Crystal Figthers imaginan un mundo de kalimotxo electrónico
Patxi IRURZUN | IRUÑEA. Traducción entrevista: Luis INGELMO
¿Qué pintan dos txatxos, las figuras del carnaval de Lantz, en la portada del disco de un grupo de música electrónica británico? ¿Y ese «País Vasco to San Francisco…», el estribillo de uno de sus temas que rompe pistas de baile en todo Europa?¿Por qué alguien susurra unas frases en un macarrónico euskara en el vídeo de otra de sus canciones?
Los Luchadores de Cristal, Crystal Fighters, han jugado al escondite con su aclamado disco «Star of love» y la pregunta del millón en el circuito del pop electrónico es ¿de dónde son estos chicos? En su myspace, ellos afirman que navarros, pero se llaman Gilbert Vierich (guitarra y percusión), Graham Dickson (guitarra y txalaparta) y Sebastian Pringle (voces y guitarra).
Crystal Figthers ha rodeado de misterio su origen (la ópera inconclusa hallada por Laure, una de las componentes ocasionales del grupo, en uno de los cuadernos de su abuelo vasco) y la jugada les ha salido bien. Una atmósfera mítica y de leyenda envuelve al grupo y ellos no hacen demasiado por disiparla: «’Crystal Fighters’ es el título que recibe un fragmento extraído de esos cuadernos. El nombre nos llamó la atención», nos cuenta Sebastien, quien añade que también sus dibujos les resultaron interesantes: representaciones, o casi esbozos, de figuras de la mitología y la música vascas que incorporaron a su propia música y a las ilustraciones de su álbum (el txatxo, el txistu o la txalaparta, entre otros).
«Mirando hacia atrás, nos hemos percatado de que esos cuadernos llenos de poemas y bosquejos marcaron el comienzo de nuestra fascinación por la cultura vasca, que incluía también nuestra música, de modo que fuera como una pintura, una atmósfera sonora que se asemejase a lo que nosotros sentíamos al leer esos escritos», Precisa Graham.
La música de Crystal Figthers ha sido definida de mil maneras: dance, nu-rave, tribalismo tropical, pero ellos defienden, por encima de todo, el poso de la música y el folk vasco. Y aquí ya no hay leyenda, dan nombres que demuestran que esa influencia tiene cuajo: «Hemos tratado de explorar diversos tipos de música vasca en nuestras canciones, desde los coros de doscientas personas que cantan `Haurtxoa seaskan’ o `Goizeko izarra», del Tolosa Otxotea, hasta el punk de La Polla Records, Eskorbuto o Las Vulpess, pasando por bailes populares como `Agur Jaunak’ o `Kukua’».
«Aprender a tocar y a expresarnos con instrumentos como la txalaparta, la trikitixa, el txistu y el tambor han tenido una importancia crucial en el desarrollo de nuestro sonido, sobre todo a la hora de integrarlo junto a los bajos eléctricos propios de la escena musical londinense y nuestro estilo vocal», cuenta el guitarrista del grupo.
¿Qué más da, pues, si estos chicos han nacido en Londres o en Urdax? Bajo el aura de exotismo y los rumores y sospechas de utilizar éste como herramienta de marketing, lo cierto es que la atracción por la cultura popular vasca, su bagaje musical, los convierten en vascos hasta la médula. ¡Si hasta trabajan en auzolan! Los tres miembros de Crystal Fighters comparten techo además de escenarios, en una vida entregada a la música: «Tenemos la esperanza de que, si nuestra música puede llegar a influir en los pensamientos y las actitudes de la gente, entonces no sólo habremos ofrecido un entretenimiento, sino algo que te invita a reflexionar. Quizá con el próximo disco logremos transformar el mundo», sentencia Graham Dickson con relajo.
Txalaparta
«Somos conscientes de que la txalaparta debe tocarse con unos palos que golpean en vertical, que cada músico, normalmente, sigue un patrón de dos notas continuadas (una especie de tachún tachún que cada uno va ejecutando, que la madera no debería afinarse, lo que básicamente la convierte en un xilófono, y nos atenemos a ello tanto como nos es posible durante nuestras grabaciones en estudio, aunque, en directo, se sabe que las reglas no se cumplen a rajatabla», se excusan los londinenses.
