MI RELIGIÓN (O CON JOSU EN MONDRA)
Para nosotros que no creíamos en nada el punk-rock era una religión. Creo que esa será una buena manera de empezar el libro que algún día escribiré sobre el rock radikal vasco, los ochenta y qué queda de todo eso. Luego vendrá alguno y dirá que soy solo pura pose, que voy de escritor macarra, aunque tenga ya cuarenta tacos y una hipoteca y qué se yo. Por lo visto, uno tiene que renunciar a ciertas cosas cuando cumple años, o, por el contrario tener siempre veinte años, y demostrarlo, dar fe y llevar el carnet de autenticidad en la frente. No lo entiendo muy bien. Algo raro pasa cuando no es la propia vida, ni los que tratan de domesticar tu vida -y tienen las herramientas para hacerlo, por ejemplo, con una hipoteca-, sino gente de a pie los que te exigen entrar al redil, diluirte…
El caso es que hace unos días estuve presentando la novela de Josu Arteaga, Historia universal de los hombres-gato, en el gaztetxe de Arrasate-Mondragón, y por la noche Josu me llevó a ver un par de conciertos, en los que se veían huecos, y hablamos de eso, de que para nosotros la música era una religión y los conciertos su eucaristía, había que ir a ellos por devoción y por obligación. La música era la forma de socializarse, de expresarse, de escupirle al mundo y aunque el lapo volviera de regreso a tu cara, tú pensabas que estaba lloviendo y que olía a libertad.. Creo que la música sigue teniendo ese componente religioso para los jóvenes, pero ha perdido la capacidad de socialización, hoy la fe se vive de forma individual y acumulativa, lo que cuenta es el número de discos que tengas en el iPod, y no hay que perder tiempo, hay que intentar oírlos todos, pero no aprenderse las oraciones de memoria, no despegar el auricular ni siquiera cuando estés con tus colegas, tu pareja… Claro que todo esto no lo sé muy bien, efectivamente no tengo veinte años. Vi, de todos modos, en el gaztetxe de Mondra a muchos chavales jóvenes y muy jóvenes gestionando un espacio con entusiasmo y con mucha miga (radio, fanzine, conciertos…). Me cuenta Josu que una de las cosas que los ha espoleado y unido ha sido la muerte repentina de un compañero. A veces eso pasa, la vida te agarra por las solapas y te espabila, le escupes a la cara y esta vez das en el blanco. Me alegró mucho ver a esos chavales tirando palante. Como me alegró lo bien que salió todo en la presentación, y que la culpa de todo la tuviera Josu y los suyos, que se lo montaron como merecía la ocasión, llevaron tortillas, vino, y le despojaron a ese acto (la presentación de un libro, oh) de ese matiz pedante y aburrido que suele llevar implícito, no sé por qué, pues escribimos, entre otras cosas, para entretener, para que la gente pase un buen rato. Nos colocamos allá todos en círculo y hablamos, cada uno como pudo (esto lo digo por mí), en euskara y en castellano, antes y después de la presentación, nos echamos unas risas… Y allá estaba, gente de todas las edades, desde el pequeño Taxio, el hijo de Josu, hasta la tía Eugeni, la primera vez en su vida que pisaba un gaztetxe. Y la gente de Alberdania, la editorial, respaldando y arropando a Josu, y despachando libros de una caja como rosquillas (para cubrir las carencias de las librerías -es increíble que en este negocio el que se lleve la mayor parte sea la distribuidora y que luego cueste tanto conseguir que en tu propio pueblo haya más que los cinco o diez ejemplares, con suerte, de rigor-). Una gozada. Josu me dijo que había descubierto que tiene un montón de amigos, pero cualquiera que lo conozca un poco sabrá que él se los ha ganado a pulso. Y luego la novela, que es maravillosa, cruel y tierna, una salvajada dulce, un libro desde luego diferente. Ya dije en la presentación que los libros hay que leerlos en lugar de hablar de ellos o diseccionarlos como animales muertos. Este libro está vivo y caliente, como un gato callejero.
