EN ‘TODOS SOMOS SOSPECHOSOS’ DE RADIO 3, CON ‘PAN DURO’
Con la gran Laura González, a partir del minuto 39.
Con la gran Laura González, a partir del minuto 39.
Patxi Irurzun. Iruñea
Desde el 26 de abril de este año podemos viajar más tranquilos a Islandia: la ley que permitía asesinar vascos fue derogada, después de 500 años en vigor; una ley que avaló en 1615 la matanza de 32 marineros de un ballenero que naufragó en la costa de aquel país. Julia Montejo (Iruñea, 1972) investigó este episodio para su nueva novela Lo que tengo que contarte, en la que además de ficcionar esta peripecia, habla de historias silenciadas de mujeres, el arrebato de la creación literaria o lo que es capaz de hacer el ser humano por conservar la vida y la dignidad.
–Supongo que ni en sus mejores sueños habría imaginado una campaña de promoción como esta, con la coincidencia de la derogación de la ley y el lanzamiento de la novela
Ha sido alineación de los astros. Cuando yo empecé a trabajar en esta novela no había apenas documentación, no se sabía casi nada sobre este episodio, y de hecho en Islandia había sido un tema bastante oculto, que se llevaba un poco como vergüenza nacional. Quienes lo conocían lo sentían como si hubiesen sido sus padres los que lo protagonizaron, y creo que en el espíritu del islandés está la idea de la reconciliación y de acabar de cerrar heridas, algo que me parece algo fantástico y admirable y que ojalá se exportara.
¿Cómo llegó usted a conocer ese episodio?
Estaba investigando para mi segunda novela, leí un libro titulado Los vascos y el mar, y encontré un párrafo que hablaba de un grupo de marineros vascos que habían regresado a casa después de una expedición a Islandia y habían hecho un pacto de silencio para no contar que habían tenido que hacer para sobrevivir. En aquel momento yo no sabía ni que había sido en 1615, ni que había habido una matanza… Yo quería contar en aquella novela cómo en el siglo XXI en el mundo occidental a veces nos sentimos desganados, sin ganas de vivir, cuando en otras épocas mucho peores los humanos han hecho de todo precisamente para sobrevivir, y me plantee que podría ser interesante la tensión entre el siglo XXI y el XVII… Y fue ahí cuando empecé a documentarme.
Un trabajo de documentación que ha sido grande, a veces para tener que dejar fuera mucha información…
Sí, aprendí muchísimo de barcos, de ropa, de utensilios de la época, que luego no puedes utilizar para no avasallar al lector. Hay muchos libros de historia en los que parece que el autor intenta decir “Fíjate cuánto sé, cuánto me he documentado”, yo no quería para nada algo así, quería una historia que fuera auténtica y muy literaria, y el proceso lo he vivido como una aventura. Me facilitaron mucho las cosas historiadores vascos como José Antonio Azpiazu. También fui a conocer los asentamientos vascos a Islandia, y eso es también lo que he querido transmitir, mi fascinación por Islandia, que es un sitio alucinante, el laboratorio de experimentación de Dios…
–En relación con esa aventura propia, el libro transcurre en dos planos, uno en 1615 y otro en la actualidad, en el que, aunque a través de un personaje y un relato ficticios, se habla del proceso de escritura de esa historia…
La idea principal de la historia que transcurre en el siglo XXI era hablar de cómo para que una obra sea buena tiene que ser auténtica, y ser auténtica quiere decir que tú creas que es real. De hecho, el “Izena duen guztia omen da” que se cita en el libro varias veces, alude a eso, a que cuando tu creas algo todo está pensado en tu cabeza, existe en ella como algo real, los personajes cobran vida… Yo, por ejemplo, me creo mis personajes, los dejo pensar, expresarse… Es decir, la creación tiene un punto de locura que en el caso de la mujer además ha estado muy mal visto a lo largo de la historia, las escritoras o se aislaban voluntariamente como Emily Dickinson, Virginia Wolf, o las metían en un sanatorio…
—El papel de la mujer y del relato contado por ella son reivindicados además en esta novela, con la protagonista que debe embarcarse en el ballenero disfrazada de hombre.
