Publicado en Rubio de bote, colaboración quincenal para magazine ON (diarios Grupo Noticias)/ 26/06/21
Anteayer habré tenido el honor (perdón por el pequeño sindiós de los tiempos verbales, pero este artículo se entrega con unos días de adelanto) de ser el último invitado del programa “Iflandia” de Radio Euskadi, que comandan Kike Martín y Félix Linares, y que ha sido durante años ese territorio “donde lo imposible se hace posible” y en el que muchos de quienes nos dedicamos al a veces ingrato mundo de la cultura hemos encontrado acogida y refugio, mientras en otros lugares nos daban con la puerta en las narices o ni siquiera sabían que existíamos.
El gran Kike Martín se jubila y con él su querida “Iflandia”. No es la única jubilación que ha tenido lugar durante estas últimas semanas entre históricos de la radio pública: en Radio 3, por ejemplo, también dejaremos de disfrutar de periodistas como Julio Ruiz, después de cincuenta años de su “Disco Grande”, de Javier Tolentino y su referencial programa sobre cine “El séptimo vicio” o de José Miguel López y su “Discópolis” (“una escuela de cultura y hermamiento entre pueblos, además de una fuente de placer” como lo definía en una red social la bibliotecaria -ella también de referencia- Villar Arellano).
No conozco los
detalles, pero en algunas de las declaraciones que he leído se deja entrever que
estas jubilaciones no han sido precisamente voluntarias, a pesar de lo cual los
afectados las diculpan deportiva y generosamente diciendo que hay que dar paso
a los jóvenes.
Y da pena,
porque todos ellos están en todavía en plena forma: en el mundo de la cultura
la maestría se adquiere por acumulación y la experiencia es mucho más que un
grado, siempre que uno no se acomode ni pierda la curiosidad, como es el caso;
o como añadía Villar Arellano: “Un país que
desprecia la experiencia y antepone el relevo por encima de la sabiduría se ve
abocado a la autocomplacencia y a la mediocridad. Quizá lo llamen innovación,
reformulación, nuevas sinergias… o algún anglicismo de nuevo cuño, pero es un
paso atrás: es perder perspectiva, amplitud y crítica”.
Dar paso a los jóvenes está muy bien, criaturas al poder, como cantaban Eskorbuto, es lógico y ley de vida, son ellos los que tienen que venir a ponerlo todo patas arriba, pero no lo es tanto que para eso haya que desaprovechar todo un caudal de sabiduría y experiencia del que esos mismos jóvenes pueden beber, aunque sea después para vomitarlo. Si es que realmente ese -el relevo generacional- es el verdadero motivo, porque también cabe la sospecha de que estas jubilaciones en realidad sean una manera de ir acotando esos pequeños refugios en las ondas a través de los cuales la cultura minoritaria, los artistas emergentes o las propuestas a contra corriente de las modas y las exigencias del mercado pueden respirar.
El Gobierno de Navarra, por otra parte, y ya que hablamos de radio, acaba de conceder hace unos días una licencia a la emisora Radio Marca, un faro de la cultura, como todos sabemos, tras un concurso que inicialmente estaba reservado a asocionaciones sin ánimo de lucro y que pasó después a dirigirse a radios comerciales, todo ello en detrimento de emisoras libres o comunitarias como Eguzki Irratia. A este paso -a mi me pasa a menudo, en realidad- cada vez que encendamos la radio, por mucho que movamos el dial lo único que vamos a oír va a ser: ¡Gooooool! Pero el gol será en propia puerta.
“SOMOS UNA ESPECIE INTERESANTE, SI NOS MIRAS CON BUENOS OJOS”
Fernando L. Chivite vuelve a la novela con Cada
cuervo en su noche, una vuelta de tuerca en su narrativa, sumando a su
estilo ingredientes como el humor, el porno naif, o la novela de carretera, en una obra con la
que ha buscado una celebración de la vida.
