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GENERACIÓN PLATO ÚNICO

Feb 4, 2014   //   by admin   //   Blog  //  1 Comment

El ministro con nombre de eructo y el peluco de 26.000 euros,


GENERACIÓN PLATO ÚNICO
Patxi Irurzun


—Anda, pero si esa vive en el portal de enfrente— señala mi amigo Juantxo el jipi a una chica en el televisor, durante un reportaje sobre los usuarios de comedores sociales. Es una sensación extraña. En la tele las noticias siempre parece que les suceden a otros, lejos. No duelen. Te pueden inquietar, pero siempre hay cierta distancia que te hace pensar que estás a salvo. Hasta que reconoces a alguien en la pantalla. Y, a la vez, no deja de ser curioso y paradójico que lo sepas de ese modo, que te enteres en la tele de que quien vive a tu lado lo está pasando mal. La pobreza es algo privado, que sucede de puertas para adentro. De puertas para adentro hay toda una generación que está creciendo alimentada con platos únicos y haciendo los deberes con forro polar. Una generación a la que solo dan visibilidad las llamas de los contenedores. La pobreza avergüenza a quien la sufre, en lugar de a quien la provoca. Con la riqueza sucede lo contrario, si no hay ostentación no sirve para nada. Hace unos días una conocida política apareció en el parlamento con una camiseta en la que se podía leer la palabra Rock en letras doradas. Me fijé en ella por eso. Porque no puede haber nada menos rockero que esa mujer. Nada más alejado de la calle y de la realidad (aunque Juantxo el jipi dice que será por eso de que los rockeros van al infierno, como cantaba Barón Rojo; es otra explicación).

La forma de vestir de los políticos ya de por sí nos debería hacer dudar de ellos y preguntarnos cómo hemos llegado a permitir que sean quienes nos representen. Sus trajes a medida, sus bolsos, sus pelucos de 26.000 euros, como el que lució el ministro con nombre de eructo en cierta ocasión… Me cuesta mucho pensar que en una reunión de vecinos eligiéramos como presidente de la comunidad a alguien con ese aspecto —si lo hubiera—. La mayoría de los políticos son marcianos, gente que no sabe cuánto vale una barra de pan, ni en qué súper te van a costar tres veces menos que en una panadería. Gente que solo ha estado en una oficina de empleo para sacarse la foto y ha tenido suerte, han salido de allí sin ser manteados. Gente a la que no le puede, no le debería gustar el rock. Gente que, pese a todo ello, suele corear como un estribillo que su principal preocupación son los parados. Cada vez que los oigo y los veo decir algo de ese tipo me dan ganas de abofetearlos, de guillotinarlos con el filo de un folio. (“¿Esto se puede decir, Juantxo?” “Igual no, igual te meten un puro”, “Ya, pero si escupes a todos los desempleados del país un “Que se jodan” desde el hemiciclo no pasa nada, ¿no?).

Al final, se trata de una cuestión de proporcionalidad. Si tienes —por poner un ejemplo— un equipo de fútbol y una deuda con hacienda de millones de euros, recibes facilidades para saldarla. Si dejas de pagar un par de meses los 500 euros de la hipoteca, puedes perder tu casa, ser desahuciado, acabar en un comedor de Cáritas, aparecer en la tele; o lo que es peor —puntualiza mi amigo Juantxo el jipi—, ver en ella cómo alguien sale a la palestra a hablar de los ERE, la crisis, los parados, preocupadísima por ti, muy rockera, pero con una camiseta puesta que ha debido de costarle más de cien pavos.

Publicado en la sección Rubio de Bote de ON (Diarios del Grupo Noticias)
(Página 15)

PRÓLOGO PARA ‘GENTE SIMPÁTICA (The Simpathy Tour)’, de ESTEBAN GUTIÉRREZ GÓMEZ (BACO)

