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Archive from noviembre, 2020

CHUCHERÍAS HERODES

Nov 30, 2020   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments
Chicle Cheiw de fresa ácida ¡el mejor! por 5 pesetas! ¿Por qué le  llamábamos "CHEIN"? ¿dónde está la N?? | Fresas, Chicle, Algo para recordar

Publicado en Rubio de bote, colaboración quincenal para el magazine ON (diarios de Grupo Noticias) 28/11/2020

A menudo a quienes llevaban las tiendas de chuches no parecían gustarles mucho los niños. Uno no sabía si eran ya así antes de dedicarse a ello, lo cual parecía una contradicción,  o si había sido el transcurso de los años lo que los había convertido en personas desconfiadas e impacientes, después de ver a legiones de niños y niñas ejerciendo sus primeras prácticas de economía doméstica y recorriendo vacilantes y nerviositos perdidos el mostrador de una esquina a otra: “Uno de estos… otro de aquellos…”. A algunos de aquellos tenderos la amargura hasta les había esculpido el rictus y eran conocidos entre la chavalería con apodos como la Bulldog o el Herodes.

En un escalón superior estaban ya los encargados de las salas de juegos, a los cuales la aspereza del carácter se les presuponía ya asociada al cargo (yo, de todos modos, no frecuenté mucho aquellas salas, que las recuerdo algo sórdidas, tal vez porque la única a la que fui alguna vez era una catacumba a la que se accedía por unas escaleras estrechas, al final de las cuales te esperaba un mundo nuevo y peligroso: chicos con cara de malotes y ademanes machirulos jugando al billar o al futbolín; humo de cigarrillos Fortuna —cuál si no— flotando en el ambiente; marcianitos que hacían bip-bip y se multiplicaban exponencialmente; duros que las ranuras de las máquinas de petaco se tragaban insaciables mientras sonreían como hienas, enseñando sus dientes de neón; y, por supuesto, aquellos encargados que parecían más bien boquis, funcionarios de prisiones de alta seguridad y que detrás del mostrador guardaban siempre una barra de hierro).

Y estaban también, en el mismo gremio, los vigilantes de jardines, a los que llamábamos los japis, otra contradicción, porque sus días eran de lo más infelices, los pasaban persiguiendo a los chavales que tirábamos bolas de nieve a los autobuses desde las murallas o nos arrojábamos de cabeza sobre los túmulos de hojas muertas que los barrenderos amontonaban en otoño, desarbolándolas.  “¡Qué viene el japi!”, gritábamos cuando los veíamos llegar con la vara en alto. Con el tiempo los japis y sus boinas verdes, como de guardia civil para niños, desaparecieron, seguramente porque alguien se dio cuenta de que si no había japis a los niños ya no nos hacía gracia romper las farolas a pilongazos.

Pero también había vendedores de chucherías joviales, dicharacheros, vocacionales, como el Mesié, que tenía su tiendita en el mismísimo patio del colegio, en un agujero que se abría milagrosamente en la pared de un frontón y desde el que canturreaba canciones francesas mientras despachaba chicles Cosmos (los que sabían a regaliz negro, al menos durante los primeros diez segundos) o Cheiw (“¿Tiene chicles?” “¿Cheiw?”, “No, deme chinco”), plutones (aquellos sobre sorpresa, una especie de lotería infantil, de iniciación en la ludopatía) o pastas de canela y azúcar glass (que a mí me parecían deliciosas hasta que alguien me dijo que los tenderos meaban en una botella por no salir de sus kioskos, y entonces yo cada vez que cogían una de aquellas pastas me imaginaba que segundos antes habían sostenido su pajarito, el canario al que acababan de cambiar de agua, con los mismos dedos).

O como El Moreno, que desde su kiosko junto a la Plaza de Toros tiraba al arrebuche cada viernes caramelos u organiza carreras y premiaba a quienes las ganaba con alguna bolsa de pipas. El Moreno era un adelantado, un intuitivo y potencial experto en marketing. Y, tal vez sin pretenderlo, ayudaba con sus métodos a subsistir a la competencia, porque también había chavales que nunca ganaban las carreras o que preferían, antes que revolcarse por el suelo mojado y pelear con los demás para llevarse gratis al bolsillo un caramelo, pagarlo en la Bulldog o en Chucherías Herodes.

Las tiendas de chuches eran, en fin, un mundo, o el mundo mismo, el mundo que nos aguardaba.  

Entrevista a Alfredo Rodríguez

Nov 17, 2020   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments

 “La creación poética ha de ser siempre una revolución permanente”

El poeta iruindarra Alfredo Rodríguez compila en una antología ficticia la obra de seis poetas navarros apócrifos de los siglos XV y XVI, la que pudo ser la edad de oro de Nafarroa, en un brillante juego literario, al que también contribuye el prólogo de Mikel Zuza.

