Ayer Miguel Sánchez-Ostiz, que es un escritor como la copa de un pino, me mencionó en su colaboración semanal de Diario de Noticias, Y tiro porque me toca, titulada El dichoso dedo de Aznar (Para quien no se haya enterado todavía MSO -lo pongo a la manera de Eduardo Laporte– fue Premio Nacional de literatura, ganó el Premio Herralde, le concedieron el Premio Príncipe de Viana de la Cultura…,los premios, el burro por delante, para quien no se haya enterado, para quienes necesitan que alguien sancione, les diga qué, cuándo, cómo deben interesarse por alguien, aunque bastaría con leer cualquiera de sus numerosos libros o artículos para reconocer su talento, y para darse cuenta de que la de Sánchez Ostiz es una voz libre y personal, que no escribe al dictado ni hace eco en la palangana de los paniaguados, una voz que podría haberse oído más alto si hubiera pasado por algunos aros, pero entonces sería otra…). Decía que MSO, así con siglas, como los cracks -también podría llamarle el puto amo, a la manera de El tío Goyo– me hizo una generosa alusión , en el artículo que reproduzco y que para mí, es muy importante (como la fue la del otro día de Jorge Nagore), por venir de quien viene y porque a veces uno necesita sentirse apoyado, encontrar un poco de sentido a algo, seguir adelante… Lo reproduzco aquí, en esta caja de recortes de periódico -que tal vez no interesen a nadie, eso es algo sobre lo que quizás me convendría reflexionar, aún un poco más-, en esta pequeña egoteca en que se convierte a veces este blog.
EL DICHOSO DEDO DE AZNAR. Miguel Sánchez-Ostiz. 21 de febrero de 2010.
Diario de Noticias
Está visto que el ex presidente del Gobierno, José María Aznar, es un elegante redomado con afición a la expresión fálica, o eso. Marca tendencia. Es posible que la próxima temporada su gesto sublime de hombre de Estado se lleve mucho. Claro que si se lo haces a un magistrado o a un policía te empapelan, y si se lo haces a alguno de los matones que les rodean, te darán una paliza en el callejón trasero de este ruinoso cabaret La Nada en el que estamos todos, a ratos en el escenario, a ratos en el patio de butacas.
Hace un par de años, Aznar periodista le metió a una periodista un bolígrafo entre los pechos porque no le gustaron las preguntas que aquélla hacía. Muy elegante, sí señor, mucho. Si se lo hubiesen hecho a su botella, habría habido jarana, eso seguro. La nuestra es siempre una santa, intocable, por nuestra.
Ahora, a los estudiantes de Oviedo que montaron una protesta pacífica les sacó el dedo hecho nabo o el nabo hecho dedo. Estamos en días de Arco y estas sutilezas son muy de esas performances que los ayuntamientos de los pueblones compran a doblón en interés general de interesados… la pasa, siempre pasa. Un auténtico hombre de Estado, Aznar, auténtico.
Los estudiantes de la Universidad de Oviedo le organizaron al figurón una protesta sutil, cómica y efectiva, que no se está contando bien. La idea de disfrazarse de lobitos peperos para tocarle las narices, cada pocos minutos, al predicador es genial. Una vez disfrazados de lobitos peperos, convenientemente engominados, o de cazadores urbanos o de gentlemen farmer, perfumados, o de El Bigotes, que es de lo que van disfrazados casi todos, aunque muchos lo sean sin necesidad de bigotes o aspiren a serlo, no se puede distinguir quién lleva el pañuelo palestino o la chompa andina o nada, los harapos de fortuna… Gomina.
Estamos hablando de un estilo de vida que personifica en su conjunto la trama Gürtel, la que se ha empeñado en sacarle el dedo a la justicia, aunque no a la magistratura complaciente con el dedo dichoso. El que puede, exhibe su dedo, aunque no haya dedo que revuelva hasta el último nudo de esa espesa madeja.
El dedo inhiesto es un gesto de poderío torero, propio de los que están acostumbrados a torearse a todo el que pueden por principio, como se toreó el Partido Popular de Aznar al país mintiendo con la crisis del Prestige (de los toreros que tienen casas de putas en Andalucía y de los que no, pero que el Dalai Lama ha pedido licenciar, hablaremos otro día, si es que hablamos… hay demasiado de qué hablar, que se dice).
Lo malo de estos hechos es que resultan escandalosos cuando se producen, y que tres días después quedan reducidos a la categoría de anécdota, como dijo con desparpajo Mariano Rajoy después de haber perdido a los puntos, como gran fajador, el debate en el Congreso. Le dieron, aunque diga que no, y transforme la derrota en victoria. Hay que invertir los términos, de la misma manera que el agresor suele aparecer como agredido.
Para sus admiradores, admiradoras y correligionarios en general, Aznar es un campeón, y ese dedo inhiesto como un falo agresivo es símbolo también de la porra con la que con gusto golpearían a los reventadores de la función a la que convocaba el ex presidente de Gobierno, a función religiosa me refiero. Tamtum ergo y demás… que viene que ni al pelo. Sus palabras y personas son sagradas, al público la reverencia, el aplauso, la devoción. No entienden el sentido de la entrada libre y el espacio público o privado de uso público. La gente ya no está por la labor de ser adoctrinada de manera impune, y quien ha cometido pifias políticas que resultan inolvidables, debería saber que, salvo que emplee la fuerza, quien no la tiene, ni el dinero ni el poder de hacerlo con prensa, bancos, radios y televisiones, y cuyos votos no valen para los del dedo un cagarro (que diría el poeta con su voz inimitable), le pedirá si puede cuentas o le expresará su rechazo… La calle, ahí donde canta Albert Pla… La otra poesía, la otra escritura, la que aquí mismo cantan y escriben Kutxi Romero, El Drogas, Patxi Irurzun, ese magnífico escritor que, como los dos anteriores, no podría disfrazarse de lobito pepero porque les calarían, les verían con el escáner de las almas… muertas. ¡A por ésos! Los abatirían el primer día de la caza.
El ex presidente Aznar, que mintió con descaro al país en su calidad de lacayo de dos superpotencias, en cuya compañía no hacía nada, metió a España en una guerra ilegítima de agresión e invasión que no ha terminado, como permitió el gurtelismo, el bigotismo, el arrebuche del aznarato, la macización del ladrillo… De aquellos polvos, estos lodos. Las fechas cantan. Las hemerotecas también.
Está visto que lo que marca estilo, tendencia, es el arengar, el sermonear, el sentar cátedra, sin que los doctrinos, la feligresía o las prietas filas digan esta boca es mía. Cada vez se estilan más las ruedas de prensa sin preguntas, los aplausos incondicionales, las inquebrantables adhesiones, como las de los procuradores en cortes, incluidos los moros con chilaba, que quedaban dabute.
Lo que se lleva es hablar entre conjurados, para miembros de la fratria o de la confesión de que se trate. Todos están, o estamos, ya muy convencidos de todo, muy adoctrinados, muy seguros de estar en posesión de la verdad y de la razón de la historia; pero ellos necesitan cada vez más guardias de corps y más mordazas para silenciar al rasta y al pica y al disidente radical, ése que, por fortuna, vuelve a aparecer en las aulas universitarias y sus aledaños.
El bolígrafo de Aznar y el dedo, símbolos de lo que nos venga en gana; ese dedo en el que debería estar, haciendo molinetes, la medalla que, con dinero público, no logró comprarse, para satisfacción de su ego, en el carísimo mercado norteamericano, quien no pudo, lástima, irse a cantar el banderita tu eres roja por el desierto de Irak en dirección a la pura nada.