Entrevista a Miguel Sánchez-Ostiz («Breves del desconcierto»)
“La utilización política de la pandemia ha sido un asunto canallesco”
Miguel Sánchez-Ostiz, escritor
En Breves del desconcierto, la última obra de Miguel Sánchez-Ostiz, publicada por Pamiela, el escritor navarro anota, a través de textos breves (o boteprontos) sus reflexiones sobre los tiempos de incertidumbre que vivimos, incluidos los últimos meses de pandemia y esa llamada nueva normalidad, apuntalada con “porras viejas y mordazas ya muy mordidas”.
Patxi Irurzun / Gara 18/08/20
En el último de los breviarios de Miguel Sánchez-Ostiz, género en el que se ha prodigado últimamente (recordemos, El asco indecible, Diario volátil o A cierta edad) late, como señala él mismo en el quevediano prólogo, una alegría feroz y la convicción profunda de no arrojar la toalla, a pesar de los pesares, a pesar de los empujones, que nunca hay que dejar sin devolver, o del fango de los tiempos en el que chapotean con chulería cayetanos, matones (“Me pregunto si el futuro no estará en manos de matones iletrados”, anota siempre certero en su desconcierto el escritor navarro), trepas, mangutas de guante blanco y máscara benemérita y rojigualda… Todo ese aire a podrido se ventila en estos breves o, como se subtitula la obra, boteprontos, enojos o soliloqueos. Sánchez-Ostiz no escribe para gustar a todos, señala también el autor al inicio del breviario, y todos quienes le leemos lo agradecemos.
Este es un libro que, como casi todo, dio un vuelco forzoso con el confinamiento, tal y como explica en la introducción. ¿Cómo afectó al mismo y en que ha cambiado lo que iba a ser?
Cambios no ha habido muchos, ni de tono ni de contenido. Lo que ocurre es que de pronto se impuso una realidad que obligaba a hablar de ella. Por ejemplo, algunos capítulos como el de «Oigo patria a tu afición…» cogieron con la pandemia un volumen cayetanesco y rojigualdo inaguantable. La utilización política de la pandemia ha sido un asunto canallesco.
“Breves del desconcierto”… Vuelve a los breviarios, los textos cortos, que ha frecuentado durante los últimos años. ¿Se siente cómodo en ese formato del botepronto, el soliloqueo (maravillosa invención, por cierto)…?
Pues sí, me siento tan cómodo que hasta he pensado poner un negocio de epitafios en Beritxitos (cementerio de Iruñea)… Ahora en serio, los discursos de recio y apretado discurrir se leen con dificultad creciente. El tiempo lector de las redes sociales se impone y esos boteprontos se leen con gusto porque más allá de las diez líneas lo que digas se sigue a ratos o con desgana.
Y en este caso los breves son del desconcierto… Más allá de mostrar este desconcierto, ¿el breviario intenta buscar respuestas o un camino para seguir adelante?
El de resistir y el de plantar cara a lo que no es dañino en lo público y en lo privado, en la medida de nuestras posibilidades, que no son muchas, pero porque no lo tengan fácil que no quede.
-Al libro no le falta el tono zumbón, burlesco, aunque a muchos quizás no se lo parezca…
¿Burlesco? Mucho, empezando por mí mismo. Auténtico pitorreo de mis bajonazos, torpezas e hipocresías. Una cosa es lo que te propones o quisieras hacer, y otra bien distinta lo que haces o logras hacer. Muchas veces te quedas por el camino. Por no hablar de en qué paran tus propios discursos en plan Espartaco.
–En relación con lo anterior, también se advierte en su breviario, como en otros de sus libros cierto optimismo, diría, me refiero a esa posición de resistencia, de no ceder (“No cedas”, aparece en la penúltima entrada) o de no resignarse, no callar, devolver los empujones…
Sí, ese «no cedas viejo perro» es un verso de un amigo poeta boliviano que me gusta mucho, el Humberto Quino. Somos quintos, para allá viejitos, pero el Humberto no deja de dar la cencerrada, no tira la toalla, te guste o no lo que dice, se enfrenta, resiste.
-Hay temas recurrentes, de los que ya ha hablado a menudo: el matonismo, el abuso de la fuerza y los uniformados, el patrioterismo, convertirte en enemigo y repudiado solo por no aplaudir o seguir las consignas oficiales… ¿Tenemos para rato con todo esto?
Para rato… como dices. Es el asco de nunca acabar. No hay más que fijarse en lo que parece invisible, salvo para el que recibe los porrazos, lo sucedido en esta mandanga de la «nueva normalidad» con porras viejas y mordaza ya muy mordida. Ahora estamos de veraneo, dándole al balonico hinchable de colorines, como focas amaestradas, pero la incertidumbre de lo que pueda venir sigue ahí. Somos frágiles y vulnerables, y se ve que el sistema no llega a todo, y no a todos. Iban a hacer y no solo no han hecho, sino que ni intención parece que tengan. De pronto todo a vuelto a «las altas esferas» que es donde la inmensa mayoría no estamos.
–En la parte final, dedicada a “la plaga”, reflexiona sobre lo que vendrá tras ella… ¿Qué espera de esta “nueva normalidad”, como la llaman?
Nada bueno, salvo que en lo público se reconstruya la cohesión social, pero desde abajo. Esos movimientos vecinales de solidaridad son un ejemplo de lo que puede hacerse o ese movimiento de artistas madrileños «Salva lo Público», que hacen calle y no bureo de redes sociales, a favor de la Sanidad pública y en contra de la privatización de todos los servicios a ellos aparejados. Nuestras vidas no pueden ser un negocio.
-Por último, también comenta en relación con esto sus temores respecto al futuro de las pequeñas editoriales, librerías… e incluso el desconcierto respecto a sus propios libros futuros. ¿Qué cree que puede pasar?
No tengo ni idea, pero me temo que el lector está muy dañado, las redes nos han quitado capacidad lectora, perdemos en ellas el tiempo de la lectura, nos achatamos… La gran mayoría ha estado colgada de las pantallas durante esta pandemia. Pequeñas editoriales, pequeñas librerías… no sé cuál puede ser su futuro y si van a poder mantenerle el reto a los grandes grupos que lo abarcan todo e imponen sus criterios comerciales (los literarios son otra cosa), como no sé cuál puede ser el futuro de un escritor que vaya a contrapelo y no puedan hacer con él negocio editorial y mediático, aunque no creo que sea bueno.