Patxi Irurzun. Gara 16/11/20

Advierte de antemano el poeta de que los autores de esta antología, Urre Aroa, Seis poetas de Tierra Naba,  reeditada por Pamiela, nunca existieron, pero también de que es probable que con el tiempo se tomen por reales, y de hecho en algunas catalogaciones bibliográficas ya aparece el propio Rodríguez como compilador y la obra como colectiva. El juego literario, de ese modo, daría una nueva vuelta de rosca y quién sabe, tal vez de aquí a algún tiempo serviría para reivindicar la sólida obra del autor navarro a partir de sus heterónimos. En “Urre Aroa” Alfredo Rodríguez habla como un ventrílocuo a través de ellos, con sus diferentes voces (la poesía épica de Xabier de Zuriquoain , el eukera roncalés de Fermín de Arrax, los poemas amorosos de Vicente Racais de Yuso…), pero conserva al mismo tiempo en todas ellas la suya propia, su profundidad existencialista. Por si fuera poco, el también escritor navarro Mikel Zuza, quién mejor que él, se suma a la fiesta con un estupendo prólogo para esta nueva edición (la anterior es de 2013)  que da carta de naturaleza a estos seis poetas navarros que puede que nunca existieran, pero que aquí adquieren vida literaria propia.

¿De dónde surgió la idea de hacer esta antología ficticia, este juego literario?

Hay un libro muy bueno, y que siempre me fascinó, de mi maestro más directo, el poeta novísimo José María Álvarez, que él tituló precisamente La edad de oro, compuesto de poetas apócrifos de su tierra, Cartagena. Así que me he limitado a reproducir su idea, y donde había poetas cartagineses, fenicios o romanos, yo he puesto poetas vasconavarros. ¿Por qué no íbamos a tener aquí grandes poetas como aquellos? Si ocurrió con Shakespeare  y la Inglaterra isabelina de hace más de quinientos años, o con Rilke protegido por la nobleza del Imperio Austro-Húngaro en el siglo XIX, ¿por qué no habría de ocurrir aquí, en el viejo reino de Navarra, algo parecido? Existieron los trovadores medievales como aquel Teobaldo I, que fue rey. O existió Bernat Etxepare, primer poeta en lengua vasca que se conoce, navarro de Ultrapuertos. Y aquí vivió y murió César Borgia, príncipe del Renacimiento, batallando por una de nuestras causas perdidas. Así que ¿quién dice que no podrían haber existido perfectamente estos viejos poetas entre nosotros?

-¿Se le pasó por la cabeza en algún momento no desvelar la verdad?

Pues sí, muchas veces. Hubiera sido muy divertido. Pero quizá habría incurrido en algún tipo de irregularidad ética. De todas formas en la base de datos de la Biblioteca Nacional este libro consta ahora mismo como una recopilación de diferentes autores. Y yo como recopilador. Puede comprobarse. Y en cuanto pase un tiempo, no muy largo, así quedará para siempre, para cualquiera que se acerque a él. Nadie recordará que todo había sido inventado. Pues son muy pocos los que se percatan de ello ahora mismo, si yo no se lo advierto de antemano. Es tal la ignorancia sobre nuestro propio pasado que es posible inventarse cosas y nadie se daría cuenta.

-En el prólogo de Mikel Zuza se inventa además una serie de datos biográficos para los poetas de Tierra Naba ¿fue algo a posteriori, o al revés, él los ideó a partir de los poemas, cómo se relaciona una cosa y otra?

En realidad los poemas de cada apócrifo vienen precedidos en el libro por unas sucintas biografías tan precisas como falsas, que inventé para que el tono resultara así más creíble, más verosímil. Mikel Zuza, que ha hecho un prólogo espléndido y divertidísimo, realza aún más esa pretendida verosimilitud haciendo coincidir datos y fechas, y alimentando aún más el mito de estos poetas, con más detalles e ideas muy bien traídas que surgen de su cabeza. Al final, es como si entre los dos estuviéramos creando, con mil pedazos imaginarios, un pequeño monstruo de Frankenstein sobre la antigua poesía navarra.

-Por cierto, esa afortunada expresión, la Tierra Naba, ¿de dónde surge?

Pues además de ser un bonito juego de palabras, Nabarra-Tierra Naba, creo que la idea la rescaté de una de las posibles e infinitas teorías sobre el origen etimológico de Navarra. La expresión nava sería una tierra llana rodeada de montañas, que debió ser lo que vieron los soldados de Pompeyo al llegar a la Cuenca de Pamplona. O así lo quise imaginar.

-¿Ha sido complicado establecer para cada uno de los poetas su propio tono, los temas que abordan, etc.?

