SALINGER NO TENÍA BLOG
El caso es que de Salinger lo que de verdad me llamaba la atención y admiraba (porque intenté profundizar en él sin éxito, sin que me revelara algo más de esa mitomanía, esa fe que irradiaba a otros, a través de sus cuentos, como el del pez plátano o banana, depende de la traducción) era la manera en que se borró del mundo literario.
Para un escritor tímido como yo, feo y sin carisma ni habilidades sociales-y con la cabeza llena de goteras-, escribir libros y no tener que hacer nada más, presentarlos, dar entrevistas, hablar con otros escritores -eso es casi lo peor-, sería el estado de felicidad completo. A los autores hoy en día se nos exige ser comerciales de nosotros mismos, e incluso se da más valor a esa capacidad de saber venderse que a la propia obra (o al tener amigos, contactos o una historia rocambolesca o sórdida que poner en la solapa de la biografía). Un escritor no sólo debe escribir bien (bueno, quizás eso no sea necesario), además tiene que resultar ingenioso o simpático o de una inteligencia deslumbrante en las entrevistas. Yo, sin embargo (aparte de que no creo que un escritor tenga por qué ser necesariamente no solo guapo y simpatico, ni siquiera inteligente, sino mostrar una visión diferente del mundo,..) yo, decía, me expreso fatalmente cuando hablo. De hecho, por eso, entre otras cosas escribo. Y por eso me consoló leer un artículo en la revista EÑE el que, a raíz de una entrevista en la que se ve a Nabokob tirando de chuleta en una entrevista, Arthur Krystal se planteaba que Hablar es otra arte ¿Debe una persona que trabaja con el lenguaje (escrito) ser también brillante en el hablar? (así se subitulaba la cosa).
Luego, claro, está también que a Salinger y los sesenta millones de guardianes entre el centeno vendidos tampoco le hacía falta demasiado publicitarse (pese a lo cual sabemos detalles escabrosos como que se bebía su propio pis o que Charlot le quitó la novia), otra cosa es cuando vendes, con suerte, cien o doscientos ejemplares de tus libros. Si a Salinger le pasara lo mismo me pregunto si él tendría o no un blog. En todo caso, a veces también dan ganas de echar la persiana y ponerse de una vez a escribir, por puro placer, olvidándose de todo lo demás, la vanidad, el éxito, la opinión de los demás, el reconocimiento, el puto blog… Quizás, en realidad, no sea tan difícil: lo de ser un escritor desaparecido -aunque no se por voluntad propia- ya lo tengo ganado.