ANTIPATRIARCAL
El mayor problema que existe hoy en día el mundo es la violencia contra las mujeres. Se hace evidente de manera sangrante cada día, en cada nuevo asesinato, en cada agresión sexual, pero hay además detalles que a menudo pasan desapercibidos y que hacen posible o al menos ayudan a que eso suceda. Por ejemplo, durante las últimas semanas, tal vez por el aluvión de andanadas y enormidades escupidas a cuenta del procés catalán, pasó sorprendentemente inadvertida, en mi opinión, la manera en que el portavoz del gobierno español, Íñigo Méndez de Vigo trató de descalificar el referéndum del 1 de octubre. Un referedum antisistema, anticapitalista y antipatriarcal, soltó.
Y se quedó tan ancho.
La frase, por supuesto, pretendía ser una mofa (o un chistecito, que por lo que se ve es la nueva manera de hacer política) de los postulados del nuevo enemigo público número uno, la CUP, más enemigo, o enemiga aún que nunca porque viene con rostro de mujer, sobre todo si tomamos en cuenta que por otra parte esa frase trae implícita que lo que Méndez de Vigo y los suyos representan y defienden es, por tanto y por contraposición, un sistema capitalista y patriarcal (es decir, en lo referido a esto último y atendiendo a los diccionarios “el predominio o mayor autoridad del varón en un grupo o sistema social”)
Eso, o que Méndez de Vigo se explicó mal; o que yo lo entendí mal; o que lo soñé, pues todo puede ser en estos tiempos en los cuales tus ojos ven cosas que no han pasado, como las cargas policiales y los heridos el día de ese mismo referéndum; la proliferación de aguiluchos e individuos con los brazos en alto que ya no se llaman fascistas sino grupos de manifestantes (por cierto, la ultraderecha es también patriarcal, o ultrapatriarcal, pues rara vez se ve entre sus manadas a mujeres); las denuncias de agresiones sexuales en la intervención policial en las que a quien se investiga es a la denunciante; o los sorprendentes alegatos “antinacionalistas” aplaudidos por multitudes que ondean banderas o se envuelven en ellas.
Uno de los que lo hacía con más brío era precisamente el líder del PP en Cataluña, Xabier García Albiol, quien días antes quiso hacer otro chiste a cuenta de las urnas empleadas en el referéndum y le salió el tiro por la culata, o la patita por debajo de la puerta. “Mi mujer tiene una igual para la ropa sucia”, dijo. Es decir, que el cubo de la ropa sucia en casa del señor Albiol no es el cubo de la ropa sucia de la casa sino el cubo de la ropa sucia de su mujer; a no ser que él tenga otro para él (y en cualquier caso nunca con forma de urna), que todo puede ser.
Por no hablar, porque ya se ha hablado mucho y se ha repetido hasta la náusea la gracia —que no la tiene— de los ataques a Anna Gabriel y algunas de sus compañeras de la CUP, no rebatiendo sus ideas independentistas o republicanas sino su corte de pelo, su manera de vestirse o su supuesta falta de higiene, entre otras lindezas.
Es solo un ejemplo, en este caso referido al monotema de estas últimas semanas, pero que podría trasladarse a cualquier otro e incluso, o sobre todo, al ámbito de lo privado, a las conversaciones, los detalles o los comportamientos machistas en que a menudo incurrimos, sobre todo los hombres, y que no debemos pasar por alto si de verdad queremos combatir la violencia contra las mujeres, que es repito, a mi juicio, el mayor de nuestros problemas, aunque a menudo lo olvidemos o sea, paradójicamente, la propia y sangrante realidad la que lo convierta en algo asumido como inevitable y cotidiano.
Patxi Irurzun. Rubio de bote, colaboración para ON, magazine de los diarios de Grupo Noticias (21/10/2017)