Los poemas existían ya antes que los poetas. Durante un periodo muy productivo de diez años fui publicando varios libros de poemas, pero a la vez había una serie de poemas que iba escribiendo por otro lado y que veía que no tenían cabida en esos libros, que no pertenecían a ellos, sino a una especie de vía alternativa de mi poesía que aún no sabía muy bien cuál era. Y me junté, al final de ese periodo, con unos sesenta poemas acabados y muy trabajados. Y llegó un momento en que advertí ahí, con el paso del tiempo, que en esos poemas se distinguían o se daban diferentes voces mías, diferentes temáticas, diferentes miradas de poeta, diferentes formas de entender la poesía. Y se me ocurrió entonces reconducir todos esos poemas hacia esta idea de un libro de apócrifos e ir asignándoselos a cada uno de ellos.

-¿Qué destacaría de cada uno, o de alguno de ellos?

Pues encontramos desde un laureado poeta, recompensado al parecer con el favor real y que escribía poemas de enjundia o con mucha altura de vuelo (Henrique de Ariztarai); u otro que escribía sus versos en su lengua vernácula, el eusquera antiguo del Roncal, la vieja y misteriosa lengua (Fermín Arrax); pasando por alguien que tuvo que exiliarse por misteriosos motivos que no se nos dicen, y cuyos poemas se adscriben claramente al género de la poesía épica o de combate (Xavier de Zuriquoain); o un hidalgo, un caballero que nos ofrece poemas de hidalguía o de ideal caballeresco (Miguel de Unzit); o un poeta muy enamorado que nos entrega poemas de amor, pero no de un amor convencional, sino de un amor extraño, atípico (Vicente Racais de Yuso); hasta un judío navarro, un sefardí, cuyos poemas contienen un fondo sagrado o trascendente (Inaxio de Huvilzieta).

-Supongo que también habrá sido muy exigente para usted acomodar su poesía a la de esa edad dorada en que se ubica la antología. ¿Manejó algún referente, le interesa especialmente esa época, literaria e históricamente?

Siempre me he sentido atraído por la poesía de corte antiguo pero hecha desde el presente por autores contemporáneos, por la poesía épica que puedo reconocer en poetas como Julio Martínez Mesanza y su libro Europa, por el que siempre me dejé fascinar. No he podido ocultar algunas de mis inquietudes personales tras las máscaras de estos apócrifos, pero es de eso mismo de lo que se trata, de que el poeta encuentre nuevos medios para explorarse a sí mismo. He buscado, además, cierta nobleza antigua en la expresión, que hiciera más creíbles a los poetas incorporados a esta antología. Finalmente, siempre se trata de poesía, ya se presente ésta bajo el disfraz que más le plazca, y en ese sentido podría decirse que el libro está cumplido. Porque la creación poética ha de ser siempre una revolución permanente. O no será nada o muy poca cosa.

-Me parece encontrar, por cierto, en el libro algo en lo que coincide con su prologuista, Mikel Zuza, de lo que ha hablado en otros libros, una reivindicación o añoranza de esa Navarra, antes de la conquista, o de lo que pudo haber sido esta sin conquista, esa especie de república ideal de las letras…

Sí, eso es algo en lo que hemos coincidido los dos plenamente, como si fuéramos almas gemelas. En realidad no nos conocíamos pero sí que había leído asombrado sus libros históricos. Y sí, esa época anterior a la conquista de Navarra siempre la he imaginado, o la he querido imaginar, como una época de esplendor artístico, una fase intensa de desarrollo económico y cultural que pudo facilitar el florecimiento en las artes, en literatura, y principalmente en poesía. Y que trajo consigo una época mítica o de esplendor de la poesía navarra, una edad de oro.

-¿Habrá más libros siguiendo esta senda, aparecen nuevos autores navarros desconocidos?

Pues tengo ya casi terminado un libro a nombre de uno de estos apócrifos, Henrique de Ariztarai, y ambientado también en la época de la conquista, pero situando la acción en el territorio de la frontera sur, la Hego muga con Al-Andalus, el desierto de las Bardenas, un territorio que imagino como una línea de castillos semiderruidos y azotados por el viento. La idea surgió en un viaje allí el año pasado. Llevaba tres años sin escribir un solo verso y, de repente, un día de sol y viento en las Bardenas ‒donde no había estado nunca‒ los poemas empezaron a brotar de nuevo ante aquella belleza inefable. Anduve todo el día por allí como alucinado con la cabeza bullendo de versos nuevos que iban naciendo. Me hablaban y estaba como traspuesto, como zombi. La poesía me estaba llamando otra vez, cuando parecía que me había abandonado, como en una vocación irremediable.

