• Subcribe to Our RSS Feed
Tagged with "MI PAPA ME MIMA Archivos - Página 5 de 5 - Patxi Irurzun"

CAMBIO CLIMÁTICO

Dic 6, 2011   //   by admin   //   Blog  //  No Comments


Otra de mis colaboraciones en «Guía del niño»:


CAMBIO CLIMÁTICO

Hace frío, aquí fuera. Incluso cuando me abrazo a la secadora. Lo tenía todo pensado. Sabía que algún día llegaría este día. El día en que M alcanzaría las manillas de las puertas. Sabía que el tabaco me iba a matar. De frío. Sabía que algún día, mientras me fumaba un cigarrillo ella se acercaría y cerraría la puerta del balcón. Lo sabía, pero lo fui dejando pasar y no hice nada para solucionarlo. No dejé preparado el kit de supervivencia (una botella de agua, una manta, algo de comer, un teléfono móvil…), y ahora estoy aquí, pensando en que tarde o temprano deberé beberme el agua de la secadora y hacerme una ensalada con los geranios. Tampoco cambié el cristal esmerilado de la puerta por uno normal. Y eso es lo que más preocupa: al otro lado veo desfigurada a M, y no sé si el pánico le ha cortado la respiración o el habla… ¿Por qué no llora? ¿Por qué no llama a gritos a su papá? ¿Estará bien? Sí, parece que está bien, pero ¿y si ahora de repente le da por arrimar la banqueta a la cocina y poner la sartén y echar aceite y…? ¿Y si se va a la bañera y abre el grifo y entra dentro y el agua está demasiado caliente o demasiado fría? ¿Y si vuelve a meter otra onza de chocolate por la ranura de la Wii?… Esto es un sinvivir. ¿Cuánto tardarán en llegar Malen y H? Por favor, Malen, no le pruebes más camisetas al niño, esa de Phineas y Ferb le queda muy mona y a él le gustan tanto esos dibujos… Creo que estoy empezando a desvariar. Será cosa de la hipotermia. Y del cambio climático. ¿Es normal este frío una tarde-noche de junio? “Papá ¿quien hizo el mundo y a las personas?”, oigo la voz de H, pero no, aún no han llegado del Zara o el H&M o donde demonios estén. Es solo mi imaginación. ¡Ay, qué mayores se están haciendo! M ya llega a las manillas y H ya se hace preguntas raras. Dudas existenciales. Bueno, dudas lo que se dice dudas tampoco. Él tiene la certeza de que el mundo se creó a partir de un meteorito con forma de chistera del que “alguien”, un mago, fue sacando gente y animales. Y a Phineas y Ferb… ¡Un momento! M se acerca. Vamos, chiquitina, eso es, gira la manilla, muy bien, así, así ¡ASÍ!… ¡Ay, cómo te quiero!, le digo, espachurrándola por fin entre mis brazos. Y ella, sonriendo (todo parece que ha sido solo una broma –algo larga-), me contesta “Que su-to ¿eh?”. “Sí, que susto, bonita”, digo yo. Y también la prometo que a partir de mañana dejaré de fumar. “Por estas”, besos mis dedos cruzados. Parecen dos barritas de pescado congelado.

UNA HABITACIÓN SIN VISTAS

Nov 15, 2009   //   by admin   //   Blog  //  3 Comments

Tengo una colaboración mensual llamada Mi papá me mima, desde hace más de tres años, en una revista de bebés, Guía del niño, y en ella voy narrando las cosillas de mis hijos, H y M. Son cosas como esta:

UNA HABITACIÓN SIN VISTAS

—Si alguna vez tengo un hijo, su cuarto nunca será como este—me decía hace muuuuuchos años, cuando todavía era un crápula que observaba con preocupación cómo a todos mis amigos les daba por reproducirse y, en lugar de invitarme los domingos a sus casas para curarnos la resaca con cerveza y discos de rocanrol, ponían videos de “primeras veces”: el primer eructito del niño, su primera papilla, el primer cambio de pañal de papá… A ellos todo aquello les parecía muy emotivo, pero no era lo más apropiado para el estómago de un trasnochador, así que siempre llegaba un momento en el que muy educadamente yo decía: —Voy a cambiar de agua al canario—, y salía al pasillo, donde a menudo acababa confundiendo la puerta del baño con la del cuarto de los horrores, uy, perdón, quiero decir con la habitación del niño.
—¿Estará dormido o es que no se atreve a abrir los ojos?— me preguntaba entonces alarmado, acercándome a la cuna, porque no me explicaba cómo la pobre criatura podía conciliar el sueño con todos aquellos peluches mirándole fijamente desde las estanterías — que más bien parecían las gradas del fondo sur de un estadio de fútbol—.
Yo, al menos, cuando volvía a casa tenía pesadillas en las que veía al monstruo de las galletas comiéndose a bocados mis discos preferidos. Y era entonces, al despertar, cuando me juraba muy digno que no, que si alguna vez tenía un hijo, su habitación sería de estilo minimalista, y que juguetes los justos, “porque luego los niños se vuelven caprichosos y no saben valorar lo que cuestan las cosas”.
¡Qué inocente era! Pensaba que los domingos iban a ser siempre ese día de la semana en que podías dormir hasta las tres del mediodía. Pero después llegó mi hijo H, y así supe que del mismo modo que los niños no distinguen los días de labor de los de fiesta, los padres de los niños no pintan demasiado en sus habitaciones, y estas se van convirtiendo casi sin que uno se de cuenta en pequeños almacenes, en los que se amontonan todos los juguetes con los que tíos, abuelos y amigos dejan constancia material de lo mucho que quieren a tu niño y de lo poco que saben los metros cuadrados que tiene tu piso. Malen y yo, de todos modos, tenemos suerte, le hemos enseñado a H a aparcar en batería sus correpasillos, bicis, minimotos, etc, y así justo delante de la ventana, queda un hueco en el que hemos podido apilar unas cajas en las que guardamos la mayoría de los trastos. Aunque también ayuda mucho que en realidad con lo que a H le gusta jugar es con un palito que el otro día cogió en el parque —bueno, él dice que es una varita mágica— y con el que consigue que todos los juguetes del mundo quepan en su cuarto.
Páginas:«12345
ga('create', 'UA-55942951-1', 'auto'); ga('send', 'pageview');