Publicado en «Rubio de bote», colaboración quincenal para magazine ON (diarios de Grupo Noticias) 14/11/20
El otro día me mordió un perro el culo. La sangre no llegó a
la acera porque como soy de complexión tirillas y tengo el culocarpeta el
hijoperra no pilló chicha. Me quedé, de todos modos, dolido. Psicológicamente
hablando. Yo me había fijado en el chucho desde unos cuantos metros antes de
llegar a él. Parecía un perro muy salado. Una mezcla de labrador y pastor
vasco. Al pasar a su lado le miré a los ojos con simpatía. Y seguí caminando.
Fue entonces cuando él me atacó. Por la espalda y ladrando estrepitosamente,
como si además de herirme quisiera humillarme, que todo el mundo lo supiera. El
perro, por suerte, era un poco lelo o el día que explicaron en la escuela de
adiestramiento lo de perro ladrador poco mordedor no fue a clase, de modo que
solo noté sus dientes rozándome la escurrida nalga y su hocico poniéndome el
pantalón hecho un asco de babas. Además,
aunque no tenía el preceptivo bozal, su dueño al menos llevaba a la fiera atada
y pudo retirarla de un tirón antes de que encontrara otras partes blandas.
—Uy, perdón, no suele hacer esto —se excusó, tan azorado que
a mí hasta me dio pena.
—Nada, nada, que no me ha hecho nada —dije, como si la
víctima fuera él, sin darme cuenta de que ese “suele” en realidad quería decir
que, por lo menos alguna otra vez, sí debía de haber mordido o intentado morder
a alguien.
Todo eso lo pensé después. Siempre se nos ocurren después
las cosas que debíamos haber hecho o dicho. También pensé después, y eso fue lo
que me afectó psicológicamente, qué fue lo que llevó a ese perro a atacarme.
Era injusto. Yo no le había hecho nada. ¿Qué vio en mí para sentirse amenazado?
¿En el mundo de los perros soy un tío chungo? (La relación con ellos, a lo
largo de mi vida, ha sido de hecho complicada. Una vez, de niño, un perro lobo
vino corriendo hacia mí por las pasarelas de Pamplona y yo aterrorizado decidí
tirarme de cabeza al río. Para más inri, era verano y apenas corría un palmo de
agua. Otra vez un uno de esos dogos enormes intentó violarme en Salou. Y otra,
hablando de daños psicológicos, fue Miguel Bosé quien lo intentó; en un sueño, eso
sí, es decir, en una pesadilla, aunque aquellos a quien se lo contaba me decían
“¿Miguel Bosé? Qué suerte” —eran otros tiempos— y yo no entendía nada).
El caso es que, volviendo al primer ataque perruno y tratando de buscarle una explicación elaboré
la siguiente hipótesis: yo iba aquel día vestido de negro, con gorra y con mi
también preceptivo bozal, es decir, mi mascarilla. Me imaginé, retomando la
idea anterior, que a aquel perro
efectivamente lo habían llevado a una escuela de adiestramiento. A alguna para
proteger tu casa de los ladrones y de los okupas. Hay una preocupación terrible
últimamente con los okupas (que es inversamente proporcional a la que hay por
los desahucios). Hablan a todas horas en la tele de los okupas (y después ponen
los anuncios de Securitas). Ya no puedes bajar tranquilo a comprar el pan
porque cuando vuelvas a casa habrá un okupa comiéndose un bocata de mortadela en
tu sofá—aunque sea con pan duro—… Total que, pensé, no debe de ser extraño
que en las academias de adiestramiento canino enseñen a los chuchos a
convertirse en asesinos de okupas. “¡Ataca, Tobi, ataca!”, y el muñeco que hace
de okupa va vestido de negro, con gorra, enmascarado y con una camiseta de Lendakaris
Muertos.