Ene 23, 2014   //   by admin   //   Blog  //  No Comments
Gente simpática

Todavía sigo tocando la guitarra eléctrica con una raqueta de tenis. ¿Quién no lo ha hecho alguna vez, de pequeño? Nuestra propia respiración cavernosa, ahuecada, como la de Darth Vader en Stars War, imitaba a una multitud rugiendo en un estadio mientras frente al espejo emulábamos a Angus Young dando saltitos. Sí, ¿quién, de pequeño, no ha soñado con ser estrella del rocanrol? Para los más destalentados la rosa de ese sueño se marchitó enseguida, pero la espina se quedó dentro, y algunos intentamos sacarla con habilidades más al alcance de nuestras manos: la literatura, por ejemplo. Escribir de algún modo es resignarse a crecer, a que el mundo te pase por encima. Es estar armado con una raqueta de tenis que puede ser una guitarra eléctrica, un fusil, una red para cazar monstruos… o para espantarlos, para enviar con ella bien lejos a los perros rabiosos que nos muerden el corazón por dentro o a los que acechan emboscados fuera –la rutina, la uniformidad, el conformismo …-. La literatura, como el rocanrol, nos permite seguir soñando. Escribir, ya sean canciones o cuentos, es un ejercicio de libertad, y creo que eso es lo que nos hermana y lo que nos ha permitido a mí y a Esteban sintonizar y compartir proyectos con algunos de los que fueron en la adolescencia nuestros héroes del rock o de quienes siguen siéndolo hoy en día.

Este libro es el diario de carretera de la gira de presentación de uno de esos proyectos: la antología “Simpatía por el relato”, una colección de relatos escritos por rockeros que junto con Esteban Gutierrez ‘Baco’ coordiné y que como hemos dicho en alguna ocasión (yo más que él, porque Esteban ya formó parte, tiempo atrás, del gran circo del rocanrol) fue la excusa para que nosotros consiguiéramos colarnos en los backstages con nuestras raquetas de tenis en las manos. “Simpatía por el relato” nos ha dado muchas satisfacciones y, a nuestra edad, todavía ha hecho florecer algún otro sueño (“Cambiemos el mundo con simpatía”, fue el lema que Esteban acuñó para el “Simpathy tour”). Una de esas alegrías fue la gira de presentación de “Simpatía por el relato” y esos días on the road son los que cuenta el autor en este libro. Pero no solo eso, ni quizás lo más importante. Esteban, además de dejar constancia en estas páginas de una serie de verdades incontestables, como que los rockeros no cenan o que para dos escritores cuarentones el rocanrol resulta demasiado cansado, recorre otro camino mucho más largo que el que nos lleva a las ciudades donde la antología se presentó (Madrid, Oviedo, Santiago, León, Zaragoza…) y se remonta casi treinta años atrás hasta encontrarse consigo mismo, con Baco, el joven que fue y que quería comerse el mundo, sin tiempo que perder, robándole horas al sueño para estudiar, trabajar en Correos y, a la vez, hacer pioneros programas de radio sobre rock o convertirse en un intuitivo y apasionado mánager de grupos como Panzer.

No hay en España escritos muchos diarios de carretera, de giras de grupos, ni desde un punto de vista literario ni incluso periodístico, géneros que en otras literaturas como la anglosajona sí han tenido tradición, pero desde luego todavía hay muchos menos libros musicales en nuestras letras como este, en el que el autor, Esteban, Baco, no solo mira alrededor sino también dentro de sí mismo, y se busca, se pone en pie, pelea con los fantasmas de su pasado, recoge los escombros de sueños rotos y los vuelve a levantar con el cemento de la ilusión y la camaradería que ve amasar a su alrededor a los grupos y personas que nos acompañaron durante el “Simpathy tour”. El libro es un homenaje a todos ellos.

Es, también, un libro que a mí me habría gustado escribir e incluso tuve la tentación de hacerlo (por eso mismo, para agradecer toda esa solidaridad y ese entusiasmo contagioso y vivificante) pero no sería justo, no me correspondía teniendo por compañero a un rockero por los cuatro costados ( a mí, por lo general y en todos los sentidos, solo se me ve de perfil), a un magnífico cronista, a alguien que, además, sabe perfectamente de lo que habla, pues ha estado dentro, ha tomado cañas con Gary Moore, con Los Suaves, con Kiss o con los Burning. Me conformo con la extraña sensación de verme, como en un vuelo astral, aparecer en sus páginas convertido en personaje literario. Y desde luego con la piedra preciosa que ha ocupado en mi corazón el lugar de la espina que el “Sympathy tour” sacó: la amistad – a estas alturas de la vida, cuando a veces ya no quedan fuerzas ni ganas para hacer amigos- que he forjado con Esteban durante todos estos días de carretera, bolos, entrevistas, de ilusiones y proyectos compartidos. Esteban, como yo, todavía sigue tocando la guitarra eléctrica con una raqueta de tenis. Todavía seguimos, los dos, soñando. Y creyendo que podemos ayudar a los demás a soñar. Por todo eso, os invito a leer estas páginas. A cambiar el mundo con simpatía. Y si no, si no se puede o no nos dejan, siempre podremos cantar, como hacíamos de pequeños, aquello de: “Hemos perdido, pero nos hemos divertido”. Que no es lo de menos.

