SIMPATÍA POR EL RELATO
Algunos de los participantes en la antología, como Rubén y Leiva, de Pereza, ya lo han hecho público en sus web, así que yo que soy uno de los dos padres de la criatura, no voy a ser menos:
La semana que viene, probablemente pondremos en marcha el blog, pero de momento os adelanto la lista de participantes:
Julián Hernández (SINIESTRO TOTAL)
Kutxi Romero (MAREA)
Kike Suárez “Babas” (KIKE SUÁREZ & LA DESBANDADA)
Ajo (MIL DOLORES PEQUEÑOS/AJO)
Pablo Tamargo (BLACK HORDE)
Monty (SWEET LITTLE SISTER)
Carlos Pina (PANZER)
Juan Abarca (MAMÁ LADILLA)
Félix FX (HASH/BOSCO EL TOSCO)
Indio Zammit (TARZÁN Y SU PUTA MADRE OCUPANDO PISO EN ALCOBENDAS)
Antonio Yeska (YESKA)
Eduardo Izquierdo (LOS HIJOS BASTARDOS DE HENRY CHINASKI)
Josu Arteaga (LA BANDA DEL ABUELO)
Antonio Suárez “Lulu” (FORRAJE)
Ángel Petisme (ANGEL PETISME)
Roberto Moso (ZARAMA)
Francisco Nixón (Fran Fernández) (AUSTRALIAN BLONDE)
Rubén Pozo (PEREZA)
Agnes (LILITH)
Enrique Villarreal Armendáriz “El Drogas” (BARRICADA)
David Mardaras (HORSES OF DISASTER)
Miguel Conejo “Leiva” (PEREZA)
David Suárez “Suarón” (LOS MAJADEROS)
Enrique Cabezón (ENBLANCO)
Daniel Sancet Cueto (INSOLENZIA)
Felipe Zapico Alonso (DEICIDAS)
Eduardo García Martín “Luter” (LUTER)
Octavio Gómez Milián (EXPERIMENTOS IN DA NOTTE)
Kike Turrón (KING PUTREAK/HUEVOS CANOS)
José Luis Moreno-Ruiz (LA ENFERMERÍA ELÉCTRICA)
Iñaki Estévez (THE BLACK DOGS)
Javier Gallego “Crudo” (DEAD CAPO)
EL VÉRTIGO DE SPIDERMAN
-Mira a ese gordo- se ríen los adolescentes, y le escupen o le insultan y entonces él los persigue torpemente y simula lanzarles una tela de araña extendiendo sus dedos como pollas fláccidas (los pequeños cabrones se quedan entonces flipados, desconcertados, porque al final ese friki se ha quedado con ellos, los ha neutralizado) y al ver la escena, la gente que pasa se descojona viva y le llena la gorra y así es como Spiderman puede seguir pagando la hipoteca y el coche y haciendo planes para irse en Semana Santa a Port Aventura con su mujer y sus hijos, que no tienen ni idea de que hace ya varios meses lo despidieron de la Caja.
Spiderman, de hecho, sigue levantándose cada mañana, y poniéndose el traje gris, el abrigo azul y la corbata roja –como la que llevaba EG el Día de la Presentación de Resultados- y cogiendo la misma línea de autobús hasta el centro, pero ahora, en lugar de dirigirse hacia su oficina, entra en los baños de una cafetería que hay enfrente, sale vestido de hombre araña y se coloca en la puerta del edificio central de la Caja de Ahorros -la nave nodriza-.
Nadie lo ha reconocido nunca. Quizás, tan solo, su hijo, aquella tarde que la familia pasó por delante y el niño se detuvo y le miró con cara de melón, pero solo fue un momento, enseguida su madre gritó “¡Deja de mirar a ese pobre hombre!” y lo arrastró hasta un Zara que había unos metros más adelante y después, por la noche, el niño estrenó pijama, con un dibujo de Superman.
-¿Pero a ti el que te gustaba no era el hombre araña?- preguntó Spiderman entonces, algo mosqueado.
-Ya no- contestó el niño, y también se negó a darle un beso de buenas noches “porque te rasca la barba, papá”, dijo.
Desde entonces Spiderman sospecha que el niño lo ha desenmascarado y que se avergüenza de él, pero se consuela pensando que algún día lo comprenderá todo y estará orgulloso de su padre, será por fin su superhéroe, o si no que, al menos, sentirá el mismo vértigo que él siente ahora, cuando mira dentro de sí mismo y ve emergiendo desde lo más profundo, como una bola de fuego o un vómito, las ganas de mandar todo a tomar por culo y entrar cualquier día a la Caja con una garrafa de gasolina o una bomba, y que se jodan los alienígenas.
