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Tagged with "on the road Archivos - Patxi Irurzun"

ON THE ROAD: ALDEACENTENERA

Ago 21, 2011   //   by admin   //   Blog  //  1 Comment



Me rindo. Hace demasiado calor, aquí en Aldeacentenera, para escribir un minidiario en directo. Y tampoco tiene mucho sentido. Un diario hay que dejarlo reposar, alejarse… Uno no puedo escribir lo que realmente siente si sabe que las personas de las que habla pueden leer “just in time” lo que tú piensas de ellas. Un diario, para que tenga sentido, tiene que empezar siendo algo privado, íntimo… Así, lo único que puedes conseguir es que te partan la boca, o que te tiren al pilón. Pero sobre todo es el calor. La calor. Y además, a quién le importa… ¿A quién le importan los gatos muertos sobre la carretera, los camiones de orquestas de verano, los remolques de rejoneadores con lo que te cruzas “on the road”?… No tengo ganas de escribir. Quizás mañana, después de comer con Ángel González González en Trujillo y asaltar alguna gasolinera o profanar alguna iglesia, como acostumbramos a hacer cada verano… O eso nos creemos nosotros. Ya tengo el título para la crónica de nuestra próxima fechoría: “Dos flacos en La Troya”.

ON THE ROAD: SALAMANCA (II)

Ago 16, 2011   //   by admin   //   Blog  //  No Comments
Escena snuff en la catedral. Obsérvese el grado de excitación del verdugo

Salamanca 16 de agosto de 2011, 15:55

Hemos venido un rato al hostal a descansar y aprovechando que mi hija Malen, que no para, se ha quedado dormidica, me he puesto a escribir. Sin querer a lo mejor me sale un minidiario, improvisado y familiar y on the road de estas vacaciones. Esta mañana hemos ido a ver las catedrales, después de varias operaciones logísticas (como quitar el coche de la zona azul y llevarlo a un sitio donde no te levanten diez euros los bandoleros municipales). Yo me aburro un poco en ese tipo de sitios, catedrales, iglesias, pero es porque no entiendo. Una vez le hice una entrevista a Julio Llamazares, cuando él andaba escribiendo Las rosas de piedra, y estuvimos en la catedral de Tudela, él habló con algún cantero, restauradores, etc, pero no me acuerdo de mucho, tampoco presté mucha atención porque me parecía que a Julio Llamazares yo le estorbaba un poco y entonces ya me cayó un poco gordo y él también empezó a estorbarme y pensé que no iba a volver a comprar ningún libro suyo, porque además para superar La lluvia amarilla lo iba a tener complicado, total que no he leído Las rosas de piedra ni Los pilares de la tierra ni ninguna de esas novelas en las que dicen que las piedras hablan y que guardan la memoria de los hombres y los siglos, etc.

El caso es que me pregunto que para qué vamos a ver esos lugares, la gente, los turistas, la mayoría de nosotros, cuando visitamos ciudades monumentales como Salamanca, León, Burgos, etc, si nos aburrimos como ostras. Es una especie de obligación, o, al menos en mi caso, una penintencia, reconocer mi ignorancia, mi pequeñez, darme golpes en el pecho preguntándome por qué no seré lo suficientemente instruido para apreciar cada detalle, cada gárgola, los retablos, los latinajos…; por eso o por disfrutar mucho más de la caña y la tapa al salir que de esas maravillas. Hablando de retablos, en uno de las salas capitulares había uno sobre el martirio de Santa Catalina en la que el verdugo que la degollaba tenía un paquete estratosférico, comparable al de mi Dick Grande, no sé si por la excitación del momento o por un capricho de la naturaleza. Esos son los tipos de detalles en los que repara la mía, mi naturaleza chabacana y primitiva. He intentado fotografiarlo pero salía borroso, una y otra vez, lo cual me ha dado algo de yuyú, el altísimo ha debido de enojarse conmigo, no sé si ha tenido que ver también que mientras lo hacía mi hijo Hugo señalaba al suyo en otra parte del retablo y decía «¿Quién es ese tío en calzoncillos?».