Patxi Irurzun

RUBIO DE BOTE: LORZAS ORGULLOSAS

Ene 21, 2014   //   by admin   //   Blog  //  1 Comment
Segunda colaboración para On

Porque el canon de belleza cambia con las modas


LORZAS ORGULLOSAS

Aunque ahora, en pleno siglo XXIII, nos parezca mentira, hubo un tiempo en que los flacos dominaban la tierra y la mierda todavía no era comestible.  Un tiempo en que el hambre no se había erradicado entre los humanos. Un tiempo en el que a las cupcakes aún las llamaban magdalenas decoradas. El tiempo en que vivió el legendario diseñador de moda Juantxo Fuego, de quien durante estas rebajas conmemoramos el bicentenario de su muerte (todavía envuelta en una misteriosa y sórdida nube de vapor).
Fuego fue el creador de los Juantxo’s, unos zapatos que hoy no faltan en ningún hogar del mundo, pero que a principios del siglo XXI eran exclusivos, un signo de distinción social que acabaría por dar un revolcón al canon estético imperante. Hoy todos estamos de acuerdo en que los flacos son gente con poco perfil, pero en aquella época existía una auténtica obsesión por la delgadez y los gordos eran apestados sociales que debían rehabilitarse convirtiéndose en cantantes de ópera o tatuándose una sonrisa como una cicatriz en el rostro. Por todo ello, cuando Juantxo Fuego presentó su nueva creación, unos zapatos que solo podían encajarse en los tobillos de cenicientas XL, todo el mundo lo trató de loco. Pero, oh, se trataba de unos Juantxo’s, así que pronto comenzaron a verse en las pasarelas modelos que se habían hartado de comer kebabs, y después en el papel cuché de las revistas del corazón princesas que ya no eran un poema, que ya no estaban tristes ni escuchimizadas,  y finalmente las calles se llenaron de lorzas orgullosas, de nalgas como montañas, de barrigas como ochomiles, todo con tal de calzarse unos Juantxo’s y ser alguien en la vida.

Los hábitos sociales cambiaron rápidamente. Los gimnasios se transformaron en centros de engorde y alcanzaron sus picos más altos de matrícula al comenzar el año, para intentar mantener en forma el ritmo comilón de las navidades; se permitió comercializar las tallas XS solo en tiendas de muñecas; la acupuntura social de los zapatos de tacón se prohibió por decreto; el sumo fue el nuevo deporte rey (y el lanzamiento de martillo el deporte príncipe)… Y finalmente,  los Juantxo’s se democratizaron: todo el mundo pudo llevar unos, incluso en los países secularmente asolados por hambrunas, que se convirtieron en nuevos nichos de negocio. Fue entonces cuando los departamentos de I+D de la poderosa industria del calzado descubrieron que la caca, convenientemente tratada, alimentaba. La  mierda fue el nuevo maná de los pobres (quienes, aunque al principio se mostraron algo reticentes, acabaron tragando, pues habían sido entrenados durante décadas haciendo lo propio con telediarios, campañas electorales, fútbol, facebook, programas del corazón…). El hambre en el mundo, en definitiva,  había sido vencida. Y todo gracias a Juantxo Fuego, quien, sin embargo, nunca dejó de ser un hombre atormentado y con tendencia a la polintoxicación, ni de repetir en las entrevistas que la belleza no era una cifra en una báscula. Murió mientras se duchaba, girando cada vez un poquito más el grifo del agua caliente, ah, qué gustirrinín, hasta entrar en ebullición y convertirse en una lágrima de vapor que serpenteaba por los azulejos y dibujaba sobre ellos un interrogante; preguntándose si en realidad las modas no eran a menudo una sandez. Una sandez muy gorda.

