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LOS HOMBRES INTERMITENTES

Sep 9, 2009   //   by admin   //   Blog  //  1 Comment

Hace unos días el poeta Francisco Javier Irazoki me envió desde París su libro Los hombres intermitentes con una dedicatoria que me emocionó: «Para Patxi Irurzun, a quien he querido abrazar desde que leí las primeras páginas de Atrapados en el paraíso». Me emocionó, porque Los hombres intermitentes (había leído algunos de sus cuentos o poemas en prosa en internet, en blogs como el de Esteban Gutiérrez/Bacovicious) es un libro hermoso; pero me emocioné sobre todo porque no conocía personalmente a Irazoki.

He leído y releído Los hombres intermitentes estos días y además un bonus-track en Babelia, el pasado sábado, en donde publicaron un texto de Los descalzos, su próximo libro, que dicen, es una suerte de continuación de Los hombres intermitentes; y mientras lo iba leyendo, en el autobus, antes de caer rendido en la cama, me iba sintiendo yo también un hombre intermitente, que solo es lo que quiere ser en esos momentos tan plácidos, el resto –en buena parte- es una vida impuesta, el trabajo, los centros comerciales a los que de vez en cuando voy a abastecerme… Los hombres intermitentes me ha dado luz durante estos días, me han hecho sentirme menos apagado. Gracias, amigo. Y un abrazo.

ÁLBUM. Francisco Javier Irazoki.

EL QUE SE REBELABA contra las normas del colegio caía en una habitación oscura.

Ya habían pasado más de veinte años desde el final de la guerra, pero el miedo estaba aún en los cuadernos escolares. Lo vencíamos con la exaltación del juego o mirando el humo del serrín y de los troncos que ardían en las estufas. También lo desviábamos con la somnolencia. En invierno hicimos muchas siestas bajo el abrigo de las imágenes del dictador erguido sobre un caballo.

Sólo un niño se oponía a las enseñanzas del miedo. “¿Habéis besado el anillo del cuervo?”, preguntó con unas hebras de tabaco entre las comisuras de los labios, mientras señalaba al sacerdote que dócilmente saludábamos. Admiré su audacia endurecida por los encierros frecuentes en la sala de castigo con que nos amenazaron.

Al entrar en clase, yo sacaba de mis bolsillos las astillas y hojas de árboles que recogía en el camino. La corteza lisa del haya fue mi amuleto. Con los dedos abrí las agallas de roble y preparé una sepultura para aquellas palabras que no había comprendido. Arcabuz, cordillera y afluente pasaron bastantes semanas en el hueco, hasta que sus significados levantaron el vuelo.

Cierto día, una profesora, cansada de mi torpeza al leer, me quitó el libro y lo lanzó al techo. Las tapas y hojas se despegaron en el aire. Los folios y las carcajadas de los niños bajaron lentamente y me cubrieron. Braceé en el interior, y en ese momento comprendí que algunas risas eran el cuarto oscuro.

Francisco Javier Irazoki. Los hombres intermitentes. Hiperión, 2006.

Blues y otros cuentos

Sep 5, 2009   //   by admin   //   Blog  //  No Comments
El próximo jueves estaré en la librería Auzolan presentando el libro Blues y otros cuentos del pamplonés, afincado en Madrid -vaya, esto parece el Un dos, tres- Iñaki Echarte Vidarte, escritor suicida (¡a quien se le ocurre, confiar en un escritor tímido y cenizo como yo, para presentar un libro!). Bueno, ahí va el cartel:

TODO VA SOBRE RUEDAS

Sep 4, 2009   //   by admin   //   Blog  //  No Comments

Nadie es profeta en su tierra, así que he decidido comprarme un autobús (bueno, un trozo de autobús) en Londres y a ver si vendo algunos libros en la pérfida Albión.

LIBRO TRADUCIDO AL EUSKARA (Y YO SIN ENTERARME)

Sep 3, 2009   //   by admin   //   Blog  //  3 Comments

La editorial Txertoa acaba de publicar mi primer libro traducido al euskera: Mozart, musikari txiki handia (Mozart, el pequeño gran músico, de la editorial El Rompecabezas). O eso creo, porque a mí oficialmente nadie me ha dicho nada, lo he visto en la web de las librería Elkar. Es un poco raro ¿no?, que traduzcan un libro de un autor a espaldas de este. ¿Qué se supone que tengo que hacer? ¿Qué me corresponde? ¿Quién se ha quedado con lo que me corresponde? ¿Por qué no me han pedido permiso? ¿Por qué nadie me ha avisado, al menos? ¿Y debo pagarme yo de mi bolsillo un ejemplar de uno de mis propios libros? Porque resulta que, seré muy raro o muy narciso, pero me gusta conservar al menos una copia de cada uno de losque publico o en los que participo (y no los tengo todos) .

Mozart, el pequeño gran músico, fue, además, un encargo (de la editorial El Rompecabezas) no una iniciativa personal, así como otras cuatro biografías de personajes históricos (lo cual no quita para que me los pasara teta escribiéndolas). Una media de tres o cuatro meses para escribir cada uno de ellos, a cambio de 600 eurazos de adelanto, una fortuna, que al parecer sirve para cubrir los derechos de autor, porque en El Rompecabezas no dan señales de vida cuando los reclamo.

Uno ya sabe que con esto rico –económicamente- no se va a hacer, y que tampoco se van a hacer ricas las editoriales que publican mis libros, pero todo esto me parece tener mucha cara y muy poca educación. Y mira que podía haber sido una cosa bonita, y que me entusiasma (¡mi primer libro en euskara!)…

En fin, habrá que esperar un poco, a ver qué pasa. Y si no pasa nada, tendremos que hacer que pase ¿no? ¿Qué tal colgar gratuitamente, por mi cuenta y riesgo, sin avisar ni rendir cuentas a nadie, los libros de El Rompecabezas en este blog? No es muy diferente a lo que han hecho ellos conmigo.

