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ENTREVISTA A OSKAR ALEGRIA, DIRECTOR DE PUNTO DE VISTA

Mar 9, 2017   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments

 

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Foto: Iñigo Uriz. Publicado en Gara 08/03/2017

“El trabajo de programador te secuestra, pero es un secuestro bonito”
Oskar Alegria. Director artístico de Punto de Vista

 

Oskar Alegria se despide de la dirección artística del Festival Punto de Vista, que desde el pasado día 6 y hasta el próximo 11 de marzo celebra en Iruñea su undécima edición. El autor de la premiada y reconocida Emak Bakia baita volverá a la butaca y a hacer cine, en lugar de programarlo. Charlamos con él de todo ello, de los momentos más intensos vividos durante estos cuatro años o de la importancia para Nafarroa de este festival arriesgado y excepcional.

Patxi Irurzun. Iruñea

Oskar Alegria nos recibe en el Baluarte de Iruñea la mañana en que arranca Punto de Vista. Sin embargo, no parece nervioso. “Los nervios se sienten las semanas anteriores, ahora solo hay que disfrutar”, dice. Despide un aura de felicidad, de hecho. Este es su último año como director artístico, un trabajo absorbente y agotador, y siente que se encuentra a un paso de la libertad, en ese umbral que, como cuando preparamos un viaje, a veces es la auténtica libertad o el auténtico viaje. Atrás quedan películas, encuentros, ciclos que han hecho muescas en la memoria del festival: Iosseliani, Michael Snow, Chez les basques… O el libro que acaba de firmar para esta última edición, una marginalia dedicada Oteiza, a las anotaciones que el genio de Orio hacía en los márgenes de sus lecturas, y de las que Alegria habla con pasión. “En ellas está un Oteiza escondido, pero también más fresco, el que escribe a vuelapluma, sin procesar para ser publicado”, dice el director saliente de Punto de Vista, quien comenzó su andadura en el festival como espectador, después como cineasta,  y que ahora sueña con Volar de nuevo —así se ha titulado esta edición—; con dejar de pensar el cine y regresar a la plácida oscuridad de la butaca y de la mesa de trabajo.

¿Cómo afronta este último año al frente de la dirección artística de Punto de Vista, con qué sentimientos o estado de ánimo?

Yo creo que es el festival en el que más contento estoy, igual porque es el último, sinceramente, pues estos cuatro años han sido una travesía larga, dura, lo digo por la cantidad de trabajo y energía. Ahora por fin veo una luz al final, aunque también tengo que decir que la travesía ha sido maravillosa, y me permite estar satisfecho de lo que hemos conseguido entre todos, por ejemplo, dar al festival otro aire, otro perfume, o ver el trabajo cumplido.

Quizás todavía es pronto, pero ¿se atreve a hacer un balance de estos cuatro años?

El balance llegará después de un tiempo, y en todo caso tienen que hacerlo otros. Desde un punto de vista personal, tengo muchas ganas de hacer otra cosa, estoy sintiendo que la libertad está ahí, va a llegar, es un sentimiento que he tenido solo dos o tres veces en mi vida, e igual lo bonito en realidad sería perpetuar esa sensación.

Sí que en todo caso guardará con intensidad algunos recuerdos de momentos, personas, películas…

Recuerdo un viaje maravilloso con Iosseliani por Iparralde, en el festival de 2015. Yo fui a  recogerlo a Biarritz para cumplir su primera exigencia, que era comer con los pastores con quienes rodó hace treinta años Euzkadi, été 1982. Antes por teléfono yo le había contado el programa, dejando este viaje para el final, pero él no se fiaba y pidió hacer ese recorrido nada más aterrizar. Y recuerdo un viaje delicioso, parando en cada curva para fotografiar los paisajes o para beber un trago. Nunca he visto a nadie beber tanto y sin que se le note. Y cosas tan raras. Por ejemplo,  un Calvados doble con tres azucarillos. Yo finalmente tuve que coger un atajo por el que no había bares, pero él se dio cuenta y  me dijo: “¡Ay, la juventud, que aún confía en los atajos!”… Iba soltando perlas como esa cada dos por tres.

