El lunes pasado debuté en el Blog San Fermín como colaborador. Será un texto sanferminero (fuera de temporada) al mes. Abajo va el primero y arriba un vidrio de MCD, a quienes menciono, con Manolo Kabezabolo, cantando en una Plaza de Toros (no la de Pamplona) «Entre borrachos» (o sea, todo también muy sanferminero, pero sin sanfermines)
TEMPORADA OTOÑO-INVIERNO
Esto de escribir sobre los sanfermines cuando el otoño acaba de asomarse por la puerta con un oriller marrón, me hace sentirme un poco fuera de lugar, la verdad. Es como volver rezagado a casa un quince de julio por la tarde, con la ropa blanca hecha un zarrio, trastabillándote en las zancadillas que te ponen tus propias ojeras, mientras sientes todas las miradas que se posan sobre ti como moscas del sueño y zumban en tu oído: “Golfo, borracho, a trabajar te ponía yo…”.
Este año Pamplona se olvidó antes que nunca de su canita al aire de cada mes de julio y el día 15, el día-más-triste-del-año, de par de mañana ya andaba echando en el cogote de quienes aguantaron hasta el encierro de la villavesa su aliento con olor a confesionario, a regaliz de palo y a orinal sucio debajo de la cama, preparado para una siesta que durará doce meses.
Pero bueno, yo tampoco puedo hablar mucho. Por lo general, me dan un poco de grima los que se visten de blanco fuera de temporada. Ir con el pañuelico a ver a Osasuna o a AC/DC (eso a mí me ha tocado verlo, y lo que es peor, Brian Johnson se anudó al cuello uno de esos pañuelicos ) me parece una julada, no sé que opinará Josemi Rodríguez Sieiro. Claro que lo mío es un trauma infantil: cuando tenía cinco o seis años mi madre nos llevó a mí y a mis hermanos a un concurso de disfraces vestidos de pamplonicas. ¿Qué tipo de disfraz es ese, mamá? Aparte de que se notó demasiado que nos habías apuntado a última hora, el traje de sanferminero no es un disfraz, es una segunda piel, que se cae el 14 de julio y no vuelve a salir hasta el día 6 del año siguiente, por lo general tirando de la sisa. Y nadie va a un concurso de disfraces en pelotas, mamá. ¿Por qué tuvimos que soportar aquello, que nos confundieran con un grupo de joteros infantiles? (“Las actuaciones son luego, chicos”, dijo el presentador del acto, mientras desfilábamos por la pasarela). ¿Fue todo aquello necesario, mamá?…
Solo lo he pasado peor vestido de blanco en otra ocasión, con el agravante de que esta vez sucedió durante los propios sanfermines. Fue hace un montón de años, cuando yo era joven, no digo más. Las barracas políticas (fue hace tanto que hasta había barracas políticas) habían organizado un concierto de ruido el día 14. Tenían que hacer mucho ruido, porque el ayuntamiento, a su vez, había montado otro concierto a la misma hora y a solo cincuenta metros de distancia: aquel año las barracas políticas estaban en el tramo final de la Avenida del Ejército y el concierto del ayuntamiento se hizo en Antoniutti. Así que estaban los dos escenarios pegaditos, y todo aquello lleno de punkis: el consistorio había decidido echar aquel pulso poniéndose también una pulsera de pinchos, y si en el concierto de las barracas políticas tocaban Tijuana in blue y Cicatriz, en el del ayunta lo hacían Eskorbuto y MCD (lo nunca visto, el ayuntamiento de Pamplona contratando a un grupo que se llamaba Me Cago en Dios y la txozna de las Gestoras en la Avenida del Ejército). El caso es que yo aquel día salí de casa, como los anteriores, todo vestidico de blanco, y para mi sorpresa me encontré a mis amigos maqueados con vaqueros rotos, pantalones escoceses, camisetas negras… Mis amigos eran unos falsos, unos renegados, pero tenían mejor ojo, más instinto de supervivencia que yo, que en medio de aquella marea negra, de olas encrestadas y katxis navegando de mano en mano, me sentí un náufrago con mi faja y mi pañuelico rojo. Hubiera pasado más desapercibido y recibido menos ahogadillas con la mirada si llevara puesta una camiseta de Ramoncín (de hecho, en aquella época y en aquel lugar podía haberla llevado sin ningún problema).
