JANIS MALHERIDA
Ya andaba yo algo preocupado con esta novela, porque nadie se picaba ni la ponía de vuelta y media, al contrario, todo son piropos (esto lo acabo de corregir, porque con mi dislexia informática en vez de piropos había puesto priapos) y jajases (y este se lo robo a mi amiga Bitrí, inventora de palabros). Y también me escamaba, me preguntaba qué había hecho mal para que hablaran bien de ella en los periódicos digamos conservadores por no decir fachas, que no me lo esperaba. Pero al final ha llegado la primera crítica o algo así que me atiza. Viene de quien cabía esperar y además la culpa es mía, que le mandé el libro. Alberto Olmos, lector malherido, se dedica a despellejar libros y escritores, pero uno siempre piensa que va a ser la excepción, que a él no le va a pasar y una de sus críticas lo va a poner bajo palio -porque Olmos se ha convertido en un diosecillo al que todos temen y respetan-. Pero qué va, Olmos opina que mi novela, o noveluela, la llama él, es boba, machista y que no echa raíces bajo la tinta, esto último no lo he entendido muy bien (en general la crítica cuesta seguirla). «Pues si te pones delante para que te den un zartako en todos los morros luego no te quejes», dirá alguno. Y que es poco elegante ponerse a llorar, y rebotarse, y no encajar como un machote. Pero hombre, si duele podrá uno chillar y cagarse en dios (o en el diosecillo), al menos.
A Olmos no se le puede negar su independencia y no casarse con nadie o casi nadie. Por de pronto escribe porque sí, para su blog y eso lo que le permite es escribir lo que que le sale del coño, y hace bien, aunque quizás va un poco forzado y creido con eso del crítico feroz , que le obliga a mantener el tipo y la (mala) fama. Pero en la crítica que me hace me parece que hay una falta de rigor total. Como que se le nota que tiene otros libros en la pila esperando a los que igual les puede hacer más sangre (o que la sangre se vea más que la de un mindundi de Pamplona, que es un sitio que pilla muy lejos de Madrid). Como que no se ha leído el libro, más allá del primer capítulo, o ha leído en diagonal, que está en su derecho, claro, e igual eso es culpa mía, pero hace como que sí, que lo ha leído, y eso ya no está tan bien. O como que el otro día cuando vino a Pamplona, de la que se convierte en meteórico cartógrafo, no fue recibido en loor de multitudes, como se merece un escritor Granta , una estrella que viene de pasearse por los uesei viendo como su nombre aparece escrito hasta en los los menús de los restaurantes. Luego, claro, los aldeanos no corean su nombre y entonces se pica y a la primera oportunidad que tiene dice que si los navarros son brutos y que si están tensos y que si las calles son demasiado derechas. En el Casco Viejo no ha estado, desde luego. Y en la Milagrosa, que le quedaba al lado, mucho menos. Y eso es lo que me parece mal: que la crítica está llena de imprecisiones y de tópicos, de generalizaciones, y de empujones, que debían ser solo para mí, a todos los navarros, como si solo hubiera un tipo de navarro. Para empezar suelta que por aquí se lleva mucho lo de follar en papel, y solo él sabrá a qué se refiere. Y es que de todos es conocida esa larga traidición foral de literatura erótica. Además, el propio Olmos se contradice cuatro líneas más abajo cuando dice que probablemente sea yo el primero que ha retratado un territorio mágico vasco o vasconavarro desde el punto de vista de una polla (o algo así, eso tampoco se entiende muy bien). Y luego lo de los navarros brutos, y tensos… Qué pesadez. Qué pereza. Igual es que todavía le dolía el culo después del viaje en autobús con su insufrible paradica en Soria.
El lector malherido podrá opinar lo que quiera, faltaría más, y yo le agradezco que haya hablado mal de mí (entre otras cosas porque supongo que a estas alturas que él, con su largúísima lista de daminificados, hable mal de alguien supone ganar un montón de nuevos amigos) pero me ha decepcionado, su crítica no me parece seria. La crítica, en definitiva, de la crítica podría ser : Plas, plas, plas, Alberto, ya has llenado otro hueco en el blog y has mantenido así el tipo de crítico capullo y enfant terrible. Pues nada, la próxima vez que vengas a Pamplona que sepas que también tienes el Alvia. Y , si no, los autobuses PLM, que vienen directos.
