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DANNY KAYE & ESKIL BUSKI-BUSKI (Trabajo de investigación)

May 20, 2010   //   by admin   //   Blog  //  No Comments

En una de las columnas que durante algunos meses escribí para el diario ADN lancé un SOS para que alguien me ayudara a solucionar dos dudas, dos agujeros negros, dos paraísos catódicos perdidos que me atormentaban desde mi tierna infancia. Lo mejor será que primero leáis la columna y luego sigo:

BUSKI BUSKI

Se busca. Profesión: cocinero. Nacionalidad: sueca. Rasgo físico destacado: un bigote más poblado que La Morea un fin de semana lluvioso. Talla: unos 60 centímetros. Es decir, bastante alto. Al menos, para una marioneta. Solía aparecer afilando un par de cuchillos, mientras entonaba unos gorgoritos que sonaban algo así como “Buski-Buski”. Suelo preguntar por él, cuando en las cenas de treintañeros los afectados por el síndrome de Peter Pan (que siempre los hay) entonan aquello de “En un puerto italianooooo”. —¿Y os acordáis de Los Teleñecos, de aquel cocinero sueco?— suelto a bocajarro, y me arranco con lo de “Buski-Buski”. Entonces, noto un silencio incómodo a mi alrededor y veo las miraditas nerviosas de los demás, que se cruzan por encima de mi cabeza, tejiendo una camisa de fuerza invisible (sobre todo cuando intento imitar lo de los cuchillos). A veces pienso que, efectivamente, me lo tengo que mirar. El caso es que ese recuerdo permanece amarrado como una garrapata a mi memoria, justo al lado de aquellas películas de navajeros, por culpa de las cuales nuestras madres nos mandaban a judo con el kimono puesto (o si hacía frío, con la chaqueta Starsky), a aprender a hacerle un “osotogari” al fantasma de la inseguridad ciudadana; o de aquel boxeador pelirrojo, esmirriado y patoso que el día del golpe de estado apareció en una película cuando tocaba el telediario y que vencía a su adversario al compás del Danubio Azul: tarararará pum-púm, y con cada pumpúm le metía un directo en el mentón a su estupefacto adversario. Durante muchos años también pensé que aquella película sólo se había proyectado en mi imaginación. Hasta que conocí a una chica que también la había visto. Hoy esa chica es mi chica (y la madre de mis hijo)s. Así que estoy seguro: no lo he soñado. Lo único que me hace falta, para no volverme loco, es que alguien me confirme que Buski-Buski existe (y ya de paso el nombre del actor pelirrojo de la peli del 23-F).
Bien, pues a mi llamada de socorro respondieron varios emails, a los que estaré eternamente agradecido, que me revelaron, en primer lugar, que el actor pelirrojo es Danny Kaye, y la película en cuestión «El asombro de Brooklyn«. Aquí se puede ver la escena del boxeador de la que hablo. En cuanto al cocinero sueco, tampoco lo había soñado, aunque lo que en realidad decía no era Buski-Buski, sino Eskibulki-bulki, o algo similar. Después, investigando un poco más, hasta descubrí que esa peculiar forma de hablar ha dado nombre a un idioma en un juego de una vidoconsola, o que ¡venden un muñequito del cocinero a 9 euros, con gallina y todo, en una web! -que no llegué a comprarme, por rácano, y ahora he vuelto a perder la dirección-. Pero lo más curioso, encontré un video en el que Danny Kaye y el cocinero sueco aparecían juntos en el show de los Teleñecos.

Puede que todo esto os parezca una tontería, a mí me resulta sorprendente, y sobre todo, aún hay muchas preguntas que contestar y me da que, con vuestra ayuda aún se puede tirar más del hilo. Por ejemplo, el cocinero sueco ¿tiene nombre? Espero vuestros comentarios.