El autor
iruindarra escribió Cada cuervo en su noche tras jubilarse, en busca de
una nueva actitud ante la vida más alegre y más libre. El resultado es una
novela, a ratos, loca y gamberra, pero en la que sus lectores tampoco echarán
en falta los rasgos característicos de su escritura (la experiencia autobiográfica,
el intimismo, el lirismo -Chivite, por cierto, acaba de publicar también su
poesía completa: “Una cuestión de equilibrio”-)… Cada cuervo en su noche,
editada por Pamiela, es su octava
novela, después de otras como La fuga de todo, Sebas Yerri o Insomnio
(con la que ganó en el Premio Café Gijón en 2006).
-¿Se ha divertido
mucho escribiendo esta novela?
Sí, no sé cómo sonará
eso. Ya lo dije el día de la presentación. Supongo que se me escapó, pero es
cierto. Por eso escribimos, creo yo. Porque en la escritura hay emoción. Y eso
es lo mejor. Uno escribe para sacudirse el miedo y para entender mejor el
funcionamiento del mundo. Es un modo de reflexionar. Pero también es divertido.
Algunos piensan que escribimos por dinero, qué ingenuidad tan fanática. Escribimos
sobre todo porque nos lo pasamos bien.
-Ha afirmado que
con esta novela ha intentado reinventarse, buscar un nuevo registro o voz…
¿Por qué? ¿Sentía la necesidad de cerrar una etapa, de romper con su anterior
obra?
No, no, yo no quiero
romper nada, pero sí quería evolucionar. Quería darle una vuelta de tuerca a mi
vida. A mi actitud ante la vida, quiero decir. Quería ser más libre, más
alegre. O sea, aprovechando que acababa de jubilarme, pensé que estaría bien
reírse más.
-Sin embargo, la
novela, supongo que es inevitable, también evoca en ocasiones a otras suyas
anteriores, a mí me recordaba por ejemplo -aunque en este caso suma el tono
humorístico, incluso gamberro- a La fuga de todo: el personaje de Ixabel
y aquella chica extranjera, el viaje o la novela de carretera, el psiquiátrico…
Es verdad, te has dado cuenta. Hay un planteamiento inicial similar, el narrador se sitúa en un psiquiátrico y cuenta una historia que ocurrió en su juventud. Pero aquella era una novela existencialista, muy influida por El extranjero de Camus, y esta, como se dice en la contraportada, es la comedia romántica de un perdedor y está escrita con descaro e irreverencia. Pero es cierto que también avanza con la estructura de la novela de carretera. La idea del viaje, de la búsqueda, de la huida hacia adelante es siempre la gran metáfora de la vida humana.
-A pesar de ese
tono desenfadado y divertido, el narrador de la novela afirma que lo que está
haciendo al escribirla es una purga del corazón ¿lo ha sido también para usted?
Sí, siempre es así.
La escritura tiene ese efecto purgante, es inevitable. Y muy higiénico. Quizá
sea esa una de las motivaciones más honestas de la escritura, el intentar
apaciguarse uno. Cioran opinaba que había que surtir de folios y lápices a los
locos, creía en el efecto placebo de la escritura. Y estoy de acuerdo. Se lo
recomiendo a cualquiera. Ser capaz de contar la propia historia con un mínimo
de coherencia y cierta gracia es un placer y ayuda a conocerse a uno mismo, que
no es ninguna tontería.
-Aunque quizás
esta es una novela menos autobiográfica o autorreferencial que otras suyas, ha
dicho que en realidad está contando su propia historia de amor, ¿le ha
resultado difícil, ha sentido pudor?
Cuando se escribe no
se siente pudor, ya sabes, estás probando. Estás jugando, en realidad. Estás
haciendo literatura. La literatura está por encima de ti y de tu pequeña vida.
Es un arte. Intentas adornar un poco las cosas, las estilizas, las retuerces,
añades colorido, luces, un poco de animación. Para hacerlo todo más ameno,
claro. Pero, en el fondo, uno siempre cuenta su propia historia. Aunque no
quiera. Es cierto que, por consejo de los editores, me animé a introducir
algunas escenas pornográficas, pero son humorísticas y tiernas. Yo lo denomino pornonaif.