Después de la presentación, lo dicho, cervezas, y bocadillos de setas, y conciertos, y reencuentros sorprendentes con peña de otras épocas y lugares (como Iker Barandiaran, de la revista Putz, en la que aparecí en un número metiéndole mano a Lazkao-Txiki, el bertsolari y meando en la pila de la iglesia, después de que Diego Martiartu me emborrachara en Lazkao, en donde estuve un año aprendiendo euskara para después desaprenderlo sobre todo por una dejadez imperdonable por mi parte pero también porque en Navarra hablar la lingua navarrorum es cada vez más una cosa de marcianos, sospechosa, mal vista…).
En cuanto a los conciertos, estuvimos viendo en un bar a Puro Chile, en el que toca Mamen, la que fuera miembro de Las Vulpes y de Anticuerpos y hasta de Cicatriz, entre otros, o Urko Igartiburu, que llegó a tocar en Eskorbuto (ellos podrían ayudarme mucho con esa novela sobre el rock radikal). Yo siempre he tenido debilidad por la voz de Mamen, así que fue una guinda perfecta para el pastel. Luego Josu me puso cama, cuando ya estaba tambaleante (después del otro concierto en el gaztetxe, con varios grupos punks, y un encuentro o encontronazo con unos nazis que luego no lo eran o sí o no quedó claro, pero la cosa no fue a más), y he de decir que es una de las camas más cómodas en las que dormido en mi vida. Tanto que ni siquiera me enteré de que mis anfitriones tuvieron que salir a toda prisa poco después de acostarnos porque Josune, la chica de Josu, tenía una neumonía (nadie lo diría a la mañana siguiente, viéndole coger en brazos a Taxio; una mujer fuerte, sin duda. Un beso para ella, espero que ya esté bien).
Me lo pasé muy bien, en definitiva, y como siempre que estoy con Josu, estuve muy a gusto. El punk-rock y la gente del gaztetxe y la Historia universal de los hombres-gato volvieron a darme fe, me sentí como un chaval y si a alguien le pica o piensa que soy pura pose, que se arrasque, y que se prepare porque pienso volver por Mondra y si hay fuerzas y ganas igual la liamos bien gorda, menudos somos los de Olariz y alrededores.
El caso es que hace unos días estuve presentando la novela de Josu Arteaga, Historia universal de los hombres-gato, en el gaztetxe de Arrasate-Mondragón, y por la noche Josu me llevó a ver un par de conciertos, en los que se veían huecos, y hablamos de eso, de que para nosotros la música era una religión y los conciertos su eucaristía, había que ir a ellos por devoción y por obligación. La música era la forma de socializarse, de expresarse, de escupirle al mundo y aunque el lapo volviera de regreso a tu cara, tú pensabas que estaba lloviendo y que olía a libertad.. Creo que la música sigue teniendo ese componente religioso para los jóvenes, pero ha perdido la capacidad de socialización, hoy la fe se vive de forma individual y acumulativa, lo que cuenta es el número de discos que tengas en el iPod, y no hay que perder tiempo, hay que intentar oírlos todos, pero no aprenderse las oraciones de memoria, no despegar el auricular ni siquiera cuando estés con tus colegas, tu pareja… Claro que todo esto no lo sé muy bien, efectivamente no tengo veinte años. Vi, de todos modos, en el gaztetxe de Mondra a muchos chavales jóvenes y muy jóvenes gestionando un espacio con entusiasmo y con mucha miga (radio, fanzine, conciertos…). Me cuenta Josu que una de las cosas que los ha espoleado y unido ha sido la muerte repentina de un compañero. A veces eso pasa, la vida te agarra por las solapas y te espabila, le escupes a la cara y esta vez das en el blanco. Me alegró mucho ver a esos chavales tirando palante. Como me alegró lo bien que salió todo en la presentación, y que la culpa de todo la tuviera Josu y los suyos, que se lo montaron como merecía la ocasión, llevaron tortillas, vino, y le despojaron a ese acto (la