PERROS GUARDIANES

Nov 15, 2020   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments

Publicado en «Rubio de bote», colaboración quincenal para magazine ON (diarios de Grupo Noticias) 14/11/20

El otro día me mordió un perro el culo. La sangre no llegó a la acera porque como soy de complexión tirillas y tengo el culocarpeta el hijoperra no pilló chicha. Me quedé, de todos modos, dolido. Psicológicamente hablando. Yo me había fijado en el chucho desde unos cuantos metros antes de llegar a él. Parecía un perro muy salado. Una mezcla de labrador y pastor vasco. Al pasar a su lado le miré a los ojos con simpatía. Y seguí caminando. Fue entonces cuando él me atacó. Por la espalda y ladrando estrepitosamente, como si además de herirme quisiera humillarme, que todo el mundo lo supiera. El perro, por suerte, era un poco lelo o el día que explicaron en la escuela de adiestramiento lo de perro ladrador poco mordedor no fue a clase, de modo que solo noté sus dientes rozándome la escurrida nalga y su hocico poniéndome el pantalón hecho un  asco de babas. Además, aunque no tenía el preceptivo bozal, su dueño al menos llevaba a la fiera atada y pudo retirarla de un tirón antes de que encontrara otras partes blandas.

—Uy, perdón, no suele hacer esto —se excusó, tan azorado que a mí hasta me dio pena.

—Nada, nada, que no me ha hecho nada —dije, como si la víctima fuera él, sin darme cuenta de que ese “suele” en realidad quería decir que, por lo menos alguna otra vez, sí debía de haber mordido o intentado morder a alguien.

Todo eso lo pensé después. Siempre se nos ocurren después las cosas que debíamos haber hecho o dicho. También pensé después, y eso fue lo que me afectó psicológicamente, qué fue lo que llevó a ese perro a atacarme. Era injusto. Yo no le había hecho nada. ¿Qué vio en mí para sentirse amenazado? ¿En el mundo de los perros soy un tío chungo? (La relación con ellos, a lo largo de mi vida, ha sido de hecho complicada. Una vez, de niño, un perro lobo vino corriendo hacia mí por las pasarelas de Pamplona y yo aterrorizado decidí tirarme de cabeza al río. Para más inri, era verano y apenas corría un palmo de agua. Otra vez un uno de esos dogos enormes intentó violarme en Salou. Y otra, hablando de daños psicológicos, fue Miguel Bosé quien lo intentó; en un sueño, eso sí, es decir, en una pesadilla, aunque aquellos a quien se lo contaba me decían “¿Miguel Bosé? Qué suerte” —eran otros tiempos— y yo no entendía nada).

El caso es que, volviendo al primer ataque perruno y  tratando de buscarle una explicación elaboré la siguiente hipótesis: yo iba aquel día vestido de negro, con gorra y con mi también preceptivo bozal, es decir, mi mascarilla. Me imaginé, retomando la idea anterior,  que a aquel perro efectivamente lo habían llevado a una escuela de adiestramiento. A alguna para proteger tu casa de los ladrones y de los okupas. Hay una preocupación terrible últimamente con los okupas (que es inversamente proporcional a la que hay por los desahucios). Hablan a todas horas en la tele de los okupas (y después ponen los anuncios de Securitas). Ya no puedes bajar tranquilo a comprar el pan porque cuando vuelvas a casa habrá un okupa comiéndose un bocata de mortadela en tu sofá—aunque sea con pan duro—… Total que, pensé, no debe de ser extraño que en las academias de adiestramiento canino enseñen a los chuchos a convertirse en asesinos de okupas. “¡Ataca, Tobi, ataca!”, y el muñeco que hace de okupa va vestido de negro, con gorra, enmascarado y con una camiseta de Lendakaris Muertos.

El perro, en definitiva, había intentado morderme el culo de acuerdo con un reflejo pavloviano. Lo cual, por otra parte, en cierto modo lo excusaba. Lo terrible de toda esta historia, y a lo que yo quería llegar, es que entonces a quien convertía en culpable era a su dueño. El perro era una prolongación de su dueño.  Y a su vez a este había otros intentando ponerle la cadena, adiestrándolo para lanzar mordiscos indiscriminadamente a todo el que se mueva, a todo el que lleve una camiseta negra, a todo el que te mire a los ojos. Cada vez hay más perros guardianes en las calles, y en los telediarios, en el Telegram, incluso en las barricadas… Adiestrados para morder, para morderse entre ellos o a sí mismos. De momento no han pillado chicha, pero ya empiezan a dejar todo lleno de babas. Eso fue lo que pensé, mientras me rascaba dolorido mi culocarpeta.  

ENTREVISTA A ALBERT PLA EN MAGAZINE ON (14/11/20)

Nov 15, 2020   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments

«Si no mandaran los borbones mandaría otro mamón»

Albert Pla publica su segunda novela “España en guerra”, una tan descacharrante como turbadora comedia bélica que tiene como punto de partida la independencia de Catalunya y una declaración de guerra de España para impedirla, con los americanos de por medio estableciendo el orden, o sea, el caos y la destrucción. 

