Hemos conversado con Patxi Irurzun acerca de su nuevo trabajo, «La tristeza de la tienda de pelucas» (Pamiela). Este es su quinto libro de relatos.
Su último libro está compuesto por trece cuentos, la mayoría de ellos escritos en los dos últimos años.
Así es, pero también he rescatado para este libro el primer cuento con pretensiones literarias que escribí, cuando yo tenía 16 años. Lo incluí en esta antología a última hora; no estaba yo muy convencido y, después de elegirlo, me di cuenta que aguantaba muy bien el tiempo transcurrido, sobre todo en cuanto a su contenido. Relata un recorrido en autobús por varios barrios periféricos con su paisaje de desempleo y pobreza. Y bueno, treinta años después descubres que la situación está igual o incluso peor.
¿Tienen estos trece cuentos algún hilo conductor?
Hay dos tipos de cuento en el libro que son, en definitiva, el tipo de cuentos que me salen al ponerme a escribir: los de humor, con un humor cercano al esperpento; y otros que tienden hacia temas más serios o tristes, una especie de blues literario. En este libro creo que he equilibrado bastante bien estas dos tendencias. El hilo conductor, -sobre todo en los cuentos más tristes- sí que parte de experiencias personales; hay, por ejemplo, un cuento que nace de un momento concreto y personal, cuando muere mi padre, cuando yo tenía tres años o así. Pero en los demás, aunque esté el chispazo disparador de una experiencia personal, esta se recubre luego con personajes y situaciones ficticias y, en ese sentido, estos cuentos se asemejan al anterior libro que escribí, un diario: «Dios nunca reza». En los cuentos de humor quizás me da para desbarrar más y la idea puede surgir de una noticia del periódico, de una anécdota o de una conversación que he escuchado en la calle.
¿Están los navarros dotados especialmente para el humor negro, para el humor corrosivo?
No sé, no creo que pueda hablar en nombre de los navarros. En mi caso, lo cierto es que la realidad me ofrece muchos temas. Es un campo de cultivo excelente para el humor negro, el esperpento, la caricatura, para ese tipo de literatura que hago yo, porque ahí está toda la materia prima: la gente que, por desgracia, nos ha tocado en suerte a la hora de gobernarnos, por las cosas que pasan y por lo que vemos a nuestro alrededor. Muchas veces no hay más que coger el diario y ya tienes los personajes y las tramas.
El libro nos regala otro cuento sanferminero, un género o subgénero que usted ha «parido».
Hubo una temporada en la que empecé a escribir para GARA estos cuentos sanfermineros, cuentos que se iban publicando por capítulos, y cogí la costumbre de, por lo menos, escribir uno al año e incluir uno en cada colección de relatos. Y sí, es una especie de subgénero propio. Luego hay otro subgénero, del cual también hay uno en este último libro, que es el formado por los cuentos antimonárquicos.
Este es el primer trabajo que edita con Pamiela.
Hubo un acercamiento mutuo: yo les conocía a ellos y ellos a mí también. Luego ha influido que, además de ser una editorial de Iruñea, hay unos cuantos escritores en Pamiela que son conocidos y me gusta mucho lo que hacen: Nagore, Sánchez-Ostiz… Pamiela se dirigió a mí para reforzar la colección de narradores vascos en castellano y yo estoy encantado de este acercamiento. También hay que tener en cuenta que, por una serie de circunstancias, siempre he andado dando bandazos de una editorial a otra y tenía ganas de asentarme y Pamiela me parece una editorial perfecta para ello.
¿Por qué escribe usted?
Me lo han preguntado muchas veces y no siempre he contestado lo mismo, porque escribo por muchos y diferentes motivos. Por un lado, es una forma que utilizo para manifestarme, ya que de natural soy muy introvertido; de este modo, me comunico, saco las cosas de mi interior. También, al empezar a escribir, tenía esa convicción romántica de que se podía cambiar el mundo con la escritura, por lo menos el mundo más cercano a mí, a nosotros. Ahora no pienso tanto en eso y -en ocasiones me parece ridículo- pienso que sirve para tranquilizarme, para aplacarme un poco, porque de lo contrario saldría con la recortada a la calle. Hay muchos y diversos motivos: creo que era García Márquez el que decía que escribía para que le quisieran. En mi caso, un poco de eso también hay.