presentación de un libro, oh) de ese matiz pedante y aburrido que suele llevar implícito, no sé por qué, pues escribimos, entre otras cosas, para entretener, para que la gente pase un buen rato. Nos colocamos allá todos en círculo y hablamos, cada uno como pudo (esto lo digo por mí), en euskara y en castellano, antes y después de la presentación, nos echamos unas risas… Y allá estaba, gente de todas las edades, desde el pequeño Taxio, el hijo de Josu, hasta la tía Eugeni, la primera vez en su vida que pisaba un gaztetxe. Y la gente de Alberdania, la editorial, respaldando y arropando a Josu, y despachando libros de una caja como rosquillas (para cubrir las carencias de las librerías -es increíble que en este negocio el que se lleve la mayor parte sea la distribuidora y que luego cueste tanto conseguir que en tu propio pueblo haya más que los cinco o diez ejemplares, con suerte, de rigor-). Una gozada. Josu me dijo que había descubierto que tiene un montón de amigos, pero cualquiera que lo conozca un poco sabrá que él se los ha ganado a pulso. Y luego la novela, que es maravillosa, cruel y tierna, una salvajada dulce, un libro desde luego diferente. Ya dije en la presentación que los libros hay que leerlos en lugar de hablar de ellos o diseccionarlos como animales muertos. Este libro está vivo y caliente, como un gato callejero.
Después de la presentación, lo dicho, cervezas, y bocadillos de setas, y conciertos, y reencuentros sorprendentes con peña de otras épocas y lugares (como Iker Barandiaran, de la revista Putz, en la que aparecí en un número metiéndole mano a Lazkao-Txiki, el bertsolari y meando en la pila de la iglesia, después de que Diego Martiartu me emborrachara en Lazkao, en donde estuve un año aprendiendo euskara para después desaprenderlo sobre todo por una dejadez imperdonable por mi parte pero también porque en Navarra hablar la lingua navarrorum es cada vez más una cosa de marcianos, sospechosa, mal vista…).
En cuanto a los conciertos, estuvimos viendo en un bar a Puro Chile, en el que toca Mamen, la que fuera miembro de Las Vulpes y de Anticuerpos y hasta de Cicatriz, entre otros, o Urko Igartiburu, que llegó a tocar en Eskorbuto (ellos podrían ayudarme mucho con esa novela sobre el rock radikal). Yo siempre he tenido debilidad por la voz de Mamen, así que fue una guinda perfecta para el pastel. Luego Josu me puso cama, cuando ya estaba tambaleante (después del otro concierto en el gaztetxe, con varios grupos punks, y un encuentro o encontronazo con unos nazis que luego no lo eran o sí o no quedó claro, pero la cosa no fue a más), y he de decir que es una de las camas más cómodas en las que dormido en mi vida. Tanto que ni siquiera me enteré de que mis anfitriones tuvieron que salir a toda prisa poco después de acostarnos porque Josune, la chica de Josu, tenía una neumonía (nadie lo diría a la mañana siguiente, viéndole coger en brazos a Taxio; una mujer fuerte, sin duda. Un beso para ella, espero que ya esté bien).
Me lo pasé muy bien, en definitiva, y como siempre que estoy con Josu, estuve muy a gusto. El punk-rock y la gente del gaztetxe y la Historia universal de los hombres-gato volvieron a darme fe, me sentí como un chaval y si a alguien le pica o piensa que soy pura pose, que se arrasque, y que se prepare porque pienso volver por Mondra y si hay fuerzas y ganas igual la liamos bien gorda, menudos somos los de Olariz y alrededores.
Etiquetas: josu arteaga
¿Tirando palante? ¿Como los de Alicante?, ¿o era Benidorm? ¡Qué lío de chascarrillos! Ya perdonarás.
Yo que venía a arrascarme, y me encuentro con que al que le sigue picando es a ti. Mira que eres exagerado… que ya han pasado unos días, y tampoco fue para tanto. JAJAJA
Por cierto, ¿quién te exige diluirte y entrar en el redil? Ahí reconozco que me he perdido.
