A menudo la pantalla del televisor se cubría de niebla y hormigas y para sacudírselas había que levantarse y pegarle un bofetón en un lado de la caja tonta y entonces volvía a aparecer Naranjito o el inspector Gadget o Afrodita, la novia de Mazinger Z, disparando un tetazo.
—¡Pechos fuera! —decíamos todos que decía, pero en realidad nunca pronunció esa frase y su auténtico grito de guerra era ¡Fuego de pecho!
Una audacia, en todo caso, para la época, en la que un pezón podía mantener pegados a la pantalla a millones de espectadores, como sucedió en la Nochevieja de 1987, cuando la cantante italiana Sabrina Salerno interpretó Boys, boys, boys, y con cada boy la expectación y otras cosas crecían porque la teta estaba cada vez más suelta. Éramos unos cutres y unos muertos de hambre. Mi tío solía tumbarse en el suelo debajo de la tele, cuando echaban patinaje artístico y nos decía que desde allí se les veían las bragas a las chicas, por ejemplo.
Pero nosotros, mis hermanos y yo, ya no le hacíamos caso. Nos daba pereza levantarnos del sofá. Nos daba tanta pereza que teníamos unos pequeños cubos de gomaespuma que tirábamos con fuerza contra el televisor cuando queríamos disipar la niebla. A veces, incluso, si atinábamos la puntería, conseguíamos cambiar de canal. Pero eso pasaba poco, porque solo había dos canales, la primera y el UHF, que casi nadie veía. De hecho, cuando te atragantabas decías: “Se me ha ido por el UHF”.
A mí me gustaban Starsky y Hutch. Starsky más que Hutch. Mi madre me hizo una chaqueta Starsky, que se pusieron de moda. Una chaqueta de lana gorda, como las que llevaba el protagonista, con cinturón y una franja con zetas o rombos en el pecho y en las mangas. Por entonces eran las madres las que nos hacían los jerseys. Jerseys a punto inglés o con ochos. Jerseys que picaban, o que quedaban raros pero no quedaban raros porque todos eran iguales, o sea distintos. Yo no me compré un jersey en una tienda hasta segundo de BUP. Era un jersey precioso, muy jipi, de algodón y de color lila. La chica que me gustaba llevaba uno igual. Yo me ponía rojo cada vez que la veía, y también estaba muy rígido, entre otras cosas porque en aquella época sudaba mucho, sudaba a todas horas, sudaba hasta en invierno, y si me movía los brazos se me veían los corronchos. Aquello con los jerseys de lana no pasaba.
Además de Starsky y Hutch me gustaba Pippi Calzaslargas. Pippi Lansgtrump tenía un mono chiquitico, y un padre pirata y un caballo grande con pintas, que levantaba a pulso. También tenía dos amigos rubios y sositos, que en realidad éramos todos nosotros. Y una casa entera para ella sola. Yo también soñaba con tener una casa entera para mí solo, pero, en lugar de con un jardín para que ramoneara Pequeño Tío (que así era como se llamaba el caballo de Pippi; del nombre del mono no me acuerdo muy bien, tal vez porque no tenía canción, como Amedio), en lugar de con un jardín, decía, con una pista de baloncesto, porque por entonces estaba convencido de que iba a jugar en la NBA y hacerme rico y mis planes eran, además de comprarme una casa para mí solo, regalarle otra al lado a mi madre y pasarle un sueldo mensual vitalicio de quinientas pesetas. Cada vez que se lo decía ella se reía mucho, pero quinientas pesetas para mí eran toda una fortuna. Después, en vez de baloncestista me hice escritor, y claro.
Por lo demás, Sabrina Salerno era bizca, aunque nadie le mirara a los ojos, y el mono de Pippi Lansgtrump se llamaba Señor Nilsson, ahora me acuerdo, bueno lo he mirado en Google, que es lo que vino más tarde, cuando internet mató a la estrella de la tele, mucho tiempo después de las Mama Chico, y el porno si descodificar de Canal Plus y los culebrones venezolanos y de Ramón Trecet diciendo dindón cada vez que un jugador metía un triple. Mucho tiempo después de aquella época en la que ya teníamos mando a distancia y un montón de canales pero la pantalla, como ahora, seguía llenándose a menudo de hormigas y niebla.