Y me gusta el resultado. Es dulce, cómico y canalla a la vez. No hay que
olvidar que el narrador está internado en un centro de salud mental y se supone
que tiene algunos sesgos cognitivos.
-Comentó al
presentar el libro que pretendía con él una celebración de la vida y en la
propia novela el personaje menciona su intolerancia a la infelicidad y la
necesidad de autoengañarse (antes de que lo hagan los demás). Bueno, en
concreto escribe: “Autoengaño y masturbación son dos condiciones necesarias
para la felicidad”. No sé si eso podría ser incluso una definición de la
escritura…
No está mal. No lo
había pensado, pero sí. Autoengaño y masturbación, entendiendo ambas cosas en
el buen sentido, naturalmente. Que lo tienen. Pero lo de la intolerancia a la
infelicidad es importante. Yo la he sentido toda mi vida. He necesitado ser
feliz y lo he sido, ¿qué más puedo decir? Hay que celebrar la vida siempre.
Mientras se pueda. No creo que sea nada difícil. Al contrario, creo que es lo
más fácil del mundo. Creo que todo el mundo es moderadamente feliz y que, en contra
de lo que a veces pueda parecernos, la gran mayoría de la gente sabe ser feliz.
Somos una especie muy interesante, si nos miras con buenos ojos. Empezamos
viviendo en cuevas, como los osos, y mira la que hemos montado. Fíjate en la
música, por ejemplo. Ya solo por eso ha merecido la pena la evolución de las
especies, ¿no te parece?
-A lo largo del
libro intercala múltiples citas de filósofos, no sé si alguna incluso
apócrifa… de tal manera que el libro se convierte también en un pequeño libro
de citas. ¿Cómo surgió ese recurso?
Me encantan las citas
de autores de todos los tiempos. Darles la vuelta y todo eso. Vamos a ver, las
citas son todas verdaderas. Al menos, mientras no se demuestre lo contrario.
Puede que algunas no sean literales porque la mayoría están citadas de memoria,
pero todas ellas son tesoros y contienen grandes verdades de la sabiduría
humana. O de la estupidez humana que también es muy prolífica. Como esa de un
presocrático griego que dice que solo los idiotas creen en la realidad del
mundo. Yo estoy de acuerdo con eso. No sé muy bien lo que significa, pero
estoy completamente de acuerdo.
-Después de esta
novela, ¿cree que seguirá por ese camino, recuperará esta nueva voz o registro?
Me temo que sí. Es decir, eso espero. Aunque nunca se sabe. Después de 40 años escribiendo, he adquirido un cierto estilo propio, es normal, pero el estilo también evoluciona, intenta adaptarse a los nuevos tiempos. Mientras se está vivo, por supuesto. Porque eso es lo bueno, estar vivo.
“El rock nos ha salvado la vida, una vez más”
Alén Ayerdi (Ciclonautas)
El trío navarro-argentino publica su tercer trabajo, Camping del hastío, un disco en el que el sonido poderoso de la banda mezcla y asienta con contundencia todos sus ingredientes —stoner, rock sureño, folklore argentino— y que ya están presentando en directo. Este sábado, 12 de junio, tocarán en la sala Santana 27 de Bilbao.
“Parece que lo intuíamos, que teníamos una premonición y veíamos venir algún desastre”, dice Alén, el batería de Ciclonautas (lo es también de Marea, además de llevar con tino el timón de El Dromedario Records, la pujante discográfica que ha publicado Camping del hastío), al referirse a la canción que da título a este tercer disco de la banda. “Esa canción estaba escrita antes de la pandemia y hay en ella una frase de Mariano (Mai Medina, el cantante y guitarrista de la banda) que pone los pelos de punta: “Murió el tiempo al vivir”. ¿Quién no se ha sentido así durante estos meses?”.
Ellos, al menos, Ciclonautas, han tenido la música. Ese ha sido el tablón al que agarrarse, el arcón lleno de latas de conservas bajo la lona raída mientras fuera la tormenta se llevaba todo por delante. “Mantener un proyecto, contar con unas canciones ilusionantes, nos ha mantenido la cabeza ocupada. La música, el rock nos ha salvado la vida, una vez más”, confiesa Alén.