El perro, en definitiva, había intentado morderme el culo de acuerdo con un reflejo pavloviano. Lo cual, por otra parte, en cierto modo lo excusaba. Lo terrible de toda esta historia, y a lo que yo quería llegar, es que entonces a quien convertía en culpable era a su dueño. El perro era una prolongación de su dueño. Y a su vez a este había otros intentando ponerle la cadena, adiestrándolo para lanzar mordiscos indiscriminadamente a todo el que se mueva, a todo el que lleve una camiseta negra, a todo el que te mire a los ojos. Cada vez hay más perros guardianes en las calles, y en los telediarios, en el Telegram, incluso en las barricadas… Adiestrados para morder, para morderse entre ellos o a sí mismos. De momento no han pillado chicha, pero ya empiezan a dejar todo lleno de babas. Eso fue lo que pensé, mientras me rascaba dolorido mi culocarpeta.
Albert Pla publica su segunda novela “España en guerra”, una tan descacharrante como turbadora comedia bélica que tiene como punto de partida la independencia de Catalunya y una declaración de guerra de España para impedirla, con los americanos de por medio estableciendo el orden, o sea, el caos y la destrucción.
Patxi Irurzun
Un presidente de Catalunya al que descerraja un tiro en la boca el soldado norteamericano más guapo para que dé bien en la tele, una botella de Coca-Cola convertida en el santo grial, las obras de la Sagrada Familia finalizadas por la vía rápida (un zambombazo lanzado desde un portaviones yanqui), la presidencia del F.C. Barcelona en manos de VOX… Son solo algunos de los pasajes que podemos encontrar en “España en guerra” la segunda novela de Albert Pla, después de “España de mierda”. En “España en guerra” el cantante catalán parece ponerse a jugar con soldaditos de plástico, imaginar los lances más rocambolescos y sangrientos, en una comedia bélica, como él mismo la ha definido, que sin embargo recuerda sospechosamente a la realidad o bebe hasta el delirium tremens de ella. Después de todo, los soldaditos americanos a menudo —en Irak, en Vietnam, en Afganistán, en Somalia… — no son de plástico sino de carne y hueso y de metanfetamina esnifada a través de un billete de dólar o de papel de biblia, que para el caso, in god we trust, es lo mismo. En esta novela, escrita en castellano pero aparecida primero en catalán porque nadie se atrevió a publicar la edición original (y que ahora, por fin, ve la luz de la mano de Desacorde Ediciones) Albert Pla se plantea qué sucedería si esos americanos desembarcaran sobre la piel de toro a poner orden y restablecer la paz, ja, ja, ja, tras una declaración de independencia de Catalunya y otra de guerra por parte de España. Pueden ustedes imaginarse las consecuencias si quien lo narra es Albert Pla, con ese tono inocente-cabrón que a menudo nos susurran sus canciones y que recuerda al de un niño — en concreto al de aquel niño que gritó que el emperador iba desnudo—. De “España en guerra” hablamos a través de una videollamada con este artista singular que, no obstante, se considera un intruso, un disimulador profesional, y a quien de paso, le preguntamos también por algunas de sus últimas ocurrencias, como “Albert te llama”, una iniciativa gracias a la cual sus seguidores pueden disfrutar de una actuación exclusiva, también a través de una videollamada de whatsApp, o por “España de Borbón”, la serie histórica que está contando sobre esta simpática dinastía real a través de una serie de capítulos en youtube. Ah, y si hay a quien todo eso no le resulta suficiente, Albert Pla se subirá también al escenario de Jimmi Jazz, en Gasteiz, el 20 de noviembre y al día siguiente, el 21, al de Zentral, en Iruña, pandemia mediante (los conciertos han sido finalmente suspendidos)
En España en
guerra aparecen episodios de corrupción, un rey que se autoexilia,
inmatriculaciones de la iglesia, un incidente con militares en un bar de
Altsasu… ¿Podemos aplicar eso que se suele decir: “Cualquier parecido con la
realidad es pura coincidencia”?
Es una
coincidencia menor.
Pero sí que
parece haberse inspirado en ese tipo de sucesos.
Sí, claro, me he
quedado corto.
La trama de
la novela es una declaración de independencia de Catalunya, a partir de la cual
España le declara la guerra. ¿Cree que puede suceder algo así, más allá de la
ficción?
Yo creo que sí,
que España estaría dispuesta a ir a la guerra contra Catalunya o el País Vasco
si declararan su independencia, estoy convencido.