Patxi Irurzun

Un presidente de Catalunya al que descerraja un tiro en la boca el soldado norteamericano más guapo para que dé bien en la tele, una botella de Coca-Cola convertida en el santo grial, las obras de la Sagrada Familia finalizadas por la vía rápida (un zambombazo lanzado desde un portaviones yanqui), la presidencia del F.C. Barcelona en manos de VOX… Son solo algunos de los pasajes que podemos encontrar en “España en guerra” la segunda novela de Albert Pla, después de “España de mierda”. En “España en guerra” el cantante catalán parece ponerse a jugar con soldaditos de plástico, imaginar los lances más rocambolescos y sangrientos, en una comedia bélica, como él mismo la ha definido, que sin embargo recuerda sospechosamente a la realidad o bebe hasta el delirium tremens de ella. Después de todo, los soldaditos americanos a menudo —en Irak, en Vietnam, en Afganistán, en Somalia… — no son de plástico sino de carne y hueso y de metanfetamina esnifada a través de un billete de dólar o de papel de biblia, que para el caso, in god we trust, es lo mismo. En esta novela, escrita en castellano pero aparecida primero en catalán porque nadie se atrevió a publicar la edición original (y que ahora, por fin, ve la luz de la mano de Desacorde Ediciones) Albert Pla se plantea qué sucedería si esos americanos desembarcaran sobre la piel de toro a poner orden y restablecer la paz, ja, ja, ja, tras una declaración de independencia de Catalunya y otra de guerra por parte de España. Pueden ustedes imaginarse las consecuencias si quien lo narra es Albert Pla, con ese tono inocente-cabrón que a menudo nos susurran sus canciones y que recuerda al de un niño — en concreto al de aquel niño que gritó que el emperador iba desnudo—. De “España en guerra” hablamos a través de una videollamada con este artista singular que, no obstante, se considera un intruso, un disimulador profesional, y a quien de paso, le preguntamos también por algunas de sus últimas ocurrencias, como “Albert te llama”, una iniciativa gracias a la cual sus seguidores pueden disfrutar de una actuación exclusiva, también a través de una videollamada de whatsApp, o por “España de Borbón”, la serie histórica que está contando sobre esta simpática dinastía real a través de una serie de capítulos en youtube. Ah, y si hay a quien todo eso no le resulta suficiente, Albert Pla se subirá también al escenario de Jimmi Jazz, en Gasteiz, el 20 de noviembre y al día siguiente, el 21, al de Zentral, en Iruña, pandemia mediante (los conciertos han sido finalmente suspendidos)   

En España en guerra aparecen episodios de corrupción, un rey que se autoexilia, inmatriculaciones de la iglesia, un incidente con militares en un bar de Altsasu… ¿Podemos aplicar eso que se suele decir: “Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia”?

Es una coincidencia menor.

Pero sí que parece haberse inspirado en ese tipo de sucesos.

Sí, claro, me he quedado corto.

La trama de la novela es una declaración de independencia de Catalunya, a partir de la cual España le declara la guerra. ¿Cree que puede suceder algo así, más allá de la ficción?

Yo creo que sí, que España estaría dispuesta a ir a la guerra contra Catalunya o el País Vasco si declararan su independencia, estoy convencido.

La verdad es que para esta novela, que usted ha calificado de comedia bélica,  no le ha faltado materia prima: el barco de los piolines, aquellos antidisturbios acantonados en un hotel de Calella, gritando a coro, o como si fueran un coro, o un grupo de teatro: “¡Que nos dejen actuar!…

Claro, era una novela que ya estaba escrita, tanto por parte de lo que pasa en este país, como por parte de los americanos, es la misma historia de siempre lo único que he hecho es situar en España lo que hacen los americanos habitualmente, porque cuando pasa en otros sitios es muy divertido y hacen películas y les dan Oscars y todo, mira Apocalypse Now, que llevan diciendo toda la vida que es muy buena, pues pregúntaselo a los hijos de los que mataron los americanos, si es buena la película; pero claro, cuando te lo imaginas en tu propio país ya no es tan divertido sino que resulta chocante.

El tema de la guerra es recurrente en algunos de sus trabajos, por ejemplo en su obra de teatro “Miedo”. ¿Es la guerra uno de sus miedos?

La guerra está presente siempre, estamos abocados a ella, somos depredadores por naturaleza, de hecho nosotros hemos participado en guerras, ¿no? Bombardeamos Irán, Afganistán, nuestras bombas, las que pagamos con nuestros impuestos, cayeron allí.

Hemos mencionado “Miedo”, la obra de teatro. Usted también ha hecho cine, por supuesto están sus discos… ¿Cómo distingue cuál es el formato en qué quiere contar cada idea?

