LACHA
Estábamos tumbados a la bartola después de comernos unos bocatas sanfermineros en la parte de atrás del Monumento a los caídos de Pamplona, cuando se nos acercó una pareja de turistas, mapa en ristre, preguntándonos qué era ese mamotreto (bueno, ellos dijeron building). Por suerte ni ellos sabían español ni nosotros inglés, así que no hubo que morirse de lacha explicando que el monumento lo era, sí, en recuerdo a los caídos de la guerra civil, pero solo a unos (a los del bando vencedor). Aún más complicado habría sido explicar lo de la plaza y la calle que hay al otro lado, a las que dan nombre el de un ministro franquista al que se le quedaba la mano tonta firmando sentencias de muerte; un ministro muy querido al parecer por la ¡presidenta, presidenta! de Navarra, Yolanda Barcina, que antes fuera alcaldesa de la ciudad, y que se las ingenió para mofarse de La Ley de Memoria histórica cambiando el susodicho nombre por uno genérico, Condado de Rodezno o algo así. Cuando utilizas triquiñuelas de ese tipo será que algún aprecio tienes a la memoria de esa persona, digo yo. Lo mismo que cuando ejerces de lameculos real y garçon del pis . «Para qué, ¿para que acabe como el rosario de la aurora, como las otras dos?», saltó el palanganero mayor, Miguelico Sanz, cuando una plebeya a la que Felipe de Borbón otorgó la gracia y el privilegio de un minuto de gloria (un minuto porque para privilegios y otras gracias ya tiene ellos el resto del tiempo) y salió a relucir el tema de la república (y entonces se acabó la campechanía, y la educación exquisita -pagada por todos nosotros- , aunque al menos el tal Felipe no se puso a hacer peinetas o a mandarcallar, como su padre).
Todo eso los retrata perfectamente, pero da lo mismo, la gente les vota (a los Borbones no, no se les puede ni votar ni botar), y con eso ya vale, o ellos ya creen que vale; la lacha, la vergüenza luego la pasas tú, al que le quede todavía alguna. Y encima, recochineo, porque ese mismo día la policía municipal de Pamplona retiraba unas flores puestas unas horas antes en el monolito en recuerdo de Germán Rodríguez, asesinado por la Policía Nacional durante los sanfermines de 1978; una muerte que nadie se ha preocupado nunca de investigar y a la que nunca se han buscado responsables. Desde luego es mucho más fácil retirar un ramo de flores que hacer volar un mausoleo. Pues hala, ¡Viva San Fermín! ¡Gora!
Todo eso los retrata perfectamente, pero da lo mismo, la gente les vota (a los Borbones no, no se les puede ni votar ni botar), y con eso ya vale, o ellos ya creen que vale; la lacha, la vergüenza luego la pasas tú, al que le quede todavía alguna. Y encima, recochineo, porque ese mismo día la policía municipal de Pamplona retiraba unas flores puestas unas horas antes en el monolito en recuerdo de Germán Rodríguez, asesinado por la Policía Nacional durante los sanfermines de 1978; una muerte que nadie se ha preocupado nunca de investigar y a la que nunca se han buscado responsables. Desde luego es mucho más fácil retirar un ramo de flores que hacer volar un mausoleo. Pues hala, ¡Viva San Fermín! ¡Gora!