por Ricardo Barquín
Con la excusa de la presentación de su nuevo libro, “la tristeza de las tiendas de pelucas”, hemos compartido un largo café y alguna que otra reflexión con nuestro vecino y escritor Patxi Irurzun.
Presentas tu último libro “La tristeza de las tiendas de pelucas”, ¿cómo lo definirías dentro de tu carrera como escritor? y ¿qué nos podemos encontrar?
Este el quinto libro de relatos que escribo. Siempre he escrito cuentos, relatos (y de hecho aquí están los últimos que he escrito, pero también he recuperado el primero que escribí, con 16 años, en 1985). Yo suelo decir que entre cuento y cuento, también escribo alguna novela, algún diario o libro de viajes. El relato es un género que me atrae mucho, siempre me ha atraído como lector y como autor: una pequeña historia que se lee de un tirón. La tristeza de las tiendas de pelucas es una buena forma de acercarse a mi literatura, quien lo lea va encontrarse cuentos de humor, cuentos más tristes o intimistas, crítica social (mi amigo Kutxi Romero dice que si la literatura es un circo yo soy el tragasables)… Los cuentos me salen así, una especie de blues, por una parte, y por otra, cuentos más descabellados, de reírse mucho. Yo diría que es un libro tragicómico, como el propio título.
Llevas muchos años en el mundo de la literatura, has ganado concursos, escrito libros…pero hubo un viaje que influyó sobremanera en tu forma de percibir nuestro mundo ¿cómo se plasmó tu viaje a los basureros de Manila en tu forma de afrontar una novela o cuento?
A Filipinas fui gracias a un premio literario de El País, que consistía en 6000 euros para gastar en un solo viaje. Yo me fui con un fotógrafo a un basurero en Manila, donde estuve varios meses. Fue una experiencia impactante, sobre la que escribí un libro, Atrapados en el paraíso; vi cosas muy duras, pero también mucha dignidad mucha alegría, y conté todo aquello muy a ras de suelo, desde mi propia experiencia personal, lo que yo sentía, las cosas que me estaban pasando a mí en ese momento (me acababa de enamorar, estaba en una situación en que no sabía a dónde tirar con mi vida). Me di cuenta de que escribiendo sobre uno mismo también puedes escribir sobre los demás; de que todos somos iguales, o parecidos al menos, aquí y en Filipinas, y de que eso es lo que importa a lo hora de escribir, lo que hay que priorizar, los sentimientos, las emociones, la capacidad de ponerse en la piel del otro… Y que de ponerse en la piel de otro, de defender a alguien cuando escribes, prefiero hacerlo a favor de los que están más puteados. Este libro también fue decisivo porque me enseñó a confiar en mí mismo como escritor, en mi instinto y en no tener miedo a tomar decisiones arriesgadas: yo decidí irme a un basurero en lugar de gastarme esos 6000 euros, qué sé yo, a todo lujo en Bora Bora. Y no me arrepiento en absoluto.
Háblanos de ti, ¿cómo planteas tu forma de escribir?, ¿buscas mucha información antes de hacerlo o, por el contrario, eres intuitivo?
Normalmente soy intuitivo, no trazo muchos planes antes de lanzarme a escribir, me dejo llevar y así es como disfruto, si no qué gracia tiene… Puedo partir de una frase, una anécdota, incluso un final, pero luego yo me tengo que sorprender a mí mismo cuando escribo. Eso sí, llevo algún tiempo con una novela situada en otra época en la que, lógicamente, tengo que husmear, informarme, escribir con un mínimo de fundamento o rigor.
¿Cuánto tardas en plasmar en el papel una idea para un cuento o relato como este último libro que presentas?
Los cuentos me salen rápidos, a la hora de escribirlos, digo, puedo hacerlos en unas horas, un día, nunca más de una semana; otra cosa es que la historia la vaya rumiando en la cabeza durante mucho tiempo, hasta que la echo sobre el papel. Un escritor no deja nunca de trabajar, siempre anda dándole vueltas a algo, a veces es algo patológico, siempre encerrado en tu mundo. El cuento, entre otras cosas, me gusta también porque el esfuerzo es más concentrado, menos disciplinado que ponerse a escribir una novela, y yo soy algo zángano (aunque para un zángano la pila de libros que llevo escritos no está nada mal ¿no?)
