BUSCANDO EN EL BAÚL DE LOS RECUERDOS U-U-Ú
Ayer, mientras me sumergí en las profundidades de mi disco duro en busca de una foto, me encontré con una carpeta en la que aparecieron todos estos recuerdos, en general etílico-literarios, y que quiero compartir hoy con ustedes, como si esto fuera un «Hola» o un «Sálvame» underground.
Con Vicente Muñoz y Silvia D. Chica, hará ¿unos diez años?, en una sala muy grande de León, en la que tocó Marea. No estoy muy seguro (los lectores más perspicaces habrán obervado que tanto en esta foto como en las dos siguientes estaba algo achispado) pero creo que Vicente y yo nos vimos las caras por primera vez aquel día, aunque llevábamos tiempo intercambiando material y cartas
El mismo día en los camerinos con Kutxi Romero y David González. Kutxi nos dedicó una canción a David y a mí y yo fui el hombre más feliz sobre la faz de la tierra.
Con Juan Kalvellido y mi general José Luis Humanes, dos de mis mejores amigos a los que tengo abandonados y mando achuchones desde aquí, durante una fiesta del PC en Madrid en la que el señor K presentó un libro con sus dibujos. Yo llevo una camiseta que me queda como el culo pero que compré en una comunidad zapatista, en Chiapas, y a la que le tengo mucho cariño. En la foto falta Elvis Pérez, El Cosmonauta eléctrico. Como los cuatro somos un poco ácratas ese día decidimos boicotearles la fiesta a los comunistas y acabar con todas sus reservas de cerveza.
La foto es del Diario de Navarra, creo, lo que sí es seguro es que es del día que presenté mi primer libro (por 1997 o así). Estaba cagado de miedo y me había metido dos martinis para las once de la mañana para que no se me notara. Se me notó, el miedo y que estaba un poco pedico.
Presentando la antología de Vicente Muñoz y Eloy Fernández Porta Golpes, Ficciones de la crueldad social en un local subterráneo muy chulo de Lavapiés, del que no recuerdo el nombre pero que creo que ya no funciona. Con David González, Vicente Muñoz, Manuel Vilas y Oscar Aibar. La foto no es muy buena porque todavía había humo en los bares.
En un Acercando orillas de Baile del sol en Pamplona al que por suerte no vino nadie, con el escritor canario Armando Rivero, que me cayó muy bien, igual que Noemí, con los poetas navarros Isabel Blanco y Alfonso Rodríguez, que conocí ese día y no he vuelto a ver, y con Susana Barragués, a la que envidio como un perro por su beca para escribir en Nueva York y por su columna en el semanario del Grupo Noticias (Todo el mundo tiene una columna ¿por qué yo no tengo una columna?¡Quiero una columna!)
Apoyado en una columna, poco antes de salir para Filipinas,, en 2002 (me fui yo solo, el cuerpo de bomberos a mis espaldas se quedó en Pamplona), para una entrevista que me hizo Javier París, en Diario de Navarra, y en la que yo parecía algo obsesionado con la basura (acababa también de publicar Ciudad Retrete)
Con una acádemica de la lengua, Soledad Puértolas, departiendo de tú a tú (bueno, ella no sé si me hace mucho caso), igual porque todavía no lo era -académica- y yo no me tenía que parar a pensar si empleaba el condicional a la navarra o si me salía del guion, como un truhan. La foto es de Jesús Caso, que me acompañó a varias entrevistas o algo parecido con otros escritores como Rosa Montero, Juan Manuel de Prada, Antonio Skarmeta, Lorenzo Silva, Javier Cercas, Kirmen Uribe, Luis Landero, Julio Llamazares… A casi todos yo les regalaba alguno de mis libros, por si les hacían tilín y lo mencionaban en alguna de sus colaboraciones de los periódicos serios. Me preguntó qué habrá sido de todos esos libros.
Y con un Hemingway de pega y el huracán Carla Badillo la noche que vino con Pepe Pereza a Pamplona y Carla estuvo a punto de ver por primera vez en su vida la nieve. De vez en cuando entro en su blog por si ha escrito ya algo sobre esta etapa on the road en su libro de viajes, aunque me conformo con saber que en su cuaderno azul ¿o era verde? mi nombre está escrito junto a otros escritores a los que Carla ha conocido como Ferlinguetti y con la foto de Bukowski que me regaló y que a su vez a ella se la regaló Neeli Cherkovski, amigo íntimo y biógrafo de Hank.
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