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EL AMOR EN LOS TIEMPOS DEL COVID-19

Abr 8, 2020   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments
Ilustración Pedro Osés (para el cuento CUANDO TODO ESTO ACABE)

Ilustración Pedro Osés (para el cuento CUANDO TODO ESTO ACABE)

Relato publicado en el fanzine El Mono (número 80)

A la primera pareja que vino a follar al súper durante el confinamiento la encontré en la sección de embutidos, tirando con sus empujones todo el salchichón ibérico al suelo. Me dieron pena y un poco de envidia, con las mascarillas quitadas, comiéndose los morros como desesperados, tan inconscientes, creyendo que el amor vencería a la muerte.

Cuando les llamé la atención, me dijeron que no podían vivir el uno sin el otro y que llevaban dos semanas sin verse y que ya no aguantaban más y que el súper era el único lugar en que podían encontrarse sin levantar sospechas.

Los hice pasar al almacén, no sé muy bien por qué. Luego ya comprendí que se trataba simplemente de que yo era un cerdo.

Así comenzó todo.

Al principio eran solo ellos. Venían casi cada día. Entonces yo, después de acompañarles a su nidito de amor, salía del súper, rodeaba el edificio, entraba, sin hacer ruido por la puerta trasera del almacén y, escondido tras algún palé, comenzaba a pelármela.

Después, llegaron los demás. No sé cómo se enteraron. Supongo que la primera pareja de follarines lo comentó con sus amigos. Y que estos empezaron a rebotarlo en sus putos instagrams y sus putos grupos de wasap. Eso me asustó un poco. Pero eran todos tan jóvenes y tan hermosos…

Mis compañeros del súper sospecharon algo, claro. Tanta gente joven pululando por allí no era normal. Aunque como yo soy el encargado no decían nada.

Después,  la situación se desmandó. El súper parecía a todas horas una rave. Y a mí el ciruelo se me puso en carne viva. Aquello tenía que terminar.

La gota que colmó el vaso fue  el día que vi a un chico, tras quitarse el preservativo, arrojarlo sobre una caja de escarolas. No me pude contener y salí desde detrás del palet.

—¡Oye, tío, esto ya me parece que es pasarse!

—¿Pero qué dices, primo? ¿Y tú que estabas haciendo ahí, eh? ¡Te la estabas meneando! —contraatacó él, señalando mi bragueta abierta—.  ¡Te vas a putocagar, te voy a denunciar!

Y lo hizo. Llevo ya tres días detenido. Aquí no se está tan mal. No tengo que ir a trabajar. Y por las noches, cuando apagan la luz, me acuerdo de todos esos chicos y chicas. Resistiré. Después de todo, todo el mundo está encerrado, de un modo u otro, estos días.

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