Vuelve al Patxi más cañero, corrosivo, irónico, bestial; el más provocador, heavy, acerado; el imparable, el trasgresor, el brutal. El Patxi más irreverente que en esta novela no deja títere con cabeza, ni en su ciudad (Pamplona) ni en la hipócrita sociedad en la que nos toca vivir.
Con ¡Oh, Janis, mi dulce y sucia Janis! Memorias de una estrella del porno (amateur) estamos ante El Quijote del siglo XXI. Al igual que hace más de cuatrocientos años Cervantes escribía la primera novela moderna, las historias del hidalgo Alonso Quijano, un hombre enloquecido por la lectura de libros de caballerías, nos encontramos ahora con Dick Grande, un personaje creado por Patxi que se vuelve tarambana por la visualización y el consiguiente ejercicio onanista frente a vídeos pornográficos. Al igual que Cervantes inventa un personaje enajenado que se dedica a luchar contra la sociedad del momento, y del que se sirve para mostrar su maestría en la ironía, su saber reírse de todo y de todos ( el hacer sabio al tonto e imbécil al ilustrado), pues de la misma manera Patxi se sirve de Dick Grande (el barrendero heavy pamplonés, el soñador, el justiciero, el que quiere cambiar el mundo a golpes de cachiporra, el borracomplejos) para dar hostias a todo lo que se menea y no le gusta, al conformismo social, a la hipocresía establecida, al chanchulleo político. Pero no sólo eso, no sólo quiere reírse de todo, también quiere provocar y busca las mayores irreverencias con su personaje, que lo mismo se zumba a una mulata en el museo de La Habana, frente a la foto del Che, que se la casca en la fila de acceso a Notre Damm en París; lo mismo pervierte a menores, que pone a curas y monjas a jugar a hacer hijos, eso sí, las monjas con el cepillo depilado en forma de cruz o ellos dejando su leche sobre el cáliz de la comunión. Pero la hostia en la mesa dolerá mucho más a los pamploneses, cuando descubran la propuesta de cambio de su santo, San Fermín, por otro más bien armado al que reverenciar de verdad. Los meneos a la sociedad mojigata e inactiva, tanto de los extremos al centro, serán un terremoto. Así, pasarán ante nuestros ojos desde una dama de la derecha que tiene la fantasía de que se lo hace con un terrorista a un insatisfecho que derrama su líquido de vida sobre los pamploneses en las fiestas de San Fermín disfrazado del cabezudo Verrugas. Dick Grande que lo mismo quema banderas (de España, de EEUU, la ikurriña) o se limpia el pito con ellas; que canta el “a san Fermín venimos” con la cachiporra en la mano en vez del Diario de Navarra enrrollado, cuando no ofreciéndole una lluvia dorada al Santo o haciendo amigos en Cintruénigo o Fustiñara a raíz de lo bien que la succionan sus mozas. Caña al mono, a los proetarras y a los españolistas, a los peteuves (pamploneses de toda la vida) y a los guiris sanfermineros, a los políticos y a los meapilas. Quizá la ironía utilizada sea más explicita que la que utilizó Cervantes, pero se compone de los mismos materiales: una escritura perfecta, dibujada con maestría en los tiempos, una escritura intensa y emotiva, aparentemente irreflexiva, pero muy meditada. El ritmo narrativo es mantenido desde el primer párrafo y no nos encontraremos con momentos valle, en los que poder respirar. Eso sí, las paradas se producirán cuando la sonrisa aflore a sus labios o, en más de una ocasión, la carcajada les haga cerrar el libro por un momento.
Dick Grande, un tirillas e iluso barrendero de Pamplona, cantante de un grupo heavy, con la melena hasta el culo y una polla como una botella de coca-cola de dos litros, anda suelto por este libro. No le pierdan la pista
Irurzun edita ‘¡Oh, Janis, mi dulce y sucia Janis!’, una novela porno de humor que va en serio
El escritor navarro la presentó ayer en la librería tipos infames de madrid
Un barrendero heavy de Pamplona que acaba convertido en estrella del porno es el singular protagonista del libro
fernando f. garayoa – Domingo, 22 de Mayo de 2011. pamplona.
Patxi Irurzun ataca de nuevo, y en esta ocasión lo hace con una novela en la que la risa y el porno son la cáscara de una historia de amor con mucha más enjundia de lo que aparenta. El autor navarro, que ayer presentó ¡Janis, mi dulce y sucia janis! Memorias de una estrella del porno (amateur) en una de las librerías de moda de Madrid, Tipos infames, ha envuelto a su nuevo relato con el siguiente eslogan: «No te va a defraudar. Si te gusta, lo lees (y te ríes un rato)… Y si te parece un ladrillo, lo tiras (pero elige bien a quién)».