En la historia hay muchos ejemplos de mujeres que se travistieron para ir a América, etc., porque la mujer en aquella época era poco más que un animal, vivían a expensas de sus maridos, padres, hermanos… Eran seres sin dignidad, y la única manera de conseguirla era convertirse en un hombre. Para mí es muy importante recuperar la historia viéndola a través de los ojos de una mujer, porque la literatura, la historia nunca la han contado las mujeres… Tendremos una sociedad de iguales cuando contemos la historia también a través de los ojos de las mujeres.
-¿La historia de los marineros vascos en Islandia es un filón creativo?
No solo de los vascos en Islandia, sino de marineros vascos en cualquier parte del mundo. Por ejemplo me he enterado estos días del ballenero que están reconstruyendo en Pasaia. Es algo muy importante, que en otros sitios también están haciendo. En Reikiavik, por ejemplo, existe el Museo Vikingo, y este tipo de iniciativas pedagógicas son muy importantes, por ejemplo, para los niños, para recuperar y enseñarles de una manera lúdica su historia y su pasado.
Publicado en Gara 12/06/15
Las últimas adhesiones a la manifestación “Contra las dificultades de la vida moderna” han llegado desde el “Sindicato de empujadores de máquinas expendedoras”, quienes recuerdan que cada día siguen quedándose enganchadas en las mismas cientos de palmeras de chocolate o tubos de Lacasitos, sin que en la mayoría de los casos los responsables de bares, centros comerciales o áreas de descanso se hagan responsables del hurto. “Es más”, añaden, “con frecuencia son detenidos, acusados de vandalismo, algunos de nuestros afiliados al ser sorprendidos aporreando las máquinas, o incluso, y esto nos parece gravísimo, otros que las empujan con un cívico disimulo”.
Recordemos que la convocatoria de esta manifestación partió de la “Plataforma por un carril lento en las cajas de los supermercados”, un grupo de consumidores afectados por la presión a la que son sometidos los clientes en el momento de pagar y recoger sus productos y que no dudan en calificar las cajas registradoras como siniestros símbolos del capitalismo o pequeños tótems consagrados al consumo y las prisas. A ellos no tardaron en sumarse otras asociaciones como la ‘Coordinadora de incapaces de despegar bolsas de compra”, la “Agrupación de afectados por las mañanas enteras perdidas intentando tramitar on line una factura para el Ayuntamiento” o el colectivo “No eres el único que tiene que bajar del coche para pagar en la autopista o meter el tique del parking y que lo hagas no significa necesariamente que seas bracicorto”.
Paco Cheltuyo, responsable de “Hay sitios libres”, otra de las numerosas asociaciones que se ha sumado a esta marea de ciudadanos a los que la tecnología y las supuestas comodidades de la vida moderna convierten la suya en un auténtico calvario, nos indica los motivos por los que ellos han decidido secundar esta protesta: “En nuestro caso, nos parece indignante la conducta de esos conductores –valga la redundancia— que en los parkings de los supermercados deciden aparcar junto a la puerta de los mismos, a pesar de que a solo cincuenta o cien metros haya sitios libres, obstaculizando el recorrido natural de los carritos de la compra, a menudo después de que quienes los empujan hayan pasado un buen rato tratando de conseguir que la cajera les dé de mala gana cambios para insertar una moneda con la que desbloquear uno de los susodichos carritos, que al final siempre resulta ser aquel al que se le atrancan las ruedas o tienden a desviarse hacia las estanterías”.