También habrá proyectos, invitados que se le han quedado en el tintero…

Es cierto que algún cineasta que queríamos que viniera no lo hemos podido traer, pero eso es lo normal en un festival,  lo malo es que no hubiera querido venir nadie. Pero si de cada cinco te vienen cuatro, no te puedes quejar… Mi sueño era lo de Oteiza, y me despido programándolo este año. Nosotros somos amantes de los retos y este era un gran reto, que partía de esta pregunta: ¿Cómo puedes hacer un programa con un cineasta que no tiene cine? Esas cosas nos encantan. Se puede programar cine inspirado por Oteiza, pero lo verdaderamente difícil era armar esa tercera sesión que hemos preparado, encontrar los superochos filmados por él, algún archivo sonoro inédito sobre cine, como esa maravilla en la que Oteiza dirige un discurso al espectador en la oscuridad de la sala de cine. Escuchar algo así, en la propia sala, con su propia voz, y con esa pasión… Al final de la grabación, Itziar, su mujer, le quita la grabadora a Oteiza, y añade: “Esto que están escuchando ustedes es la voz y el corazón de mi marido”. Fíjate que frase. Imagino que Oteiza al acabar de grabar estaría exhausto. Eso es lo difícil, armar esa sesión, que yo recomiendo,  porque en ella encuentras las piezas sueltas, encuentras una película con unas montañas, luego otra con unos apóstoles, luego otra que hace el puente, porque en ella dice que sus apóstoles salen de esas montañas, otra más en la que dice que la música que pega a todo eso es la de Anton Webern… En definitiva, una sesión en la que hemos tratado de construir una película que nunca existió. Oteiza por todo esto, un cineasta sin cine, era el gran reto, y cuando yo he jugado a programador, ha sido lo más divertido, lo más misterioso, lo más todos-los-adjetivos-que-quieras-poner que he hecho…

Antes ha hablado de esa sensación de estar al borde la libertad, supongo que el trabajo como programador y director artístico será muy absorbente, implicará ver, buscar muchas películas…

El trabajo de programador te secuestra, pero es un secuestro bonito, que te permite estar en el cine, una especie de síndrome de Estocolmo, y yo tengo la duda de ver como salgo de esto… Me he dado cuenta, por ejemplo, de que ver mucho cine no siempre es bueno. Yo además tengo muy mala memoria, y se me olvida todo, sobre todo lo malo.  Pero creo que me ha ayudado a madurar. Yo solo he hecho una película, Emak batia baita, y la dirección de Punto de Vista llegó justo después, en un buen momento, porque no quería hacer una película inmediatamente después de acabar la otra, así que esto ha sido un barbecho activo, que me ha permitido estar en el cine, pensarlo… Aunque también es cierto es que hacer cine y pensarlo son dos idiomas distintos, y que pasa como con el amor, que es infinitamente mejor hacerlo que pensarlo.

¿Tiene ya algún proyecto en mente?

No, y no es que no quiera comentarlo, es que no tengo nada definido, de verdad. Yo ahora con lo que sueño es con sentarme en mi mesa y ver las cuatro cosas que tengo, porque sí he rodado escenas, sin un afán de guión, ni nada premeditado. He rodado pastores, de noventa y pico años, que viven en bordas de altura, pasé con ellos sus últimas noches en esas cabañas, que han tenido que abandonar. Me gusta atrapar esos ocasos, esos brillos que despiden. Es gente que tiene un mundo que o lo registras o se va, se pierde para siempre. ¿Eso puede ser un largometraje? No ¿Puede ser cortometraje? Sí. ¿Una parte pequeña de un largometraje? Tal vez…

Usted ha comentado en alguna ocasión que comenzó en este festival como espectador, después como participante y acabó como director, y que una manera de cerrar el círculo será volver a él como espectador de nuevo…

¡Tengo ya la butaca elegida! Yo siempre me ponía al final. Es curioso, porque ese ciclo, esa conversión de espectador a cineasta, es algo que estoy viendo ahora con otros, como David Arratibel. En cuanto a mí, yo nunca soñé con dirigir el festival. Sí con hacer una película. Y es muy bonito pasar de la butaca a presentar una película… Dirigir el festival está muy bien para un rato, pero ahora tengo ganas de nuevo de ver cine sin tener que pensarlo, sin tener que pensar una sinopsis, solo por gozarlo, una sensación que hace mucho que no tengo…

¿Qué ha supuesto un festival, arriesgado y heterodoxo como Punto de Vista, para una ciudad como Iruñea?

Hubo un hecho milagroso no solo para de esta ciudad, sino para esta comunidad, y fue que  los Encuentros del 72 se celebraran aquí.  Y hay también una característica propia que tenemos que es maravillosa, que es la excepción.  Siempre hablamos de unas masas con unas maneras uniformes de pensar entre nosotros, pero somos también la comunidad que más tipos, que más artistas excepcionales tiene, probablemente por ese choque o esa convivencia entre extremos, del que surge la excepción… En cuanto al festival, estamos en el mismo lugar en el que el 72 se colocaron aquellas burbujas de aire. Y este Baluarte comparte además una peculiaridad arquitectónica solo con otra fortaleza, la de Marsella, y es que de sus cinco puntas dos son para defenderse del enemigo interno —y esta, este baluarte, es una de esas puntas—,  lo cual dice mucho de quiénes o cómo somos.

 

 

 

 

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