Cuando uno mira a Patxi Irurzun tiene la sensación de no saber nunca qué está pasando detrás de esa fachada cándida, ciertamente amable y susurradamente cálida. Una impresión que de nuevo se confirma cuando comienza a hablar de su nueva novela, «directamente pornográfica, en la que el sexo se relata de manera explícita». Y, sobre todo, cuando uno empieza hilar cabos y se da cuenta de que el protagonista, un barrendero heavy en Pamplona, comparte profesión con el autor, que ejerció como tal hace ya unos años. «Esta no es una de mis obras más autobiográficas, aunque sí es cierto que el protagonista es barrendero y yo también estuve un verano currando de barrendero… Lo que me quedó de aquello es que cuando trabajas barriendo la calle, es como si fueras invisible, como si formaras parte del mobiliario urbano; y, al pasar desapercibido, tienes la posibilidad de observar mejor», explica Irurzun. De esta forma surgió la idea del protagonista, aunque el origen de la novela fue otro bien distinto y bastante casual. «A raíz de la publicación de un libro mío anterior, La polla más grande del mundo, creé un blog en Internet para promocionarlo. Para mi sorpresa, empezó a entrar gente por un tubo y ya lleva medio millón de visitas, aunque no se si son lectores o pajilleros (risas). El caso es que, siguiendo la broma, comencé a escribir una novela que más que erótica era pornográfica, sin demasiadas pretensiones. Pero, poco a poco, fue cogiendo su propio tono, su ritmo, su música interior, y tiraba de mí hasta el punto de que me encontraba muy suelto escribiendo y, de hecho, me lo estaba pasando genial». Tan bien se lo estaba pasando sumergido entre las letras, que decidió ir colgando los capítulos en Internet. «Por este motivo, intenté darle un aire de folletín, al que la gente fue respondiendo con comentarios, lo que se convirtió en un gran estímulo para mí, a la par que ellos incluso crearon sus propias tramas paralelas. Posteriormente, cuando ya vi que realmente podía ser una novela para publicar, dejé de colgar los capítulos».
Humor y porno con ‘chicha’ «Yo digo que es una novela de humor pero que va muy en serio. En primer lugar, porque es un libro transgresor que tiene vocación de incomodar. Sin ir más lejos, el protagonista es un barrendero descastao, que no encaja en ningún grupo, algo muy propio de Pamplona; él no está ni con unos ni con otros, lo que le da pie a dar escobazos para todos lados. Y, en segundo lugar, porque yo llevo mucho tiempo escribiendo y siento que no soy un autor muy conocido, bien por mi carácter, porque no sé venderme o por lo que sea… Y esta novela es, para mí, una manera de dar un golpe encima de la mesa, además de que creo que es una obra que tiene mucho que decir y espero que me dé cierta entidad… En el sentido de que pueda llegar a la gente». Un golpe efectivo, que ha sido publicado por Euteliquia, una editorial que ha apostado por la novela, que también será presentada en Barcelona, Pamplona y en la Semana Negra de Gijón.
Volviendo a los entresijos de la historia, Irurzun apunta que el secreto de su protagonista «radica en que es un tío normal que, accidentalmente, acaba siendo una estrella del porno. Esto provoca que, cualquiera que lo ve, piensa que puede llegar a ser como él». Un protagonista que, evidentemente, sigue un hilo argumental que, en el fondo, «muestra a una persona que busca en el amor y el cariño, personificado en Janis, la mulata cubana que le introdujo en el porno. Y, como toda novela, tiene un final, del que solo puedo decir que es muy cervantino».
rock y sexo «El protagonista es un heavy que, cuando se cansa del porno, monta un grupo que se llama Porno Radical Vasco. La novela está ambientada en los 80 y lo que se cuenta son vivencias de aquellos años. Por otra parte, el libro no tiene relación estricta con Janis Joplin, simplemente le di su nombre a la protagonista porque es una de mis debilidades musicales».
Para acabar, Irurzun apunta que, «el sexo me ha dado la posibilidad de ofrecer un humor directo y de escribir pasajes de todo tipo, ya que en el sexo está todo: la fantasía, las relaciones de poder, las frustraciones, el sentimiento, el amor…».