“Es curioso, cuando pasas de todo es cuando más gustas a la gente”
Cabezafuego. Músico
Iñigo Cabezafuego lleva más de 25 años tocando en grupos como Atom Rhumba o Bizardunak, entre otros muchos. Desde 2014 este músico volcánico y disparatado camina en solitario, aunque siempre muy bien rodeado. Como Cabezafuego ha publicado dos discos, Camina conmigo y el disco-tebeo Somos droga y, recién retirado por un tiempo de los escenarios, regresa con 7díasKawaitbat, otro de sus proyectos chiflados, siempre diferentes a todo lo demás.
Patxi Irurzun. Publicado en magazine ON 24/02/18
Nadie tiene mejor elegido el nombre artístico que él. La cabeza de Íñigo Garcés, alias Cabezafuego, es un volcán ardiente, incluso cuando está dormido. Las canciones que salen de él escupen lava, atragantan la garganta con el humo negro de una carcajada o dejan la ceniza de una frase en la que resplandece la emoción de lo cotidiano. O todo a la vez. En sus letras lo mismo aparecen tambores hechos con la piel de Cristo que alguien que pintaba las pancartas en las fiesta de instituto (e inició a sus amigos en las drogas y en los hurtos). Solo él es capaz de aburrirse en mitad de una canción y transformarla, siendo la misma, en otra distinta, como hace en Busco título, uno de los temas de su penúltimo trabajo, el aclamado Somos droga. Es su segundo disco en solitario, después de Camina conmigo y de más de 25 años tocando en grupos, y todos buenos, o al menos nada convencionales: Mermaid, Bizardunak, Atom Rhumba… Cabezafuego tiene hasta su propio cabezudo, que construyó para un videoclip, y que es lo primero que vemos cuando nos recibe en el taller de serigrafía que tiene en Villava. En él trabaja felizmente todas las mañanas, y mientras lo hace su cabeza sigue en ebullición, lo mismo que cuando duerme y se despierta sobresaltado por un raca-raca o sale a pasear al perro al monte y se cruza con un runner vestido de extraterrestre y decide escribir una canción sobre eso. Y es que Cabezafuego es un gran tipo, pero también algo cabroncete. Por suerte para todos nosotros.
Usted lleva más de 25 años tocando, ha estado en un montón de grupos, la música ha sido su pasión desde pequeño, pero… ¿cómo empezó todo?
Mis padres nos apuntaron a solfeo a mi hermano y a mí a la vez, siendo muy pequeños. Nos metieron obligados, siempre fuimos obligados a las clases de acordeón, solfeo… Pero en realidad siempre he agradecido a mis padres esa imposición; estoy seguro, me apuesto el cuello, a que no hay nadie que con el tiempo guarde rencor a sus padres por haberles obligado a aprender música. Yo, de hecho, fui cogiéndole el gusto ya de chaval, durante los últimos años de solfeo. Y luego, empecé ya a tocar en la fanfarre del Muthiko, que me metí para ligar, aunque no me comí nada, y más tarde, a montar grupos con los colegas. Y así hasta hoy.
Hay un episodio de su infancia del que usted ha hablado alguna vez y que fue determinante: una imitación de Demis Roussos en una fiesta del colegio
Sí, sí, es verdad, no me acordaba, eso fue la espoleta, sí, fue en séptimo. Aquel era el único single que había en casa, fue una actuación en el colegio, un play back… Por cierto, en el comienzo del disco Somos droga, la batería es sampleada de esa canción…
El episodio Demis Roussos explica también sus conciertos, que no son nada usuales
Bueno, mis conciertos me salen como me salen. A mí me gusta mucho rondar ese peligro que supone la posibilidad de hacer conciertos buenísimos u otros que son una basura, en los que consigues enfadar incluso a tu propio grupo… Yo, por ejemplo, soy muy de observar mientras estoy tocando, miro lo que hace la gente, no estoy metido solo en mi burbuja, y entonces a veces se me olvida la letra, o digo alguna tontería…
Volviendo a sus años de infancia, en sus canciones aparecen a menudo referencias a la niñez o adolescencia: usted era el que pintaba las pancartas en las fiestas de instituto, o el que estaba en mitad de la lista de clase.