Página 7

RUBIO DE BOTE: DEFENSA PERSONAL

Ene 21, 2014   //   by admin   //   Blog  //  No Comments
Foto: Hoy es un día tan bueno como cualquier otro para salir a la calle a hacer osotogaris. Os recuerdo que hoy me estreno con Rubio de bote, mi colabotación en On, semanario del grupo Noticias




El pasado 4 de enero comencé a colaborar en el suplemento ON de los periódicos del Grupo Noticias (Deia, Diario de Noticias de Navarra, Gipuzkoa y Álava). Será una sección quincenal bajo el título Rubio de bote. Esta es el primer Rubio de bote:


DEFENSA PERSONAL

Es como esos romanos con gafas o con reloj o mirando el twiter en las procesiones de Semana Santa: cada vez que veo a un niño con kimono por la calle hay algo que no me cuadra, que me repele un poco. Supongo que también se trata de un trauma infantil. Yo soy de aquellos chavales a los que, a mediados de los setenta, nuestras madres nos apuntaban a judo por culpa de los navajeros. Era la época de las películas de quinquis, de los supermiriafioris, de la música de Burning y Los Calis, del miedo a salir de noche, de los yonkis domésticos, casi como de la familia, a los que conocíamos por su nombre de pila (el Toñín, se llamaba el nuestro) y que nos arrancaban a punta de cuchillo jamonero la medalla del niño Jesús, el anillo con sello o el reloj con números fosforescentes de la primera comunión. Que yo sepa ninguno de aquellos niños con kimono le hicimos nunca un osotogari a nuestros navajeros. Supongo que por eso odiaba el judo. Por eso y porque hasta el calentamiento yo, que soy de complexión tirillas, iba bien, resultaba divertido, los saltos, las caídas, pero cuando empezaban los combates me tocaba siempre contra algún niño con tetas que había merendado chorizo de Pamplona y entonces todo se volvía oscuro y me faltaba el aire, allá con la cara pegada contra un tatami que olía a babas y perineo sudado.
Y ahora va mi hijo y se me apunta a judo. Y le gusta. Y a mí me gusta que le guste. Y a veces incluso le dejo que vaya al gimnasio en kimono. En esas ocasiones, suelo aprovechar antes para hacer con él algunos recados, para ir a la caja de ahorros o recoger la factura de la luz del buzón, que es donde suele sacarme todavía de vez en cuando la faca el Toñín. Me he hecho un poco madre. Pero es que la cosa se ha puesto muy mala. Algunas veces también vamos, antes que al judo, a la tienda, y cada vez que me pongo a despegar bolsas en la cola de la caja, después de mirar el precio del pescado, de la fruta, de los preservativos, pienso en que sería una buena idea colocar desfibriladores en los pasillos de los supermercados.
Les regalo la idea porque tengo más. Es verdad eso de que la crisis es una oportunidad, de que la necesidad agudiza el ingenio y hay cientos de nichos de negocio. Por ejemplo,  “Manifiéstate”: una empresa dedicada a fabricar pancartas, silbatos, cacerolas, todo tipo de productos para protestar; con sus propias subdivisiones de negocio: una rama especializada en alquilar extras, dobles para las manifestaciones que se prevean de alto riesgo (es decir, casi todas); con un personal adiestrado en esquivar porras, eludir multas, inmovilizar antidisturbios…  Hay más negocios de éxito: los pupitres- litera, que además tendrían uno de sus mejores clientes, o incluso el único, en la propia administración y su monopolio del amontonamiento de niños en las escuelas públicas.

Y el judo. El judo es el futuro. Ya está bien de tanto inglés y tanto twiter, amigo romano. Pensándolo bien todos deberíamos salir a la calle en kimono, en ropa de combate, y aprender a hacer llaves, osotogaris  a los navajeros en los bancos y en las oficinas de las eléctricas y en los plenos parlamentarios. Es una cuestión de pura defensa personal. Ah, qué bonito sería, si nuestros contrincantes no tuvieran las tetas tan gordas. 