Y se nota, pues al pasar las canciones de Camping del hastío, contundentes, crudas, arenosas, por el tamiz del buscador de oro siempre aparecen las pepitas relucientes, la chispa luminosa, el rayo de luz cuando escampa y que permite seguir adelante, alejarse del barranco, salir de esa tienda de campaña justo cuando el aire comienza a hacerse irrespirable.
De
Rosario a Berriozar El
recorrido de este tercer trabajo de la banda comienza en 2016, cuando
Ciclonautas acaba la gira del anterior, Bienvenidos
los muertos, en Argentina. “Mariano se quedó allí componiendo durante un
año, luego volvió y comenzamos a montar estructuras, arreglos…”, nos explica
Alén, que disculpa de paso al cantante y guitarrista argentino, quien no ha
podido acudir a última hora a la entrevista por un contratiempo familiar (el
trío lo completa el iruindarra Javiertxo Pintor, Dr, Txo, talentoso bajista de
largo y distinguido recorrido –ha tocado en grupos como Kontuz Hi, La venganza
de la abuela, Konfusión…—). “Después, cuando acabé la gira de Marea”, continúa
Alén, “a finales del 2019, viajamos de nuevo a Rosario, y estructuramos unos 18
temas de los que elegimos los 11 que forman el disco. Y justo cuando volvimos a
casa, la primera semana de marzo nos encerraron, pero ya teníamos cada cual el
material necesario para trabajar, nos dimos además de alta en la seguridad
social para poder movernos, juntarnos, fuimos haciendo las cosas y para julio
entramos a grabar”.
Disco de asentamiento Camping del hastío es el tercer trabajo de Ciclonautas. En las letras de sus once canciones —una colección de singles, como las ha calificado algún crítico— se suceden las referencias a la naturaleza, los fenómenos atmosféricos: el sol, el agua, los precipicios, la tormenta, el viento… lo cual ilustra a la perfección el sonido contundente de la banda, y confirma que las referencias a las que siempre se alude cuando se habla de ellos –stoner, sureño, rock argentino— se asientan y perfilan la personalidad del grupo, que ya de por sí era acusada desde sus tres flancos (la voz llena de tierra de Mai, le pegada salvaje de Alén, el bajo como un corazón de Txo).
“Nuestro primer disco,
Qué tal?, fue una toma de contacto, nos estábamos
probando a nosotros mismos, había muchas cosas distintas, una serie de estilos
dispares y por separado. El segundo, Bienvenidos
los muertos, no lo veo como una evolución, estábamos en la dinámica de los
directos y queríamos hacer un disco que funcionara bien en ellos, pero en este
tercero queríamos mezclar todo lo que había sido Ciclonautas, parar, hacer un
disco reposado, dar tiempo a cada cosa… Por explicarlo con un ejemplo, la
canción Matando al suicida podía haber
sido una chacarera argentina llevada
al terreno del rock, como hicimos con Veneno
en Qué tal?, o podía haber sido
una canción rock, pero hemos conseguido aglutinar las dos cosas, es decir hay
una evolución, tratamos de mezclar de todos los estilos de Ciclonautas pero
caminando dentro de las propias canciones”, explica Alén.
Y añade que de admitir alguna etiqueta para definir todo
ello se queda con la de desert-rock,
que es un término más ambiental que técnico, y en el que además también encaja
a la perfección no solo el sonido del grupo sino también sus vídeos, como el de
Bombo sicario, en el que vemos a los
tres ciclonautas en situaciones complicadas: enterrados vivos, colgando de un
precipicio o atados a la vía del tren. “Queríamos expresar situaciones de
vulnerabilidad en las que, sin embargo, no hay que desesperar porque siempre
llega un momento en el que alguien te
ayuda o tú mismo ves la salida, comprendes que hay que seguir luchando,
trepando para salir del precipicio, intentando liberarte de las amarras”.