Es como me lo pide el cuerpo. Lo más difícil es siempre encontrar el formato, sí, pero, bah, te los vas inventando, ahora mismo con la “España de Borbón”,  me dije:  “Lo voy a hacer en vídeo”…No sé, siempre buscas el sistema que te resulte más sencillo, para explicar una situación o una sensación, no es algo premeditado, sale como sale…

“España de Borbón” son unos pequeños vídeos en youtube en los que va contando a su modo cómo ha sido la historia de esta dinastía… No es la primera vez que arremete contra la monarquía. ¿Cuánto creen que durará esa institución?

Ah, a mí me da igual que dure, si no mandaran los borbones, mandaría otro mamón, la pirámide está construida y alguien tiene que estar ahí, no es una cuestión de este país, es una cosa de la propia humanidad.

Los videos borbónicos están muy documentados ¿Le gusta la historia?

Sí, hay mucho rigor, y de hecho ahora estoy haciendo un programa en la radio de historia. La verdad es que siempre me ha gustado la historia, sí.

Su faceta más conocida es indudablemente la de músico. ¿Se acuerda de cómo empezó, de cómo compuso su primera canción, por ejemplo?

Sí, claro, me acuerdo de que empecé a cantar un día en Jaén, y me dieron un premio y que al día siguiente era profesional, y así empecé a disimular, haciéndome pasar por un profesional, y hasta hoy.

Su primer disco fue publicado en 1989, es decir, han pasado ya más de treinta años. ¿Qué piensa cuando mira atrás?

No pienso nada, pienso que es muy fácil hacer canciones, y que al revés que a todo los demás cantantes me encantan mis primeras canciones, de hecho me gustan más que las últimas…

Durante todo este tiempo, además de sus trabajos propios ha colaborado con un montón de gente, Fermín Muguruza, Pascal Comelade, Robe Iniesta…

Es la suerte de este oficio, que conoces gente a la que admiras y que puedes trabajar con ellos, eso es genial.

¿Hay alguien con quien le gustaría particularmente trabajar?

No, no quiero trabajar con nadie, mi intención no es ninguna, de repente se me cruza por el camino una oportunidad, pero no tengo ningún deseo particular de colaborar con nadie.

Ha hablado antes de que usted es poco menos que un intruso, supongo que ahora como novelista también lo sentirá o se lo habrán hecho sentir.

Yo siempre seré un intruso, lo fui cuando empecé como cantautor catalán, luego en el flamenco, luego en el rock, en el teatro, en la televisión, y ahora en la novela, claro, faltaría más.

Pero en todo caso es un territorio, el de la escritura, en el que se siente cómodo…

Sí, me resulta fácil, si no, no lo haría.

Con esta novela suya ha habido una especie de recorrido al revés, usted la escribió en castellano y como no encontró a nadie que quisiera publicarla la tradujo al catalán, en cuya lengua apareció publicada por vez primera.

Las dos novelas que he escrito las he escrito en castellano, sí, por suerte tengo a Martí Sales, que  me hace las traducciones al catalán y como sabe mucho al final los míos parecen libros de verdad. Pero sí, ha sido un camino al revés, no encontré a nadie que quisiera trabajar conmigo.

¿Y cómo llega a hasta la editorial Desacorde para publicarla finalmente en castellano?

Me habló Fermín Muguruza de ellos, les llamé y ya está, todos encantados.

No sé si le parece extraño tener que hablar de los libros, o los discos en las entrevistas, tener que explicarlos, en lugar de que estos lo hagan por sí mismos. ¿Le gustan las entrevistas?

Me explico mejor en los libros y en las canciones que en las entrevistas, pero últimamente en las entrevistas el nivel es tan bajo que me conformo con que los periodistas hayan leído el libro.

Nosotros lo hemos leído, claro, y nos hemos divertido mucho. El humor es otra de sus marcas de la casa. ¿Es a veces necesario el humor para hablar de cosas serias?

No sé, de repente a mí me gusta hacer cosas con humor, se me ocurren cosas, y si alguna me hace gracia la uso, me gustan las tonterías, me gusta acordarme de ellas, retenerlas, me he hecho un profesional de la tontería, o sea, entonces soy también un intruso de la tontería ¿no?

¿Y lleva esas tonterías a sus novelas o sus canciones para que no se le olviden?

Sí, bueno, en el momento que escribí “España en guerra” yo tenía claro que tenía que ser una comedia bélica, y que me hiciera reír mucho, yo me reí mucho escribiéndola, porque si son los americanos los que hacen todo esto, está disculpado, un soldado americano puede cagarse en la puta que parió al presidente español y desearle la muerte más horrenda, y cortarle los cojones y ponérselos en su puta boca, y eso me encanta. Aunque supongo que algún día a los americanos se les juzgará por sus crímenes de guerra.

Pero tendrá que pasar bastante tiempo

Va a haber otros imperios

¿Está cayendo el americano?