De blanco y rojo, en definitiva, queridos amigos, solo hay que vestirse en sanfermines menos los días que toque Eskorbuto; o como mucho, para escribir la columna, a ver si así la próxima estamos más inspirados, más en situación, y conseguimos interrumpir la siesta, espantar unos cuantos moscardones y que el señor con el oriller marrón pase de una vez y la piel empiece a mudar.
Una columna preciosa y emotiva. Tengo aún la piel de pollo y los ojos con pitarras. Ayer además me llegaron varios mensajes igualmente emocionantes hablando del libro. En días como el de hoy es cuando le encuentras todo el sentido que echas en falta o pones en duda otras veces a la hora de escribir. Muchs gracias, de corazón, a todos, y especial y públicamente, aunque se que a él no le gusta, al gran Nagore.
LA ÚLTIMA VEZ
Octava vez que comienzo este texto, yo, que casi ni rehago ni miro hacia atrás. Octava vez que escribo que gracias Steve Jobs por sin duda hacer del mundo un sitio diferente aunque no sé si mejor, ya que creo que solo nosotros mismos somos capaces de uno en una y mirando a nuestra calle de hacerlo mejor así hayan cambiado las herramientas de que disponemos, pero, en cualquier caso, gracias. Octava vez que lo borro todo y me siento un inútil, porque no hace ni media hora he leído el primer y último libro de mi vida que recomendaré aquí aunque sea lo último que haga, que recomendaré incluso a pesar de que su autor pase por ser eso que llamamos un conocido, que no es un amigo porque no recuerdo el nombre de su hija y del que hasta hace nada desconocía que su padre hubiera muerto cuando él tenía tres años. Octava vez que tengo tantas palabras y sensaciones y emociones que tengo que salir a esta ventana desde la cual las nubes no me dejan ver qué me cantan las últimas estrellas que se marchan con el amanecer para ver si me muestran qué decirles a ustedes y cómo explicarles sin resultar ridículo que me he leído de un tirón de tres horas silenciosas Dios nunca reza de Patxi Irurzun y que lo juro por las estrellas y también las nubes que me lo he subrayado entero y que he llorado a hipos casi a cada página y que me he reído como hacía tiempo y que me ha destrozado su ternura infinita y su humor devastador y su valiente autocrítica y su increíble capacidad de análisis social de esta sociedad y esta Pamplona a través de detalles diarios y frases simples y cortantes y ya para mi legendarias. Octava vez que escribo que no tengo más palabras, Patxi, porque las tienes todas tú, y que gracias gracias y gracias por compartirlas y que última vez y que lo siento. Eres un ángel.
Hoy nos han dedicado una página a mí y a mi Janis en EL CORREO, en su suplemento TERRITORIOS (de momento no está en internet) y así mi prima de Bilbao, a la que no veo desde hace siglos, me ha reconocido y ha sabido que escribo y se ha pensado que soy importante. También pensará que me conservo muy bien porque en el periódico han tenido la deferencia de sacarme una foto de hace 5 o 6 años (y ya se sabe lo que se estropea uno de los 37 a los 42).
Y aún no se ha acabado… Voy a trote cuto. Justo ahora pillo un hueco, entre ganchito y ganchito.(Dentro de nada empezarán a venir sobrinos, la familia, para celebrar el cumple de mi hija).
Me he vuelto a apuntar a euskera, una vez más, esta después de una buena temporada, así que ando totalmente desentrenado y el martes cuando fui a clases estaba como un flan. Y pensar que hubo un tiempo que controlaba, hasta leía y escribía y una vez incluso hice una entrevista, con sus nominalizaciones y sufijos bien puestos.