Colaboraciones que enriquecen Preguntamos, por último, a Alén sobre las colaboraciones de Camping del hastío, menos numerosas que en trabajos anteriores pero que han aportado mucho. “Ha sido una sorpresa que Leyre Aranguren, que ha hecho la producción junto con Iñaki Llarena, nos fuera pasando los coros que ella había trabajado. No desechamos ninguna de sus propuestas, alucinamos con su capacidad para abrir estribillos, nuestro estilo tiene una voz con mucha grava, muy poderosa, con un estilo muy atormentado, y ella consiguió poner luz a eso, ensanchar el universo de esas canciones, las canciones son más grandes gracias a Leyre…
Sucede lo mismo con Maialen Gurbindo, Chica Sobresalto, que colabora en Souvenir y Deseo, a la que, a pesar de la amistad que le une al grupo (Chica Sobresalto forma parte de la escudería de El Dromedario) han incluido por un criterio artístico. “Había un hueco muy bonito para ella y nos parecía un reto juntar a dos talentos tan grandes y tan distintos como Mariano y Maialen, que además ya se conocían y habían hecho cosas juntos”. También —considera Alén, pues es un aspecto que en El Dromedario miman especialmente— enriquece las canciones el diseño gráfico del disco, que ha corrido a cargo de Iosu Berriobeña. Además, Carlos Colina, con quien Ciclonautas ya había trabajado, ha aportado colchones de piano, sintetizadores… “Nos entendemos muy bien y trabajamos muy a gusto, Carlos nos ofrece siempre muchos abanicos de posibilidades”.
Saliendo del camping del hastío Colaboraciones, todas ellas, que han contribuida al disco de manera que resulta imposible prescindir de ellas en directo, por lo que deberán “dispararlas” ellos mismos, pues resulta complicado contar siempre con todos los artificieros. Un directo, por otra parte, al que Ciclonautas le tiene ganas. “Es complicado tocar rock con gente sentada, aforos, pero tenemos mucha ilusión por mostrar lo que hemos hecho”. De momento ya llenaron la sala Urban Rock Concept de Gasteiz el pasado 30 de mayo, han pasado por La Riviera de Madrid y tocarán en próximas fechas en Bilbao (12 de mayo, sala Santana 27) y Barcelona (día 19, sala Apolo). “Si no salimos a tocar perdemos mucha chispa, tenemos ganas de ver a nuestros fans, y sobre todo salir de este camping del hastío. No tocar y guardarlo sería horrible”, concluye Alén.
Una presentación junto con (de izquierda a derecha, Oscar Aibar, Manuel Vilas, Vicente Muñoz y David González)
Publicado en Rubio de bote, colaboración quincenal en magazine ON (diarios Grupo Noticias)
A menudo los juntaletras nos ponemos estupendos, por ejemplo
a la hora de explicar por qué hemos escrito tal o cual libro. “He hecho una
reflexión sobre la soledad”, “Este libro ha sido una purga del corazón para
mí”, “Quería escribir la gran novela sobre el Rock Radikal Vasco”…, decimos,
acariciándonos el mentón como si fuera un gato siamés. Pero lo cierto —al menos
en mi caso— es que muchas veces lo que te lleva a escribir un libro suele ser un
detonante mucho más mundano: una conversación escuchada en el autobús, una
noticia breve del periódico —“Detenido por orinar en un coche patrulla”,
“Pigcasso, la cerdita que vende cuadros por ocho mil libras”—, etc.
En el caso de mi última novela, Chuchería Herodes, el protagonista decide presentarse a un concurso
de preguntas y respuestas de la tele. Suelo ver todos los días uno de ellos
mientras preparo la comida. Me entretiene. El propio concurso y también las
divagaciones que hago sobre los concursantes: ¿Por qué habrán decidido
participar? ¿Necesitarán urgentemente el dinero? ¿Cómo eligen la ropa que llevan
puesta? ¿Y por qué no se les dibujan corronchos de sudor en la camiseta?…
Una buena manera de encontrar respuestas a esas dudas
existenciales es hacer caso a mi compadre Kutxi Romero, quien dice que para
saber qué piensa sobre algunas cosas tiene que escribirlas. Así que ahí estaba
yo, escribiendo una novela sobre un personaje que se presenta a un concurso de
la tele (se dio, además, la feliz casualidad de que, mientras trabajaba en esa
novela, en el concurso hicieron una pregunta referida a mi anterior libro, Tratado de hortografía, que tiene por
protagonista al mismo personaje de Chucherías
Herodes, con lo cual vi en ello una señal de las musas).