Sí, hay algunas referencias a la niñez, que, sin embargo, no tiene por qué ser a la mía, hay pequeñas cosas que sí, otras no, son cosas de algunos amigos o compañeros… No recuerdo muy bien sobre todo mi primera infancia, pero sí que era creativo a la hora de hacer gamberradillas, y también que siempre, desde muy pequeño, leía mucho, desde los cuatro a los catorce años, algo que te hace desarrollar la imaginación y que no veo ahora en los chavales. Nada te podía hacer flipar tanto en aquella época como leer La isla del tesoro. Pero bueno, no nos pongamos llorones.
Hablando de creatividad, es raro que alguien como usted haya tardado tanto tiempo en grabar sus propios proyectos, en caminar solo, como Cabezafuego.
Bueno, en realidad grabar solo fue una imposición de la vida, yo siempre había tenido bandas y al final me encontré solo, porque yo y los que estaban conmigo no éramos músicos profesionales, y por una parte no nos ataba esa obligación de seguir manteniendo las bandas para comer, y por otra parte, o por eso mismo, la gente tiene otras prioridades, la vida les lleva por otros caminos. En este país los grupos se disuelven y por eso lo que a mí me quedaba era esto: estaba cansado de montar bandas y de que se disolvieran enseguida (a veces era yo mismo el primero que las disolvía, que conste) y como de mí mismo no me puedo echar… Y estoy seguro de que así seguiré, como Cabezafuego, hasta que me muera, aunque también estoy seguro de que volveré a tocar en grupos. Tengo la gran suerte de que con todos los grupos que he tocado me llevo muy bien, y aunque no soy nada partidario de las reunificaciones, sé que podría hacer cosas puntuales con grupos en los que he estado, o hacer bandas nuevas, conocer gente. Me apetece, en definitiva, hacer una carrera larga, con discos de todo tipo, estilos, que igual no venden mucho, pero hacer tus cosas, poco a poco, sin preocuparte por buscar ni dinero, ni fama…
¿Quitarse esa presión da libertad?
Sí, y ahora es cuando más libre me siento, no tengo esa presión de tener que hacer discos al uso, ni tampoco tengo nada que demostrar… Y al final, es curioso, cuando pasas de todo, es cuando más gustas a la gente.
Esa libertad para hacer lo que le da la gana supongo que estuvo también presente a la hora de formar grupos como Bizardunak, hace años, los The pogues navarros…
Bizardunak fue una cosa muy guapa, éramos todos cuadrilla, y había gente que ni siquiera sabía tocar instrumentos, pero salió la carambola, porque había mucho talento en aquel grupo. Yo siempre digo que mi grupo preferido son The Pogues, esa música la tengo bajo la piel desde los trece años, he ido a ver a Shane Mcgowan en Londres, estuve cuando vino en el año 91 en el Teatro Gayarre, que por entonces ya decían que se iba a morir al año siguiente…
Somos droga, su último (o penúltimo, en realidad) disco, es también un disco que tiene ese espíritu gamberro y libre. Por de pronto es un disco-tebeo.
Sí, en él han colaborado dibujantes como Paco Alcázar, ATA, Mauro Entrialgo, Molina, que fue el que lío todo, porque es fan mío. Me llamó para tocar en una fiesta de cumpleaños en casa de su madre y conocí a más komikilaris. Yo estaba harto de estar por las noches en los bares y conciertos con gente que solo hablaba de rock y de tontadas. Y me encontré con esta gente, que estaban todos chalados y por eso mismo decían unas cosas muy cuerdas sobre todo, sobre la vida, y que me dejaron flipado. Y así, enredando, se fue gestando Somos droga.
En cuanto a las canciones están repletas de diferentes capas, giros inesperados… ¿Cómo es el proceso para componerlas?
El proceso es no tomarme en serio. Me tomo en serio muchas cosas, pero no a mí mismo. Y este es un disco a base de probar cosas y dejar que ellas me lleven a donde quieran llegar, sin cortapisas de ningún tipo, que quiero meter bacalao, pues bacalao… Y disfrutar de las canciones, siempre contando con que estas tengan algo de miga, claro.
También es un disco con bastantes colaboraciones. ¿Determinan estas también el rumbo de algunas canciones?
Casi todas las colaboraciones estaban pensadas ya antes, pero después ha habido sorpresas… Por ejemplo, los hermanos Cubero, que les mandé la letra y cuando ellos me devolvieron la música me quedé flipado, porque además son gente que admiro, me gusta mucho lo que hacen. Y así con todos. Para mí, por ejemplo, tener en el disco al lendakari Ibarretxe (a Aitor, de Lendakaris muertos) es un lujo. Todos los colaboradores han engrandecido el disco. Además, yo no he tocado nada en ese trabajo, ni una nota. Porque así es como más disfruto, sin la presión de tener que tocar, porque yo siempre he sido muy mal músico. De hecho, estoy pensando en el que siguiente disco yo ni siquiera cante, que lo canten todo colegas.
