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CRÓNICA DEL CONCIERTO HOMENAJE A ESKROTO PARA MUGALARI

Nov 21, 2014   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments

ESKROTO, UN ARTISTA DEL COPÓN IRREPETIBLE

 

foto Gavilan-EskrotoHace unos días el desaparecido cantante de Tijuana in blue y de Kojón Prieto y los Huajolotes fue homenajeado en un concierto-parranda que sonó como un “txueno”

TEXTO: Patxi Irurzun / FOTO: Pege

Y de repente, a través del culo del vaso de plástico reciclable, se me apareció Manu Chao, mezclado entre el público. Se habían anunciado sorpresas de las gordas y Manu también colaboró en uno de los discos de los Huajolotes, en la canción El tren de la negra, así que ¿por qué no? ¿Por qué no iba a sumarse él al concierto-homenaje a Eskroto, del mismo modo que lo habían hecho Tonino Carotone, Gari de Hertzainak, Kutxi de Marea,  Txerra de RIP…? Lo más granado del rock vasco reunido para recordar a uno de sus héroes caídos. Luego, enseguida, en cuanto aparté el vaso de mi boca, ya me di cuenta de que no, de que el manuchao en cuestión se parecía más a su réplica chanante e incluso, cuando me saludó efusivamente, a un antiguo compañero mío de instituto, al que no veía desde entonces, hace ya casi treinta años.

De hecho, ese era el perfil de los miles de personas que se reunieron en las txoznas de Antsoain (Navarra), durante sus fiestas, en la parranda-homenaje a Eskroto, también conocido como Gavilán, el que fuera cantante de Tijuana in blue y Kojón Prieto y los Huajolotes. Un público talludito, de cuarentones, que al día siguiente pagarían caros los saltos frenéticos al ritmo de naparmex y  los cañones de cerveza que trasegaban como si en unas horas se acabara el mundo o no hubiera niños pequeños que se levantan pidiendo a gritos que les pongas al puto Bob Esponja en la tele.

Clarete, speed y rock radikal vasco
Todos esos que hace veinte años tenían veinte años crecieron forrando sus carpetas del colegio con el monstruo de Iron Maiden o se amamantaron en bares de casco viejo con clarete, speed y rock radical vasco. Entonces ¿qué demonios hacían ahora coreando rancheras, mientras contenían una melancólica lagrimita? La culpa es de los Huajolotes, el grupo que en los 90 se convirtió en un auténtico fenómeno social, y que puso a bailar mejicanas a legiones de irreductibles punks, jevis… Al frente de ellos, estaba Marco Antonio Sanz de Acedo, Gavilán, antes conocido como Eskroto, el que fuera uno de los cantantesde Tijuana in blue (el otro era Jimmi), el conjunto probablemente más descacharrante y bestia del punk-rock vasco. Muchos recordarán, por ejemplo, la entrevista que les hicieron en el programa de televisión Plastic, quizás la primera entrevista alcohólica de la televisión española, antes de la de Fernando Arrabal; o sus conciertos, en los que se repartían al arrebuche vísceras de animales o se escenificaban unas chuscas misas negras; o las letras de alguno de sus temas: “Oye, Patxi, sácame un txikito”, “Mierdas de perro inundan la ciudad”, “Bebe y olvídalo”… Eskroto abandonó esa nave de locos a principios de los 90, para convertirse en Gavilán.

Cantinas, muchas cantinas
A él siempre le había tirado la música mexicana, así que decidió viajar a México a beber de las fuentes y de los morros de las botellas de tequila. Casi sin bajar del avión llenó de discos una maleta, que tuvo que ir arrastrando de cantina en cantina durante los tres meses que estuvo viajando por México. La intención inicial de Eskroto-Gavilán no era montar un mariachi, al volver a casa, sino un programa de radio. Él ya se había fogueado en las primeras radios libres de Pamplona. Había tenido incluso la suya propia, una radio unipersonal, que emitía desde su propio cuarto, con los trastos de otra radio pirata, Radio Paraíso, que había sido chapada por la autoridad y que Eskroto ocultaba en su casa. La llamó Radio Krótalo, y de ahí, de un juego de palabras con ese nombre (krótalo, eskrotokrotalo, eskroto…), deriva su primer y más conocido alias, que no tiene nada que ver con ninguna anomalía genital.