¿Cómo está afectando la crisis que estamos padeciendo al mucho de los escritores en Navarra?
Los escritores estamos en crisis siempre, esto no da, no da, es una ruina total. Yo no me quejo mucho porque el último libro, en plena crisis, ha ido bastante bien, pero estamos hablando siempre de una precariedad total. Del cuento viven bien otros.
Has escrito varias cosas sobre Sarriguren, un diario de la mudanza de la Rotxapea hasta aquí por ejemplo. En tu último libro, “la tristeza de las tiendas de pelucas”, uno de los relatos se asemeja bastante al entorno de nuestra Ecociudad, ¿qué sensaciones te produce nuestro pueblo?
El cuento, y en parte el diario “Dios nunca reza”, que yo creo que es el primer libro en el que Sarriguren aparece como escenario literario, se me ocurrió un día volviendo de dejar a los críos en la escuela, por una de esas calles peatonales, vacías, aquello parecía Salou o Benidorm en temporada baja, los bloques de edificios, el sol asomando entre ellos, una sensación muy rara… Pero también me atrae esa idea de que es una ciudad nueva, con muchas cosas por hacer… Cuando iba por esa calle tenía la sensación de que en cualquier momento al final iba a ver el mar.
Siguiendo con Sarriguren, ¿crees que un proyecto urbanístico como éste tiene validez social? Me explico, consideras que hay que realizar un sobreesfuerzo para entablar relaciones sociales de provecho en un entorno como éste, nuevo y tan milimetrado, o, por el contrario, es relativamente fácil?
A mí lo de la Ecociudad, para empezar, me parece un pufo, una etiqueta que pusieron para vender cemento. Lo que yo creo que tiene validez social es todo el potencial humano que un lugar como Sarriguren tiene, los lazos que establece el vivir aquí (el cole, por ejemplo). El principal valor ecológico de Sarriguren son sus habitantes y a mí, en ese sentido, me parece que esto no vaya a conformarse con ser una ciudad dormitorio, que hay mucha gente haciendo cosas y con ganas. Y luego la gente joven, al final toda esa energía propia de la edad y de las circunstancias que vivimos se canalizará por algún lado, es como cuando nosotros éramos jóvenes, que tampoco teníamos nada pero no parábamos de enredar. Dentro de unos años irán las villavesas a Pamplona con toda la chavalería y en Pamplona dirán “¡Que vienen los de Sarriguren! (en plan bueno, lo digo), y los de Sarriguren se sentirán orgullosos de ser de aquí.
¿Qué valoras de Sarriguren y qué echas en falta?
Valoro lo dicho anteriormente, que es un lugar nuevo y en el que todo está por hacer; y echo en falta pues esa sensación de abandono, de dejadez institucional, todas esas carencias de una serie de necesidades básicas (un nuevo colegio, una casa de cultura, una oficina de correos…).
¿Cuál es tu rincón favorito de la Ecociudad?, ¿Por qué?
No sabría decirte, me gusta ir a buscar al cole a los niños siguiendo una de las regatas, la que viene por donde los escarabajos, el parque me parece un lujo. Aunque yo donde de verdad estoy a gusto es en mi casa, escribiendo.
Irurzun: «Del cuento deberíamos vivir los que escribimos, no la familia real»
EL ESCRITOR NAVARRO EDITA CON PAMIELA ‘LA TRISTEZA DE LAS TIENDAS DE PELUCAS’
Se trata de una colección de 13 relatos tragicómicos marcados por la transgresión
FERNANDO F. GARAYOA – Viernes, 22 de Marzo de 2013
PAMPLONA. El escritor navarro Patxi Irurzun, haciendo gala de esa timidez callejera, resabiada y siempre sonriente, presentó ayer en La Hormiga Atómica su nuevo libro, La tristeza de las tiendas de pelucas.Una colección de 13 cuentos con la que el autor ficha por la editorial Pamiela, cuyos responsables manifestaron sin disimulo la satisfacción de que el escritor por fin militara en su «familia».