PD: más datos: hay un grupo en Facebook llamado «Fans del cocinero sueco de los teleñecos»,
y una entrada en Wikipedia, en la que se revela que al cocinero nórdico lo doblaba el propio Jim Henson. Y esta de abajo es una de las figuritas que se venden del personaje (no la que vi yo la otra vez):

HUELEPEGA, finalista en «Lo vives, lo cuentas»

May 20, 2010   //   by admin   //   Blog  //  3 Comments

Mi cuento Huelepega, que sigue a continuación, ha sido uno de los diez finalistas del concurso «Lo vives, lo cuentas», de la Fundación Juan Bonal. De vez en cuando todavía me presento a un concurso, sobre todo a este tipo de concursos, en los que el premio es un viaje. En este en concreto a algunos de los países en los que la Fundación Juan de Bonal trabaja, para conocer uno de sus proyectos. He tenido buenas experiencias con eso, los premios y los viajes (gracias a ellos he viajado a Filipinas, Papúa, Tailandia, Chiapas, Marruecos… y he podido escribir sobre realidades y gente que nunca habría conocido de otro modo). Me da mucha pena no haber ganado el premio y algo de rabia haberme quedado tan cerca. Pero esto es así. Es un concurso. Algún día hablaré sobre los concursos. Y sobre los blogs. Y sobre el ego. Otro día. En cuanto al cuento, Huelepega, (que se publicará junto con los diez finalistas en un libro) en realidad forma parte de una obra inédita sobre el basurero de la Zona 3 de Guatemala, titulada Basura bendita, en la que se entrecruzan diversos cuentos y personajes. Os dejo con él.

HUELEPEGA
Hace solo unos minutos que mis cuates[1] vinieron a buscarme.

–Evita, ¿te venís con nosotros a la lucha libre? –me dijeron.

Y yo les contesté que no, que tenía que escribir la redacción que esta mañana nos mandó la maestra y que se tenía que titular “¿Qué querés ser de mayor?”.

Aunque, ahora que lo pienso, tal vez debiera haberme ido con ellos a la lucha libre, porque yo no sé muy bien qué voy a ser de mayor.

A mí me gusta la escuela, aunque casi nunca puedo ir porque la mayoría de los días tengo que laborar en el muelle, donde descargan los camiones de la basura, guajeando[2] cartón, o botellas… Mis papás dicen que la escuela es para los patojos[3] que tienen la panza llena y que yo puedo estudiar siempre que no deje de llevar pisto[4] a casa para comprar unas tortitas, un puñado de maíz…

Algunos días entre la basura encuentro un bote de colonia francesa o un tubo de Colgate y entonces se lo llevo a los señores que los rellenan y los venden como si fueran de verdad, y me gano unos buenos quetzales de más que les voy dando a poquitos a mis papás, y así puedo ir varios días seguidos a la escuela.

Un día, en el muelle, encontré la cabeza de una muñequita muy linda y gracias a la montonera de billetes que me dieron, aprendí a encontrar la Ciudad de Guatemala en el mapa que hay colgado junto al pizarrón, y que mi nombre, Evita, se escribía con la b baja en vez de con la alta, y así cada día una cosa nueva durante dos semanas enteras.

Pero también hay mañanas que en la escuela no aprendo nada, porque las letras están como bolitas[5], y empiezan a danzar en el cuaderno.

–La S es una bailarina de esas que se desnudan –digo.

–La P un señor al que le ha salido un grano muy gordo –contesta alguno de mis cuates, y cuando la maestra no mira me pasa la bolsa de pegamento, y respiro hasta que los pulmones queman, y después el calor se extiende por todo mi cuerpo y luego ese calor se va convirtiendo en una nube que se posa en mi cabeza, una nube como ese algodón rosa y azucarado que venden en los combates de lucha libre.

También hay otros días que no voy ni al muelle ni tampoco a la escuela, sino con mis cuates a la lucha libre.