Durante la manifestación, que pretende tener tono festivo “sin que eso implique necesariamente que vaya a haber una batucada”, ha comentado uno de los convocantes, se escenificará la quema de un parquímetro de los que obligan a introducir el número de matrícula del coche, una máquina de zumos de un hotel con bufet y el manual de instrucciones de un aparato informático. “Bueno, todo eso si finalmente llegamos a celebrarla, porque nos están exigiendo toda una serie de papeleos, trámites burocráticos (muchos de ellos vía telemática o electrónica) que a asociaciones como las nuestras nos resultan difícilmente asumibles, además de provocar contradicciones éticas con el espíritu de la protesta”, nos han confirmado desde el comité organizador de la misma, tras varios intentos fallidos para concertar una entrevista vía skype.
Publicado en RUBIO DE BOTE, colaboración para ON, suplemento de los periódicos del Grupo Noticias
Una vez fui a la tele a hablar de mi libro y me encontré con el Señor Consejero de Cultura. Antes de entrar al plató me pasaron a una salita de espera y ahí estaba Él. “¿Qué es esto, una encerrona?”, recuerdo que pensé, porque el día anterior me habían llamado de un periódico para recabar mi opinión sobre un proyecto que habían impulsado desde su Consejería, y mi opinión no era muy favorable a ese proyecto, y así había aparecido en los papeles esa misma mañana.
—Hola — saludé deportivamente, a pesar de todo.
El Señor Consejero de Cultura, al oír aquel mundanal ruido, levantó los ojos del supermóvil al que los tenía pegados, y me miró durante una milésima de segundo por encima de las gafas de pasta, en sus dos acepciones.
—Hola —respondió Él, y después siguió otra vez apretando botones.
Da un poco de miedo ver a todo un Señor Consejero apretar botones: cada vez que lo hace puede estar tirando diminutas bombas atómicas. A mí, de hecho, me dio por ponerme paranoico y pensé que en ese mismo momento estaba borrándome del mapa cultural, vía cibernética.
Luego llegó un muchacho muy pizpireto, que debía de ser el Señor Jefe de Prensa del Señor Consejero de Cultura, con un juguete en la mano, un móvil atronador, en el que en ese momento se reproducía una canción que me resultaba muy familiar. Me sorprendió gratamente la jocosidad con que ellos dos miraban el video, dándose codazos cómplices. No me imaginaba que un grupo como aquel pudiera gustarles.
—Juo, juo, pero mira a ese, si lleva faldas —se rió, no obstante, el Señor Jefe de Prensa.
—Juo, juo, pero qué pintas ¿Quiénes son? — preguntó después, el Señor Consejero de Cultura.
Y el Señor Jefe de Prensa dijo el nombre del grupo y también que “a estos los hemos metido en el programa ese de promoción de músicos”.
—Para que luego se quejen —apuntilló el Señor Consejero de Cultura.
Yo me quedé de piedra. La letra de la canción que estaban escuchando ¡la había escrito yo! Y lo que era peor, aquellos dos tipos no estaban recochineándose de mí. Me di cuenta inmediatamente de que en realidad no tenían ni idea de quién era ni qué hacía ahí. Yo era invisible para ellos. Yo nunca había aparecido en sus mapas.
Habrá qué ver qué sucede tras las elecciones del pasado 24M, pero tengo no sé si la opinión o la ilusión de que ese día ya sucedió algo, de que algunas cosas pueden empezar a cambiar, y de que a la política pueden o deben de empezar a llegar personas en lugar de marcianos, personas que obedezcan en lugar de mandar a quienes gobiernan (o, lo que es más grave, en lugar de tratarlos con desprecio, invisibilizarlos, mofarse de ellos…). Consejeros de cultura, por ejemplo, que conocen a sus músicos, a sus escritores… Alcaldesas que han sido sacadas a rastras de un desahucio… Personas que nos hagan olvidarnos de todos aquellos políticos de vieja escuela que se consideran elegidos —en el peor de los sentidos— a perpetuidad y que en cuanto han notado que les han movido la silla, que creían tener atornillada al suelo, han comenzado a echar espumarajos apocalípticos y a mostrar su verdadero y preocupante rostro, antidemocrático y feroz. De momento, dos semanas después del 24M, el mundo sigue girando.