La verdad es
que para esta novela, que usted ha calificado de comedia bélica, no le ha faltado materia prima: el barco de
los piolines, aquellos antidisturbios acantonados en un hotel de Calella,
gritando a coro, o como si fueran un coro, o un grupo de teatro: “¡Que nos
dejen actuar!…
Claro, era una
novela que ya estaba escrita, tanto por parte de lo que pasa en este país, como
por parte de los americanos, es la misma historia de siempre lo único que he
hecho es situar en España lo que hacen los americanos habitualmente, porque
cuando pasa en otros sitios es muy divertido y hacen películas y les dan Oscars
y todo, mira Apocalypse Now, que llevan diciendo toda la vida que es muy
buena, pues pregúntaselo a los hijos de los que mataron los americanos, si es
buena la película; pero claro, cuando te lo imaginas en tu propio país ya no es
tan divertido sino que resulta chocante.
El tema de la
guerra es recurrente en algunos de sus trabajos, por ejemplo en su obra de
teatro “Miedo”. ¿Es la guerra uno de sus miedos?
La guerra está
presente siempre, estamos abocados a ella, somos depredadores por naturaleza,
de hecho nosotros hemos participado en guerras, ¿no? Bombardeamos Irán,
Afganistán, nuestras bombas, las que pagamos con nuestros impuestos, cayeron
allí.
Hemos
mencionado “Miedo”, la obra de teatro. Usted también ha hecho cine, por
supuesto están sus discos… ¿Cómo distingue cuál es el formato en qué quiere
contar cada idea?
Es como me lo pide el cuerpo. Lo más difícil es siempre encontrar el formato, sí, pero, bah, te los vas inventando, ahora mismo con la “España de Borbón”, me dije: “Lo voy a hacer en vídeo”…No sé, siempre buscas el sistema que te resulte más sencillo, para explicar una situación o una sensación, no es algo premeditado, sale como sale…
“España de
Borbón” son unos pequeños vídeos en youtube en los que va contando a su modo
cómo ha sido la historia de esta dinastía… No es la primera vez que arremete
contra la monarquía. ¿Cuánto creen que durará esa institución?
Ah, a mí me da
igual que dure, si no mandaran los borbones, mandaría otro mamón, la pirámide
está construida y alguien tiene que estar ahí, no es una cuestión de este país,
es una cosa de la propia humanidad.
Los videos
borbónicos están muy documentados ¿Le gusta la historia?
Sí, hay mucho
rigor, y de hecho ahora estoy haciendo un programa en la radio de historia. La
verdad es que siempre me ha gustado la historia, sí.
Su faceta más
conocida es indudablemente la de músico. ¿Se acuerda de cómo empezó, de cómo
compuso su primera canción, por ejemplo?
Sí, claro, me acuerdo de que empecé a cantar un día en Jaén, y me dieron un premio y que al día siguiente era profesional, y así empecé a disimular, haciéndome pasar por un profesional, y hasta hoy.
Su primer
disco fue publicado en 1989, es decir, han pasado ya más de treinta años. ¿Qué
piensa cuando mira atrás?
No pienso nada,
pienso que es muy fácil hacer canciones, y que al revés que a todo los demás
cantantes me encantan mis primeras canciones, de hecho me gustan más que las
últimas…
Durante todo
este tiempo, además de sus trabajos propios ha colaborado con un montón de
gente, Fermín Muguruza, Pascal Comelade, Robe Iniesta…
Es la suerte de
este oficio, que conoces gente a la que admiras y que puedes trabajar con
ellos, eso es genial.
¿Hay alguien con
quien le gustaría particularmente trabajar?
No, no quiero
trabajar con nadie, mi intención no es ninguna, de repente se me cruza por el
camino una oportunidad, pero no tengo ningún deseo particular de colaborar con
nadie.
Ha hablado
antes de que usted es poco menos que un intruso, supongo que ahora como
novelista también lo sentirá o se lo habrán hecho sentir.
Yo siempre seré
un intruso, lo fui cuando empecé como cantautor catalán, luego en el flamenco,
luego en el rock, en el teatro, en la televisión, y ahora en la novela, claro,
faltaría más.