Oye, pues yo pienso que el mundo empieza a no ser tan americano, está cayendo el mito, la gente que no es americana cada vez se da más cuenta, ya no tienen ese glamur ser americano, o igual soy yo que me estoy haciendo viejo. Pero yo creo que ahora Estados Unidos no tendría huevos de declararle la guerra a Rusia o China.

Cambiando de tema, otro de sus últimos proyectos es “Albert te canta” en el que ofrece canciones por videollamadas de whatsApp de modo privado, para dos o tres personas… Dos canciones por 70 euros. Hay gente que se quejaba, a la que le parecía caro…

Hay gente a la que le parece caro y otra a la que le parece barato, yo creo que 70 euros porque te canten un par de canciones está bien, es el precio de un gramo de cocaína, sí, está bien, aunque no sé, porque es un experimento, y no sé si voy a subir o bajar el precio, pero de momento todas las que he hecho, que han sido bastantes, están bien, me gusta y a la gente también, es un momento chulo, bonito y me lo estoy pasando pipa.

¿La idea se le ocurrió por la pandemia, la falta de conciertos?

Sí, el hambre agudiza el ingenio. Pero hace quince años ya lo hice, entonces no salió bien,  la tecnología no era tan ágil como ahora, los wifis no eran tan potentes, hicimos dos actuaciones, pero lo tuvimos que dejar. Pero ahora con la pandemia se me ocurrió que  podía recuperar esta idea de las canciones susurradas, para una o dos personas…

¿Cómo le está afectando a usted la pandemia?

Todos los conciertos que tenía se fueron a tomar por culo, tampoco podemos contratar con seguridad para el año que viene, porque no sabemos cómo estará la cosa… Pero bueno, tampoco voy a llorar, me está afectando como a todo el mundo, ni más ni menos.

¿Y una situación tan rara como esta le da juego para escribir algo, hacer canciones?

No lo sé, estamos haciendo el espectáculo de “Miedo” y evidentemente lo hemos adaptado un poquito, no puedes ignorar lo que pasa, también hice la canción de “¿Os acordáis?”, que me pareció buena  para escuchar en este momento, pero no sé… Lo de la pandemia, a fin de cuentas,  es un input exterior, e igual precisamente lo que nos ha enseñado la pandemia es a no tener tantos inputs exteriores. Hay muchas otras cosas además de la pandemia.

España en guerra | Librería La Esquina del Zorro

ENTREVISTA A FÁTIMA FRUTOS

Nov 9, 2020   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments

Mi forma de agarrarme a la vida tiene que ver mucho con lo carnal”

Foto: Inma Gómez

Monjas, putas y locas” es el título del libro con el que Fátima Frutos ganó hace unos meses el XXV Certamen de Poesía María del Villar. Una colección de poemas que homenajean las figuras de mujeres silenciadas a lo largo de la historia y a las que la donostiarra rehabilita con sus textos -marca de la casa- empoderados y carnales.

Patxi Irurzun/ Iruñea

“Me niego a que los atardeceres de mis bragas sean tumbas”, escribe Fátima Frutos en “Menopausia a los 50”, uno de los poemas quizás, es cierto, más heterodoxos del libro, más cercano a la experiencia personal y a la prosa poética, a diferencia del grueso de ese “Monjas, putas y locas”, compuesto por una serie de textos dedicados a figuras femeninas como la Güera Rodríguez, heroina de la independencia mexicana, Madame de Pompadour o la escritora italiana Goliarda Sapienza, y en los que además de las referencias históricas también laten la la poesía sensual, culta y terrenal a un tiempo, las figuras literarias e imágenes deslumbrantes (“Ya parpadea tu semen”, escribe en el poema que abre el libro), la voz propia y firme, en fin, de esta poeta donostiarra afincada en Nafarroa desde hace años.

Monjas, putas y locas” ganó el premio de la Fundación María del Villar, en su 25 aniversario, algo que creo que le hace especial ilusión…

En el momento en que me lo concedieron estaba en Hamburgo, viviendo y estudiando en alemán. Al escuchar al otro lado del teléfono a Iosu Kabarbaien, a Marina Aoiz, a Tomás Yerro felicitándome, teniendo en cuenta que era mi primer libro escrito fuera de Nafarroa, hizo que se me saltasen las lágrimas, sí. He tenido varios premios a lo largo de mi trayectoria literaria, pero todo lo que viene de Tafalla me resulta entrañable y especial. Quiero mucho a ese pueblo y más a sus gentes.

-¿Qué criterios siguió para elegir las mujeres a las que les dedica los poemas?

Me las fui encontrando en el camino. Como sabes yo soy de formación y de profesión agente de igualdad y, aunque ahora estoy dedicada a la literatura en exclusiva, siempre habita en mí esa profesional del ámbito de las políticas de igualdad… De ahí que constantemente investigue sobre figuras femeninas señeras y haga genealogías feministas. Es algo que aprendí de Marcela Lagarde, la gran antropóloga feminista, en cuya tesis doctoral está inspirado el libro.

