Ayer estuvimos presentando en La hormiga atómica estos dos libros eskorbutines: Rock y violencia (Roberto Ortega), una biografía del grupo, y Pasión y muerte de Iosu Expósito, de Beñat Arginzoniz, una preciosa novela sobre los últimos días del guitarrista y cantante de Eskorbuto. La novela está impregnada de poesía, con una metáforas de gran fuerza, muy evocadoras. Porque no se puede describir un corazón vivo. Hay también algunos dibujos de Detritus (Florentino Aramburu), capítulos hilvanados magistralmente con titulares y entrevistas al grupo… Es uno de las libros que más me han gustado entre los que he leído últimamente. A la presentación, en la que estuvimos acompañando a los autores Oscar Beorlegui y yo, acudieron una buena representación de eskorbutianos y la charla fue, digamos, muy natural. Yo cumplí uno de mis sueños que fue levantarme a lo Leopoldo María Panero e irme a a mear en mitad del acto, aunque en vez de cocacolas para beber hubo mucha cerveza y kalimotxo.
Hace unos días me llegó el nuevo Vinalia Trippers, en el que colaboro con un cuento titulado ‘Facebook’ que espero poner por aquí pronto. Vicente Muñoz nos pidió que le enviáramos una foto cuando recibiéramos el ejemplar con ambientación quinqui. La mía es esta.
Ja, ja, el otro día mientras esperaba para ver Telenavarra y con qué nuevo ejercicio de cinismo nos sorprendía Barcina, salió Mariló Montero dando un sermón y mientras hablaba (de algo de libros, de niños que olisqueaban páginas en la feria del libro), mientras hablaba digo, salió de refilón en unas imágenes uno de mis libros, Mozart, el pequeño gran músico. Una biografía novelada juvenil que escribí por encargo. Hice otras cuatro y estoy muy satisfecho de la de Beethoven, el músico sordo, que me consta que en algún instituto la han leído, y se han quedado muy contentos, los chavales.
El míercoles 29 de mayo me invitaron a la entrega de premios del concurso de cuentos de mi barrio, la Txantrea, donde dije unas palabras sobre la creación literaria, o eso.
Un extenso artículo de Ana Oliveira sobre el proyecto del fotógrafo Clemente Bernard y Carolina Martínez «Imagina cuántas palabras» en el que me han invitado a participar junto a gente de lo más interesante, empezando por los alumnos del colegio Cardenal Ilundain. Me gusta mucho este proyecto por colaborar con un fotógrafo como Clemente y unos cuantos escritores a los que admiro, por lo que tiene de reto creativo, pero sobre todo por si sirve de algún modo para arropar a la escuela pública en un momento como este en que está siendo atacada frontalmente. Me gusta también que los niños puedan entender que la literatura no es solo una asignatura, algo aburrido o a lo que se acercan con desconfianza, sino algo que puede hablar de sus cosas, de su mundo, contar historias con las cincuenta palabras que más les gustan