A Olmos no se le puede negar su independencia y no casarse con nadie o casi nadie. Por de pronto escribe porque sí, para su blog y eso lo que le permite es escribir lo que que le sale del coño, y hace bien, aunque quizás va un poco forzado y creido con eso del crítico feroz , que le obliga a mantener el tipo y la (mala) fama. Pero en la crítica que me hace me parece que hay una falta de rigor total. Como que se le nota que tiene otros libros en la pila esperando a los que igual les puede hacer más sangre (o que la sangre se vea más que la de un mindundi de Pamplona, que es un sitio que pilla muy lejos de Madrid). Como que no se ha leído el libro, más allá del primer capítulo, o ha leído en diagonal, que está en su derecho, claro, e igual eso es culpa mía, pero hace como que sí, que lo ha leído, y eso ya no está tan bien. O como que el otro día cuando vino a Pamplona, de la que se convierte en meteórico cartógrafo, no fue recibido en loor de multitudes, como se merece un escritor Granta , una estrella que viene de pasearse por los uesei viendo como su nombre aparece escrito hasta en los los menús de los restaurantes. Luego, claro, los aldeanos no corean su nombre y entonces se pica y a la primera oportunidad que tiene dice que si los navarros son brutos y que si están tensos y que si las calles son demasiado derechas. En el Casco Viejo no ha estado, desde luego. Y en la Milagrosa, que le quedaba al lado, mucho menos. Y eso es lo que me parece mal: que la crítica está llena de imprecisiones y de tópicos, de generalizaciones, y de empujones, que debían ser solo para mí, a todos los navarros, como si solo hubiera un tipo de navarro. Para empezar suelta que por aquí se lleva mucho lo de follar en papel, y solo él sabrá a qué se refiere. Y es que de todos es conocida esa larga traidición foral de literatura erótica. Además, el propio Olmos se contradice cuatro líneas más abajo cuando dice que probablemente sea yo el primero que ha retratado un territorio mágico vasco o vasconavarro desde el punto de vista de una polla (o algo así, eso tampoco se entiende muy bien). Y luego lo de los navarros brutos, y tensos… Qué pesadez. Qué pereza. Igual es que todavía le dolía el culo después del viaje en autobús con su insufrible paradica en Soria.
El lector malherido podrá opinar lo que quiera, faltaría más, y yo le agradezco que haya hablado mal de mí (entre otras cosas porque supongo que a estas alturas que él, con su largúísima lista de daminificados, hable mal de alguien supone ganar un montón de nuevos amigos) pero me ha decepcionado, su crítica no me parece seria. La crítica, en definitiva, de la crítica podría ser : Plas, plas, plas, Alberto, ya has llenado otro hueco en el blog y has mantenido así el tipo de crítico capullo y enfant terrible. Pues nada, la próxima vez que vengas a Pamplona que sepas que también tienes el Alvia. Y , si no, los autobuses PLM, que vienen directos.
¡Oh, Janis, mi dulce y sucia Janis!, de Patxi Irurzun
Follar de papel es un género literario que gusta mucho en Navarra, País Vasco y dos o tres continentes más. Follar de papel, en papel, o por el papel, viene siendo la polución escritural de los hombres, que necesitan correrse de mentiras porque la realidad suele tener dolor de cabeza, o estar con otro, comumente. La male fiction, entonces, suele proyectar al escritor a cantante de Kiss (que según afirma y con fotos se ha follado a 5mil tías), del mismo modo que la literatura femenina suele proyectar a la escritora a cuando tenía 20 años.
Patxi Irurzun nos cuenta en esta noveluela las aventuras de un actor porno de Pamplona. Esto es como el territorio mágico pero circunscrito a una polla. Vamos, lo de Faulkner con Jopatapauta y Benet con Región lo hace Patxi con Pamplona y una polla. Ver Pamplona en una polla. Seguramente nadie lo había hecho antes que él.
Yo creo que en Navarra tienen algunos problemas, que si no no se entiende lo brutos que son y lo derechas que tienen las calles.
Por Pamplona hay que ir con mucho cuidado, que está todo el mundo muy tenso.
La novela es bastante boba. El prota llama a su polla blacandéker y por ahí todo seguido la metaforía del camionero. A mí leer guarrindongueces me apetece a veces, pero los camioneros son personas con las que tengo mucho racismo, incluso si son negros.
Blacandéker. O: «subido al cohete de mi polla».
Así no se liga a las troncas, ni a los críticos literarios. Se nota aquí demasiado el sueño del macho, el destinatario asimismo macho y casi amigote, y la tinta sobre el papel apenas echa raíces.
Janis es cubana, por más obvio.