Los mierdas de sus excompañeros de trabajo, por cierto, tampoco lo han reconocido nunca. A Spiderman le da mucho asco verlos entrar y salir de la nave nodriza, porque ninguno de ellos movió un dedo cuando lo botaron, y porque ahora cuando pasan junto a él también lo esquivan, evitan el contacto, como si fuera un leproso –o un pobre, un parado, que es peor-y pudiera contagiarles la mala suerte. Pero a la vez, ahora que puede mirarlos desde fuera, que ha dejado de estar abducido, le alivia no ser uno de ellos, haberse desprogramado, dejar de escribir todo en mayúsculas, Obra Social, Banca Cívica, EG -así se refieren al Director General, por sus iniciales -, de hablar su jerga, proactivo, ok, implementar, “malditos marcianos”, piensa, y vuelve a sentir el vértigo, porque sabe que tarde o temprano lo hará, tiene que hacerlo, entrará a la nave nodriza y hará una escabechina, quizás sus excompañeros se libren, después de todo son prescindibles, piezas de la maquinaria que no importan a nadie, sí, quizás vaya directo al despacho de algún director adjunto, o del propio EG, la abeja reina, o quizás irrumpa en algún Consejo General, y agarre por el cuello a la alcaldesa o al presidente de la Comunidad, o a alguno de los traidores de los sindicatos, y se suba con él a la azotea, hay que hacerlo pronto, porque cada vez son más las naves nodrizas, cerca de la Avenida Carlos III hay otras tres, el edificio de Hacienda y El Corte Inglés y las oficinas del Diario, sí, Spiderman sabe que solo entonces los enemigos comprenderán que no va ser tan fácil, que un hombre puede ser muy peligroso cuando lo tratan como a una mierda o como a un loco, cuando hacen que sus propios hijos se avergüencen de él, sí, Spiderman lo sabe, el mundo libre lo necesita, y también sabe que el día que se cargue a uno de esos hijosdeputa, esa será la señal para la Revuelta, para que los hombres y mujeres de la Resistencia, por fin, dejen de ser células dormidas y se levanten contra la invasión de los putos alienígenas.
PESADILLAS DE UNA NOCHE DE VERANO
Fue una calurosa noche, con toxinas dejando a la puerta de todos mis poros sus bolsitas transparentes de basura, y dentro las pavas del millón de cigarrillos fumados la noche anterior y los culos estriados de los katxis en los que los había apagado. Esas bolsitas que rezumaban sus jugos lixiviados en forma de sudor por mi piel reseca, a la que hacía ya tanto tiempo que nadie le aplicaba el hidratante de unas caricias. Una noche de sueños intermitentes y pesadillas que me echaban las largas. A veces me angustiaba pensando que tenía que volver al colegio y no me había aprendido la lección: ¿Quién descubrió América? A: Colón. B: los vikingos. C: El juez Garzón. D: Cada indio americano al nacer. “¿Podría usar el comodín del telefono?”.
“En estos momentos no estoy en casa, deja tu mensaje al escuchar la señal”. “No, nada, que era sólo para decirte que acabo de perder los cincuenta kilos y encima aquí tengo a un tipo que me hace cosas raras con las cejas”. Claro que también podía plantarme, siempre que alguien me regara, y además el tipo de las cejas como signos de interrogación puede que tuviera su gracia, pero yo no lo sabía, porque cada vez que intentaba reírme se me caían los dientes, precisamente sobre un libro en el que alguien muy listo hablaba de la interpretación de los sueños. Por ejemplo, si aparecía un toro quería decir que te iba a tocar la lotería, lo cual tiene una lógica aplastante. A Carlos Sobera, eso si, no se le veía por ningún lado, como mucho puede que se le asemejaran algunos de los personajes del apartado de sueños eróticos, que eran todos como reyes magos pero en las posiciones del kamasutra, aunque ninguno se acoplaba con la chica del tiempo, que era la que a mi me gustaba de verdad, la que se aparecía en mis mejores sueños, esos que transcurrían entre praderas de piel, en los que había montañas como panes de azucar con almendras duras y negras en la cima, y riachuelos de saliva que serpenteaban por valles rosados, y en los que yo terminaba siempre orinando cabellos de ángel sobre las sábanas; sueños que no tenían nada que ver con las pesadillas de aquella noche, pues ahora quien extendía leche hidratante por mi espalda húerfana de arrumacos y uñas que me reventaran los granos, y también por donde esta perdía su nombre, incluido mi tenso perineo, era una presentadora del Teleberri, que mientras lo hacía no podía parar de hablar de atentados, detenciones, torturas, muertes, palabras mucho menos sexis que mar arbolada, anticiclón, luna llena…, y yo me sentía fatal, impotente y a la vez incapaz de separarme de su sexo, de escapar de su pompis, aquel círculo vicioso. “¿Es grave eso, doctor? ¿Tiene solución?” le pregunté a un tipo que pasaba por mi sueño con un estetoscopio, pero él no supo que contestar, ya se sabe, los tipos con uniforme nunca tienen soluciones demasiado originales para este tipo de problemas, y además ni siquiera era un estetoscopio aquello que llevaba colgando, sino unos walkmans de esos para escuchar bajo el agua, de modo que se los robé y me zambullí de cabeza en un charco, un asco de charco, todo lleno en las profundidades abisales de submarinos nucleares y concursantes de “Supervivientes”, así que me dije, pues voy a escuchar un poco de música, pero cuando puse en marcha el invento resulta que sonó una especie de bacalao industrial que era un plagio descarado de la sinfonía metálica con que cada noche me despertaba la brigada de recogida nocturna de residuos sólidos urbanos, o lo que era lo mismo toda la mierda de tres o cuatro bloques vaciándose desde un contenedor. Fué entonces fue cuando pensé que el verano moría matando y que aquello, menos mal, sólo había sido una pesadilla provocada por el calor y la resaca, tal como demostraban las luces naranjas de las sirenas del camión de la basura parpadeando en el techo de mi habitación, aquellas luces que de repente comenzaron a perseguirse unas a otras hasta convertirse en la final olímpica de relevos femeninos, para la que sorprendentemente, se había clasificado Maria Teresa Campos disfrazada de la Abeja Maya.