Detras de cada uno de esos poemas se aprecia un trabajo intenso de documentación, un gusto y estudio detallado de la Historia…¿El libro en ese sentido podría ser un libro de Historia, o un modo distinto de contar esta y a las mujeres que suelen hacerse desaparecer de la misma?

A mí me gusta aunar saberes. La historia, la filosofía, la poesía, etc., pueden confluir en un libro. No soy autora que se queda en compartimentos estancos, sino que me gusta la conjunción de disciplinas en los versos. La historia de las mujeres me interesa desde siempre, aunque más desde que conocí a Ana Díez de Ure y su obra. Hemos sido las grandes olvidadas y, sin embargo, como decía Petra Kelly, sobre nosotras descansa la sostenibilidad de la vida… Si te fijas en el ecofeminismo y las corrientes vanguardistas actuales que hablan de decrecimiento o de alternativas novedosas al neoliberalismo y al novofascismo que arrecia, muchas están sustentadas por mujeres. Yayo Herrero es alguien a seguir, por ejemplo.

-Pero además de las referencias histórica es evidente que este es sobre todo un inspiradísimo libro de poesía, porque a lo largo del mismo despliega todo un ramillete de recursos, figuras, vocabulario, que va desde la alta cultura a lo más terrenal… ¿Cómo ha armado todo eso?

A lo largo de una vida. Para tener vocabulario, figuras estilísticas, recursos literarios no hay más truco que el de ser una lectora voraz, a poder ser en varios idiomas. Soy seguidora de grandes maestras de la palabra poética… de Delmira Agustini, de Juana de Ibarbourou, de Jacqueline Assaël, de Rafeef Ziadah, de Amaia Lasa, etc.

La sensualidad, el erotismo, también está muy presente, es marca de la casa. Da la sensación de que es capaz de retratar la condición humana y su trayectoria histórica desde las alcobas, la piel, los fluidos…

Bueno, será que me gusta ese espacio. De siempre se ha dicho que el Eros es el impulso de la vida. Mi forma de agarrarme a la vida tiene mucho que ver con lo carnal, lo pasional, la belleza heterogénea, la búsqueda implacable del sentir… Pero vamos, que desde Colette a Erika Lust hay un hueco por el que orgasmarse a gusto en prosa o en verso. Y luego está que me encanta escandalizar para dar en el hocico a todos esos carcas que proliferan por las redes sociales. Desde posiciones ultras se me ha atizado mucho como autora que verbalizaba bien su placer bien su compromiso político bien su empoderamiento. Ten en cuenta que a mí se me llegó a poner en agosto del 2017 ante la Guardia Civil estando gravemente enferma. Ahora me río de toda esa gentuza a la cara por misóginos y putrefactos. Menos mal que ya no van a tocar poder, ni en Berriozar ni en ningún sitio de Nafarroa; sólo les quedan migajas.

-¿Hay alguna entre todas estas monjas, putas y locas a la que destacaría especialmente?

A mí me gusta mucho la figura histórica de la Güera Rodríguez, heroína de la independencia de México. Que después de haber probado placeres con varones de calado como Simón Bolívar, Agustín de Iturbide o Alexander von Humboldt… va la moza y acaba ante un tribunal de Inquisición. Pero lejos de salir mal parada les pone a todos más firmes que un cirio, valga la redundancia, y acaba saliéndose con la suya: liberada y más poderosa que antes de plantarse ante el Santo Oficio. Lo que se dice una fuera de serie.

-Hay algún poema como “Himno al cuerpo” o “Menopausia a los cincuenta”, más próximo a la prosa poética, y que también parecen distinguirse respecto a los demás, arrimarse más a lo personal…

Siempre aparecen en mis libros escenas de la vida personal. A veces están más encubiertas, otras son más evidentes. Pero, ¿qué poeta no se inspira en lo que nos rodea y nos acontece? “Himno al cuerpo amado” es eso, un monólogo en verso dirigido al hombre al que se ama. “Menopausia a los cincuenta” es un homenaje a Anne Sexton y a su menstruación a los cuarenta… Y bueno, también hay un poco de desmitificación de la menopausia, cosa de la que convendría más hablar.

Hemos hablado a lo largo de la entrevista de Historia… Para acabar, ¿en qué anda Fátima Frutos ahora metida, creo que estaba acabando o rematando una novela histórica, precisamente?

La novela que tengo entre manos es sobre Centroamérica en los años ochenta y el mundo de las corresponsales de guerra. Está en fase de corrección y tengo ganas de terminar de darla a luz porque es mi debut como novelista y cuento cosas que creo son importantes para los desafíos que tenemos ahora mismo delante. También ando con un libro de placeres de la cocina, escrito a dúo… Lo dicho, el Eros siempre rondándome.

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