Pero en todo caso es un territorio, el de la escritura, en el que se siente cómodo…
Sí, me resulta
fácil, si no, no lo haría.
Con esta
novela suya ha habido una especie de recorrido al revés, usted la escribió en
castellano y como no encontró a nadie que quisiera publicarla la tradujo al
catalán, en cuya lengua apareció publicada por vez primera.
Las dos novelas
que he escrito las he escrito en castellano, sí, por suerte tengo a Martí
Sales, que me hace las traducciones al
catalán y como sabe mucho al final los míos parecen libros de verdad. Pero sí,
ha sido un camino al revés, no encontré a nadie que quisiera trabajar conmigo.
¿Y cómo llega
a hasta la editorial Desacorde para publicarla finalmente en castellano?
Me habló Fermín
Muguruza de ellos, les llamé y ya está, todos encantados.
No sé si le
parece extraño tener que hablar de los libros, o los discos en las entrevistas,
tener que explicarlos, en lugar de que estos lo hagan por sí mismos. ¿Le gustan
las entrevistas?
Me explico mejor
en los libros y en las canciones que en las entrevistas, pero últimamente en
las entrevistas el nivel es tan bajo que me conformo con que los periodistas
hayan leído el libro.
Nosotros lo
hemos leído, claro, y nos hemos divertido mucho. El humor es otra de sus marcas
de la casa. ¿Es a veces necesario el humor para hablar de cosas serias?
No sé, de repente a mí me gusta hacer cosas con humor, se me ocurren cosas, y si alguna me hace gracia la uso, me gustan las tonterías, me gusta acordarme de ellas, retenerlas, me he hecho un profesional de la tontería, o sea, entonces soy también un intruso de la tontería ¿no?
¿Y lleva esas
tonterías a sus novelas o sus canciones para que no se le olviden?
Sí, bueno, en el
momento que escribí “España en guerra” yo tenía claro que tenía que ser una
comedia bélica, y que me hiciera reír mucho, yo me reí mucho escribiéndola,
porque si son los americanos los que hacen todo esto, está disculpado, un
soldado americano puede cagarse en la puta que parió al presidente español y
desearle la muerte más horrenda, y cortarle los cojones y ponérselos en su puta
boca, y eso me encanta. Aunque supongo que algún día a los americanos se les
juzgará por sus crímenes de guerra.
Pero tendrá
que pasar bastante tiempo
Va a haber otros
imperios
¿Está cayendo
el americano?
Oye, pues yo
pienso que el mundo empieza a no ser tan americano, está cayendo el mito, la
gente que no es americana cada vez se da más cuenta, ya no tienen ese glamur
ser americano, o igual soy yo que me estoy haciendo viejo. Pero yo creo que
ahora Estados Unidos no tendría huevos de declararle la guerra a Rusia o China.
Cambiando de
tema, otro de sus últimos proyectos es “Albert te canta” en el que ofrece
canciones por videollamadas de whatsApp de modo privado, para dos o tres
personas… Dos canciones por 70 euros. Hay gente que se quejaba, a la que le
parecía caro…
Hay gente a la que le parece caro y otra a la que le parece barato, yo creo que 70 euros porque te canten un par de canciones está bien, es el precio de un gramo de cocaína, sí, está bien, aunque no sé, porque es un experimento, y no sé si voy a subir o bajar el precio, pero de momento todas las que he hecho, que han sido bastantes, están bien, me gusta y a la gente también, es un momento chulo, bonito y me lo estoy pasando pipa.
¿La idea se
le ocurrió por la pandemia, la falta de conciertos?
Sí, el hambre
agudiza el ingenio. Pero hace quince años ya lo hice, entonces no salió
bien, la tecnología no era tan ágil como
ahora, los wifis no eran tan potentes, hicimos dos actuaciones, pero lo tuvimos
que dejar. Pero ahora con la pandemia se me ocurrió que podía recuperar esta idea de las canciones
susurradas, para una o dos personas…
¿Cómo le está
afectando a usted la pandemia?
