• Subcribe to Our RSS Feed

CACA-CULO-PEDO-PIS

Nov 2, 2020   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments

Publicado en Rubio de bote, colaboración quincenal en magazine ON (diarios Grupo Noticias) 31/10/2020

Fue uno de los primeros días, después del primer desconfinamiento. De repente, entró por la ventana, como un rayo de luz, el sonsonete de unos niños jugando y riendo en la calle.

—¡Caca-culo-pedo-pis! —coreaban divertidos, ellos y también sus padres, que observaban con condescendencia e incluso alentaban la inofensiva rebeldía de sus hijos.

Pero de repente uno de los pequeños se descolgó displicente del coro:

—¡Chocho-polla-follar! —comenzó a cantar, abundando en el tema, primero por lo bajinis (un poco como aquella intervención de los Sex Pistols en la BBC, cuando por primera vez alguien osaba decir  en la televisión, aunque fuera tímidamente, “mierda” o “cabrón”).

Después, al comprobar cómo llamaba la atención de los demás, cada vez más alto:

—¡Chocho-polla-follar!

Hasta acabar desgañitándose, todo ello mientras el resto de sus compañeros se iban apartando de él —que no se daba cuenta porque había entrado en una especie de éxtasis y tenía los ojos cerrados— o eran apartados de tan perniciosa compañía por sus padres, al tiempo que estos tapaban los oídos a las inocentes criaturas y echaban miradas demoledoras a los depravados progenitores del pequeño punk, los cuales, me imagino, deseaban en aquel momento regresar a sus casas y no volver a salir de ella en otros tres meses.

Cuando el angelito (caído) abrió otra vez los ojos la sonrisa se le congeló en el rostro. Supongo que esperaba que su gracia y su atrevimiento fueran reconocidos, que los demás le aplaudieran o secundaran su ocurrencia, pero por el contrario se encontró con aquel vacío a su alrededor y entonces la mueca se le descompuso, los ojitos le temblaron, como un galleta dentro de un tazón de natillas, y corrió a buscar refugio entre las piernas de sus padres, que lo recibieron fríamente, como si fuera un extraño.

—Chocho-polla-follar—supongo que les repitió, en un susurro.

Y yo pensé que tal vez fuera una broma privada, familiar, que en casa, durante el confinamiento, les había hecho mearse de la risa —por seguir con el tema y el tono que nos ocupan— pero que ahora aquellos desagradecidos y traicioneros padres simulaban desconocer.

Después el grupo se disgregó, una nube tapó el sol, yo cerré la ventana y apunté la idea en una libreta.

“Para el Rubio de bote”, me dije.

Y ahora aquí estoy, contándoselo a ustedes. No sé muy bien por qué.  Supongo que porque creo que en esa escena hay un mensaje que no acabo de descifrar. A veces me pasa, escribo para  explicarme a mí mismo las cosas que veo, o que me pasan o que pienso de una manera algo alborotada y caótica.

“Igual ese niño es un revolucionario, un visionario y la moraleja de esta historia es que siempre hay alguien que tiene que ir por delante, más allá que los demás, y subvertir el orden establecido, a riesgo de quedarse solo o ser un incomprendido”, me digo, por ejemplo.

Y a continuación: “Pero igual no, igual el niño es simplemente un bocachancla”.

Y  entonces me acuerdo, hablando de los Sex Pistols, de Johnny Rotten,  el cantante de la terrible y contestataria banda punk inglesa,  quien acaba de declarar que habría que ser tonto para no votar a Trump, en un patético intento por hacer un chocho-polla-follar que, en realidad, se queda en un caca-pedo-culo-pis simplón y domesticado.

Sí, igual es eso. Igual el niño y Jhonny Rotten están faltos de cariño, o de atención. O igual no. Igual escribo todo esto simplemente porque la escena me hizo gracia o me inspiró ternura. Y no hay que  darle más vueltas. No lo sé. ¿Ustedes qué piensan?

ga('create', 'UA-55942951-1', 'auto'); ga('send', 'pageview');