Al día siguiente (el miércoles) tocaba viajar a Madrid a presentar DIOS NUNCA REZA. Fui en tren, de churro, pues al ir a recoger el billete mi localizador no cuadraba y tuve que andar jugando al Scrabble con el tipo de la ventanilla hasta que di con la combinación acertada, nunca mejor dicho. Durante el viaje descansé, pero no me sirvió de nada porque a mi lado viajaba una entrañable ancianita con dos maletones más grandes que ella con la que tuve la buena acción del día y hube de bajarlas al andén y luego arrastrarlas hasta la puerta de Llegadas. Como soy un tirillas, acabé doblado, pero el espíritu me hizo músculo. Es muy raro este mundo en el que vivimos, en el que cuando ayudamos a otra persona, para una tontería como esta, nos sentimos superhéroes, con una identidad que no nos corresponde. Es tan raro como cuando la gente te da las gracias por dejarles pasar en el paso de cebra. Pero, hombre, si es tu derecho, tú eres el que tiene prioridad, por qué me das las gracias. La gente que me da las gracias en el paso de cebra me pone de mal humor, y me pone de mal humor ponerme de mal humor por eso.
Bueno, el caso es que ya en Madrid fui a comer con mi amigo Esteban Gutierrez a Barriga Llena y ahí estuvimos, haciendo honor al nombre del restorán, dando buena cuenta de los nachos, enchiladas, micheladas y demás aliteraciones con picante. Y luego, paseo, a mirar libros… En Antonio Machado nos encontramos con nuesta editora, Clea Moreno, que andaba de un lado a otro, tramando cosas y enredanco a gente para nuevos proyectos. Nos presentó al escritor Carlos Pardo, que trabaja en esa librería.
Con Jorge Giménez, de Alberdania, y Eduardo Laporte, en Tipos Infames
Más tarde quedamos con Eduardo Laporte, que me iba a presentar en Tipos Infames, y nos vimos por fin los gepetos, después de mucho email intercambiado y mucho en común, literaria y vitalmente. Eduardo me cayó bien, es como es un sus emails y en su blog. No sé, tenía la sensación de conocerlo ya. En Tipos infames, ya con la gente de Alberdania, presentamos DIOS NUNCA REZA, y ahora es cuando me pongo colorado, porque me están diciendo cosas muy bonitas sobre el diario que acabo de publicar. Jorge Giménez Bech introdujo el tema, explicó por qué se habían decidido a publicarme (y otra vez los colores) y luego Eduardo más de lo mismo. Eduardo sufrió, aunque en otra época, el mismo jefe tóxico que yo, del que hablo, entre otras muchas cosas (él no estan importante) en el libro, e hicimos un poco de exorcismo. Estuvo muy bien, Eduardo, y animó la cosa y no dejó hueco para incómodos silencios, consiguiendo que al final la presentación se convirtiera en una tertulia entre los que estábamos a un lado y a otro de la mesa. Eduardo ha escrito un libro, también sobre experiencias propias, sobre la memoria, Luz de noviembre, por la tarde (Demipage) que está teniendo muy buena acogida y del que hablaré otro día porque lo tengo preparado para leer (quise hacerlo en el autobús de vuelta pero no pude, por la noche uno leyendo en un autobús es alguien raro, con ganas de incordiar; en el tren de ida, por cierto, me leí Travolta tiene miedo a morir, de David Benedicte, que me pareció una novela maravillosa).
En Tipos Infames los libreros me dijeron que habían recibido el día anterior el libro y que les estaba gustando mucho. Estoy teniendo muy buenas reacciones entre las personas que leen el dietario, me dicen que con él se rien, lloran, se emocionan, se sienten reflejados… Me alegra mucho saberlo y que me lo digan, claro. Hay algunos comentarios de antiguos compañeros de trabajo que me están haciendo muy feliz, que me dicen que el libro en cierto modo es terapéutico, les ha ayudado a cerrar heridas y dejar atrás una etapa (la lista de damnificados por esa toxicidad de mi ex-jefe es larga). Pero también hay otras personas que no son juez y parte que me hablan de la emoción que les produce leer DIOS NUNCA REZA. Me da un poco de vergüenza alardear así, pero juro que es verdad. El que no me crea, quizás tiene que comprárselo y leerlo, ja, ja.
