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(Crónica publicada en Gara)
Atxaga y los niños que acompañaron a Orson Wells en sus documentales sobre Euskalherria rememoraron su rodaje en el festival Punto de Vista
Los niños Chris Wertenbaker y Beñat Toyos tienen ya más de 70 años y ya no trepan a los cerezos. Es probable, aventura Bernardo Atxaga, que nunca lo hicieran, salvo en una escena de los documentales sobre Euskal Herria que Orson Welles realizó para la BBC en 1955. The land of the basques, así se titulan, fueron rodados en Etxalar y Ziburu, localidad en la que vivían Beñat y Chris, quienes oficiaron de guías al autor de Ciudano Kane para su luminoso e idealizado retrato cinematográfico del País de los vascos.
El pasado lunes, Wertenbaker y Toyos dieron inicio al festival de cine documental Punto de Vista, rememorando aquel rodaje y acompañados del escritor Bernardo Atxaga, que reflexionó sobre la visión romántica que documentales como los de Orson Wells han ofrecido sobre los vascos.
Pero, ¿cómo y por qué acabó Orson Wells en Ziburu, fascinado por la pelota, los contrabandistas, el euskera o los “pescadores” de paloma en Etxalar? El niño Chris Wertenbaker, que es un hoy neurooftanmólogo jubilado y vive en Nueva York, explicó que la conexión vasca del cineasta estadounidense comenzó, precisamente, en Iruñea, durante unos sanfermines, cuando su padre y Wells se conocieron. Charles Wertenbaker, periodista y editor de Time-Life, probablemente habló a Wells de la caza de la paloma de Etxalar (o la “pesca” de la paloma, como la definió, sorprendido por el uso de las redes), técnica que conocía bien pues llevaba unos años viviendo en Ziburu junto a sus hijos y su mujer, la escritora Lael Tucker. Poco después Wertenbaker moriría y cuando en 1955 Wells se desplazó a Ziburu a rodar su documental fue su hijo —quizás por exigencias del guión, buscando un pellizco sentimental— quien sustituyó al padre y ejerció de pequeño cicerone.
Atxaga, por su parte, apuntó que el interés de Orson Welles por el País Vasco se insertaba dentro de una tradición romántica, para la cual lugares como Euskal Herria se convertían en pequeños paraísos terrenales y además a la vuelta de la esquina: Ziburu, en realidad, no quedaba tan lejos del que entonces era el centro del mundo y de la vida artística, París. Y a ello se sumaba un magma que palpitaba bajo la piel de ese pequeño y aparentemente pacífico edén: un submundo fronterizo de contrabandistas que tocaban el tamboril en sus ratos libres y de espías que jugaban a pelota; de niños a los que los nazis habían torturado pero no habían delatado a nadie y de mujeres que daban de comer a los alemanes mientras ocultaban en el sótano a miembros de la resistencia…
¿Cómo no podían atraer un lugar y unas gentes como aquellos a alguien como Orson Welles? Ziburu se convertía en un escenario perfecto para un guión que quizás ya había pergeñado en su cabeza antes de conocer el País Vasco y que la realidad no podía alterar. Un guión del cual, en la conferencia del pasado lunes, desvelaron parte de la tramoya, por un lado, sus intérpretes, Chris Wertenbaker y Beñat Toyos (quienes indicaron que algunas secuencias se rodaron en realidad en París), y, por otro lado, el propio Atxaga, quien dijo que la escena del cerezo resultaba bastante improbable en la realidad, pues en los pueblos es de sobra conocido que el cerezo es un árbol de ramas frágiles, al que resulta arriesgado trepar (pese a lo cual Wertenbaker y Toyos insistieron en que ellos lo hacían con frecuencia).