Las letras son otro de su punto fuerte, su ironía, por ejemplo. Usted ha dicho, en ese sentido, que es un poco cabroncete.
Sí, lo soy, lo soy, para escribir letras hay que serlo un poco. Pero a partir de ahora voy a intentar no fijarme tanto en los demás y hacerlo más en mí mismo. Se puede ser cabroncete y hacer otras cosas. Tampoco se trata de hacer de repente letras superpoéticas y retorcidas. Por ejemplo, adoro las letras de Tamu, de Exnovios, Los Jambos…, que hace siempre letras de amor y siempre encuentran la frase perfecta, lo cual para mí es un talentazo. Por otra parte, es difícil decir qué es una letra buena, ¿quién lo decide? Para mí las letras buenas son las que me transmiten algo, no me gustan esas letras herméticas, que solo entiende el que las escribe.
Las suyas, respecto a eso, son también letras con su punto de cotidianeidad, con algunas frases muy directas y con las que resulta inevitable identificarse
Me alegra que digas eso, porque sí que busco el costumbrismo en las letras, y que las cosas que diga se entiendan a la primera. Hacer una letra en la que diga una chorrada graciosa o en la que me meta con alguien me salen muy rápido, pero las que me gustan y que a la vez son las que más me cuestan son esas, las que cuentas algo cotidiano, algo que llegue muy directo, que quien lo escuche piense, qué cabrón, eso es lo que me pasa a mí también. Les doy muchas vueltas, las limo mientras paseo con el perro, las canto mientras voy por el monte, que los que me vean pensarán que estoy loco, por ejemplo, esos runners que me encuentro y que van disfrazados como extraterrestres, que, por otra parte está bien, porque cuando los veo pienso “Vaya, pensaba que yo era el loco”. Por cierto, estoy haciendo una canción sobre runners…
¿No serán, además de runners, indies? Porque usted da bastante caña a algunos estereotipos del mundillo, la industria musical… ¿Está muy quemado de algunas cosas?
Muy quemado. De hecho, he dejado de tocar en directo. Yo esperaba que este disco, Somos droga, tuviera más repercusión, no tanto en cuanto a ventas, porque he vendido todas las copias, el disco se ha agotado en muy poco tiempo, y he visto muchas cosas de gente que me han dicho cosas que me han alegrado el día, en días además que he tenido de bajón, y en los medios también me han sacado, por ejemplo, salí a doble página en el Tentaciones de El País (que en el siguiente número, por cierto, lo cerraron, o dejaron de sacarlo en papel), pero yo esperaba más respuesta de la industria musical, más gente que me llamara para tocar… Me llaman ahora, que he parado, pero ahora que les den. Me voy a tomar un descanso largo, sé que voy a volver, pero ahora necesito un descanso, también de mí mismo. Nunca me he gustado mucho a mí mismo, me manda por ejemplo algún fan un video de un concierto y me veo y me doy asco, me digo, qué feo soy, qué mal canto… Necesitaba dejarlo y de hecho lo he hecho y me doy cuenta de que estoy mucho mejor. Ya he hecho un disco, otro disco, por ejemplo. Yo llevaba 25 años sin parar, no iba a reuniones familiares, no quedaba nunca con mis colegas del pueblo…
¿Y cómo es ahora un día en su vida?
Levantarme pronto, sacar a pasear al perro, venir al taller y ponerme a currar como un loco y por las tardes, desde que he decidido abrir solo por las mañanas, cocinar, que me encanta, hacer canciones… Estoy soltero, por si lo quieres decir también.
A pesar de esa tranquilidad me imagino que la cabeza no le dejará de echar fuego, que le siguen viniendo ideas…
Son etapas, yo me puedo pegar meses sin hacer nada, no suelo estar siempre con la guitarra, de hecho no la toco casi nunca, pero luego hay veces que me vienen ideas a borbotones, apenas duermo, me despierto a las tres de la mañana, grabo algo en el móvil, luego igual no puedo volver a dormirme… Me gusta esa dinámica de montañas y valles, disfruto también de esos momentos de cansancio, en los que estás como drogado, con la cabeza alterada, que te lleva a veces a sitios muy guais.