El luchador que más me gusta es Superchavo. Algunos de mis cuates cuentan que Superchavo era un muchá[6] del basurero, y por eso su máscara es una bolsa de plástico, y lleva la gorra de los Bulls, y pegada a la capa tapones de cocacola, y los calzones con remiendos…

Me pregunto si debajo de esos calzones Superchavo será igual que esos porteros que me hacen encerrarme con ellos en el baño cuando me he gastado todo el pisto en pegamento y no puedo pagar la entrada. Yo entonces siempre me acuerdo de El Hombre-Rata, aquel que salió en Galavisión un día, el mismo día que hablaron del basurero, comiéndose una rata gorda y peluda, pero cierro los ojos y pienso en otras cosas mucho más feas que hacen los demás, como esos tenderos de la Zona Viva[7], que pegan y queman a los mendigos.

Un día cuando volvíamos de la lucha vimos cómo al Tristoso, un bolito del basurero, le había rodeado una de esas patrullas, y cómo él tenía en una mano unos zapatos blancos y en la otra un machete con el que se defendía, pero no puedo contar qué pasó porque tuvimos que salir corriendo cuando nos vieron también a nosotros y uno de esos tenderos dijo:

–¡A por los huelepegas[8], a por los huelepegas!

Después, en los combates, cuando sale Superchavo pienso en que les hace todas sus llaves a esos tenderos malos y grito ¡Vamos Superchavo, macho, sácale los hígados, rómpele las canillas[9], québratelo a ese hijo de la gran chucha! y entonces todo flota ahí dentro de la nube en mi cabecita, como lindos pajaritos de colores.

Otro día cuando volvíamos del combate encontramos en el basurero a un hombre muerto. Le habían cortado una mano y en la cabeza se veía el agujero que le había hecho una bala. Me dio mucho miedo porque aquel hombre tenía los ojos abiertos, como sartenes, y parecía que nos miraba y que quería decirnos algo, pero no podía, así que también salimos corriendo. Por eso ahora cuando voy a la lucha libre cada vez que Superchavo y los demás se pegan y gritan y se retuercen me acuerdo de aquel hombre y me parece que todo eso de los combates está amañado, que nunca sangran, ni se mueren de verdad.

Antes, cuando era más patoja, quería casarme con Superchavo. Vería los combates en el palco y ya no tendría que entrar al baño con los porteros, ni preocuparme todos los días de laborar en el muelle para llenarme la panza, porque Superchavo siempre gana a todos los malos y tiene muchos quetzales.

Pero ahora que sé que todo eso es de mentirijillas prefiero quedarme en casa escribiendo las redacciones que nos manda la maestra.

Y eso es lo que yo quiero hacer de grande: escribir todas las historias del basurero, porque seguro que nadie las ha escrito todavía, al menos nadie del basurero, y todavía menos una guajerita huelepega. Contaré la historia del hombre muerto y de sus ojos vivos, y la de Tristoso el bolito y sus lindos zapatos blancos, y otras muchas más que todavía ni siquiera conozco…

Algún día, cuando sea mayor.

[1] Cuate: amigo
[2] Guajeros: de Guajear: recoger del suelo. Así se llaman los que recogen residuos sólidos urbanos en el basurero de la Ciudad de Guatemala.
[3] Patojo: niño
[4] Pisto: dinero
[5] Bolo. borracho
[6] Muchá: apócope de muchacho
[7] Zona viva: Zona acomodada de La Ciudad de Guatemala
[8] Huelepegas: así se denomina a los que huelen pegamento.
[9] Canillas: piernas

VINALIA TRIPPERS

May 20, 2010   //   by admin   //   Blog  //  No Comments

El capitán ha llamado a la tripulación y esta se ha enrolado fiel y feliz, siempre preparada para surcar nuevos oceános, esta vez intergalácticos. Vicente Muñoz resucita Vinalia Trippers, el fanzine, y esta vez vuelve con un especial sobre abducidos, extraterrestres, astronautas… Relatos e ilustraciones de unos cuantos marcianos; podéis leer la nómina de navegantes pinchando arriba en la portada del gran Miguel Ángel Martín. Yo participo con un cuento que se titula «El vértigo de Spiderman». Ah, también han abierto blog especial para el número: http://vinaliaplan9espacio.blogspot.com/, al que podéis mandar colaboraciones.

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