DUELO EN EL RETRETE
Publicado en Magazine On, con diario de Grupo Noticias (09/03/2019)
Patxi Irurzun. Publicado en Gara, 27/02/2019
Publicado por Astiberri, Los enciclopedistas es el primer trabajo conjunto de los dos autores vizcaínos y está teniendo un amplio y merecido reconocimiento. No podía ser de otro modo, pues nos encontramos ante una obra magníficamente ilustrada, nunca mejor dicho, y con una hábil narración que mantiene al lector pegado a una novela bajo cuya piel respiran otras historias que nos acercan a nuestros días.
¿Cómo surgió la idea de hacer este cómic y de colaborar juntos?
Pérez Ledo: Hace unos años me dio por leer sobre un periodo histórico concreto, justamente anterior a la Revolución Francesa. En aquellas primeras décadas del siglo XVIII, París era un hervidero intelectual. Uno de sus centros neurálgicos, además de los cafés, eran los salones ilustrados. A pesar de su ampuloso nombre, estos salones no eran más que las casas de los propios intelectuales, donde se reunían para cenar, beber y debatir ideas filosóficas, científicas y políticas. Aquel escenario me atrajo inmediatamente como fondo para contar una historia. Pasé unos meses desarrollando la trama, que presenté a Astiberri. Afortunadamente, les gustó mucho. Luego nos pusimos a buscar un dibujante cuyo estilo encajase con el tono que pretendíamos darle a la historia. Y, felizmente, dimos con Álex.
¿Por qué eligieron una época como esa, en la que sitúan el cómic?
Pérez Ledo: En la Francia prerrevolucionaria se abocetó la Europa contemporánea. Para bien y para mal. En aquellos salones y en aquel hoy célebre libro, L’Encyclopédie, se pusieron las bases ideológicas de la Revolución Francesa y los principios de la República, la libertad, la igualdad y la fraternidad. Los hombres que diseñaron aquello, porque fueron hombres casi todo, lo hicieron oponiéndose tanto a la Corona como a la Iglesia. Muchos de ellos fueron expulsados del país, casi todos fueron encarcelados y unos pocos pagaron con sus vidas. La agitación social e intelectual era enorme, quizás la mayor de la historia, y eso establecía un tapiz estupendo sobre el que construir una historia.
Han mencionado que los enciclopedistas fueron casi todos hombres, pero en su cómic el personaje de Marie tiene mucho peso. ¿Hay un reconocimiento a las mujeres y su aportación silenciada a la Ilustración?
Alex Orbe: Pese a que no está documentado, o, mejor dicho, porque se habrá invisibilizado su labor, en la creación de La Enciclopedia apenas aparecen mujeres citadas. Pero varios de los salones que frecuentaban los ilustrados estaban gestionados por mujeres, así que la inclusión de Marie nos ayuda en varios sentidos, para dar importancia a la mujer en la elaboración de La Enciclopedia y para tener un punto de vista a pie de calle, de la clase trabajadora de la época. Y además es una gran dibujante, mucho mejor que yo.
Es curioso que haya ciertos paralelismos con la época actual, hacia la actualidad más rabiosa y preocupante (avance de la ultraderecha, intentos de revertir logros y avances de la humanidad) en ese combate entre ilustrados y cruzados…
Pérez Ledo: Esos paralelismos son, de hecho, la base de la historia. Digamos que eso es lo que me impulsó a escribir algo ambientado en esta época. La trama de thriller, los asesinatos, la investigación, todo eso vino después. Lo creé para darle forma a lo que realmente quería contar, que es precisamente ese combate entre los defensores de la razón y los defensores de la superstición. Pero no es el único paralelismo ni el mayor. Nuestra época, como aquella, vive un cambio de paradigma. A nadie se le escapa que estamos viendo cómo termina una era y empieza una nueva que, por ahora, no tenemos ni idea de qué forma tendrá. Fue exactamente lo que ocurrió en el siglo XVIII, el final del Antiguo Régimen y le llegada de la era moderna. Y entonces, como ahora, esa incertidumbre provocaba numerosos fenómenos: un auge del conservadurismo, populismos de todo tipo, exacerbación de los nacionalismos, etc.
En el caso de las ilustraciones, la ambientación está magníficamente trabajada, ¿cómo fue el trabajo de documentación?