La realidad y su representación, en definitiva, o esa realidad alterada por el paso del tiempo, por los recuerdos, quizás sustituidos por escenas en blanco y negro de un documental… De todo ello fue de lo que se habló en esta conferencia inaugural del festival Punto de Vista, en el marco del cual se proyectarán los dos documentales de Orson Welles (el sábado 14 a las 20:00h) con, así lo prometió Oskar Alegria, director artístico del festival, nuevas sorpresas.

El otro día tuve cena de superhéroes y me tocó llevar el bote, porque todos los demás, que son unos clásicos, aparecieron con los calzoncillos por fuera, tapándoles los bolsillos. No me gusta llevar el bote. Siempre acabo haciéndome un lío, mezclando los dineros, “A ver”, me digo, “un bolsillo para el dinero de persona normal, y el otro para el de superhéroes”, pero el orden siempre dura hasta que cae la tercera cerveza, y a partir de ahí echo las vueltas a donde no debo, o pago con mi dinero la ronda siguiente, y cuando vuelvo a casa y hago cuentas nunca cuadran, y además tengo tres mecheros y ninguno es el mío, lo cual no me compensa porque siempre dejo de fumar al día siguiente de tener una cena.
Los superhéroes solemos cenar en el bar del barrio, nos da un poco de pereza subir a lo viejo porque los fines de semana está lleno de gente haciendo el mal, peleándose y meando en los portales y colándose en la fila cuando llega el nocturno. Por eso y porque para cuando empezamos a cenar nos dan las mil, siempre por culpa del hombre invisible. El hombre invisible hace en todas las cenas la misma gracia: se acoda en una esquina de la barra y se divierte viendo cómo nos impacientamos, y cómo se nos escapan rayos de los ojos cada vez que se abre la puerta del bar, y cómo chamuscamos sin querer a algún inocente que solo entraba a por tabaco… Así hasta que al final el hombre invisible se manifiesta, “¡Que estoy aquí, pringados!”, dice, muy subidito, porque cree que en el fondo todos le tenemos envidia y que de chavales soñábamos con ser como él, con entrar al vestuario de las chicas, con quitarle el balón del pie a los delanteros del Real Madrid cuando iban a chutar a puerta, con robarle al profe las preguntas de los exámenes… El hombre invisible, en realidad, es un pobre hombre, un acomplejado, y todos los superhéroes somos un poco clasistas con él. Él no es como nosotros, a él no le picó ningún bicho, ni viene de otro planeta, el hombre invisible se fue borrando a sí mismo poco a poco, por pura dejadez. El hombre invisible no lo dice nunca pero vota a los partidos a los que nadie vota pero ganan las elecciones. Al hombre invisible le gusta Melendi y ve Gran Hermano VIP. El hombre invisible se escaquea siempre de llevar el bote porque la calderilla acaba de todas todas cayéndosele al suelo…
El caso es que ya no tendremos que aguantarle mucho más, porque la del otro día fue nuestra última cena de superhéroes. Ya no queda mucho para los próximos carnavales y tenemos que empezar a pensar el próximo disfraz. No va ser fácil porque el año pasado pusimos el listón muy alto. Todo lo alto que se puede poner. Nos dieron el primer premio en el concurso de disfraces del barrio. Unos cuantos vales para cenas en el bar. Solemos ir a ellas siempre disfrazados, para recordar aquella noche mágica. La gente nos mira raro, se ríen a hurtadillas, señalan nuestros guantes de fregar, y los leggins brillantes y marcapaquetes que compramos en los chinos, y las capas del Capitán Calzoncillos que les robamos a los niños… Dicen que el premio se nos ha subido a la cabeza. Que nos lo hemos creído demasiado. Pero es solo pura envidia. Ellos y sus disfraces de personas aburridas no saben nada de nuestras cosas de superhéroes.