RELIQUIAS & JOROBAS (O ‘Un día con Ángel González González’)

Sep 1, 2009   //   by admin   //   Blog  //  2 Comments
Aldeacentenera en plena siesta
He pasado casi una semana en lo que el diario Hoy de Extremadura llamaba la república platónica de las Villuercas, Aldeacentenera. A Platón no lo he visto por ningún lado, pero Epicuro andaba en cada rincón de ese pueblito cacereño transustanciado en trozos de melón, peladilla o cochinillo frito, aceitunas con hielo, jamón ibérico… Lo único, “la caló”, pero para eso ya estaba la siesta y las piscina y las jarras de cerveza de los bares en que sumergirse entero.

Un día, fuimos a Trujillo, a comer a La Troya, qué exageración, qué tortilla de patata (ahí, ¡pam!, encima de la mesa, nada más llegar, sin pedirla, ni tampoco el plato de chorizo, ni la ensalada), qué migas, qué caldereta de cordero, y presa de cerdo, prueba, secreto… Todo por quince euros. Yo tengo poco paladar pero buen saque y sobró la mitad de cada plato. No sé qué harán con el resto, tirarlo me parece algo impúdico (otro año vi que de uno de los bares del porche sacaban bocadillos para algún yonki que almapeneaba por ahí).

En la Troya hay fotos de decenas de famosos de toda condición que un día se pusieron las botas en el restaurante: desde, creo recordar, el rey, que ya se sabe que es muy campechano, pasando por jugadores de baloncesto de cuando el blanco y negro (o el blanco y azulgrana), –Iturriaga, Manuel Flores– a gente del mundo de la farándula como Antonio Resines, Belén Rueda cuando iba con hombreras, o Montxo Armedáriz, al que su Tasio se le ha hecho ya todo un mozo y cumple 25 años. Y muchos más. También, por cierto, se exhibe en la Troya una foto de la dueña –ya fallecida- con Barrionuevo, esperemos que el juez Garzón no cierre por ese motivo este templo del pantagruelismo.

Otro día, me acerqué a Almaraz a visitar al poeta y pintor Ángel González González, con el que tuve una jornada on the road memorable. No vamos a contar que nos bebimos hasta el agua de los floreros, ni que nos fuimos sin pagar de una gasolinera, o que expoliamos alguna que otra iglesia, no, porque no podemos –aunque eso fue lo que nos juramos el uno al otro que contaríamos, para forjarnos una leyenda de malditos y andregrauns-; y no, además, porque solo bebimos cocacolas, fumamos fortunas y nos recogimos pronto, cada uno a su nido con sus polluelos. Eso sí, echamos risas por un tubo, que eso sí que es pura revolución y contracultura.

pinchando podréis leer la historia de este extraño cementerio

Aunque la cosa empezó seria. Angel me llevó a ver un cementerio militar alemán, a tan solo un kilómetro del Monasterio de Yuste. En él hay enterrados unas decenas de aviadores alemanes de las dos guerras mundiales, cuyos aparatos cayeron sobre la península. Creo que no es un lugar muy conocido, ni muy visitado, pero las cruces alineadas, las lápidas de soldados desconocidos, las pintadas que han dejado otros visitantes en un banco de la entrada sobrecogen, porque hablan de la estupidez y la brutalidad de todas las guerras. Como curiosidad, encontramos a un soldado Paul Neumann y a un par al que le faltaban dos o tres sílabas para ser Bukowskis.

Paul Neumann se murió sin pena ni gloria ni Oscars ni nada

De ahí, a otro mausoleo, este el de Carlos V, donde para nuestra sorpresa, descubrimos un retablo con una serie de reliquias de alguna de las once mil vírgenes (pero ¿hubo alguna vez once mil vírgenes?, que decía Jardiel Poncela) y, sobre todo, de un caballero de la legión tebana de San Mauricio, que mostraba un busto cuya expresión Ángel definió como el primer caso documentado de abuso de opiáceos. ¡Qué torpes estuvimos! Cándidamente preguntamos al segurata si podíamos inmortalizarlo, en lugar de hacerlo y después pedir disculpas. Y claro, nos dijo que no, primero él y luego en la entrada, la encargada, con la que no colaron las explicaciones de Angel, presentándose como redactor de una revista literaria para la que íbamos a escribir un número especial sobre reliquias. A la revista la titulamos Reliquias&Jorobas, lo primero está claro, lo segundo no sé muy bien a qué viene, tal vez para anticiparnos al estado en que nos dejó esa negativa (en realidad nos dieron largas, dijeron que pidiéramos un permiso en Patrimonio Nacional, etc.). Quizás lo hagamos. Y es que el busto, señores y señoras, merece la pena, el tebano, el modelo al menos en el que el escultor se inspiró, había abusado inequívocamente de algunas sustancias o yerbas. Por internet tampoco se encuentra un retrato, así que si alguien puede remitírnoslo o hacerle un robado, será una gran alegría para este par de bizarros redactores.

¿Somos o no somos bizarros?

Por lo demás, el tema de las reliquias, en realidad ya se ha tratado y magistralmente, como en este número de Mondo Brutto, en el que se habla de los quince prepucios del niño Jesús desperdigados por el mundo o el aliento de San José embotellado.
Creo que me he perdido un poco, y también que ya no voy a saber encontrarme.
La caló es lo que tiene.
Así que, discúlpenme. El año que viene, nos prometimos Ángel y yo, más.
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