Alex Orbe: El trabajo de documentación ha sido una locura y estuvo a punto de devorarme en un primer momento. Llegué hasta bloquearme por momentos ante la falta de información para asumir incluso la viñeta más sencilla. Un escenario recurrente es una imprenta y me tiré horas para entender bien el funcionamiento de este aparato para poder representarlo correctamente. Y así con todo, desde una farola callejera al palacio de Versalles.
Uno de los aspectos más destacados del cómic es cómo consigue combinar la peripecia histórica con la trama de misterio o policiaca…
Pérez Ledo: No quería escribir una historia-ensayo ni, mucho menos, un panfleto. Quería que Los Enciclopedistas contuviese una serie de ideas, pero siempre en segundo término, al fondo. El primer término es un thriller, una historia de asesinatos y la persecución del asesino o asesinos por parte de los protagonistas. Eso es lo que debe captar el interés del lector o lectora, eso es lo que debería mantenerle pegado a la novela gráfica hasta la última página. Pero los lectores y lectoras más despiertos encontrarán un fondo mucho más rico, un subtexto que da un sentido superior y metafórico a la historia que la une, de manera inquietante, con los actuales titulares de los periódicos.
“Mis diarios son la expresión de alguien que se busca, que va formando su identidad”
Laura Freixas
La escritora catalana estuvo hace unos días en Iruña presentando Todos llevan máscara. Diario 1995-96, en donde se reflejan sus primeros pasos como escritora, describe sus experiencias sobre su, en aquella época, reciente maternidad y reflexiona sobre el propio género diarístico y sobre uno de los temas recurrentes de su obra: literatura y mujer.
Patxi Irurzun. Iruñea. Gara
Todos llevan máscara, que Freixas presentó en la librería Katakrak, es la segunda entrega de una serie de diarios que la editorial Errata Naturae irá publicando cada tres años y que inició en 2015 con Una vida subterránea. Diario 1991-1994.
Hoy Laura Freixas es una autora reconocida, con una trayectoria larga y fecunda a sus espaldas (libros de relatos como Cuentos a los cuarenta, novelas como Entre amigas o Los otros son más felices, colaboraciones en prensa o ensayos como Literatura y mujeres), pero en el año en que se fecha Todos llevan máscara nos encontramos con una Laura que trataba de abrirse paso en Madrid como escritora, que se enfrentaba a las dudas y temores que le suscitaba la escritura de sus primeras novelas y que acababa de ser madre.
Todo ello, además de reflexiones sobre el propio género del diario o las apariciones de personajes del mundo literario (Jorge Herralde, Soledad Puértolas, Belén Gopegui , Andrés Trapiello …), constituyen los mimbres con los que se trenza este diario que Freixas escribió en su día sin demasiada confianza en que llegara a ver la luz:
“Mi interés por el diario y por la literatura autobiográfica se debe a que estudié en el Liceo francés, viví en Francia e Inglaterra, países donde hay mucho interés y presencia de estos géneros, y de donde me viene la idea de que un diario es una obra literaria. Por eso, cuando escribía el diario — y a cualquier persona que se dedica a la literatura creo que le pasa también— yo en realidad sí pensaba que se podía publicar alguna vez; pero en aquella época estaba escribiendo mis primeras novelas y como no conseguía editor a la vez también me parecía bastante inverosímil”, comenta la autora catalana, afincada en Madrid desde hace años. “Por otra parte, siempre he pensado que para publicar un diario hay que dejar pasar bastante tiempo, porque cuando sabes que lo que estás escribiendo aparecerá al cabo de un año o dos, te contienes, no te sueltas tanto. Todo eso creo que hace que se note que mi diario lo estaba escribiendo para mí, y que me servía un poco de interlocutor y desahogo”.