Hay mucha gente a la que le sorprende que músicos como usted no puedan vivir de la música, que Cabezafuego con su trayectoria, en grupos como Atom Rhumba, tenga que ganarse la vida en un taller
Sí, aunque yo también digo siempre que la vida de los músicos profesionales es muy dura, y es algo que yo no quiero hacer, yo soy mucho más feliz en mi taller que dando tumbos por ahí. Lo sé porque lo he vivido, estuve dos años de pipa con “El columpio asesino”. La gente se piensa que es todo sexo, droga y rocanrol, y aunque de eso también hay, es una vida muy dura y solo puedo decir chapeau por quienes la eligen. Para mí este es un tema muy peliagudo, porque la música ha sido y es la mayor pasión que tengo y pensar que puedes llegar a pervertirla con renuncias que tienes que hacer, con putadas que tienes que aguantar en el día a día, como sucede con cualquier otro curro… Los que hemos currado en fábricas sabemos cómo es eso, todo lo que te toca aguantar, pero de una fábrica sales y te olvidas, con la música no, con la música estás todo el día, y si encima te están puteando… Yo le diría a la gente que estudie. Bueno, estudiar tampoco suele servir para mucho. No, les diría que si quieren vivir de la música que adelante, pero se preparen para poner el culo… Bueno, yo no soy nadie para decir nada a nadie, ¡que hagan lo que les guste!
Usted no será nadie pero tiene su propio cabezudo.
En realidad no sabemos qué hacer con él, porque es muy grande, no sé si quemarlo o dejarlo para cuando me haga muy famoso y que mis hijos lo vendan por mucho dinero. Pero como no eso creo que pase, me imagino que cuando me muera alguien lo tirará a la basura y ya está.
Todavía no hemos hablado de su nuevo disco, que ha compuesto en siete días con un teclado
Es un teclado hortera que tenían mis padres en casa, y un día estaba mi sobrino tocándolo y me dije: “Qué sonido más chulo”. Sin más. Y de repente otro día de esos de paseo canino se me ocurrió hacer con él una canción por día y que cada una hablara de ese día de la semana, lunes, martes o el que fuera… Lo hice del 1 al 7 de enero. Cada una de esas canciones debía hacerse ese día, hacerle la letra y grabarla ese mismo día. Es decir, yo me levantaba cada mañana sin saber qué iba a hacer, escuchaba la canción original, porque son versiones, de Rolling Stones, The Doors, etc. y me metía con el teclado a intentar emularla y sacarle una letra. El disco se llama 7díasKawaibat, que es el nombre del teclado. Y no sé, no tengo claro qué hacer con él, lo saco en digital, pero luego no sé si venderé las copias físicas, porque no son canciones mías, y no me parece bien aprovecharse del trabajo que han hecho otros —no te voy a hablar ya de lo que pienso de los grupos tributo—, por mucho que las letras las haga yo. Quiero que la gente entienda que es un divertimento, no es un disco currado a saco, aunque creo se van a sorprender del sonido que he conseguido.
Proyectos, por lo que veo, no le faltan, aunque haya dejado de tocar. ¿Tenemos Cabezafuego para rato?
Pues mira, acabo de dejar de tocar y tengo ya pensado cómo va a ser mi vuelta, no la fecha, sino cómo lo voy a hacer. Y solo puedo decir que va a ser una vuelta de tuerca… increíble.
PERSONAL
Nombre: Iñigo Garcés “Cabezafuego” (1974, Virgen del Camino) Trayectoria: Ha formado parte de grupos como Atom Rhumba, Mermaid, Half Foot Outside, Jugos Lixiviados, Los Separatistas, Basque Country Pharaons, Royal Canal, Black Lagun o Bizardunak. En 2014 publicó su primer disco en solitario, Camina conmigo y en 2017 Somos droga, un disco-tebeo con comics de Mauro Entrialgo, Paco Alcázar, ATA…. En febrero de 2018 publica el disco de versiones 7díasKawaibat. Creó el sello y estudio de grabación Color Hits, en homenaje a Josetxo Ezponda (Los bichos), con el que busca encuentros y sinergias entre diferentes artistas. Es una de las pocas personas en el mundo que tiene su propio cabezudo (y seguramente el único que tiene uno tan grande)