David Mariezkurrena, de Pamiela, definió perfectamente a Irurzun al afirmar que se trata de una persona que «lo está dando todo para que la literatura sea su forma de vida. Tiene libros de viajes, novelas y de relatos, como el que ahora presentamos. Un género en el que se maneja con gran maestría creando un mundo imaginario en el que deja claro, como apuntaba David Benedicte, que humor y transgresión no está reñidos con la buena literatura».
Por su parte, Patxi Irurzun explicó que «la mayoría de los 13 relatos los he escrito en los dos últimos años, aunque hay cuatro que he recuperado, entre ellos el primer cuento que escribí, con ciertas pretensiones literarias, a los 16 años (El mundo es un autobús); y El cangrejo valiente, que se editó anteriormente en solitario y al que yo califico como mi pequeño beste seller, ya que tuvo tres ediciones. También hay algún cuento premiado. Y es que, de hecho, puede decirse que me he pegado toda la vida escribiendo cuentos, ya que si los cálculos no me fallan este es el quinto volumen de relatos que publico. «.
Una trayectoria contrastada que sirvió al autor para reivindicarse contundentemente, apoyado en una buena dosis de ironía, como «cuentista, ya que vivimos una época en la que hay mucho intrusismo; es decir, del cuento deberíamos vivir los que los escribimos y no los políticos, la familia real y ese largo etcétera que todos conocemos».
EQUILIBRIO «Aunque el libro recoge relatos tristes y de humor, creo que se han equilibrado muy bien entre ellos creando una especie de hilo que los une. De hecho, el título, La tristeza de las tiendas de pelucas, intenta dar ese matiz tragicómico, que es lo que el lector se encontrará en este volumen. Los cuentos más serios quizá sigan el tono de Dios nunca reza, solo que en esta ocasión, al margen de alguna experiencia propia, los he cubierto con escenarios ficticios pero, a la vez, muy reales, ya que mi intención, en el fondo, es que el lector tenga la sensación de que lo que se cuenta le podía haber pasado a él. En cierto modo es una literatura del yo, pero que acaba trascendiendo al nosotros». Respecto a la otra parte, los cuentos de humor, Patxi Irurzun desbrozó algunos de ellos como forma más «elocuente» para dar con su particular filosofía literaria. «Por ejemplo, se encontrarán con un Spiderman de pega, una persona a la que acaban de despedir de una caja de ahorros y que, vestido de súper héroe, se planta en la puerta de esa oficina a pedir dinero a sus compañeros de trabajo. También se encontrarán con Fray Spray, un cura grafitero que regenta un albergue y cuyo relato nace de la historia real de un cura que se dedicó a tapar con pintura los carteles de otros albergues, porque decía que le robaban los peregrinos». Y, cómo no, también se da cita un cuento sanferminero, «en el que debido a una enfermedad del ganado vacuno los toros del encierro son sustituidos por avestruces».
Las claves:
· El año de la lengua azul en la ciudad del mundo al revés.
Cuento sanferminero, con una ciudad más loca que nunca: encierros de avestruces y, en vez de toros, un Barça-Madrid con camisetas intercambiadas. Loco.
· El vértigo de Spiderman
Un hombre cabreado es capaz de todo, tiene más poderes que un superhéroe. Iracundo.
· Trigesimoquintacrisis. Un cuento sobre aquellos para los que la crisis no es algo nuevo. Precariedad, desolación y a pesar de todo esperanza.
· Reliquias y jorobas. Un On the road carpetovetónico, un relato que corta la respiración, un viaje desde el manicomio de Arrasate al Monasterio de Yuste. Psicotrópico.
· El mundo es un autobús. Mi primer cuento, que desgraciadamente no se ha hecho viejo. Han pasado casi 30 años y algunas cosas no cambian, quizás solo empeoran (para los de siempre). Gris y, sin embargo, luminoso.
· El censo del miedo. Los peligros de la homogeneización. Terrorífico.
· Superpop. Un capítulo apócrifo de Verano azul, con uno de sus personajes secundarios 30 años después. Tragicómico.
· Espejo de príncipes. Uno de mis subgéneros: el cuento antimonárquico, aunque esta vez también le hemos dejado explicarse al príncipe Felipe. Más que metafórico.
http://noticiasdenavarra.es/2013/03/22/ocio-y-cultura/cultura/irurzun-del-cuento-deberiamos-vivir-los-que-escribimos-no-la-familia-real