Todos los
conciertos que tenía se fueron a tomar por culo, tampoco podemos contratar con
seguridad para el año que viene, porque no sabemos cómo estará la cosa… Pero
bueno, tampoco voy a llorar, me está afectando como a todo el mundo, ni más ni
menos.
¿Y una situación tan rara como esta le da juego para escribir algo, hacer canciones?
No lo sé, estamos haciendo el espectáculo de “Miedo” y evidentemente lo hemos adaptado un poquito, no puedes ignorar lo que pasa, también hice la canción de “¿Os acordáis?”, que me pareció buena para escuchar en este momento, pero no sé… Lo de la pandemia, a fin de cuentas, es un input exterior, e igual precisamente lo que nos ha enseñado la pandemia es a no tener tantos inputs exteriores. Hay muchas otras cosas además de la pandemia.
“Mi forma de agarrarme a la vida tiene que ver mucho con lo carnal”
Foto: Inma Gómez
“Monjas,
putas y locas” es el título del libro con el que Fátima Frutos
ganó hace unos meses el XXV Certamen de Poesía María del Villar.
Una colección de poemas que homenajean las figuras de mujeres
silenciadas a lo largo de la historia y a las que la donostiarra
rehabilita con sus textos -marca de la casa- empoderados y carnales.
Patxi
Irurzun/ Iruñea
“Me
niego a que los atardeceres de mis bragas sean tumbas”, escribe
Fátima Frutos en “Menopausia a los 50”, uno de los poemas
quizás, es cierto, más heterodoxos del libro, más cercano a la
experiencia personal y a la prosa poética, a diferencia del grueso
de ese “Monjas, putas y locas”, compuesto por una serie de textos
dedicados a figuras femeninas como la Güera Rodríguez, heroina de
la independencia mexicana, Madame de Pompadour o la escritora
italiana Goliarda Sapienza, y en los que además de las referencias
históricas también laten la la poesía sensual, culta y terrenal a
un tiempo, las figuras literarias e imágenes deslumbrantes (“Ya
parpadea tu semen”, escribe en el poema que abre el libro), la voz
propia y firme, en fin, de esta poeta donostiarra afincada en
Nafarroa desde hace años.
“Monjas,
putas y locas” ganó el premio de la Fundación María del Villar,
en su 25 aniversario, algo que creo que le hace especial ilusión…
En el
momento en que me lo concedieron estaba en Hamburgo, viviendo y
estudiando en alemán. Al escuchar al otro lado del teléfono a Iosu
Kabarbaien, a Marina Aoiz, a Tomás Yerro felicitándome, teniendo en
cuenta que era mi primer libro escrito fuera de Nafarroa, hizo que se
me saltasen las lágrimas, sí. He tenido varios premios a lo largo
de mi trayectoria literaria, pero todo lo que viene de Tafalla me
resulta entrañable y especial. Quiero mucho a ese pueblo y más a
sus gentes.
-¿Qué criterios siguió para elegir las mujeres a las que les dedica los poemas?
Me las
fui encontrando en el camino. Como sabes yo soy de formación y de
profesión agente de igualdad y, aunque ahora estoy dedicada a la
literatura en exclusiva, siempre habita en mí esa profesional del
ámbito de las políticas de igualdad… De ahí que constantemente
investigue sobre figuras femeninas señeras y haga genealogías
feministas. Es algo que aprendí de Marcela Lagarde, la gran
antropóloga feminista, en cuya tesis doctoral está inspirado el
libro.
–Detras
de cada uno de esos poemas se aprecia un trabajo intenso de
documentación, un gusto y estudio detallado de la Historia…¿El
libro en ese sentido podría ser un libro de Historia, o un modo
distinto de contar esta y a las mujeres que suelen hacerse
desaparecer de la misma?