Con la pila de discos ya en Pamplona Eskroto puso en el aire en otra emisora pirata, Eguzki irratia, el programa “Fiesta mexicana”, que se convirtió en una auténtica juerga herziana a la que seguían cientos de oyentes. Una buena parte de ellos y de músicos de la ciudad solían reunirse en Lore Etxea, una casa okupa, para merendar, y el ambiente festivo fue el que propició la gestación de Kojón Prieto y los huajolotes, un grupo que en principio no tenía otras pretensiones que pasar la gorra por las calles de Pamplona para sufragar las costilladas de Lore Etxea y que acabó convirtiéndose en un auténtico fenómeno de masas. Casi sin quererlo los huajolotes inventaron el naparmex: música mexicana hecha en Navarra, con letras que podría firmar cualquier otro conjunto del rock radikal vasco pero a ritmo de mariachi: Txibato, Carcelero o Insumisión, esta última quizás su rola más conocida, firmada por Toñín, uno de los miembros de la numerosa troupe que acompañaba al grupo, insumiso encarcelado y que con el tiempo, al igual que había hecho Eskroto, cambiaría de nombre y de personalidad para convertirse en el italianizado Tonino Carotone: “Me cago en el amooooooor”.

La tumba no será el final
Los huajolotes triunfaron, como ellos mismos cantaban (aunque en este caso se referían a un encuentro cara a cara con la policía), y en poco tiempo pusieron a bailar rancheras a toda Euskal Herria. Sus conciertos, como lo habían sido los de Tijuana in blue, eran memorables, alcohólicos (bueno, estos dos adjetivos quizás no casen muy bien), caóticos, en todo caso, y el maestro de ceremonias era siempre el ínclito, el irrepetible, el gran Eskroto. Su voz, probablemente, era la más inapropiada para cantar mejicanas, pero sobre el escenario no había nadie como él, nadie con su chispa, su ingenio, su espontaneidad… Eskroto era artista, un artista del copón, y siempre tuvo hambre de escenario, ese gusano de mezcal royéndole el corazón. Cuando los huajolotes murieron de éxito, Gavilán no dudó en cerrar el círculo, en convertirse otra vez en Eskroto y volver a reunirse con Tijuana in blue en una gira de regreso como un trallazo y que se cerró en un concierto triunfal en Pamplona en el que acompañaron al grupo otros faranduleros como El Drogas, Fermín Muguruza, Kutxi de Marea o Francis de Doctor Deseo. Ni siquiera este último, a quien Eskroto se abrazó en los camerinos y le susurró un enigmático “Abrázame y no digas nada” antes de desaparecer a la francesa (como cuenta otro de los presentes, Kike Babas, en su relato Todos los palos) podía imaginar que solo dos días más tarde el dicharachero cantante aparecería muerto en su casa. El suicidio de cualquier persona siempre deja tras de sí un saco de preguntas sin respuesta, pero estas revientan las costuras cuando quien se va es alguien que era capaz de matar de risa a quienes lo rodeaban: ¿quizás fue la incapacidad para dar rienda suelta a su talento, en una sociedad en la que no se toma en serio a quien es capaz de hacer feliz a los demás? ¿O una genialidad que lo sobrepasaba?…Quién sabe.  Las respuestas,  como ha contado en alguna ocasión su compañero de Tijuana, Jimmi, se las llevó consigo Eskroto, pero lo que sí permanece es el recuerdo de su arte desmesurado y natural.

Y por eso, más de una década después de su desaparición, buena parte de sus amigos y admiradores se reunieron para recordarlo en el concierto de Antsoain. Y para merendar. La merienda y el trago han sido preceptivos en los ensayos durante los cuales se fue gestando el homenaje. Y a este, al multitudinario concierto, que sonó como un “txueno” —como diría Eskroto, y en todos los sentidos— no faltaron los huajolotes, ni tampoco sus herederos, los nuevos grupos de naparmex, como Los zopilotes txirriaos o Marianitoz blai, grupo que sirvió de base sobre el escenario para que a él fueran saltando, mientras los cuarentones descoyuntaban sus huesos abajo, la larga lista de invitados especiales y anunciados: Aitor de Lendakaris muertos, Kutxa de Ultimatum, Javiero de Vendetta… o incluso los propios Tijuana in blue (el lugar de Jimmi y con su permiso lo ocupó el gran Kutxi Romero, cantante de Marea), que se marcaron por sorpresa (esa era la sorpresa) cuatro de sus viejos y emblemáticos temas. Solo faltó Manu Chao, pero dio igual, estaba mi viejo compañero de instituto, y todos los viejos compañeros de instituto, y de los bares de casco viejo, todos los que chapoteamos juntos en los charcos de barro y kalimotxo de los conciertos de los huajolotes y de Tijuana. Todos los que hace veinte años teníamos —siendo generosos— veinte años, y que ahora sumábamos a ellos una resaca más, una cruda horrible y con niños pero que mereció la pena, pues fue para brindar por Eskroto, y hacerlo además al más puro estilo naparmex: ¡Gora Eskroto, cabrones!

http://mugalari.info/2014/11/03/cronica-del-concierto-homenaje-eskroto-un-artista-del-copon-irrepetible/

Patxi Irurzun

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