EL RITMO DE LA CANCHA
El ritmo de la cancha
Jacobo Rivero presentó en Iruñea y Donosti 13 historias sobre el baloncesto y la vida al ritmo rebelde del jazz
Patxi Irurzun. Iruñea.
El baloncesto y el jazz, The Wire y el primer disck-jockey negro de la Bahía de San Francisco, un taxi atravesando cuatro check-points entre Belén y Ramala y una cancha de basket en el instituto Ramiro Meztu de Madrid… Historias que aparentemente suenan sueltas e inconexas, pero que el periodista y entrenador de baloncesto Jacobo Rivero ha acompasado en “El ritmo de la cancha”, un libro sobre el baloncesto como herramienta de transformación social, sobre el baloncesto que no será televisado, pero tiene el poder revolucionario de la comunicación y la solidaridad. El baloncesto que se juega en las canchas de Manila, de Lavapiés, de Caracas, el basket que da la espalda a las banderas y los himnos, que tiene como única religión la diversión.
“El libro habla de baloncesto, pero podría hablar de cualquier otra cosa. El basket es un juego, y se juega para divertirse. Yo busco rascar en historias y circunstancias complejas de la vida, por ejemplo, ser mujer y jugar a baloncesto en Somalia, o lo que es lo mismo jugarse la vida, todo en busca de esa diversión. Además, es también una excusa para exponer las “patologías” que me afectan: el cine, la literatura, las drogas”, explicaba el pasado miércoles en la librería “La hormiga atómica” de Iruñea –el jueves hizo lo propio en la librería Kaxilda de Donostia- este globertrotter del periodismo, curtido como periodista en medios como Diagonal y como entrenador en la cantera del Estudiantes.
El ritmo de la cancha es un libro sobre la vida, o como señala en uno de los prólogos el periodista pamplonés Angel Goñi, otro basketmaniaco, sobre “las pequeñas historias que componen la Historia”. La infrahistoria de las personas comunes, de los héroes de barrio, de las estrellas de las canchas sobre las que no se proyectan los focos pero que consiguen transformar las cosas, esas cosas que como indicaba el autor, no se ven en la CNN cuando sobre las imágenes de puntos calientes del planeta se sobreimpresiona el lema “Está pasando, lo estamos viendo”.
13 historias que abarcan cronológicamente desde 1936, con un jugador judío atrapado en las olimpiadas a mayor gloria del führer, hasta nuestros días. Historias como las de Toni Smith, jugadora que en 2003 en un gesto de afirmación y coherencia personales, daba la espalda a la bandera cuando le obligaban a escuchar el himno estadounidense antes de cada partido; o como la de Donald Angelo Barksdale, el primer disck-jockey negro de San Francisco y precursor de la presencia afroamericana en las canchas –fue el primer negro en jugar un All Star-, a quien David Simon homenajea en la serie The Wire, dando su nombre a uno de los personajes. Desde El Cairo a Sarajevo, pasando por Cisjordania o Bahía Blanca. 13 historias a ritmo de jazz. Porque el baloncesto y el jazz y también la escritura (“El ritmo de la cancha” busca además alejarse del periodismo deportivo infantil y fanático, acercándose más a la literatura) tienen mucho en común: la improvisación, el juego en equipo… Lo destacaba Carlos Pérez Cruz en la presentación de Pamplona, y lo corrobora el propio autor, citando a su admirado Wynton Marsalis, en la introducción de este maravilloso libro sobre el baloncesto y la vida: “La mejor improvisación con una pelota de baloncesto es cuando cada persona comprende la función de todo el grupo desde su propia perspectiva”.
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