Ciertamente, parece extraño que un diario tarde en publicarse casi 25 años en estos tiempos de inmediatez, sobreexposición mediática o “extimidad”, un concepto del que habló Freixas en la presentación, una especie de intimidad impostada, de cara a la galería. “A mí el diario me gusta precisamente por lo contrario, porque consiste en dejar madurar las cosas y darse cuenta de cómo se van construyendo, y van cambiando. Otra cosa que me gusta del diario es que no tiene un sentido, una dirección clara. Por ejemplo, aunque con el mismo material escribas una autobiografía o una novela, lo haces a posteriori, ya sabiendo cómo terminó todo, seleccionas el material sabiendo que quieres llegar a ese punto. Con el diario vas improvisando, puedes reflejar la incertidumbre, la duda, mientras que en una novela, por ejemplo, si aparecen estas es para resolverlas. En estos diarios, de hecho, no he cambiado cosas que ahora no me gustan. Por ejemplo, en el primer diario me doy cuenta de que yo, siendo feminista como soy y como lo he sido siempre, era a la vez bastante misógina, y una cosa que yo quiero que se vea es cómo he ido cambiando (por ejemplo, para referirme a mí misma de un modo impersonal decía “uno piensa o uno dice” en lugar de “una piensa o una dice”, porque así fue como nos lo enseñaron). Ahora me doy cuenta de que ya no escribo así, pero he querido mantenerlo, para que el diario sea la expresión de alguien que se busca, que va formando su identidad”.
El diario, pues, y su autora misma, como obra en construcción. Freixas reflexiona constantemente en Todos llevan máscara sobre el propio género, acaso porque en aquellos días estaba preparando para Revista de Occidente un monográfico sobre el mismo que se convirtió en una referencia.
“El diario es el único espacio en el que se puede sin más ni más, sin andamiaje alguno (ni teórico ni argumental ni nada de nada), cogiendo al toro por los cuernos y a la realidad por las solapas, meditar sobre la vida”, escribe en un momento dado.
Y así, además de las dificultades que encuentra con la escritura de sus dos primeras novelas (dificultades técnicas, para encontrar editar, sensación de fracaso de antemano por que la obra no llegará a estar a la altura de lo que pretende…), en las páginas de Todos llevan máscara nos encontramos con otras vivencias más intimas de la autora, como la relación con su marido o su maternidad, que atraviesa todas las páginas del diario como un cordón umbilical y que, paradójicamente, dadas las diferentes características del género del diario frente a la novela (ausencia de estructura o de otras exigencias narrativas, rimo, extensión…) hacen que este diario pueda ser leído como una novela, con situaciones y una psicología de la autora perfectamente definidos y verosímiles, pues toman su materia prima de la vida misma.
“La maternidad para mí como para cualquiera fue una experiencia muy importante en mi vida”, dice Freixas. “Me hizo cambiar ideas sobre muchas cosas, y haber escrito sobre ello también me llevó a publicar este diario, pues yo como escritora soy una autora que también reflexiona sobre mi escritura, entre otras cosas porque hay dos aspectos de la misma que para mí han sido problemáticos: uno es el hecho de ser mujer y hacer una literatura que lo muestra; como eso está muy desvalorizado he tenido que armarme contra eso. Y el otro, que la autobiografía, los diarios, son un género muy desprestigiado. He tenido que reflexionar sobre las dos cosas y en esa reflexión me he dado cuenta de que la experiencia de las mujeres está muy poco reflejada y valorada en la cultura, lo cual me convenció de la idea de publicar un libro en el que la experiencia de la maternidad estaba muy presente. Y también porque me di cuenta de que apenas hay diarios de escritoras entre nosotros, tenemos los de Gil de Biedma, Pla, Max Aub, pero de escritoras a Rosa Chacel y poco más. A Rosa Chacel, por cierto, debe mucho mi diario, porque es una diarista muy introspectiva, muy dura consigo misma, con una lucidez corrosiva y mucha personalidad, algo que me interesa mucho ”.
Preguntamos a Laura, puesto que menciona algunos de estos nombres propios, sobre ellos y sobre otros que aparecen en clave en su obra (esa especie de papel couché de la literatura que a veces despierta el lado más oscuro o cotilla del lector de diarios). “A ese respecto se suscita el debate de hasta qué punto el autor tiene derecho a escribir ciertas cosas sobre otras personas, hay quien piensa que tiene todos los derechos, yo no lo creo, pero tampoco creo que no tenga ninguno”, dice. En Todos llevan Máscara Freixas ha optado en algunos casos -en los que salen peor parados- por cambiar el nombre y detalles reveladores, en otros ha pedido permiso a amistades para contar ciertos pasajes… “Pero el verdadero problema son las personas más próximas, que no las puedes disimular, padres, marido, hijos…”, dice Freixas.
