sobre sus cabezas no haya una bota ni la sombra amenazante de una bandera ondeando (incluso si esa bandera es la propia bandera). Jean Lafitte es vasco como lo son Buenaventura Durruti, The Clash o Emiliano Zapata.
Como a la de tantos otros piratas, a la cabeza de Jean Lafitte le pusieron precio los que escriben la ley (o lo que es lo mismo, la historia), aquellos que no entienden que hay cosas como la libertad a las que no se puede poner precio. Puestos a poner precio, Jean Lafitte doblaba el valor de la recompensa y ofrecía 1500 guineas a quien le trajera la cabeza del gobernador de Nueva Orleans. 1500 y un barril de ron.
Las tripulaciones piratas las componían casi siempre los desheredados de la tierra, los muertos de hambre, los marginados, los descreídos, los malditos, los nadies, aquellos que solo podían vivir, a los que solo dejaban vivir en el mar, donde no existían fronteras ni dueños ni credos ni otra ley que la de las mareas, el viento, el sol y las tormentas. Los piratas únicamente bajaban de sus barcos para despojar a los poderosos y a quienes agachaban la cabeza ante ellos o, en ocasiones, para intentar fundar sociedades libertarias. Cofradías de piratas, como los hermanos de la costa, intentaron establecerse en tierra, en pequeñas islas como Tortuga, y vivir rigiéndose por una especie de socialismo utópico, algo impensable en el seno de las naciones. Los piratas nombraban a sus propios capitanes, repartían equitativamente los botines, gozaban de libertad para abandonar la hermandad… (se adelantaron, persiguiendo el sol, a su época, aunque tampoco lograron desprenderse de otros lastres de la suya, y en las sociedades piratas las mujeres no tenían ningún derecho, y los esclavos no eran personas sino parte del botín —el propio Lafitte fue en alguna ocasión traficante de esclavos, pero eso es lo que cuenta la historia, y no nuestra canción—).
La isla Utopía de Jean Lafitte se llamó Barataria, un pequeño reino que estableció en la bahía de Nueva Orleans, en la desembocadura del Misisipi, entre las ciénagas, los caimanes y los hombres libres y salvajes. No es casualidad que Barataria sea también el nombre de la isla cuyo gobierno otro idealista, otro vasco, Don Quijote, ofreció a su escudero. Ni tampoco que Lord Byron, el poeta romántico, el inquieto revolucionario, se inspirara en Jean Lafitte para escribir su poema ‘El Corsario’. Como no lo es que haya quien afirme que buena parte de lo obtenido por nuestro pirata en los abordajes fuera a parar a una cuenta de un banco en París abierta a nombre de unos jóvenes desconocidos llamados Karl Marx y Friedrich Engels para sufragar la edición de un libro titulado “El manifiesto Comunista”.
Hay decenas de leyendas atribuidas a Jean Lafitte: hijo de una judía española sefardí perseguida por la Inquisición, dandi y vividor en Luisiana, cartógrafo en Arkansas, desaparecido misteriosamente en la península de Yucatán… Probablemente el propio Lafitte, antes de que otro escribiera su historia por él, se encargó de lanzar al viento todas esas leyendas, para que los demás lo recogiéramos y las recreáramos y con ellas un mundo que nos pertenezca y que nunca puedan arrebatarnos. Para que reescribiéramos nosotros la historia con nuestros cuentos, nuestras poesías… Y con nuestras canciones.

Conocí al escritor Patxi Irurzun hace muchos años cuando los dos trabajábamos en una fabrica de porcelana. Allí pasábamos mañanas, tardes y noches, hasta algún fin de semana cuando tocaba, entre platos, fuentes y tazas de café…. Más tarde la empresa cerró sus puertas y los dos seguimos nuestro camino con nuestras inquietudes artísticas a cuestas y volviendo a trabajar en cualquier agujero laboral cuando la necesidad económica lo ha requerido. El año pasado me puse en contacto con Patxi con la idea de hacer una letra para una música totalmente tabernaria en la que estaba trabajando. Así nació Jean Lafitte, una de las canciones incluidas en el tercer disco de Vendetta «Fuimos somos y seremos». El resultado no pudo ser mejor y me ha encantado volver principios del siglo XIX y poder cantar desde un rincón de una oscura taberna de New Orleans las correrías de ese viejo Bribón.

Javiero Etxeberria (Vendetta)
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