Patxi Irurzun y Manuel Vilas (muy bien acompañados por David González, Vicente Muñoz y Óscar Aibar) tiempo ha, antes de que Irurzun suplantara foralmente al de Zeta
Puede que la otra parte de la locomotora de la literatura foral del momento (él se pidió a Vilas, yo a Fdez. Mallo) haya esperado ansioso esta segunda entrada de mi deconstrucción de los diarios irurzianos. Puede que no. En cualquier caso estoy aquí, escribiendo desde mi flamente MacBook, caído del cielo (aprox.), lo poco que me quedare por decir de ‘Dios nunca reza’.
Lo que me quedaba por decir es que creo que este diario, o dietario, que es un poco lo mismo aunque para esto también hay teorías, es que es un librejo que puede tener su aquel como modelo. Ahí es nada, ‘Dios nunca reza’, modelo de diario, o dietario. Y, ¿por qué digo esto? Aparte de que porque Patxi me cae simpático, porque lo creo. Creo que hay ritmo en este jodido diario, y eso me parece una cosa que debemos celebrar. Nos gustan los diarios, pero si no los leemos más, con la cantidad de incentivos que tienen para su lectura, es por su estatismo. Una entrada, sí, luego otra, hoy es viernes, llueve, me quiero morir, hoy es sábado, tengo resaca pero estoy feliz. He ido al cine, gran película. Si un diario acaba siendo un cuaderno de notas de la vida, un rollo paralelo por escrito, pues quizá sea un mal diario. El diario no puede ser un espejo sofisticado de la vida. Un diario tiene que jugar con las distintas subtramas que conforman nuestra vida, y disponerlas de una manera acertada. El diarista tiene que jugar con las vías de conflicto que cruzan nuestra existencia, en una etapa dada, y ponerlas al descubierto. Y ofrecerlas al lector. Un diario no puede ser, como esos de Pessoa que olvidé en un autobús, un compendio de «fui, vine, llamé, dormí, bebí, escribí». Tampoco un tratado sui generis de ornitología y de lo bien que hemos comido. Bueno, vale, puede ser, pero no dejará de ser, así, algo que como mucho llegue a la categoría de ‘obrita’. A complemento literario como para regalar, de gratis, con el periódico.
‘Dios nunca reza’, en cambio, creo que es una pequeña obra mayor. Una obra en sí misma, concebida como tal, y que sabe jugar con esas subtramas, vías de conflicto llamésmola, que marcan nuestra vida. Y en este libro Irurzun nos muestra unas cuantas: el inminente nacimiento del hijo, la inestable situación laboral, la mudanza y llegada al barrio extraño, los sueños todavía por cumplir, la lucha constante del escritor por hacerse respetar, la lesión del hermano, etc. Pequeñas subtramas que aportan un valioso lubricante a la lectura y que, unidas al estilo amigo de Irurzun, que es un tipo de todo menos impostado, hacen que las páginas pasen rápido, y nuestros ojos desfiles voraces párrafo tras párrafo.
Si un día escribo un diario, con voluntad de estilo, un diario dietario, si entendemos el dietario como cosa más elaborada, y el diario como una escritura más automática y caótica, copiaré el ‘método Irurzun’ descaradamente.
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Y quería hablar también de una de esas subtramas que he comentado, la que tiene que ver con la empresa de comunicación de altos vuelos en la que trabajó Irurzun. Yo también estuve allí, y también me dieron la patadita en el culo. Como a media docena de tipos que andan por ahí más o menos partiendo la pana. Otro día. Progresía de la chunga. Y mucha tarta el día que la palma Pinochet, que no falte.
