Solo guardo ocho o diez fotos del viaje a Filipinas ( al basurero de Payatas, en Manila) y a Papúa Nueva Guinea. Debe de haber muchísimas más, porque fui con un fotógrafo que apretó el gatillo unas siete mil veces, pero como reñimos nunca las he visto (solíamos decir en broma durante el viaje que acabaríamos como
Almodóvar y
Carmen Maura, y así fue). La del río puede que de un poco de grima, porque aunque de natural ya soy tirillas, la dieta papú me hizo perder aún más kilos y cuando subí a la avioneta que nos llevó a Ambunti, en la cabecera del mítico Río Sepik, la báscula marcaba sesenta kilos raspados (había que pesarse para volar, en un cacharro que pilotaba un austaliano con las piernas como las de
Caponata que tenía que sentarse de medio lado, y en el que el otro pasajero, además del fotógrafo y yo, era un tipo con una camiseta con la foto de
Bin Laden); en otra foto lo que cuelga de mi mano es una cría de cocodrilo, que luego nos comimos con arroz. «Sabe a pollo», dijimos, que es lo que se dice siempre cuando se come algo exótico y no sabe ni fú ni fá, o igual estaba delicioso pero a nosotros nos remordía un poco la conciencia, porque lo habíamos cazado la noche anterior, cuando nos llevaron por el río y en las orillas se veían brillar los ojos rojos de los cocodrilos al apuntarles con la linterna. La tercera foto es un kararoke de Manila en el que acabé cantando
Bésame mucho y una de
Marea.
No sé muy bien por qué las cuelgo en este blog, no sé en realidad ya muy bien qué sentido tiene publicar un blog, a quien le interesan las tonterías que uno cuenta, si es una perdida de tiempo… Yo este «Ajuste de cuentos» lo abrí como apoyo de mi libro homónimo y después pensé que también podía ir incluyendo cosas relacionadas con mi obra, oh, mi obra, reseñas, entrevistas, autobombo… Quería que fuera ese tipo de blog, nada más, por si alguna vez alguien se interesaba por algún libro mío, o le preguntaba a Google por mí. Total, que al final uno acaba colgando fotos propias, en plan exhibicionista, aunque también tengo excusa, cuelgo las fotos para certificar que hice ese viaje, que estuve allí (y por si el fotografo con el que reñí lee esto y como gesto de buena voluntad, de reconciliación, que también la hubo entre Maura y Almodóvar, y en cierto modo entre nosotros, me envía alguna de las fotos del viaje). Pienso también en libros fantasma. Yo podría haber inventado perfectamente que estuve allí y todo lo que pasó y creo que no habría nada de malo en ello, al contrario, sería todo un mérito. Pero es que alguna vez he pensado que incluso, podrían existir libros fantasmas per se, libros presentados, reseñados en prensa, promocionados, que nunca se hubieran escrito. Lo pensé por última vez, en concreto, ayer mismo, cuando fui a la nueva biblioteca general de Navarra, y en el panel de novedades me encontré, sorprendentemente, un libro mío, Odio enamorado, que publiqué hará cuatro o cicno años (a la Biblioteca, por cierto, fui a hacer una donación de 20 ejemplares para los clubes de lectura, de otro libro del que no voy a mencionar el título para no perjudicarlo, al pobre, pero del cual la editorial me ha enviado cien ejemplares que reclamé antes de que procedieran a destruirlos; un libro que se publicó hace tres años, no funcionó nada mal, tuvo cierta repercusión… y que pese a todo ello no se ha librado de las llamas de la santa inquisición que hoy es el santo mercado; la biblioteca, por lo demás, muy chula, casi monumental, el doble o triple de grande que la otra pero con la misma plantilla y ubicada donde cristo perdió el mechero); ¿por donde iba? Ah, lo de Odio enamorado. Pues bien, ese libro lo editó una editorial canaria, sin distribución en la península, yo mismo tuve que llevarlo a librerías (a las cuales nunca vuelvo a preguntar si se han vendido ni a recoger el dinero, soy un desastre); el caso es que me hicieron algunas entrevistas, hablé de él, y siempre pensé mientras lo hacía que en realidad daba igual si el libro estaba en las librerías o no, que quizás cinco o diez personas podrían haberse dado una vuelta por ellas por si lo veían, y si no lo veían se habrían ido a sus casas sin preocuparse demasiado. Me ha pasado más veces, la presentación de Atrapados en el paraíso (lo premió y editó el Gobierno de Navarra), por ejemplo, se hizo sin que el libro estuviera distribuido todavía. Pero nunca nadie me dijo nada, nadie pareció echarlo de menos, el libro daba lo mismo, lo importante es lo que yo contara sobre el basurero en el periódico, ni siquiera eso, sino llenar media página de la sección de cultura, y que los del Gobierno cumplieran, ¡hala, ya hemos dado el premio, a otra cosa!
Y así. Así de triste es esto de la literatura (al menos para autores como yo -una vez dije que yo calculaba que estaba en segunda división B, pero ya no sé muy bien ni a qué juego; tal vez todo se reduzca a que soy un puto paquete). 200, 300 ejemplares vendidos; cincuenta, sesenta visitas diarias al blog (aunque, ¿eso es mucho o es poco?; que sesenta personas se interesen a diario por uno, si lo miras bien, es mucho; imagínate que en vez de visitas al blog son llamadas de teléfono, eso no pasa ni aunque se pongan de acuerdo los departamentos comerciales de Jazztel, Movistar…); pero sobre todo, -y volviendo a las fotos, para cerrar de una vez este post arborescente- ¡la de canas que me han salido desde el 2002!