(Publicado en ON, magazine semanal de Diario de Noticias de Navarra, Gipuzkoa y Alava, y Deia)
Guns N’ Roses tardaron años en editar «Chinese Democracy», y por el camino Axl Rose se puso gordo como una nutria. ABERRI TXARRAK homenajea con el título de su primer trabajo (y solo con el título) a aquel disco, «uno de los más caros y más mierdosos de toda la historia del rocanrol», pero a diferencia del cantante yanqui los navarros se nos presentan en este «Ertzainis Democracy» finos, en plena forma, con la ironía de sus letras más afilada que el hacha que le han arrebatado al aizkolari, el leñador travestido de la portada, y con su música punk, forzuda y bruta, rebosando energía.
Aitor “Ibarretxe” reconvertido ahora en Arnaldo Schwarzenegger, traslada toda la pegada y el sarcasmo de su grupo, los míticos Lendakaris Muertos a esta nueva aventura, en la que esta vez se hace acompañar de “jevis” de tapadillo, punkis de postal y músicos mercenarios de cantautores (Juan Cruz GG Alli, a la guitarra, Rayorga Ramírez en la batería e Íñigo Urukuallu al bajo) para cumplir un sueño arrastrado desde el parvulario de la ikastola: publicar un disco en euskara, el idioma del diablo, en el que este mate moscas con el rabo.
En las 18 canciones-colleja que componen «Ertzainis Democracy» las letras golpean y retuercen el cuello, con juegos de palabras y fonéticos, a algunos lemas y tótems intocables de la música y el rock radical vascos, hasta girar por completo su significado. El «Lepoan hartu ta segi aurrera de Pantxo ta Peio» que versionaron memorablemente RIP (Trialará!) se convierte en Epoa hartu ta segi aurrera (Toma –o inyéctate—EPO y sigue adelante); Gora gu eta gutarrak” en Gora gu eta orangutarrak… ABERRI TXARRAK consiguen incluso poner a hablar en vasco y corear sus estribillos pegajosos a quien no domina la lengua; o en español a quien cree estar haciéndolo en euskara. Nada es lo que parece en «Ertzainis democracy«. De “Teo dio ezpaina” a “Te odio España” solo hay un paso.
Este disco debut de ABERRI TXARRAK está, en definitiva, lleno de guiños (o quizás mejor muecas, incluso cuchufletas) a grupos como Hertzainak, Kortatu, Itoiz, La Polla o Pikutara. Por haber hay hasta un tema instrumental. Y cuatro que dentro del disco forman un minidisco conceptual, con las aventuras erótico-festivas de algunos alumnos de un barnetegi, un internado para aprendizaje del euskera, a donde como todo el mundo sabe no se va en realidad aprender el idioma sino a follar, aunque el resultado finalmente es que uno o una acaba siempre pajeándose: Pajotake! (y prometemos no despanzurrar más chistes).
ABERRI TXARRAK, pues, se estrenan pletóricos en estos tiempos de crisis en los que, como ellos dicen, nos hacemos europeos convirtiendo a la fuerza la merienda en cena (que es lo mismo que irse castigados a la cama); en estos tiempos de guerra al estado (o a la estatua) en los que a menudo el humor —y si es a ritmo punk, mejor— sigue siendo una de las armas más efectivas, la mejor y más inteligente forma de incendiarlo todo.
www.aberritxarrak.com
Patxi Irurzun

En la colaboración mensual en Eguzki irratia hemos entrevistado a Javier Serena con su flamante novela ATILA y hemos recomendado el último número de Vinalia Trippers y el nuevo poemario de Sor Kampana SER GRIETA. A partir del minuto 33.
http://eguzki.eus/entrevista-con-eneko-compains-sobre-ilp-simbolos-nafarroa-y-entrevista-con-javier-serena-sobre-su-nuevo-libro-atila/

Durante el pasado festival Pamplona Negra tuve, gracias a Carlos Bassas, el enorme placer de conocer al escritor sevillano Juan Ramón Biedma y de presentar su conferencia «Carcelario, prostibulario y tabernario». Un gustazo, un honor y muy recomendable su literatura. Si queréis saber más sobre él esta es su web: www.juanramonbiedma.es