O sea que acabé el libro, este se publicó… Y entonces fue
cuando me enteré de qué iba realmente. En las entrevistas y en las presentaciones.
Eso algo que también me suele pasar, que me gusta y que a la vez me da mucho
asco. La parte que peor llevo. Las presentaciones, digo. El escritor mexicano Heriberto Yépez contó una
vez que los lectores van a las presentaciones para comprobar lo torpes y lo
mamones que son los escritores. No sé si será para tanto, pero en mi caso creo
que sí queda claro en ellas que soy una persona tímida, rara y con poquita voz.
Igual lo que tengo que hacer, en lugar de acariciarme el mentón, es acariciar
un gato siamés, uno de verdad, como me recomendó una vez un escritor al que sus
apariciones en público se le dan de maravilla (sus libros, por el contrario,
son una puta mierda, qué le vamos a hacer).
¿Y por qué cuento todo esto? Porque la idea para escribir este artículo se me ocurrió precisamente por otra tontería, dándole vueltas a lo sucedido en una de esas presentaciones, en la que tuve la impresión de no estar muy afortunado. Me imaginé a un escritor que se boicoteaba a sí mismo (o a su editorial, con la que tiene algún conflicto). El escritor de mi artículo se esmeraba en sus presentaciones en convencer a sus lectores de que no compraran su libro, se mostraba en ellas como un auténtico mamón, despreciaba a su público… Todo lo cual, sin embargo, provocaba el efecto contrario: de ese modo atraía a más lectores, la gente sentía más curiosidad sobre su libro, este se convertía en un best-seller… Eso en realidad era sobre lo que quería escribir hoy. Pero me ha salido esto otro. Quizás me guarde la idea para una novela o un cuento. No sé. No lo tengo muy claro. Ya me enteraré cuando lo publique.
“«Quise reflejar el horror, el miedo, el castigo que ocasionan las guerras»
La escritora navarra ficciona en El largo sueño de tu nombre la historia de algunos de los participantes en el la fuga del fuerte Ezkaba (1938) en una novela sobre memoria histórica y reparación contada desde la actualidad, hasta donde se alarga la sombra y el silencio sobre unos acontecimientos que marcaron la vida y el destino de cientos de personas.
No es la primera vez que Amaia Oloriz Rivas novela acontecimientos y escenarios relacionados con la memoria histórica en Nafarroa. En La sombra que habita en tus ojos, por ejemplo, escribió sobre las golondrinas, las mujeres de los valles de Roncal y Salazar que emigraban al llegar el invierno a Iparralde para faenar en las fábricas de alpargatas. El largo sueño de tu nombre sí es, sin embargo, la primera de sus novelas que aparece bajo un sello editorial, después de varias autoediciones que tuvieron buena acogida entre los lectores. La propia novela que hoy nos ocupa fue publicada por la autora hace tres años. Ahora Txalaparta la recupera, en un intento por dar mayor difusión a una historia en la que la escritora de Atarrabia recrea un episodio de la guerra civil, como el de la gran fuga del fuerte Ezkaba —casi ochocientos presos escaparon del penal; cientos de ellos fueron asesinados, solo tres consiguieron llegar hasta la muga— a pesar de su magnitud, silenciado y desconocido durante largos años. Junto con ello, a través de un suceso que nos trae hasta nuestros días, la novela aborda un tema, por desgracia, de lamentable actualidad, como es la lucha de los familiares de desaparecidos por encontrar los restos de sus seres queridos y reparar su memoria. El largo sueño de tu nombre es, además de todo ello, una novela sobre la culpa (se nos ofrece, por ejemplo, el punto de vista, a través de un diario personal, de un requeté) el perdón o la búsqueda de la identidad, temas todos ellos sobre los que la escritora cree que hay que hablar.