No sé qué hacer, ayer el demonio me robó la sombra cuando escapé de la cueva de Salamanca, y hoy Dios la luz del flash. Lo de la leyenda de los hombres sin sombra, aquellos que escapan por los pelos de la escuela de nigromancia que el diablo tenía en la susodicha cueva dejando en prenda el reflejo de sí mismos, es algo que se repite en muchas historias o referida a varios personajes, como Pedro de Axular o Joanes de Bargota, el brujo que regresaba volando desde Salamanca a este pueblo de Navarra y al entrar en la iglesia, en pleno verano, todavía traía hielo en la capa, de rozarse con las nubes. Lo digo porque ambos salen en una novela de piratas que estoy escribiendo. Por lo demás, la capa del brujo de Bargota no vendría nada mal en este agosto por fin tórrido.

También hemos entrado a la Casa de las Conchas. Preparando el terreno, pues tal vez presente pronto en ese «marco incomparable» mi Janis. Algunos compañeros de editorial ya lo han hecho. De momento, en la biblioteca municipal que alberga el edificio yo no existo como autor (solo como antólogo de Simpatía por el relato). En las librerías ni me molesto en mirar. Quizás si escribiera sobre catedrales…

PD: la compra del día: empanada de bacon y dátiles, 1,55 euros. Es lo que me estoy comiendo ahora mismo aquí en el hostal, y así me ahorro un menú del día, que la cosa está muy malita.

ON THE ROAD: SALAMANCA

Ago 15, 2011   //   by admin   //   Blog  //  No Comments
Repostería típica salmantina: chochos.

Hoy nos hemos ido de vacaciones.Yo, como estoy en paro, no tengo esa sensación de salir a la carretera y dejar atrás todo (un ratito). Pero bueno, siempre hace ilusión, y hay nervios y esas cosas. Nuestro destino: Aldeacentenera, en Cáceres, con una paradita previa de dos días en Salamanca que es donde estamos ahora. Nos hemos levantado a las cinco, para evitar el calor y que los niños durmieran durante el viaje y… ¡tira millas! La cosa ha comenzado mal. Nada más salir el coche ha golpeado algún animalillo, creo que un pájaro. ¡Clonc! He sentido una congoja… Y luego encima hemos parado en un área de servicio y había todo cabezas de animales disecados por las paredes. Y en la antena del coche unas cuantas plumas pegadas y sangre. Sí, era un pájaro. El Córdoba parecía el autobús de Ken Kesey, con ese penacho tan jipi. Podía haber sido también una cola de conejo, o una garra de gato. En verano siempre me parece que hay muchos más animales muertos sobre la carretera.

Después, hemos llegado a Salamanca y estaba invadida por una horda de cristianos brasileños, que enarbolaban banderas y danzaban un baile tribal en círculo ocupando toda la plaza mayor. Están por todas partes, hostia (esto es para adecuar el lenguaje al tema), y yo me pregunto una cosa, bueno dos. Uno: ¿qué pasaría si nos plantaramos trescientos o cuatrocientos, qué se yo, escritores sucios y nos pusiéramos a bailar «Manolo Rastamán» en esa misma plaza? Que nos corrían a gorrazos, me parece a mí. Y dos: ¿lo del Papa no era hoy, pero en Madrid?

Bueno, luego hemos hecho algo de turismo, el huerto de Calixto y Melibea, la cueva de Salamanca, etc, y derrengados hemos vuelto al hotel con alguna empanada y algo del McDonalds. Hace un calor que los pajaricos se quedan fritos en las aceras, pero me he dado cuenta de que. aunque el sol quedaba a mis espaldas, yo no tenía sombra. Mañana más.

PD: ah, la compra del día: en un puesto de libros de segunda mano me he pillado por dos euros una novelita juvenil de Jim Dodge titulada ‘Jopa’. Andaba detrás de algo de este escritor desde hace tiempo. Tiene muy buena pinta. Y creo que es un libro robado, porque lleva el sello de una biblioteca pública.

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