Con Eduardo Laporte, un poco achispados y sobre mí una luz muy a tono con el título del libro
Bien, después de la presentación estuve tomando unas cervezas con Eduardo Laporte y algunos de sus ilustres e ilustrados amigos, y con Gonzalo Aróstegui (otro escritor pamplonés-madrileño) que me acompañó hasta el metro para irme a Avenida América y coger el autobús de la una de la madrugada de vuelta a Pamplona y llegué por los pelos (y eso que tengo pocos). Dormir en el autobús, misión imposible, y justo cuando había al menos conseguido una duermevela, sonó el teléfono, a las dos y media. Kutxi, ponía. Y era Kutxi, sí. Resulta que estaban de promoción de su nuevo disco, el de Marea, EN MI HAMBRE MANDO YO, y se enteró de que yo también había caído por los madriles, así que llamó para ver si aún andaba de cañas y quemar madrid. Pero yo al día siguiente tenía cole (o sea, mis hijos), así que quedamos para vernos un día y cambiar cromos (tu disco por mi novela, etc). Por cierto, que los Marea están que lo rompen, nueve horas se pegaron el otro día firmando discos. Yo con 9 minutos ya me sentiría todo un superventas.
Sin dormir, pues, llevé a los niños al cole, me metí por fin un rato en la cama y luego otra vez al cole, preparar la comida, arf, arf, llevarlos otra vez a clase, dormir otro poco, arf, arf, recogerlos de nuevo, llevarlos con mi mujer, arf, arf, y a la primera sesión del Club de Lectura de la Biblioteca de San Jorge, que voy a coordinar. Más nervios. Vinieron veinte personas y la cosa pinta muy bien. Espero aprender mucho.
Luego, pasadas las nueve vuelta a casa y ¡si!, la niña estaba aún despierta, así que pudimos celebrar su cumpleaños los cuatro, pinchando una palmera de chocolate con tres velas. Un momento íntimo, como cuando comimos en el suelo comida turca, la primera noche en la nueva casa.
Ya por la noche, en el ordenador, vi que habían detenido a un rapero, Pablo Hasél, por hacer apología del terrorismo con sus letras. Lógicamente lo busqué en Internet, y vi que algunos de sus videos tenían de fondo dibujos de mi gran amigo Juan Kalvellido, «Tú siempre con los más revoltosos», le escribí un email. Yo no conocía a Pablo Hasel. Gracias, jueces de la Audiencia Nacional. Por cierto, que lo que he leido de él explicando la detención, y lo que he oído, sus canciones, me parecen muy bien. Es increíble que todavía pasen cosas como estas. Yo, señores jueces de la Audiencia nacional, también quiero me pasen cosas como esas, a ver cuántos libros vendo. Increible también, aunque distinto, es lo de Agustín Fernández-Mallo con la viuda de Borges. Hay cartas de apoyo para ambos, y me parece que firmar en una queda muy guay pero hacerlo en la otra ya es más jodido ¿verdad? Y no hablemos ya de los de Sarrionandia y el Premio Euskadi. Menos mal que todavía nos queda Miguel Sánchez Ostiz para decir las cosas claras.
En fin, hoy ha sido día para la logística doméstica, compras, limpieza, y esta tarde a celebrar el cumple de la niña, ya con todas las de la ley, o sea, con ganchitos y eso.
Arf, arf.
Por lo demás, la vida sigue, espero que un poco más tranquila.
Y por eso, mañana voy a presentar el libro a Madrid, y me vuelvo esa misma noche en un autobús a la una de la madrugada al pueblo (bueno, por eso y porque al día siguiente hay cole, y es el cumple de mi hija, y tengo la primera sesión del Club de lectura de San Jorge…). El caso es que el
JUEVES 5 DE OCTUBRE A LAS 20h EN TIPOS INFAMES MADRID
presento DIOS NUNCA REZA, mi último libro, y que me haría mucha ilusión que vinierais a arroparme un poco, que por la noche empieza a refrescar.
Me acompañarán el editor de Alberdania Jorge Giménez Bech y el escritor Eduardo Laporte.
¡Os espero!
DIOS NUNCA REZA
«Esta crónica cotidiana, que bien podría haberse titulado Diario de mudanzas, recorre un trayecto vital que se inicia, efectivamente, con la perspectiva de una mudanza de domicilio, y acaba en una mudanza mucho más agria: el despido»