Leer es un analgésico, más si dos dos libros tan extraordinarios como los dos ensayos publicados recientemente por
Ismael Grasa y
Patxi Irurzun. Los llamo ensayos porque han aparecido bajo sendos epígrafes en sus respectivas editoriales, pero la realidad y su lectura me han dejado el sabor de boca de alguien que escribe sobre la vida. El primero,
La flecha en el aire de
Ismael Grasa, editado por Debate , es un dietario de las vivencias como profesor de filosofía del autor aragonés. Un empleo casual que termina desembocando en una pasión por la docencia llena de ternura y reflexión. Ismael habla de los grandes temas con la sencillez de un erudito, para unos alumnos que comienzan a dar muestras de lo que serán en el futuro: algunos personas con criterio y deseo de libertad individual y otros peces que se dejan arrastrar por la corriente. No hay deseos de salvación absoluta para ninguno de ellos, solo ganas de mostrar el camino, aún asumiendo que uno puede estar equivocado, pero siempre con el deseo de acompañar. Todos los que usamos la tiza con mayor o menor acierto deberíamos leer este libro, porque encierra claves suficientes como para mejorar nuestro día a día, sea en las matemáticas o en la geografía, porque la filosofía es el tronco, el sustento de todo lo demás (por mucho que los resabidos autores de libros de texto busquen arabescos para facilitar la digestión). Un libro, el de Ismael, que pide ser prestado y releído, algo que hoy en día, en el consumo y el fagocitado de los textos, es muy complicado. Sin más poesía que la propia vivida, La flecha en el aire ha llegado para quedarse. El segundo libro que he devorado estos días (y digo devorar, porque ambos me los he leído en una sola sentada) es
Dios nunca reza de P
atxi Irurzun, editado por
Alberdania. El oficio de Patxi como escritor es tal que un diario de su verano del 2008 se lee como una novela, lleno de ritmo, de pequeñas emociones, de la hermosura que trae lo cotidiano. Hijos, pareja, literatura y rockandroll (ya cada vez con más frecuencia escuchado con cascos o en las filas de los carrozas), pero siempre con un poco del colmillo afilado que ha convertido a Irurzun en un
outsider, colocado sobre el alambre que separa lo formal de lo alternativo. Kebabs de madrugada, la multiplicación de las cajas en las mudanzas, los Sanfermines, el amor familiar, algo que se ha convertido casi en una transgresión en estos tiempos de postmodernidad. Patxi picotea y no quiere sentar cátedra, solo ser uno más, pero con el respeto del individuo.
Os dejo aquí el texto que Daniel Gascón escribió para la presentación de la Flecha en el Aire
y el blog de Patxi Irurzun.
La foto de Lucas, Titán, Pinocho y un servidor se hizo la noche en que comienza el dietario de Patxi, en Logroño en el 2008. No sé quién la hizo, posiblemente el mismo Patxi. Hoteles de más de una estrella para escritores tirados…
http://leocamaleon.blogspot.com/2011/10/mas-que-ensayos-vida-ismael-grasa-y.html
Por momentos, con este libro he tenido la sensación de estar leyendo un cómic antes que una novela. Ello es así, primero, por el corte de la historia, las aventuras y desventuras de un pobre currela navarro que de un día para otro se convierte en una especie de estrella del porno especializada en ambientes exóticos. Y segundo, y sobre todo, por el estilo literario de
Patxi Irurzun, un tipo no sólo con buen pulso narrativo, sino dotado con gran talento para transformar la realidad en algo deforme, un dibujo grotesco donde no falta la caricatura, la hipérbole, la casquería, la sordidez y el exceso.
La apariencia excesiva del relato, el tono estilístico desmesurado, es lo que invita a pensar que Irurzun, antes que escribir, parece desangrarse con las frases. Abundan las digresiones, los comentarios impertinentes, las observaciones feístas o directamente zafias, pero la prosodia, el estilo del fraseo, hace que todo esté bien lubricado y parezca compacto, dando una unidad al libro que no acaba hasta el final de la novela.
En cierto modo, Irurzun emplea el recurso de su protagonista pornostar trotamundos para mostrarnos realidades nada agradables, en una especie de tour turístico por el Tercer Mundo empaquetado bajo la aparente pátina amable del humor. Con ese humor se permite trasladarnos a realidades miserables como algunos barrios de Manila, Bangkok o Cuba, poniendo siempre en todo una mirada supuestamente desentendida y cafre, pero bajo la que se deslizan los, a mi juicio, mejores momentos de la novela. Mostrar miserias sin que resulte forzado, o sin caer en el maniqueo o el ternurismo, es una de las habilidades más complicadas a la hora de abordar materiales literarios sensibles. Pero en esto Patxi Irurzun se mueve con gran solvencia. ¡Oh, Janis, mi dulce y sucia Janis! es una novela que se sabe gamberra, que se pretende iconoclasta, y que está construida desde el desprejuicio. Pero creo que su principal aportación subyace en los pliegues escondidos de esta declaración de intenciones, mucho más ruidosa, y con capacidad para barrer a su paso todo lo demás. Irurzun es un escritor bien dotado, al que me gustaría leer en registros serios. Si bien es cierto que esta novela me ha hecho pasar más de un buen rato.
Daniel Ruiz García
http://criticoestado.blogspot.com/2011/10/escribir-como-desangrarse.html