Todo esto (y mucho más, las sesiones con su psicoanalista; las discusiones con su padre, que encarna una idea establecida socialmente según la cual el mérito o el reconocimiento profesional y social está ligado a lo económico y al sentido práctico, frente a los cuales la literatura no tiene ningún mérito ni ningún valor…) se refleja en las páginas de este diario que a pesar del momento de incertidumbre y temor en que fue escrito dejan cierto poso feliz, pues se corresponden con la época en que la autora toma la decisión de ser lo que siempre quiso ser: escritora.
Atado y bien atado. La transición golpe a golpe. (1968-1981)
De aquellos polvos estos lodos. En una de las primeras viñetas de este cómic, en el que Rubén Uceda gira el retrovisor hacia los ángulos muertos de los años que sucedieron al fin de la dictadura franquista, nos encontramos con Juan Carlos I, el rey emérito, jurando muy campechanamente lealtad a los principios del Movimiento Nacional. Una imagen que suelen hurtar palanganeros y porteadores reales metidos a periodistas en los libros y reportajes con los que ensalzan la transición como un proceso modélico y a los reyes, a Juan Carlos I y Felipe después, como pendones de la democracia (no hay desde luego nada tan democrático como una monarquía hereditaria).
Atado y bien atado, publicado por la editorial Akal, disecciona los episodios más oscuros de ese período que algunos conocen como la transición y otros como la transacción, y así a lo largo de sus páginas se repasan desde los sanfermines del 78 o la matanza del 3 de marzo en Gasteiz, pasando por las huelgas obreras, los asesinatos de los abogados de Atocha, el golpe del 23 F —en el que vemos reaparecer y muy al corriente de todo al rey emérito— o casos de tortura y violencia policial y parapolicial, hasta las comunas, Marinaleda, los primeros festivales contraculturales…
En otra de las viñetas de este esclarecedor cómic vemos al actual jefe de Estado y de las Fuerzas Armadas, Felipe VI, llamando abuelito a Franco
Esclavos del trabajo.
Si la transición no fue tan modélica como algunos demócratas de toda la vida pretenden (pongamos por caso a Alfonso Guerra, que recientemente ha defendido la eficacia de las dictaduras), tampoco resultan serlo algunos países considerados paraísos del bienestar social, como Suecia, donde transcurre Esclavos del trabajo, de la polaca Daria Bogdanska, publicado por Astiberri.
Bogdanska viaja hasta Malmö para hacer un curso de cómic y mientras permanece en esta ciudad sueca tiene que ganarse la vida con diferentes trabajos, como camarera en restaurantes indios o haciendo conteos de bicicletas en la calle, siempre en condiciones precarias, sin contrato, sin papeles…, al tiempo que va conociendo las circunstancias similares en que viven otros compañeros suyos. Trata de denunciarlo, primero afiliándose a un sindicato, y después con este su primer y prometedor cómic, que nos muestra la cara oculta del paraíso.
Los enciclopedistas.
También publicado por Astiberri Los enciclopedistas, de José A. Pérez Ledo y Alex Orbe, nos sitúa en la Francia ilustrada y prerrevolucionaria, donde asistimos a un combate entre las fuerzas de la razón y la luz (libertad, igualdad, fraternidad) y las de la caverna y la superstición. Una lucha contada de una manera magistral a través de un thriller en el que se investigan una serie de asesinatos de enciclopedistas a manos de una siniestra organización, los Cruzados, aferrada al antiguo régimen. Un cómic, pues, de rabiosa actualidad, ya que ilustra (nunca mejor dicho) no solo aquella época sino también esta en que vivimos y que es, igualmente, un cambio de paradigma, donde la incertidumbre provoca el auge de movimientos reaccionarios y la vuelta al galope de jinetes mesiánicos y bárbaros y barbados que pisotean con sus cascos conquistas sociales, como los derechos de las mujeres o de los inmigrantes.
Tres cómics, en definitiva, que iluminan las zonas oscuras, los lodazales de nuestras sociedades modélicas y complacientes, esos paraísos que para funcionar necesitan que existan quienes soporten auténticos infiernos.