Página 13

‘IMAGINA CUÁNTAS PALABRAS’ EN EL PAÍS

Ene 12, 2014   //   by admin   //   Blog  //  No Comments
Foto: Clemente Bernard


Un caleidoscopio de palabras

Andrés García de la Riva

Felicidad, música, amor, libro, balón, esternocleidomastoideo… y así hasta 50 palabras con las que medio centenar de autores han escrito otros tantos textos con la única condición de que las incluyeran todas. Un reto literario de espíritu oulipiano que se completa con 50 fotografías, una acompañando a cada texto. Es el juego que recoge el libro Imagina cuántas palabras, primer paso en la materialización de un proyecto nacido en 2011 con vocación transmedia y de plantear un diálogo entre palabra e imagen del que surgen múltiples preguntas: ¿qué imágenes podemos asociar a una palabra?, ¿qué representa una fotografía?, ¿ cuánto hay de realidad en lo que muestran?

Presentado recientemente en Madrid y Pamplona, Imagina cuántas palabras responde a la implicación personal de Carolina Martínez y Clemente Bernad, responsables de Alkibla Proyectos Culturales, empresa editora del libro. Ambos alumbraron este proyecto como un canto a la diversidad cultural de la educación pública y al derecho a una vivienda digna; su gestación es fruto de la sensibilidad política y social de los dos directores: una gestora cultural y un fotógrafo con una trayectoria marcada por trabajos sobre temporeros andaluces, campos de refugiados saharauis, inmigración clandestina o exhumaciones de las fosas comunes de la Guerra Civil.

En el curso 2011-2012, Carolina y Clemente propusieron a los alumnos de segundo a sexto de Educación Primaria del Colegio Público Cardenal Ilundain de Pamplona que escribiesen sus diez palabras preferidas. Los 315 participantes aportaron 1.430 palabras diferentes y las 50 más utilizadas fueron encomendadas a escritores, poetas, fotógrafos e ilustradores como Patxi Irurzun, Juan Carlos Mestre, Ferdinando Scianna, Felipe Zapico, Alfonso Armada, Guadalupe Grande o Enrique Villarreal para construir poemas, relatos, ensayos, viñetas y hasta una pequeña enciclopedia china para occidentales. A ellos se ha sumado Eduardo Nieto, estudiante de Secundaria que ha ganado un concurso literario para escolares que asumía la misma norma de las 50 palabras con la que los participantes en el libro han conseguido un resultado sorprendente por diverso y fructífero. Algunos, como Manuel Rivas, Isabel Bono o Manuel Rico, vuelven al paraíso perdido de la infancia; otros, como Pilar González, viajan al futuro para ensalzar el poder de la imaginación; Emilio Silva propone un relato estremecedor sobre la violencia en Siria; Antonio Orihuela construye un poema visual a partir de un mapamundi cuyos países están representados por palabras y donde mamá corresponde a España, cariño a México o iglú a la Antártida.

Para ilustrar estos textos, Carolina y Clemente convivieron el verano pasado durante una semana en la Corrala de Vecinas La Utopía, en Sevilla, un edificio abandonado por su constructora, en quiebra, y ocupado por 40 familias con problemas económicos, muchas de ellas desahuciadas, apoyadas por el movimiento 15M. Sin conocer previamente los textos, Bernad retrató la rutina cotidiana de los vecinos de La Utopía en unas fotografías con un carácter documental ajeno a cualquier efectismo o voluntad sensacionalista: un patio anodino coronado por una bandera del Che Guevara, una cena familiar, un niño con su hámster, un muro con una pintada que dice: “Sin agua, sin luz y sin miedo”… Bernad completó el proceso cuando asignó una foto a cada texto ampliando así la polisemia de las palabras en su relación con las imágenes.

Todos estos materiales se recogen en un libro colectivo de gran formato editado con mimo y con licencia Creative Commons que autoriza la libre reproducción de los textos e imágenes siempre que se cite al autor y no se modifique la obra. Se han publicado 1.500 ejemplares financiados por distintos patrocinadores que han apadrinado las palabras propuestas. Así, en otra vuelta de tuerca al juego de palabras que articula todo el proyecto, una joyería se ha quedado con felicidad, un bar con amistad o un particular ha adquirido paz para su pareja, llamada Paz. Una experiencia léxica en la que también participa La Utopía, como vemos en una foto que muestra un muro donde han escrito una estrofa del poema No te rindas, de Mario Benedetti. Sus versos subrayan el espíritu que inspira tanto a los vecinos de la corrala sevillana como a los creadores de un proyecto que tendrá continuidad a través de talleres y, quizás, en formato libro en otras lenguas como el euskera.

http://cultura.elpais.com/cultura/2014/01/11/actualidad/1389455163_439355.html

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