PRÓLOGO CIRUELO O AFILANDO EL CUCHILLO DE MATAR OGROS (Prólogo para EL CERO TAMBIÉN CUENTA de MANU LF)
Con Manu en Sarriguren (foto Hugo Irurzun)
Como ahora todos somos supermodernos Manu me pidió por el Facebook que le escribiera este prólogo. Yo me había prometido no volver a escribir prólogos en mi vida. No por mí y por el tiempo que me falta, que también, sino por aquellos que me lo piden. Que yo le escriba un prólogo a alguien no sé en qué puede mejorar su libro, al contrario, igual solo sirve para meterle en líos, o para afear lo que viene detrás. Pero Manu no es alguien, no es un amigo cualquiera, no es un amigo del Facebook, Manu y yo nos hemos visto las caras, nos hemos echado algún café juntos, aquí en Sarriguren. Somos vecinos y además tenemos un amigo común, el dibujante Juan Kalvellido, y los amigos de Kalvellido son mis amigos por decreto. A los amigos de Kalvellido hay que escribirles prólogos sí o sí. Sobre todo, si te has visto los gepetos, y has certificado que, como Manu, son gente de fiar, gente de verdad, gente que merece la pena y con los que los cafés se alargan, raja que te raja, y que le den por saco al Facebook.
De ese modo, además, es mucho más sencillo comprender qué significa la literatura, la poesía para Manu. Manu escribe poesía para cerrar la puerta a los ogros, en la habitación de los niños. Manu escribe poesía en legítima defensa, del mismo modo que robaría o quizás haya robado una bandeja de carne del súper para dar de comer a sus hijos cuando las cosas se ponen feas, cuando los ogros llevan corbata y se comen los sueños de la gente. Manu escribe poesía con las manos llenas de agujas, con sus manos de currela hinchadas y doloridas…
Por eso escribo este prólogo. Por eso y por versos como este: “En la urbe moderna/lo más parecido a la felicidad/ es encontrar aparcamiento”. Y por sus relatos. Porque en ellos aparece gente que se presenta a anuncios del periódico en los que buscan afiladores de cuchillos. Y también por vanidad. Porque en uno de esos cuentos Manu me menta, y además de la mejor manera posible, escribiendo en la misma línea mi nombre y una de mis palabras fetiche: ciruelo. El cuento en cuestión es además una segunda parte de otro que me encanta, que me trae a la memoria los relatos del mejor Bukowski, cuando este deja de ser Mister Polla (o Mister Ciruelo) y se pone socarrón. Puede que Manu no quiera volver nunca a un taller literario en Lloret, como el que describe y da título a ese relato, pero si quedan plazas libres para próximas ediciones yo me apunto. Mientras tanto, esperaremos a que Manu siga tirando del hilo, escribiendo más cuentos de ese palo, cuentos con títulos como “Mi glande juega al ajedrez”. Y a que siga afilando el cuchillo de degollar ogros con sus versos.
En fin, Manu. Que el prólogo te lo mando por el Facebook, pero ¿cuándo nos echamos otro café?
Sarriguren, 20 de mayo de 2014
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