A mí
me gusta aunar saberes. La historia, la filosofía, la poesía, etc.,
pueden confluir en un libro. No soy autora que se queda en
compartimentos estancos, sino que me gusta la conjunción de
disciplinas en los versos. La historia de las mujeres me interesa
desde siempre, aunque más desde que conocí a Ana Díez de Ure y su
obra. Hemos sido las grandes olvidadas y, sin embargo, como decía
Petra Kelly, sobre nosotras descansa la sostenibilidad de la vida…
Si te fijas en el ecofeminismo y las corrientes vanguardistas
actuales que hablan de decrecimiento o de alternativas novedosas al
neoliberalismo y al novofascismo que arrecia, muchas están
sustentadas por mujeres. Yayo Herrero es alguien a seguir, por
ejemplo.
-Pero
además de las referencias histórica es evidente que este es sobre
todo un inspiradísimo libro de poesía, porque a lo largo del mismo
despliega todo un ramillete de recursos, figuras, vocabulario, que va
desde la alta cultura a lo más terrenal… ¿Cómo ha armado todo
eso?
A lo
largo de una vida. Para tener vocabulario, figuras estilísticas,
recursos literarios no hay más truco que el de ser una lectora
voraz, a poder ser en varios idiomas. Soy seguidora de grandes
maestras de la palabra poética… de Delmira Agustini, de Juana de
Ibarbourou, de Jacqueline Assaël, de Rafeef Ziadah, de Amaia Lasa,
etc.
–La
sensualidad, el erotismo, también está muy presente, es marca de la
casa. Da la sensación de que es capaz de retratar la condición
humana y su trayectoria histórica desde las alcobas, la piel, los
fluidos…
Bueno,
será que me gusta ese espacio. De siempre se ha dicho que el Eros es
el impulso de la vida. Mi forma de agarrarme a la vida tiene mucho
que ver con lo carnal, lo pasional, la belleza heterogénea, la
búsqueda implacable del sentir… Pero vamos, que desde Colette a
Erika Lust hay un hueco por el que orgasmarse a gusto en prosa o en
verso. Y luego está que me encanta escandalizar para dar en el
hocico a todos esos carcas que proliferan por las redes sociales.
Desde posiciones ultras se me ha atizado mucho como autora que
verbalizaba bien su placer bien su compromiso político bien su
empoderamiento. Ten en cuenta que a mí se me llegó a poner en
agosto del 2017 ante la Guardia Civil estando gravemente enferma.
Ahora me río de toda esa gentuza a la cara por misóginos y
putrefactos. Menos mal que ya no van a tocar poder, ni en Berriozar
ni en ningún sitio de Nafarroa; sólo les quedan migajas.
-¿Hay
alguna entre todas estas monjas, putas y locas a la que destacaría
especialmente?
A mí
me gusta mucho la figura histórica de la Güera Rodríguez, heroína
de la independencia de México. Que después de haber probado
placeres con varones de calado como Simón Bolívar, Agustín de
Iturbide o Alexander von Humboldt… va la moza y acaba ante un
tribunal de Inquisición. Pero lejos de salir mal parada les pone a
todos más firmes que un cirio, valga la redundancia, y acaba
saliéndose con la suya: liberada y más poderosa que antes de
plantarse ante el Santo Oficio. Lo que se dice una fuera de serie.
-Hay
algún poema como “Himno al cuerpo” o “Menopausia a los
cincuenta”, más próximo a la prosa poética, y que también
parecen distinguirse respecto a los demás, arrimarse más a lo
personal…
Siempre
aparecen en mis libros escenas de la vida personal. A veces están
más encubiertas, otras son más evidentes. Pero, ¿qué poeta no se
inspira en lo que nos rodea y nos acontece? “Himno al cuerpo amado”
es eso, un monólogo en verso dirigido al hombre al que se ama.
“Menopausia a los cincuenta” es un homenaje a Anne Sexton y a su
menstruación a los cuarenta… Y bueno, también hay un poco de
desmitificación de la menopausia, cosa de la que convendría más
hablar.
–Hemos hablado a lo largo de la entrevista de Historia… Para acabar, ¿en qué anda Fátima Frutos ahora metida, creo que estaba acabando o rematando una novela histórica, precisamente?