En El largo sueño de tu nombre recupera una
historia —la de la fuga del fuerte de San Cristóbal— que durante años estuvo
casi silenciada, ¿cómo llega usted a ella?
La investigación de Fermín Ezkieta sobre lo
sucedido aquel 22 de mayo de 1938 encendió una luz en mi cabeza. Pensé que dar
visibilidad en una novela a un hecho tan cuidadosa y perversamente silenciado
durante décadas, podría ayudar a no olvidar ese triste capítulo de nuestra
historia.
Y elige
para ello la historia de alguien que estuvo en el bando de los victimarios,
aunque fuera de manera forzada, ¿qué le interesaba de ese punto de vista, las
contradicciones, el silencio que tuvo que mantener durante años, los
remordimientos…?
El
carlismo ha estado muy presente en Navarra. Al investigar sobre el golpe de
estado del 36 quedé impactada por imágenes de niños y adolescentes carlistas
uniformados y armados. También entonces leí la definición de Erich Hartmann sobre la guerra: “La guerra es un lugar donde jóvenes que no se
conocen y no se odian se matan entre sí, por la decisión de viejos
que se conocen y se odian, pero no se matan”. Y quise reflejar el horror,
el miedo, el castigo que ocasionan las guerras. Jóvenes que van a la muerte en
defensa de unos ideales impuestos o heredados.
También
opta por cruzar pasado y presente, contar la historia a partir de una confesión
realizada muchos años después ¿por qué?
Es
una práctica que se repite en todas mis novelas. Me gusta que el presente
regrese a nuestro pasado, que desentierre historias que forman parte de nuestra
memoria como pueblo. El caciquismo, el contrabando, los niños robados, la fuga
del fuerte, las golondrinas de Roncal y Salazar…. Estoy convencida de que hablar de ello nos ayudará a ser una
sociedad más humana, más justa, más libre.
Estas
confesiones muchos años después, se han dado, algunas de ellas han permitido
encontrar fosas… ¿Parte de alguna historia concreta, que conozca o sobre la que
haya oído hablar?
Mi historia es fruto de la
imaginación, pero me gusta remarcar que la realidad supera en muchas ocasiones
la ficción. Tuve la suerte de poder presenciar una exhumación en Olabe. Un
vecino se decidió a desvelar el lugar en el que su padre le había indicado que
había tres presos enterrados. Todavía no había acabado de escribir la novela. Fue
un hecho que me impactó terriblemente. Solo quedaba uno de los cuerpos, el
cableado de telefónica pasaba cerca y el equipo de Aranzadi dio por sentado que
al realizar la obra se llevaron por delante los otros dos cuerpos. Era un chico
de unos 22 años y lo habían matado de un tiro en la cabeza. Pensé entonces en
el largo sueño de su nombre, 80 años silenciado bajo paladas de tierra. Quise que
en el título de mi novela quedaran reflejadas esas muertes de una forma
poética: El largo sueño de tu nombre.
Publica
con Txalaparta, después de varias novelas autoeditadas ¿Cómo llega a ellos,
cómo ha sido su recorrido y cómo se siente?
Edité
El largo sueño de tu nombre en 2018,
coincidiendo con el 80 aniversario de la fuga. Tengo que decir que han sido
casi tres años en los que la novela me ha dado mucha vida y emotivas experiencias.
Cuando Txalaparta se puso en contacto conmigo me alegré muchísimo por la
difusión que ellos iban a poder darle a la historia. La editorial llega a donde
yo no puedo llegar y creo que es importante desenterrar el pasado. Conocer la verdad para no repetirla.
Los
escenarios e historias de sus novelas están siempre muy ligados a Navarra, la
memoria histórica… ¿Está trabajando con algo nuevo?
Sí. En mi nueva novela quiero hablar de las otras víctimas del golpe de estado del 36. De aquellas mujeres y sus hijos a los que el odio y la injusticia condenó a una vida de castigos y miseria. Mi protagonista es un niño y vive en un Pueblo sin nombre. Un lugar que bien podría ser: Sartaguda, Lodosa, Andosilla, Larraga etc… pueblos de nuestra tierra en los que la represión fue brutal e innecesaria.