Ah, y desde que en Euzkadi triunfan grupos poperos como Delorean, zarauztarras, la cosa no hay quien la reconozca. Jesús, cómo ha cambiado el panorama.
Salud.
Contenedor Amarillo.
Punk, que eres un punk.
abrazo
pd. te he robado el relato de abajo para colgarlo en mi blog.
God save the punk.
Contenedor amarillo (vaya alias más feo, por cierto): a ti Patxi Irurzun, que soy yo, se te atraganta, pero sigues entrando en este blog para provocarte el vómito. No te entiendo. ¿Estás obsesionado, enfermo, traumatizado por algo?
Tu vómito, por cierto, huele muy mal, has hecho una mala digestión. No haces gracia, solo a ti mismo. Me aburres y no me apetece perder más tiempo contigo (aunque sé que volverás con una de tus gracias, haciéndote el ingenioso y faltando. Si tuvieras algo más que ofrecer que mala baba y bilis podría ser divertido. Tú sabrás qué te pasa. Yo tengo cosas mejores que hacer, y lo que publico en este blog te gustará más o menos, pero desde luego es más constructivo que dedicarse a escribir comentarios tontainas y picajosos como los tuyos. Sí, sí, estás picado, aunque te rías en mayúsculas).
Por lo demás, no te creas tan importante. ¿Quién te dice que me estoy refiriendo a ti y solo a ti?
Ala, pues, a jugar a pala. Y la próxima vez ya pondré palante entre comillas para que lo entiendas mejor o te quedes más tranquilo.
¿¿No te gusta Delorean?? ¿¿No?? Bueno, la verdad es que a mí tampoco, pero no hacía falta semejante parrafada, la virgen, que con cuatro palabras era suficiente.
Insalus (y bicarbonato).
Contefeor Afeillo.
Sí, hombre, ahora me vas a decir tú qué y cuanto tengo que escribir.
Un abrazo a Pepe y a Felipe.
Patxi
Así mejor, cortito.
Contefeor Afeillo.
Ojalá hubiera por aquí abajo el mismo movimiento que por allá (vivo en un pueblo a 70 km de Sevilla donde la conversación más interesante que te puedes encontrar es sobre las excelencias del aguardiente a las 7 de la mañana antes de salir al campo a recoger espárragos, y ni siquiera soy sevillano: soy de Granada, que es otra cosa). Menos mal que al menos hay biblioteca pública, y hasta tienen mi libro, y me invitan a recitales: lo malo es que el público -niños y marujas- no se ajusta a lo que un amigo mío llama «lírica del cabreo desaforado sobre campo de gules con torreón de malafollá».
Respecto a lo de los veinte años, gracias al diablo, es una edad que no se pasa del todo, aunque tengas casi el doble, como yo. El espíritu insumiso es sagrado (a mí casi me entrullan por no ir a la mili, ¿te acuerdas de aquella gloriosa época?), la cultura, la mente abierta a lo nuevo, a lo fresco, al margen del pudridero «ofisiá» de los poetas laureados/encebollados por sus propios colegas, que son el jurado del certamen, al margen, en fin, de la estupidez con olor a «Ciudad Retrete». Escupirle a la cara a la adversidad y la memez y luego enjuagarse con un copazo de patxarán (Salud!) y meterse en el refugio -sin hipoteca- a teclear bosques siberianos de palabras.
Hasta luego, Patxi.
Al fin pude venir y digo al fin, porque tuve que terminar algo para poder pasar de visita por lo tanto aquí estoy … Que lindo lugar tienes, quiero darte las gracias por tu comentario y hacerte la devolución, diciéndote que cada vez me siento mas cómodo en tu sitio, lo disfruto plenamente… La invitación de siempre a Cuentos y Orquídeas, para recibirte con una nueva fabula haber si gusta. Te mando un fuerte abrazo, mucha luz y hasta pronto…