La
novela que tengo entre manos es sobre Centroamérica en los años
ochenta y el mundo de las corresponsales de guerra. Está en fase de
corrección y tengo ganas de terminar de darla a luz porque es mi
debut como novelista y cuento cosas que creo son importantes para los
desafíos que tenemos ahora mismo delante. También ando con un libro
de placeres de la cocina, escrito a dúo… Lo dicho, el Eros siempre
rondándome.
Publicado en Rubio de bote, colaboración quincenal en magazine ON (diarios Grupo Noticias) 31/10/2020
Fue uno de los
primeros días, después del primer desconfinamiento. De repente, entró por la
ventana, como un rayo de luz, el sonsonete de unos niños jugando y riendo en la
calle.
—¡Caca-culo-pedo-pis!
—coreaban divertidos, ellos y también sus padres, que observaban con
condescendencia e incluso alentaban la inofensiva rebeldía de sus hijos.
Pero de repente
uno de los pequeños se descolgó displicente del coro:
—¡Chocho-polla-follar!
—comenzó a cantar, abundando en el tema, primero por lo bajinis (un poco como
aquella intervención de los Sex Pistols en la BBC, cuando por primera vez
alguien osaba decir en la televisión,
aunque fuera tímidamente, “mierda” o “cabrón”).
Después, al
comprobar cómo llamaba la atención de los demás, cada vez más alto:
—¡Chocho-polla-follar!
Hasta acabar
desgañitándose, todo ello mientras el resto de sus compañeros se iban apartando
de él —que no se daba cuenta porque había entrado en una especie de éxtasis y
tenía los ojos cerrados— o eran apartados de tan perniciosa compañía por sus
padres, al tiempo que estos tapaban los oídos a las inocentes criaturas y
echaban miradas demoledoras a los depravados progenitores del pequeño punk, los
cuales, me imagino, deseaban en aquel momento regresar a sus casas y no volver
a salir de ella en otros tres meses.
Cuando el angelito (caído) abrió otra vez los ojos la sonrisa se le congeló en el rostro. Supongo que esperaba que su gracia y su atrevimiento fueran reconocidos, que los demás le aplaudieran o secundaran su ocurrencia, pero por el contrario se encontró con aquel vacío a su alrededor y entonces la mueca se le descompuso, los ojitos le temblaron, como un galleta dentro de un tazón de natillas, y corrió a buscar refugio entre las piernas de sus padres, que lo recibieron fríamente, como si fuera un extraño.
—Chocho-polla-follar—supongo
que les repitió, en un susurro.
Y yo pensé que
tal vez fuera una broma privada, familiar, que en casa, durante el
confinamiento, les había hecho mearse de la risa —por seguir con el tema y el
tono que nos ocupan— pero que ahora aquellos desagradecidos y traicioneros
padres simulaban desconocer.
Después el grupo
se disgregó, una nube tapó el sol, yo cerré la ventana y apunté la idea en una
libreta.
“Para el Rubio
de bote”, me dije.
Y ahora aquí
estoy, contándoselo a ustedes. No sé muy bien por qué. Supongo que porque creo que en esa escena hay
un mensaje que no acabo de descifrar. A veces me pasa, escribo para explicarme a mí mismo las cosas que veo, o
que me pasan o que pienso de una manera algo alborotada y caótica.
“Igual ese niño
es un revolucionario, un visionario y la moraleja de esta historia es que
siempre hay alguien que tiene que ir por delante, más allá que los demás, y
subvertir el orden establecido, a riesgo de quedarse solo o ser un
incomprendido”, me digo, por ejemplo.
Y a
continuación: “Pero igual no, igual el niño es simplemente un bocachancla”.
Y entonces me acuerdo, hablando de los Sex
Pistols, de Johnny Rotten, el cantante
de la terrible y contestataria banda punk inglesa, quien acaba de declarar que habría que ser
tonto para no votar a Trump, en un patético intento por hacer un
chocho-polla-follar que, en realidad, se queda en un caca-pedo-culo-pis simplón
y domesticado.
Sí, igual es eso. Igual el niño y Jhonny Rotten están faltos de cariño, o de atención. O igual no. Igual escribo todo esto simplemente porque la escena me hizo gracia o me inspiró ternura. Y no hay que darle más vueltas. No lo sé. ¿Ustedes qué piensan?